10 mayo
2013,
Rebelión http://www.rebelion.org (Mexico)
A finales
de junio, Venezuela asumirá por primera vez la presidencia pro témpore del
Mercosur (PPTVEN), en la Cumbre en Montevideo, pero con una activa agenda
presidencial. Ya Nicolás Maduro comenzó, en gira por Uruguay,Argentina y
Brasil, a consensuar con los Presidentes la agenda política del bloque.
Esta
presidencia se desarrollará en el marco del despliegue de las fuerzas
derechistas en el continente y de un ambiente político de alta tensión, en el
cual la derecha continental intentará romper la unidad política de la región.
La
ofensiva ya comenzó desde el primer día de la presidencia de Nicolás Maduro,
con una violenta ofensiva contra las instituciones, tratando de desestabilizar
el país, quizá en busca de una intervención militar extranjera, a falta de un
triunfo electoral inmediato. Con gran cobertura mediático, dirigentes de la
oposición venezolana han viajado a Estados Unidos y a los países sudamericanos
(Perú, Uruguay, Argentina, en especial) en busca de apoyos para desestabilizar
el gobierno de Maduro.
“Me da la
impresión de que hay una terrible inflación mediática”, dijo al respecto el
presidente uruguayo José Mujica. “Quiero es llamar la atención, los problemas
de superficie, por duros que sean y por buenas o malas soluciones que se les
encuentren, no son los principales, sino que los problemas de fondo son los que
hacen la suerte de la gente”, advirtió.
No es
para nada descartable que en algunas instancias del Mercosur se presenten
procesos de antagonismo protagonizados por organizaciones empresariales,
sindicales e incluso parlamentarias, que cuentan, además, con el amplificador
de los medios cartelizados y comerciales de comunicación de cada uno de los
países, de Estados Unidos y de Europa.
Esta
ofensiva obliga a concentrar un conjunto de iniciativas que coadyuven a contrarrestar
el proceso contrarrevolucionario cuyo fin es, también, la destrucción del
bloque.
Este no
es el mismo Mercosur de sus comienzos. En la última década, gracias a las
políticas de inclusión social, más de 40 millones de personas se han
incorporado en nuestros países al mercado de consumo y sus necesidades
–incluyendo al turismo- debieran ser abastecidas por producción regional (y no
china, estadounidense o europea).
Hoy, ante
la crisis mundial, hubo necesidad de recogerse hacia los intereses nacionales,
sacrificando a veces integración regional por economía nacional, lo cual ha
llevado a que se cierren incluso rutas de comercio que ya estaban establecidas.
Tampoco
el accionar de la derecha es similar a la de 20 años atrás. Ha cambiado su
discurso y su metodología. Hoy buscan dirigentes jóvenes, con discursos
populistas, dispuestos a trabajar la territorialidad e, incluso a protagonizar
(o animar) acciones violentas y desestabilizadoras en sus países. Cuentan,
además, con un poderoso respaldo financiero foráneo y el altavoz de los medos
cartelizados.
Lo cierto
es que el bloque regional está en la mira de la derecha internacional por su
propia existencia. A diferencia de lo que sucede en Europa, ninguno de los
países del Mercosur ha propuesto combatir la crisis con políticas de
austeridad. Y por ello todos están siendo severamente atacados por no priorizar
la defensa del capital financiero sobre los intereses de sus pueblos.
Es más,
el próximo semestre se lanzarán las negociaciones para la firma de un TLC y
Acuerdo de Inversiones entre Estados Unidos y la Unión Europea, para la
construcción del Mercado Común Trasatlántico (MCT), a fin de reanimar sus
economía y frenar su desgaste ante los países emergentes y el crecimiento de
Asia, China y Brasil.
Este MCT
debiera impulsar el libre comercio mundial, activando negociaciones como el
acuerdo entre Mercosur y la UE o las negociaciones para la liberalización del
comercio mundial de la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio
(OMC). Y, de concretarse, seguramente perjudique a los países de la región que
tienen acuerdos de libre comercio con EEUU y la UE.
Mientras,
l as políticas europeas, chinas y estadounidenses presionan la
desindustrialización de las economías del Mercosur. La presión por materias
primas han desestimulado las inversiones industriales ligeras y estimulado las
extractivas en todos los países del bloque.
Si bien
dos terceras partes del comercio del bloque es del sector automotriz, hay que
recordar que estas ganancias (de casi siete mil millones de dólares en 2011)
son transferidas a sus casas matrices (empresas trasnacionales). Una lectura
seria de estas cifras hace el impulso de la integración productiva de pequeñas
y medianas empresas nacionales.
Durante
la presidencia pro témpore de Venezuela sin duda se acelerará la incorporación
gradual de otros países sudamericanos al bloque: sobre ello ya existe consenso.
Bolivia ya firmó su adhesión, habría que retomar las negociaciones con Ecuador,
que ya se mostró dispuesto, y sumar a Surinam y Guayana como miembros
asociados.
No sólo
disparan contra Maduro y la Revolución Bolivariana: La meta es aniquilar los
procesos de integración y poder someter nuestras riquezas naturales a la
expoliación de las trasnacionales y los voraces capitales financieros, que está
cumpliendo su tarea de pauperizar también Europa.
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