31 enero 2015, Cubadebate. Círculo de
Periodistas Cubanos contra el Terrorismo
http://www.cubadebate.cu (Cuba)
Por: Tim Anderson
Después de las invasiones de Afganistán e
Iraq, vimos un cambio de enfoque, con las grandes potencias enlistando
fanáticos sectarios contra los estados independientes de la región.
En estos tiempos de ‘revoluciones de color’ el lenguaje se ha
vuelto al revés. Los bancos se han convertido en los guardianes del medio
ambiente natural, fanáticos sectarios son ahora ‘activistas’ y el imperio
protege al mundo de los crímenes mayores, en lugar de cometerlos.
La
colonización de la lengua esta en camino a nivel mundial, entre las poblaciones
con altos niveles de educación, pero es particularmente virulenta en la cultura
colonial. ‘The West’, el autodenominado epítome de la civilización avanzada,
reinventa
con vigor su propia historia, para perpetuar la mentalidad colonial.
con vigor su propia historia, para perpetuar la mentalidad colonial.
Escritores
como Fanon y Freire señalaron que los pueblos colonizados sufrian daños
psicológicos y es necesario ‘descolonizar’ sus mentes, a fin de llegar a ser
menos deferente hacia la cultura imperial y para afirmar más los valores de sus
propias culturas. Por otro lado se ve el legado colonial en las culturas
imperiales. Los pueblos occidentales mantienen su propia cultura central, si no
universal, y tienen dificultades para escuchar o aprender de otras culturas.
Cambiar esto requiere un poco de esfuerzo.
Las
élites poderosas están muy conscientes de este proceso y tratan de cooptar
fuerzas vitales dentro de sus propias sociedades, colonizando lenguaje
progresista y trivializan el papel de otros pueblos. Por ejemplo, después de la
invasión de Afganistán en 2001, la idea de que las fuerzas de la OTAN estaban
protegiendo a las mujeres afganas se promovió y ganó popularidad. A pesar de la
amplia oposición a la invasión y la ocupación, esta meta ‘humanitaria’ apeló al
sentido misionero de la cultura occidental.
En el
2012, Amnistía Internacional puso carteles que decian ‘OTAN: que mantenga el
progreso’, sobre los derechos de las mujeres en Afganistán, mientras que el
Instituto George W. Bush recaudó fondos para promover los derechos de las
mujeres afganas.
El
balance de la situación, despues de trece años de ocupación por la OTAN, no es
tan alentador. El informe del PNUD de 2013 muestra que sólo el 5,8% de las
mujeres afganas poseen alguna educación secundaria (el séptimo más baja del
mundo), la mujer afgana en promedio tiene 6 bebés (la tasa igual tercera más
alta del mundo, y vinculado al bajo nivel educativo), la mortalidad materna es
470 en 100,000 (igual décimo-novena entre los mas altos del mundo) y el
promedio de la esperanza de vida es de 49,1 años (igual sexta más baja del
mundo). Este ‘progreso’ no es nada impresionante.
En
muchos sentidos, la larga ‘guerra feminista’ en Afganistán se basó en el legado
británico en la India colonial. Como parte de la gran ‘misión civilizadora’, el
imperio afirmó estar protegiendo a las mujeres indias del ‘sati’, una práctica
en que las viudas se arroján (o son arrojadas) en la pira funeraria del marido.
De hecho, el dominio colonial trajo pocos cambios a esta rara práctica. Por
otra parte, el empoderamiento más amplio de las niñas y las mujeres en el marco
del imperio británico era una triste broma. En el año de independencia la tasa
de alfabetización de los adultos alcanzó sólo el 12%, y el de las mujeres mucho
menos. Mientras que la India aún está atrasado en muchos aspectos, el progreso
educativo fue mucho más rápido después del 1947.
Tales
hechos no han frenado a historiadores como Niall Ferguson y Lawrence James, los
que tratan de sanear la historia colonial británica, sobre todo para defender
las intervenciones más recientes. Podría parecer difícil de justificar el
colonialismo, pero el argumento parece tener una mejor oportunidad entre los
pueblos con una historia colonial, ellos que buscan alguna forma de
reivindicación desde dentro de sus propias historias y culturas.
El
lenguaje norteamericano es un poco diferente, ya que los Estados Unidos de
América afirman que nunca han sido una potencia colonial. El hecho de que las
declaraciones sobre la libertad y la igualdad fueron escritos por los
propietarios de esclavos y limpiadores-étnicos (la Declaración de Independencia
de Estados Unidos tiene la fama de atacar a los británicos por la imposición de
límites en la incautación de las tierras nativas americanas) no ha atenuado el
entusiasmo por esos finos ideales. Esa tradición hábil sin duda influye en la
presentación de las recientes intervenciones realizadas por Washington.
Después
de las invasiones de Afganistán e Iraq, vimos un cambio de enfoque, con las
grandes potencias enlistando fanáticos sectarios contra los estados
independientes de la región. Incluso el nuevo estado iraquí, que emerge de las
cenizas, después del 2003, fue atacado por estos fanáticos. La ‘primavera
árabe’ vio Libia pisoteado por una pseudo-revolución, apoyada por los
bombardeos de la OTAN, luego entregado a grupos de al Qaeda y a colaboradores
con los poderes. El pequeño país que una vez tuvo el nivel de vida más alto en
África retrocedió décadas.
Luego
vino la Siria valiente, que resiste a un precio terrible; mientras que la
guerra de propaganda sigue fuerte; y pocos en el oeste parecen ser capaz de
penetrar en ella. La izquierda occidental
comparte sus ilusiones con la derecha occidental. Lo que
decian al principio fue que era una ‘revolución’ nacionalista y secular – un
levantamiento contra un ‘dictador’ el cual asasinaba a su propio pueblo – ahora
está dirigida por ‘rebeldes moderados’ o ‘islamistas moderados’.
Los
extremistas islamistas, que en repetidas ocasiones dieron a conocer sus propias
atrocidades, ahora son una especie diferente, contra quien Washington
finalmente se decidió a luchar. Mucho de esto puede parecer ridículo a los
árabes o latinoamericanos educados, pero conserva cierto atractivo en el
occidente.
Una de
las razónes por tal diferencia es que la nación y el estado significan algo
diferente en el occidente. La izquierda occidental siempre ha visto al estado
como algo monolítico y al nacionalismo como algo parecido al fascismo. Sin
embargo, las ex-colonias mantenian una esperanza en el estado-nación. Las
poblaciones occidentales nunca tuvieron un Ho Chi Minh, un Nelson Mandela, un
Salvador Allende, un Hugo Chávez o un Fidel Castro. En consecuencia, por mucho
que los intelectuales occidentales critiquen a sus propios gobiernos, no están
dispuestos a defender a otros. Muchos de los que critican a Washington o Israel
no defienden a Cuba ni a Siria.
Por ende
las guerras sucias se venden mas facilmente en el occidente. Incluso podríamos
decir que ha sido una táctica relativamente exitosa de la intervención
imperial, desde la guerra de los contras en Nicaragua hasta la de los ejércitos
de islamistas en Libia y Siria. En tanto que la gran potencia no participa
directamente, las audiencias occidentales encuentran bastante atractiva la idea
de que ellos están ayudando a otros pueblos a alzarse y ganar su ‘libertad’.
Hasta
Noam Chomsky, autor de muchos libros sobre el imperialismo norteamericano y la
propaganda occidental, adopta muchas de las apologéticas occidentales de la
intervención en Siria. En una entrevista de 2013, con un periódico de la
oposición siria, afirmó que la insurrección islamista apoyada desde el
extranjero fue un ‘movimiento de protesta’ reprimido el cual se vío obligado a
militarizarse, y que los Estados Unidos e Israel no tenía ningún interés en la
caída del gobierno sirio. Chomsky admitió estar ‘emocionado’ por el
levantamiento de Siria, pero rechazó la idea en la ‘responsabilidad de
proteger’ y se opuso a la intervención directa de la Casa Blanca, sin un
mandato de la ONU. No obstante, se unió a la causa de los que quieren ‘forzar’
al gobierno sirio a renunciar, y argumenta que ‘nada puede justificar la
participación de Hezbolá’ en Siria, después de que este grupo trabajó con el
ejército sirio para cambiar el rumbo contra los yihadistas.
¿Cómo es
que los anti-imperialistas occidentales llegan a conclusiones similares a las
de la Casa Blanca? En primer lugar está la idea anarquista o ultra-izquierdista
de oponerse a toda facultad del estado. Esto lleva a los ataques contra el
poder imperial, pero al mismo tiempo a la indiferencia o a oponerse a estados
independientes. Muchos izquierdistas occidentales incluso expresan entusiasmo
ante la idea de derrocar a un estado independiente, a pesar de saber que las
alternativas, como en Libia, serán el sectarismo, la división amarga y la
destrucción de importantes instituciones nacionales.
En
segundo lugar, la dependencia en las fuentes de los medios de comunicación
occidentales ha llevado a muchos a creer que las masacres de civiles en Siria
eran obra del gobierno sirio. Nada podría estar más lejos de la verdad. Una
lectura cuidadosa de la evidencia demostrará que casi todas las masacres de
civiles en Siria (Houla, Daraya, Aqrab, la Universidad de Alepo, Ghouta
Oriental) las realizaron por grupos islamistas sectarios, y a veces se culpó
falsamente al gobierno, en un intento de atraer a mayor nivel la ‘intervención
humanitaria’.
El
tercer elemento que distorsiona las ideas anti-imperiales occidentales es la
naturaleza restringida y autorreferencial de las discusiones. Los parámetros
son vigilados por guardias corporativos, y a la vez reforzados por amplias
ilusiones occidentales de su propia facultad civilizadora.
Un
numero reducido de periodistas occidentales han informado de manera
suficientemente detallada a ilustrar el conflicto sirio, aún asi sus
perspectivas casi siempre están condicionada por esa narrativa occidental. De
hecho, la defensa más agresiva de la ‘intervención humanitaria’ en los últimos
años proviene de los medios de comunicación liberales como el británico The
Guardian y los ONGs como Avaaz, Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Los pocos periodistas que mantienen una perspectiva independiente, por ejemplo
la árabe-estadounidense Sharmine Narwani, publican la mayor parte fuera de los
canales de los medios corporativos más conocidos.
La
cultura imperialista condiciona también la industria de la ayuda humanitaria.
La presión ideológica no viene sólo de los bancos de desarrollo, sino también
de las ONGs, que mantienen un fuerte sentido de misión, incluso un ‘Complejo de
Salvador’, sobre sus relaciones con el resto del mundo. Mientras que ‘la
cooperación en desarrollo’ puede haber una vez incluido ideas de compensación
por el dominio colonial, o ayuda durante la transición a la independencia, hoy
se ha convertido en una industria de $100 mil millones al año, con la toma de
decisiones firmemente en manos de los organismos financieros occidentales.
Aparte
de la disfunción de muchos de los programas de ayuda, esta industria sigue
siendo profundamente antidemocrática, con poderosas connotaciones coloniales.
Sin embargo, muchos trabajadores humanitarios occidentales realmente creen que
pueden ‘salvar’ a los pueblos pobres del mundo. Ese impacto cultural es
profundo. Las agencias de ayuda no sólo tratan de determinar la política
económica, a menudo intervienen en los procesos políticos e incluso
constitucionales, lo que se hace en nombre de la ‘buena gobernanza’, la lucha
contra la corrupción o ‘un fortalecimiento de la democracia’.
Independientemente de los problemas de las entidades locales, rara vez se
admite que las agencias de ayuda externa son entre todos los jugadores menos
democráticos.
Por ejemplo,
a comienzos de este siglo, mientras Timor Leste ganaba su independencia,
organismos de ayuda utilizaron su capacidad financiero para prevenir el
desarrollo de las instituciones públicas en la agricultura y la seguridad
alimentaria, y presionaron a este nuevo país a crear partidos políticos
competitivos, lejos de la idea original de una gobierno de unidad nacional. En
las crisis del 2006, Australia buscó al ventaja dentro de la ‘comunidad
donante’ y agravó la división política. En medio de las disputas sobre límites
marítimos y los recursos petroleros, académicos y asesores australianos
aprovecharon el momento vulnerable para instar a que el partido principal de
Timor Leste sea ‘reformado’, el ejército nacional sea abolido y que el país
adopte el inglés como el idoma nacional. Aunque las timorenses resistieron
todas las presiones, en ese momento parecía que muchos de los ‘amigos’
australianos imaginan que haber ‘heredado’ a ese pequeño país de los
gobernantes coloniales anteriores. Este puede ser el sentido peculiar de la
‘solidaridad’ occidental.
Las
culturas imperialistas han creado una gran variedad de lindos pretextos para
intervenir en las antiguas colonias y los países reciéntemente independizados.
Estos pretextos incluyen la protección de los derechos de las mujeres, la
garantía de un ‘buen gobernanza’ y hasta la promoción de ‘revoluciones’. El
nivel del doble discurso es sustancial.
Esas
intervenciones crean problemas para todos. Los pueblos independientes tienen
que aprender nuevas formas de resistencia. Aquellos de buena voluntad en las
culturas imperiales tal vez les gustaría reflexionar en la necesidad de
descolonizar la mentalidad occidental.
Tal
proceso, les sugiero, requeriría el examen de (a) los puntos de vista
históricamente diferentes de la nación-estado, (b) las importantes y
particulares funciones de los estados poscoloniales, (c) la pertinencia e
importancia del principio de la auto-determinación, (d) la necesidad de pasar
por alto los medios de comunicación, sistemáticamente engañosos, y (e) el reto
de enfrentarse a ilusiones entrañables sobre la supuesta influencia
civilizadora occidental. Todos ellos parecen formar parte de una mentalidad
neocolonial, y pueden ayudar a explicar la extraordinaria ceguera occidental a
los daños causados por la intervención.
Referencias
Tim Anderson (2006) ‘Timor Leste: the Second
Australian Intervention’, Journal of Australian Political Economy, No 58,
December, pp.62-93
Tony Cartalucci (2012) ‘Amnesty International is US
State Department propaganda’, Global research, 22 August, online:http://www.globalresearch.ca/amnesty-international-is-us-state-department-propaganda/32444
Ann Wright and Coleen Rowley (2012) ‘Ann Wright and
Coleen Rowley’, Consortium News, June 18, online:https://consortiumnews.com/2012/06/18/amnestys-shilling-for-us-wars/
Noam Chomsky (2013) ‘Noam Chomsky: The Arab World And
The Supernatural Power of the United States’, Information Clearing House, 16
June, online:http://www.informationclearinghouse.info/article35527.htm
Bush Centre (2015) ‘Afghan Women’s Project’, George W,
Bush Centre, online:http://www.bushcenter.org/womens-initiative/afghan-womens-project
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