27 octubre 2014, ADITAL Agencia de Información Fray Tito para América Latina
(Brasil)
Aram Aharonian*
Dilma no solo venció
a Aecio Neves, sino también al terror mediático del poder
empresarial-comunicacional
Con el triunfo de Dilma respiramos más tranquilo en
Sudamérica. El domingo 26 se jugaba bastante más que el cambio o la continuidad
del proyecto político de su gobierno, se jugaba la definición del mapa
geopolítico regional, un proceso en el que también debe incluirse la
contundente victoria electoral de Evo Morales en Bolivia, la segunda vuelta electoral
en Uruguay dentro de un mes, y las elecciones presidenciales en Argentina el
año próximo.
Dilma no solo venció a Aecio Neves, sino también al
terror mediático del poder empresarial-comunicacional. No es casual que cuando
las encuestas mostraban una ligera ventaja para Rousseff, se haya intensificado
una sucia campaña propagandística en contra de la actual mandataria por parte
de su contendiente y la prensa nacional e
internacional cartelizadas. (Cabe
recordar que desde el 2003 el PT no logró avanzar en una ley de
telecomunicaciones que acabara con los oligopolios y democratizara la
comunicación).
Desde 2003, cuando asumió la presidencia Luis Inacio
Lula da Silva, el Partido de los Trabajadores logró importantes
transformaciones para las grandes mayorías brasileña: sacó a 40 millones de
personas de la pobreza, redujo el desempleo a mínimos históricos, benefició a
la clases medias y logró significativos avances contra el hambre en el país,
uno de los de mayor desigualdad del mundo.
Pero en los últimos tiempos la economía se
desaceleró ante un entorno global menos favorable, y el imaginario colectivo de
un país con fuerte crecimiento de la década pasada se fue desvaneciendo,
gracias también a la falta de una política comunicacional.
Con sus 200 millones de habitantes, Brasil tiene hoy
la economía más fuerte del Mercosur y de la Unasur, es una de las potencias
"emergentes” que forman el grupo BRICS con Rusia, India, China y
Sudáfrica, es el principal socio comercial de Argentina, un importante sostén
para las economías cubana y venezolana y el epicentro de las inversiones chinas
en la región.
Quizá sea cierto que las políticas de Lula y Dilma
hayan sido de las más tímidas de los proyectos transformadores en
Latinoamérica. No es menos cierto es que la derecha no está más fuerte porque
crezca electoralmente sino porque las políticas neoliberales de los gobiernos
progresistas han desilusionado a muchos de sus antiguos simpatizantes y
desmoralizado y desmovilizado a otros.
No hay ya una fuerte izquierda en el PT, partido que
pagó el precio de la burocratización y la cooptación de los dirigentes sociales
para la gestión gubernamental. Es más, los movimientos sociales, que llevaron a
Lula y a Dilma al poder, perdieron la calle ante la ofensiva social de una derecha
fortalecida principalmente por el apoyo del gran capital extranjero y los
medios comerciales de comunicación endógenas y extranjeros. Pero hay algo más
grave y es el vacío de ideas y propuestas para salir de la crisis capitalista
por la izquierda.
A Dilma le queda ahora no solo medir bien cuál es la
situación y abandonar la resistencia a la ofensiva de la derecha para avanzar
en la construcción no solo de una alternativa, sino del poder popular que
impida estos sustos. Los medios internacionales muestran solamente varios
escándalos de corrupción, inflación elevada, servicios públicos deficientes.
Sobre el fin de la campaña, la propia Rousseff
advirtió a los votantes, principalmente a los más pobres, de que un voto por el
PSDB implicaría volver al Brasil más desigual e injusto socialmente de la
década de 1990, cuando se priorizó la búsqueda de la estabilidad económica y el
ajuste fiscal a cualquier precio, la drástica disminución del papel del Estado,
priorizando los intereses privados nacionales y trasnacionales, y trazando un
nuevo destino para los programas sociales.
Hoy respiramos un poco más tranquilos, sobre todo
porque Neves prometió cambiar drásticamente la política externa brasileña. Su
asesor, Rubens Barbosa, jefe del consejo de comercio exterior de la poderosa
Fiesp, la patronal Federación de la Industria del Estado de San Pablo, señaló
que se debía cambiar todo, empezando por las relaciones con los vecinos para
privilegiar las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, aun cuando
deterioran la producción industrial brasileña.
Y amenazó que Bolivia perdería el acceso al crédito,
salvo que adopte programas "confiables de combate a las drogas”, Cuba no
tendrá ninguna financiación para obras de estructura y el Mercosur pasará a ser
tratado "como lo que es: algo anacrónico que no sirve a los intereses
brasileños”, con la nueva función de olvidarse de la integración para buscar la
liberalización comercial unilateral, eliminando la cláusula que obliga a los
países del bloque a adoptar decisiones y acciones conjuntas.
Para Barbosa (y Aécio Neves) el PT quiso hacer una
unión política contra los Estados Unidos en Mercosur, Unasur, Celac, y señaló
como una prioridad superar el actual estado de las relaciones con EEUU,
deterioradas tras el escándalo de espionaje que alcanzó inclusive al celular y
al correo electrónico particulares de Dilma Rousseff.
Por supuesto, estas ideas reducirían América latina
a ser nuevamente el patio trasero de EEUU, exhumando el cadáver del Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA), sepultado por los presidentes americanos
en 2005.
Respiramos más tranquilos en Suramérica. Pero
estaremos más tranquilos cuando el Partido de los Trabajadores, en su cuarta
administración consecutiva, logre avanzar en las transformaciones que aún le
debe a su pueblo, construyendo un verdadero poder popular, con el apoyo de los
movimientos sociales, los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, los
jóvenes.
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