4 junio
2013, El Ciudadano http://www.elciudadano.cl (Chile)
Por Pamela
Rillón
El Ciudadano
Se
convirtió de la noche a la mañana en una figura pública en Internet, las
imágenes de su detención en Israel han sido vistas por más 300 mil personas y
aunque le da pudor tanto reconocimiento, considera que la viralización del
video “derrumba el mito de la “democracia” en Israel, democracia sólo para
judíos”.
Koerner,
estudiante de sociología de la Universidad de Tufts en Boston, se encuentra en Chile
como parte de un programa de intercambio estudiantil con la Universidad de
Chile, cuenta que el movimiento estudiantil chileno ha sido una gran fuente de
inspiración. “Representa un ejemplo para nosotros en cómo construir poder
popular y realizar cambios radicales estructurales en nuestras sociedades”.
Su pinta
de niño y sus ojos azules son engañadores, porque cuando Lucas Koerner (21)
comienza a hablar, pasa de ser un niño tímido de mirada dulce, a ser un
apasionado activista judío-norteamericano de una fuerza imparable. Lo
demostró en junio del 2011 cuando en solidaridad hacia el pueblo palestino y
con una kufiyya al cuello, una pequeña bandera palestina, una kipá en su cabeza
y megáfono en mano se enfrentó a un grupo de manifestante israelíes que
marchaban en Jerusalén Este.
El grupo,
en su mayoría colonos, celebraba su fiesta anual por la “unificación” de la
ciudad en el llamado “Día de Jerusalén”. “Mi gobierno es responsable y estoy
aquí para decir no, no en mi nombre y no, en nombre de los ciudadanos de
EE.UU.”, vociferaba temerario. Y fue así como fue arrestado agresivamente por
la policía local, permaneciendo dos días retenido, deportado y probablemente
imposibilitado de entrar a Israel por 10 años. Muchas personas grabaron la
violenta detención de más de cuatro minutos, por lo que Koerner perdió
enseguida el anonimato y se convirtió en una reconocida figura en Internet[1].
Evidentemente incómodo con este súbito golpe de fama, cuenta que jamás pensó
que podía ser apresado de esa manera. “Voy a ser honesto, fui más ingenuo que
valiente. Pensé que mi pasaporte estadounidense y mi identidad judía me
protegerían”. A partir de esta experiencia, dice que alcanzó un nivel más alto
de madurez en términos políticos. Si bien lamenta no poder volver por mucho
tiempo a Palestina cree que puede aportar mucho más a la causa desde EE.UU. a
través del movimiento de BDS (boicot, desinversión y sanciones). “Mi verdadero
trabajo está ahí”.
Difusión
viral
Lucas
Koerner nació en
Filadelfia y estudia Sociología y Lengua y Literatura hispánica en la
Universidad de Tufts en Boston. Hace un año que se encuentra en Chile como
parte de un programa de intercambio estudiantil con la Universidad de Chile.
Koerner cuenta que su bisabuela maternal era judía-rusa que huyó a Estados
Unidos de la persecución antisemítica (pogromos). Su abuelo paterno fue un
inmigrante alemán que llegó a su país después de la Segunda Guerra Mundial.
Criado en un ambiente familiar sin influencias religiosas, desde muy temprana
edad manifestó un fuerte interés por la política. A los 15 años ya había
asistido a varias manifestaciones contra la guerra en Iraq. “Sin embargo, sólo
después del ataque israelí contra la Franja de Gaza me convertí en un verdadero
activista. En aquel momento, tomé la iniciativa para formar un grupo de
solidaridad palestino dentro de mi colegio”. Con unos compañeros organizaron en
los pasillos de su secundaria una exposición que mostraba los crímenes
israelíes en Gaza, sin embargo, esta exhibición fue censurada por la
administración.
¿Cual ha
sido tu aporte al movimiento por la causa Palestina?
Yo diría
que mis aportes han sido dos. Primero, jugué un rol crucial en fundar en mi
Universidad una organización llamada Estudiantes por Justicia en Palestina
(SJP). Inspirado por el espíritu de los indignados del 2011, le di una
estructura más democrática, más horizontal. También difundí una orientación
teórica y práctica hacia la acción directa: un movimiento social necesita
enfrentarse con el sistema desde abajo para realizar los cambio estructurales
deseados. Nos reunimos anualmente en el evento internacional de la Semana del
Apartheid Israelí (IAW) y emprendemos proyectos asociados con la campaña por
Boicot, Desinversión, y Sanciones (BDS) contra Israel. Estos dos principios de
organizacionales de democracia radical y acción directa se han constituido como
las bases fundamentales para el movimiento de solidaridad palestina, que ha ido
creciendo rápidamente en los campus universitarios a lo largo de EE.UU. y
Canadá. Segundo, yo diría que mi otro aporte al movimiento es mi importancia
como activista internacional atribuible a la difusión viral del video de mi
detención en Jerusalén. Aunque rechazo elevarme como caso excepcional, hay
miles de activistas palestinos y judíos que se han enfrentado a mucho peor sin
nada de publicidad, reconozco el aporte político del video que se ha visto
probablemente por más de 300.000 personas. El video derrumba el mito de la
“democracia” en Israel, democracia sólo para judíos y revela potentemente que
el sionismo no es igual a judaísmo, una distinción que el movimiento sionista históricamente
ha intentado eliminar, asegura.
Después
de Plomo Fundido
¿Quien te
inspiró para convertirte en un activista internacional?
Mi padre
siempre ha sido una gran fuente de inspiración para mí. Él ha jugado el rol de
guía en mi camino hacia la consciencia política desde que tenía10 años. Él me
enseñó la necesidad de siempre cuestionar las meta-narrativas de la historia
presentadas por mis profesores. Desde los mitos cómodos y mentiras vulgares que
tratan de la buena voluntad de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial, a la
omisión de la historia de crímenes que EE.UU. ha perpetrado en países, como el
Congo, Vietnam e Iraq. Además, mi papá era activista internacional durante su
juventud. Comenzó como miembro del Movimiento de Solidaridad Centroamericana.
Estuvo en Nicaragua durante los ochentas. Fue parte del Comité en Solidaridad
con el Pueblo Salvadoreño (CISPES), que se movilizaba contra las guerras de
Reagan en Nicaragua. Y trabajó directamente con las organizaciones colectivas
campesinas en el cultivo del café.
¿Qué te
motivó con el tema palestino?
Lo que me
llevó a ser un activista por Palestina fue el ataque israelí contra Gaza en
2008-2009, “Operación Plomo Fundido”. Al mirar en la televisión la salvaje
brutalidad del terrorismo del Estado israelí que se perpetró contra una
población mayoritariamente compuesta de jóvenes menores de 18 años que viven en
la cárcel al aire libre más grande del mundo, hizo que ya no pudiera quedarme
pasivo y en silencio. Desde entonces, Palestina se convirtió en mi preocupación
número uno. Empecé a verla como una metáfora de todas la injusticia que se
reproducen en el mundo.
La
masacre en Gaza fue un verdadero shock a nivel ético. Nunca la violencia del
imperialismo se había manifestado tan atroz y abiertamente ante mi consciencia.
Me identifiqué profundamente con el pueblo de Gaza.
¿Como
vinculas esta preocupación por Palestina con tu origen judío?
La
cuestión palestina tuvo un importante valor simbólico en el plano personal,
porque se me presentó la oportunidad de reivindicar mi identidad judía. Debido
a la diversidad religiosa y carácter secular de mi familia, siempre me sentí
alejado de la comunidad judía oficial. Eso también tenía que ver con mi
incipiente anti-sionismo, que es rechazado como herejía en las comunidades
judías del “mainstream”. Mi compromiso con Palestina me enseñó que había
múltiples maneras de ser judío y no sólo una orientación religiosa-cultural
sionista. Me di cuenta que podía ser parte de una tradición antigua de justicia
social dentro del judaísmo que había luchado contra la opresión en todas sus
formas, desde los movimientos revolucionarios de Europa, al movimiento por
derechos civiles en EE.UU. Es imposible ser fiel a esa tradición, sin
solidarizar con el pueblo palestino.
¿Ahora tu
vinculación cambió?
Hoy en
día, Palestina permanece una preocupación central de mi vida, pero por
diferentes razones. La reivindicación de mi identidad judía, llegando a su
punto culmine con mi protesta y detención en Jerusalén en el 2011, creo que ha
sido superada en alguna medida. Mi identidad judía sigue siendo importante, en
el sentido de que creo que es imposible triunfar en la lucha contra el
antisemitismo, sin derrotar al sionismo como una ideología y una estructura de
opresión racista. No obstante, mi identificación judía es ahora menos central
en cuanto a la cuestión palestina. Al conocer a tanta gente que no tiene
ninguna asociación étnico-religiosa con el tema, me di cuenta de que la
importancia que está alcanzando la causa de solidaridad con Palestina, como el
movimiento más poderoso y dinámico entre jóvenes estadounidenses de edad
universitaria, se debe no a una política de identidad, la cual es anticuada,
sino a la potencia simbólica implícita en la metáfora universal que es
Palestina.
El
sistema de dominación israelí abre un espacio de articulación simbólica y
práctica entre diversos movimientos. Se van forjando lazos en base al poder
simbólico y explicativo de esta metáfora con otros movimientos como los
feministas, ecológicos, inmigrantes, anti-cárceles etc.
¿A tu
juicio se configuraría un fenómeno de apartheid en Palestina?
Sí, según
las Naciones Unidas, el apartheid se define por actos inhumanos cometidos con
el fin de instituir y mantener la dominación de un grupo racial de personas
sobre cualquier otro grupo de personas y oprimirlos sistemáticamente. Esta
dominación suele manifestarse en diferentes sistemas que se aplica a distintas
poblaciones étnicas dentro de un territorio. En los territorios ocupados por
Israel después de la Guerra de 1967, Cisjordania y la Franja de Gaza, se aplica
una ley militar a los habitantes, mientras que los colonos judíos en
Cisjordania y Jerusalén Este, viven como ciudadanos normales de Israel, como si
sus colonias fueran suburbios estadounidenses, conectados a sus trabajos en
Israel por autopistas segregadas, sólo para uso de judíos. Israel controla
directamente más del 60 por ciento del territorio de la Cisjordania (área C) y
indirectamente más del 80 por ciento (áreas C y B), mientras que la mayoría de
los palestinos están concentrados en menos del 20 por ciento de su territorio
(área A) que se fragmenta en bantustanes separados por muros, colonias judías y
puntos de control.
Gaza, es
la cárcel más grande del mundo como lo manifiestan diversas organizaciones de
derechos humanos, incluso el primer ministro británico David Cameron. Además,
la lógica del apartheid y del colonialismo está escrita en el nacimiento del
Estado israelí dentro de sus fronteras supuestamente legítimas. El 15 de Mayo
fue el aniversario de los 65 años del Nakba, es decir, del despojamiento del
pueblo palestino de sus tierras durante la campaña sionista de limpieza étnica
durante la fundación de Israel entre 1947-1949.
¿Qué
opinas del Derecho al Retorno de los Palestinos?
El
derecho internacionalmente reconocido de los refugiados y sus descendientes a
regresar a sus tierras o recibir compensación se ha negado a partir del
nacimiento de Israel como Estado exclusivo para judíos. En cambio, cualquier
judío en el mundo, incluso yo, puede reclamar su “derecho” a volver y recibir
ciudadanía israelí bajo la Ley de Retorno. Finalmente, los palestinos que no
fueron expulsados en 1948 y luego recibieron ciudadanía israelí (“48ers”) se
enfrentan con una segregación institucionalizada en casi todas las esferas de la
sociedad israelí, en vivienda, en salud y educación. Al final de cuentas, ¿cómo
es posible que una minoría no judía sea igual en un Estado judío?
Movimiento
estudiantil inspirador
¿Por qué
elegiste nuestro país y cómo te has sentido?
Decidí
estudiar en Chile porque América Latina es mi otra área de interés aparte del
Medio Oriente y el movimiento estudiantil es una gran fuente de inspiración
para mí. El movimiento representa un ejemplo para nosotros de cómo construir
poder popular, especialmente poder estudiantil y realizar cambios radicales
estructurales en nuestras sociedades. El pueblo chileno es muy acogedor y es un
país espectacular, así que estoy muy contento con mi decisión.
¿Somos
solidarios con la causa palestina?
Indudablemente,
la sociedad civil chilena es muy solidaria con la causa palestina. No obstante,
opino que se debe concretizar más este espíritu solidario en actos directos
para terminar con la complicidad de la ocupación por medio del BDS (boicot,
desinversión y sanciones). Por ejemplo, hay que organizarse para emprender
boicots de empresas como Caterpillar que tienen vínculos estrechos con la
ocupación israelí. Desinvertir los fondos de pensiones de estas empresas, hacer
que las universidades terminen su cooperación institucional con las
universidades israelitas y presionar a artistas y músicos chilenos a seguir el
boicot cultural y cancelar sus conciertos en Israel.
¿Cómo ves
a nuestro país política y socialmente?
Actualmente,
Chile está en plena crisis en varios niveles. Se pone de relieve más y más la
crisis de eficacia del modelo neoliberal, especialmente en la esfera educativa,
que a su vez conduce a una aguda crisis de representatividad, en la que se
evidencia un agotamiento de toda confianza en la clase política. Estas dos
crisis han servido para desenmascarar una crisis más profunda, es decir, la de
la legitimidad. El modelo actual de democracia liberal protegida, de baja
intensidad, institucionalizada por la Constitución de 1980 que representa nada
más que la voluntad de la fuerza ilegitima de la pasada dictadura militar. La
única solución a estas crisis es una profunda transformación social, económica
y política a partir de la voluntad popular expresada en una asamblea
constituyente.
¿Qué
planes tienes a corto y largo plazo?
A corto
plazo, volveré a EE.UU. en julio para terminar el último año de mi carrera.
Después de graduarme, quiero viajar a Europa y latinoamérica. Quiero enseñar
inglés, y aprender de los múltiples movimientos sociales que van surgiendo en
estas regiones. A largo plazo, pienso estudiar un postgrado para sacar un
magíster y un doctorado en sociología. Espero encontrar una línea de trabajo
que me deje canalizar concretamente mi activismo en la vida diaria.
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