"(...)
Queremos andar todo el tiempo, día y noche, en compañía humana, de todos los
hombres. Se trata de no estirar la caravana, porque entonces cada fila
percibe apenas a la que le precede, y los hombres que ya no se reconocen, se
reúnen cada vez menos, se hablan menos. Se trata (...) de reiniciar una
historia humana…”[1]Frantz Fanon
El pasado 10 de diciembre, en Nueva York, bajo los auspicios de la
Asamblea General, se lanzó oficialmente el Decenio Internacional de los
Afrodescendientes[2]. Decenio
ganado con una larga lucha, luego de extensas discusiones, explicaciones y
negociaciones entre Estados; los unos –mayoritariamente los occidentales,
seguidos también por algunos países africanos–, que no quieren un proceso de
este tipo, y otros que lo defienden, conscientes de que "(...) las cadenas
de la discriminación racial continúan tristemente menoscabando a hombres,
mujeres y niños", como lo observó Martin Luther King,
hace más de
cincuenta años, cuando la marcha por los derechos civiles de los
afroamericanos. También hubo discusiones agrias entre el Grupo de Trabajo
sobre los Afrodescendientes y los Estados.
Este Grupo de Trabajo
de Expertos sobre los Afrodescendientes[3], creado
en 2001 –en la Conferencia Mundial Contra el Racismo, la Xenofobia, la
Discriminación Racial y las Formas Conexas de Intolerancia[4],
realizada en Durban, Sudáfrica– está encargado de estudiar los problemas de
discriminación racial que enfrentan las personas afrodescendientes y de
presentar propuestas para la eliminación de la discriminación racial contra las
personas africanas y afrodescendientes en todo el mundo.
El grupo, paso a
paso, ha defendido la importancia de una década en vista de que subsiste la
colonialidad del poder y del conocimiento, que ha estructurado y sigue
estructurando el mundo capitalista e imperialista, el cual no ha cuestionado la
jerarquización de las "razas" ni la superioridad de la cultura occidental,
en tanto principios fundadores de las sociedades democráticas europeas.
Estas afirmaciones nunca
han dejado de incidir en la organización del mundo. Las consecuencias de
estos fantasmas ideológicos son infinitas. Se expresan, entre otras, en
la reescritura y mistificación de la historia y en la expresión del racismo,
que golpea con fuerza a sus víctimas, mediante la discriminación en los planos
social, cultural y económico, como también en el civil y político; y ello, sin
olvidar la xenofobia de Estado asumida por muchos políticos y representantes
gubernamentales; hecho que no deja de señalar la grave crisis moral en las
clases políticas.
El programa del Decenio
El grupo de trabajo
hizo el mayor esfuerzo para producir el documento marco, que en el Grupo de
Trabajo Intergubernamental ha servido de base para el debate sobre la
implementación efectiva de la Declaración y del Programa de Acción de Durban,
lo que le ha permitido desarrollar y transmitir a la Asamblea General de la ONU
un proyecto de programa de actividades[5] para el Decenio Internacional.
El Alto Comisionado de
los Derechos Humanos de las Naciones Unidas actuará como coordinador del
Decenio y, entre otros, tendrá que garantizar la creación de una entidad que
sirva de mecanismo de consulta y crear las condiciones para una evaluación del
Decenio a mediano plazo.
Podemos decir que el
Decenio, cuyos temas son: Reconocimiento,
Justicia y Desarrollo[6], debe ser una oportunidad para
"promover el respeto, la protección y la realización de todos los derechos
humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes, como se reconoce
en la Declaración Universal de Derechos Humanos”, pero también para “promover
un mayor conocimiento y respeto de la diversidad de la herencia y la cultura de
los afrodescendientes y de su contribución al desarrollo de las sociedades”;
además “aprobar y fortalecer marcos jurídicos nacionales, regionales e
internacionales de conformidad con la Declaración y el Programa de Acción de
Durban y la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas
de Discriminación Racial, y asegurar su aplicación plena y efectiva”.[7]
Queda por conocer el
papel que debe cumplir el Grupo de Trabajo sobre los Afrodescendientes y el
mandato que le dará el Consejo de Derechos Humanos respecto al Foro
Internacional y el proceso de elaboración de la Declaración de los Derechos
Humanos de los Afrodescendientes. Este encargo será un indicio de la
voluntad política de Naciones Unidas y la comunidad internacional, en cuanto a
su verdadera decisión para erradicar definitivamente el racismo, la discriminación,
la xenofobia y las formas conexas de intolerancia.
Corregir los errores del pasado
Si bien el
colonialismo y la esclavitud casi han desaparecido, la ideología que los amparó
sigue vigente, con sus modalidades para menospreciar a poblaciones colonizadas
que parecen haber sido repatriadas a las metrópolis de los países
económicamente avanzados.
En el contexto de la
globalización actual, la permanencia de esta colonialidad se encuentra en las
relaciones sociales, las relaciones internacionales, las instituciones y las
mentes; se extiende bajo diversas formas, está presente en todas partes y nos
afecta a todos. Ella fundó su discurso en la trata de negros y la
esclavitud y lo perfeccionó con la implantación de la dominación colonial.
La xenofobia y el
racismo anti-negro asumidos por los nuevos populismos de derecha son un ejemplo
elocuente de este discurso. Amparado tras los buenos sentimientos, el
discurso del apartheid, de desvalorización y de deshumanización del otro con la
argucia del color de su piel, sigue caracterizando una cosmovisión patológica
del mundo, a la que algunos medios de comunicación masivos otorgan una
respetabilidad inaceptable.
El decenio
internacional debería ser el plazo que se dan todas las naciones y los pueblos
para restaurar la plena dignidad de quienes han sido humillados, despreciados y
que ya no están aquí para reclamar justicia, como también para mostrar a las
generaciones más jóvenes que la terrible experiencia de sus antepasados no se
reducirá a las pérdidas y ganancias de los caprichos de la historia.
Hay que destacar que en
la Declaración y Programa de Acción de Durban[8], los
afrodescendientes, incluyendo aquellos que no son descendientes de esclavos,
son identificados –como grupo específico– en tanto víctimas de la
discriminación racial, de la xenofobia, provenientes del legado histórico de la
trata transatlántica y la esclavitud.
Ésta debe ser la
oportunidad para corregir los errores del pasado, afianzar un progreso
categórico y dar un primer paso hacia un proceso inclusivo para rehabilitar la
memoria y la reparación moral de uno de los mayores delitos cometidos contra la
humanidad.
Es este el compromiso que
se hizo en el lanzamiento del Decenio, en la Asamblea General de Naciones
Unidas. Estos diez años deben permitir el fortalecimiento de las medidas
nacionales, de las actividades de cooperación regional e internacional para las
personas de ascendencia africana, para garantizar el pleno disfrute de sus
derechos económicos, culturales, sociales, civiles y políticos. Se tratará
también de hacer avanzar sustancialmente su participación cultural, civil y
política en la vida social, como también para promover una mejor comprensión y
un mayor respeto de la diversidad y la riqueza de su patrimonio y cultura.
El reconocimiento es, en efecto, un elemento fundamental de la
reconstrucción de las relaciones humanas, que permite superar las clasificaciones
raciales jerárquicas establecidas a nombre de la llamada
civilización. Así, más allá del Foro Internacional y de la Declaración de
la ONU sobre los derechos humanos de los afrodescendientes, que son parte del
programa de actividades aprobado por los Estados, el Decenio debe dedicarse a
operaciones y campañas de sensibilización, de formación, de educación sobre las
problemáticas planteadas por los afro-descendientes, respecto a la historia y
la actualidad. Es importante que la mayor cantidad de personas se entere
de estas cuestiones que están al centro de las relaciones internacionales, como
también de las relaciones sociales, al Norte y al Sur, al Este y al Oeste del
mundo.
Para poner en marcha
estas campañas de sensibilización, el Grupo de Trabajo propuso la realización
de un seminario mundial sobre los afrodescendientes y el mundo contemporáneo,
en el marco del decenio.
Este tema reuniría a
expertos de todos los países y todos los horizontes con el propósito de
valorizar el aporte cultural, científico, económico, social, político de los
afrodescendientes en el mundo de hoy. Todas las contribuciones, vengan de
donde vinieren, deben ser recogidas por el Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos, en colaboración con instituciones como la
UNESCO, a fin de constituir una enciclopedia de la afrodescendencia y su
contribución a la historia del mundo.
Uno de los retos del
Decenio Internacional de los Afrodescendientes es acabar con el legado tóxico
de una historia a menudo oculta o incluso negada o fantaseada.
Un esfuerzo de re-humanzación
No nos equivoquemos, el
reconocimiento del estatus de los Afrodescendientes no es sólo un gesto
político hacia las víctimas y las generaciones presentes y futuras; también es
un factor determinante para la liberación de quienes han dominado, quienes han
explotado y han infligido sufrimientos insoportables a un sinnúmero de
poblaciones durante siglos.
Este Decenio
Internacional de los Afrodescendientes no puede pensarse sin la contribución
esencial de la sociedad civil y su papel central en la puesta en práctica de
todas las actividades. Sólo a través de una mayor interacción entre
actores estatales, organizaciones internacionales regionales y subregionales y
las organizaciones de la sociedad civil, el Decenio Internacional podrá
alcanzar sus objetivos. Pero, ¿será eso suficiente?
El éxito del Decenio depende en
gran medida de la voluntad política de todos los países que conforman la
comunidad internacional; ¿será que la mayoría de ellos quiere realmente
revertir la correlación de fuerzas y deconstruir los elementos de la
colonialidad que les estructuran?
La década se abre en
un contexto global en el cual se enfrentan, en una guerra a muerte, por un
lado, los defensores de un mundo occidental asustado por la alteridad y la
diferencia y con ganas de imponer, a marcha forzada, su cultura, su ideología
alienante, a todas las naciones; y por otro, quienes viven en un mundo
–mantenido durante siglos bajo la dominación colonial– que busca conquistar la
igualdad de sus derechos, siendo que al más mínimo paso en falso, los primeros
les recuerdan lo que les deben y de dónde vienen.
En el marco de la globalización, el contexto se caracteriza por
dinámicas de una "colonialidad global", dentro de la cual se siguen
construyendo patrones de exclusión.
Por lo tanto, la erradicación del racismo anti-negro –sin olvidar
el racismo anti musulmán–, de la discriminación, la xenofobia y las formas
conexas de intolerancia, corre el riesgo de seguir siendo una causa no central
para el futuro de los pueblos de las Naciones.
¿Cuál será el motor
ideológico-político capaz de hacer entender a los sectores dominantes que uno
de los elementos a deconstruir, para empezar a pensar en un mundo de paz basado
en la no discriminación y su corolario, la igualdad, es la colonialidad del
poder, con su carga de exclusión, esencialismo y estigmatización?
El éxito de la década dependerá
básicamente de los intentos de re-humanización que promuevan –en las metrópolis
y las ciudades de los antiguos imperios– los descendientes de esclavos y de
súbditos coloniales, o los migrantes llegados desde el Sur, entre otros
actores. Todos ellos tienen en común con los antiguos esclavos y los ex
colonizados el de pertenecer a un grupo humano bajo sospecha.
Estos próximos diez
años son un desafío al mundo para que, al 31 de diciembre de 2024, la terrible
constatación hecha en la apertura de la Conferencia de Durban
[9],
en 2001, no se renueve: "pese a los esfuerzos de la comunidad
internacional, no se han alcanzado los principales objetivos de los tres
Decenios de Lucha contra el Racismo y la Discriminación Racial, y que aún hoy
un sinfín de seres humanos siguen siendo víctimas del racismo, la
discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia"[10]. ¿Podremos
nosotros, los Estados y los pueblos, responder a este reto? ¿Seremos
capaces de cambiar el paradigma de la racialización de nuestras sociedades, y
sobre todo, de invertir la correlación de fuerzas a fin de lograr descolonizar
tanto el poder como los saberes?
Tenemos diez años
para lograrlo; no hay un minuto que perder si queremos tener éxito, neutralizando
todas las posturas negativas. (Traducción
ALAI)
Mireille Fanon-Mendes-France es Presidenta del Grupo de
Trabajo de la ONU sobre Afrodescendientes.
[3] Resoluciones
2003/68 y 2003/30 de la Comisión de Derechos Humanos, posteriormente ratificadas
por la Comisión de Derechos Humanos en su resolución 9/14.
[4] Del
30 de agosto al 8 de septiembre 2001, ver La
declaración y el Programa de Acción de Durban,http://www.un.org/es/events/pastevents/cmcr/
[7] Ver
el programa completo del Decenio: http://www.un.org/es/events/africandescentdecade/programme.shtml
[10] Declaración
de Madeleine Robinson, ex Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos ; pág. 3, de la Declaración y Programa de Acción de
Durban.
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