28
enero 2015, ALAI--América Latina en Movimiento http://alainet.org
1. El sistema
mediático contemporáneo demuestra capacidad de fijar sentidos e ideologías,
seleccionando lo que debe ser visto, leído y oído por el conjunto del público.
Por más que existan por parte de lectores, oyentes y telespectadores
expectativas y respuestas diferenciadas a los contenidos recibidos, son los
grupos privados de comunicación que prescriben orientaciones, enfoques y
énfasis en los informativos; cuáles son los actores sociales que merecen ser
incluidos o marginalizados; cuáles las agendas y pautas que deben ser
destacadas o ignoradas.
Los medios
difunden juicios de valor y sentencias sobre hechos y acontecimientos, como si
estuvieran autorizados a funcionar como una especie de tribunal, sin ninguna
legitimidad para eso. Su intención, asumida pero no declarada, es
diseminar contenidos, ideas y principios que ayuden a organizar y unificar la
opinión pública en torno a determinadas visiones de mundo (casi siempre
conservadoras y sintonizadas con
el estatus quo).
Los medios
eligen los actores sociales, articulistas, analistas, comentaristas y
columnistas que deben ser prestigiados en sus vehículos y programaciones.
En la mayor parte de los casos, como observa Pierre Bourdieu, estos
portavoces nada no hacen más que reforzar el trabajo de los “think tanks”
neoliberales en favor de la mercantilización general de la vida y la
desregulación de las economías y los mercados. En efecto, los
“intelectuales mediáticos” o “especialistas” dicen todo aquello que sirve a los
intereses de clases e instituciones dominantes, combatiendo y descalificando
ideas progresistas y alternativas transformadoras.
Los grupos
mediáticos mantienen también acuerdos y relaciones de interdependencia con
poderes económicos y políticos, en busca de presupuestos de publicidad,
patrocinios, financiaciones, exenciones fiscales, participaciones accionarias,
apoyos en campañas electorales, concesiones de canales de radiodifusión, etc.
No son neutros y exentos, como quieren hacer creer; son parciales, toman
partido, favorecen los intereses mercantiles, defienden posiciones políticas,
combaten ideológicamente a los opositores.
2. Los medios
se apropian de diferentes léxicos para intentar colocar dentro de sí todos los
léxicos, a servicio de sus objetivos particulares. Palabras que
pertenecían tradicionalmente al léxico de la izquierda fueron resignificadas
durante la hegemonía del neoliberalismo en las décadas de 1980, 1990 y parte de
2000. Cito, de inmediato, dos palabras: reforma e inclusión. De la
noche a la mañana, pasaron a ser incorporadas a los discursos dominantes y
mediáticos, en sintonía con el ideario privatista. Se trata de
indiscutible apropiación del repertorio progresista, que siempre asoció
reformas al imaginario de la emancipación social. Las apropiaciones tienen
el propósito de redefinir sentidos y significados, a partir de ópticas
interpretativas propias.
3. Al celebrar
los valores del mercado y del consumismo, el sistema mediático subordina la
existencia al mantra de la rentabilidad. La glorificación del mercado
consiste en presentarlo como el ámbito más adecuado para traducir anhelos, como
si sólo él pudiera convertirse en instancia de organización societaria.
Un discurso que no hace más que realzar y profundizar la visión,
claramente autoritaria, de que el mercado es la única esfera capaz de regular,
por sí misma, la vida contemporánea. Los proyectos mercadológicos y los
énfasis editoriales pueden variar, menos en un punto: las corporaciones operan,
consensualmente, para reproducir el orden del consumo y conservar hegemonías
instituidas.
4. Los
discursos mediáticos están comprometidos con el control selectivo de las
informaciones, de la opinión y de los juicios de valor que circulan
socialmente. Eso se manifiesta en las manipulaciones de los noticieros y
la interdicción de los puntos de vista antagónicos, afectando la comprensión de
las circunstancias en que ciertos hechos acontecen (generalmente los que son
contrarios a la lógica económica o a las concepciones políticas dominantes).
Los medios masivos
buscan reducir al mínimo el espacio de circulación de ideas contestatarias –
por más que estas continúen manifestándose y resistiendo. La meta es
neutralizar análisis críticos y expresiones de disenso. Un ejemplo de lo que
acabo de decir son los enfoques tendenciosos sobre las reivindicaciones de
movimientos sociales y comunitarios. Son frecuentemente subestimadas,
cuando no ignoradas, en los principales periódicos y telediarios, bajo el
argumento falaz de que son iniciativas “radicales”, “populistas”, etc. La
vida de las comunidades subalternas y pobres está disminuida o ausente en los
noticieros.
5. El sistema
mediático rechaza cualquier modificación legal que ponga en riesgo su autonomía
y sus ganancias. A cualquier movimiento para la regulación de la
radiodifusión bajo concesión pública, reacciona con violentos editoriales y
artículos que presentan los gobernantes que se solidarizan con la causa de la
democratización de la comunicación como “dictadores” que quieren sufocar la
“libertad de expresión”. Es una grosera mistificación. Lo que hay,
en verdad, es el bloqueo del debate sobre la función y los límites de la
actuación social de los medios. Las grandes empresas del sector no tienen
ninguna autoridad moral y ética para hablar en “libertad de expresión”, pues
niegan diariamente la diversidad informativa y cultural con el control
selectivo de la información y la opinión. Se confunden intereses
empresariales y políticos con lo que sería, supuestamente, la función de
informar y entretener. Todo eso acentúa la ilegítima pretensión de los
medios hegemónicos de definir reglas unilateralmente, inclusive las de
naturaleza deontológica, para colocarse por encima de las instituciones y los
poderes constituidos, ejerciendo no la libertad de expresión, sino la libertad
de empresa.
6. Los
conglomerados detienen la propiedad de la mayoría de los medios de difusión, la
infraestructura tecnológica y las bases logísticas, lo que les confiere dominio
de los procesos de producción material e inmaterial. La digitalización
favoreció la multiplicación de bienes y servicios de infoentretenimiento;
atrajo players internacionales para negocios en todos los continentes;
intensificó transmisiones y flujos en tiempo real; y agravó la concentración en
sectores complementarios (prensa, radio, televisión, internet, audiovisual,
editorial, telecomunicaciones, publicidad, marketing, cine, juegos
electrónicos, móviles, plataformas digitales, etc.).
Todo eso hace
sobresalir nuevas formas de plusvalía en la economía digital: la tecnología que
posibilita sinergias y convergencias; el reparto y la distribución de
contenidos generados en las mismas matrices productivas y plataformas; la
racionalidad de costes y la planificación de inversiones.
Se origina de
ahí un sistema multimediático con flexibilidad operacional y productiva, que
incluye amplia variedad de iniciativas y servicios digitales, flujos veloces,
espacios de visibilidad, esquemas globales de distribución, campañas
publicitarias mundializadas y técnicas sofisticadas de conocimiento de los
mercados. La finalidad es garantizar el mayor dominio posible sobre las cadenas
de fabricación, procesamiento, comercialización y distribución de los productos
y servicios, incrementando la rentabilidad y los dividendos monopólicos.
*Dênis de
Moraes es
investigador senior del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico
(CNPq) y de la Fundación Carlos Chagas Filho de Amparo a la Investigación del
Estado de Río de Janeiro (FAPERJ), de Brasil. Autor, entre otros libros, de Medios,
poder y contrapoder, con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano (Biblos,
2013), La cruzada de los medios en América Latina (Paidós,
2011) y Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en
la era digital (Paidós, 2010).
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