7
septiembre 2015, Rebelión http://www.rebelion.org http://www.rebelion.org
(México)
1. Hoy
está en centro de la discusión en muchos países el tema del nuevo rol que
tienen que tener los movimientos sociales frente a los gobiernos progresistas
que han teñido de esperanza a la mayoría de los países de América Latina.
2. Antes
de abordar directamente el tema, quisiera desarrollar algunas ideas.
3. Creo
que la situación en la década de los 80 y 90 en América Latina puede compararse
en ciertos aspectos a la vivida por la Rusia prerrevolucionaria de comienzos
del siglo XX. Lo que fue para ella la guerra imperialista y sus horrores ha
sido para nuestra región el neoliberalismo y sus horrores: la extensión del
hambre y la miseria, un reparto cada vez más desigual de la riqueza, el
desempleo, la destrucción de la naturaleza, la pérdida creciente de nuestra
soberanía.
4. En
estas circunstancias, varios de nuestros pueblos dicen “basta” y “echan a
andar”, resistiendo primero y, luego, pasando a la ofensiva, fruto de lo cual
empiezan a triunfar candidatos presidenciales de izquierda o centro izquierda
en la región que se enfrentan a la siguiente disyuntiva: o refundan el modelo
capitalista neoliberal —evidentemente que con cambios, entre ellos una mayor
preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica capitalista—, o
avanzan en la construcción de un proyecto alternativo movido por una lógica
humanista y solidaria, que pone a la persona humana en el centro.
5. Con la
caída del muro de Berlín y la derrota del socialismo soviético, los partidos y
organizaciones sociales de izquierda que se inspiraban en dicho modelo salen
muy golpeados. A ello se añade el golpe a las organizaciones sindicales debido
al debilitamiento de la clase obrera producto de la fragmentación social
provocada por el neoliberalismo. Esto explica que hayan sido nuevos movimientos
sociales –y no los partidos y
organizaciones sociales tradicionales de la
izquierda — los que, de manera muy diferente de un país a otro, los que estuvieron
a la vanguardia de la lucha contra el neoliberalismo. Muchos de ellos surgieron
en el marco de la crisis de legitimidad de dicho modelo y de sus instituciones
políticas. [1]
6. Estos
nuevos movimientos en no pocos casos partieron de dinámicas de resistencia
originadas en sus comunidades o espacios locales, y en otros lo hicieron desde
temáticas de género, de derechos humanos, de preocupaciones ambientalistas. Los
desastrosos efectos del neoliberalismo los condujo, en muchos casos, a pasar de
la preocupación por temas puntuales a la preocupación por temas nacionales.
Esto no solo enriqueció sus luchas y sus demandas sino que, además, les
permitió convocar en torno ellas a los sectores sociales muy diversos, todos
afectados por el mismo sistema.
7. Una
expresión de ello fue la Campaña 500 años de resistencia indígena, negra y
popular, que terminó siendo un importante punto de encuentro de diversos
sectores sociales que se aglutinaron utilizando principios organizativos nuevos
(horizontalidad, autonomía, concepción de género, unidad en la diversidad,
etcétera) y que dieron origen tanto a coordinaciones sociales nuevas como la
CLOC-Vía Campesina como a agendas comunes tanto a nivel nacional como
internacional.
8. Una de
estas agendas fue la Campaña contra el ALCA, especialmente exitosa en Brasil y
Ecuador, que llevó más tarde a la primera derrota de la política estadounidense
en la región. Fue en la Cumbre de la OEA en Mar del Plata, a finales del 2005,
donde se produje este histórico acontecimiento. Desde entonces los problemas de
la integración regional dejan de ser sólo asunto de gobiernos para pasar a ser
también asunto de los pueblos.
9. El gran
ausente del escenario político latinoamericano en las últimas décadas, salvo
muy raras excepciones, ha sido el movimiento obrero tradicional al encontrarse
muy golpeado —como ya decíamos— por la aplicación de medidas económica
neoliberales como la flexibilización laboral y la subcontratación. Y si en
algunos casos ha participado, no lo ha hecho en la primera línea de combate.
10. Los
nuevos movimientos sociales generalmente parten rechazando a la política y a
los políticos, pero, a medida que avanza el proceso de lucha, muchos de ellos
pasan gradualmente de una actitud apolítica, de mera resistencia al neoliberalismo
y de luchas muy puntuales, a una actitud cada vez más política, de
cuestionamiento del poder establecido, y comienzan a comprender la necesidad de
construir sus propios instrumentos políticos, como ocurrió en Ecuador con el
Pachakutik [2] y en Bolivia con el MAS‑IPS [3] .
11. Son
muchas las lecciones que se pueden extraer de estas luchas populares, pero, una
de las más importantes, según mi opinión, es que demuestran lo correcto de una
estrategia de acumulación amplia que procura sumar todo lo que se puede sumar,
levantando objetivos de lucha muy concretos que logran concitar el
entendimiento entre fuerzas muy diversas, con tradiciones y prácticas políticas
muy distintas.
12. Ahora
bien, si bien es cierto que en algunos casos estos gobiernos no ganan las
elecciones en momentos de auge de la movilización social, tenemos que
considerar que la marca de esas luchas queda en la memoria, no se olvida. La
maduración política lograda en ellas es algo que perdura en la conciencia de la
mayor parte de las personas involucradas.
El difícil
pero no imposible camino al socialismo
13.
Decíamos que frente a la disyuntiva de qué hacer frente al neoliberalismo,
algunos gobernantes de América Latina deciden emprender el camino hacia una
sociedad alternativa al capitalismo que han definido con diferentes nombres:
socialismo del siglo XXI, socialismo comunitario, sociedad del buen vivir,
sociedad de la vida en plenitud (Sumak Kawsay). Una sociedad que no se decreta
desde arriba sino que se construye con la gente. Concuerdo con el
vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en que poco importa el nombre,
lo que importa es el contenido.
14. El
gran desafío de estos gobernantes es avanzar hacia el socialismo cuando sólo se
ha conquistado el gobierno, algo que se enfrenta a la clásica visión de la
izquierda marxista que en el pasado siempre trabajó con la idea de destruir el
Estado burgués cómo ocurrió en las revoluciones del siglo XX: revoluciones
nacidas de guerras civiles o guerras imperialistas donde el pueblo armado
conquistó el poder destruyendo el aparato de Estado heredado. Por eso es
comprensible que algunos sectores de izquierda se sientan desorientados cuando
constatan que hoy la situación es muy diferente.
15.
Electoralmente sólo se gana una parte del poder del Estado: el gobierno (poder
ejecutivo) y, muchas veces, inicialmente no se cuenta con mayoría en el
parlamento, es decir, en el poder legislativo, ni en el poder judicial. Por
otra parte, están los otros poderes: el poder del dinero, de los medios de
comunicación, el poder militar.
16. El
asunto es, entonces, cómo trabajar para ir conquistando los otros espacios de
poder, ganando cada vez a más gente para el proyecto transformador, y logrando
que el pueblo sea cada vez más el constructor de su propio destino.
17.
Empezar a avanzar al socialismo de esta manera hace mucho más compleja la
situación. Estos gobiernos deben ser capaces de enfrentar el atraso de sus
países, sabiendo que las condiciones económicas objetivas en las que están
insertos los obligarán a convivir durante no poco tiempo con formas de
producción capitalista. Y deben hacerlo a partir de un aparato estatal heredado
que es funcional al sistema capitalista, pero no lo es para avanzar hacia el
socialismo.
18. Sin
embargo, la práctica ha demostrado —contra el dogmatismo teórico de algunos
sectores de la izquierda — que, si ese aparato cae en manos de cuadros
revolucionarios, éstos pueden usar el poder que tienen en sus manos para ir
construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del nuevo sistema
político que deberá remplazar al viejo Estado. Y, sobre todo, pueden ir creando
espacios de protagonismo popular. Así la gente se irá preparando para ejercer
el poder desde el nivel más simple hasta el más complejo
19. Pero
la historia ha demostrado que el “cielo” no puede ser tomado por asalto, que se
requiere un largo período histórico para transitar desde el capitalismo a la
nueva sociedad que queremos construir. Algunos hablan de decenas de años
(Chávez), otros de centenas (Samir Amin, Álvaro García Linera) y otros, como
yo, pensamos que será la meta a la cual debemos irnos aproximando, pero que
quizás nunca alcancemos plenamente. Esto no es ser pesimista, como algunos
podrían pensar. Por el contrario, una meta utópica, si está bien definida,
ayuda a trazar el camino, fortalece nuestra determinación de luchar, y cada
paso que demos hacia la ella, por pequeño que sea, nos acerca a ese horizonte.
Y ver cómo se van dando esos pasos en nuestra región es lo que me hace ser
optimista.
20. A este
período histórico yo lo llamo “transición hacia el socialismo”. Debo aclarar,
sin embargo, que aunque la meta pueda ser compartida, la forma y las medidas
que se tomen en el proceso de transición deberán estar adaptadas a las
condiciones específicas de cada país.
21. De lo
dicho anteriormente se desprende que cada país deberá elaborar su propia
estrategia particular para avanzar hacia la meta socialista. Esta estrategia
dependerá no sólo de las características económicas de ese país sino también,
entre otras muchas, de la correlación de fuerzas existente y de los rasgos que
adopta en él la lucha de clases.
22. Esta
transición por la vía institucional no sólo es un proceso largo, sino también,
como puede deducirse de lo dicho anteriormente, un proceso lleno de desafíos y
dificultades. Nada asegura un avance lineal, puede haber retrocesos y fracasos.
23.
Tenemos que tener claro que con el triunfo electoral presidencial se ha ganado
una gran batalla, pero no la guerra, y que para ganar la guerra por la vía
institucional se requiere de una gran mayoría nacional. Sólo así será posible
avanzar en una forma democrática hacia la nueva sociedad. Por lo tanto, no sólo
es fundamental la unidad de los revolucionarios, sino también es necesario ser
capaces de convocar a todos aquellos que puedan compartir un proyecto de
sociedad más justa y solidaria y allí está no sólo la izquierda política y
social, está el centro y algunos sectores empresariales que puedan estar
dispuestos a colaborar con el proyecto popular.
24.
Tenemos que ser capaces de detectar con mucha claridad cuál es el enemigo
principal, es decir, el principal obstáculo que se opone a nuestro avance para
poder concentrar nuestro poder de fuego contra él. Una de nuestras tareas
fundamentales será la de convocar a todos los sectores sociales que puedan
tener contradicciones aunque sean mínimas con ese enemigo.
25. Por
otra parte, hay que recordar siempre que las élites anteriormente dominantes
respetan las reglas del juego sólo hasta donde le conviene. Pueden
perfectamente tolerar y hasta propiciar la presencia de un gobierno de
izquierda, si este pone en práctica su política y se limita a administrar la
crisis. Lo que tratarán de impedir siempre valiéndose de medios legales o
ilegales —y en eso no hay que ser ilusos—es que se lleve adelante un programa
de transformaciones democráticas y populares profundas que ponga en cuestión
sus intereses económicos. Por ello, debemos estar preparados para enfrentar y
vencer las diferentes maniobras que hagan para impedir el avance del proceso.
Una de ellas puede ser la de infiltrarse dentro de los gobiernos progresistas
para minarlos por dentro. Otra puede ser la de ganar para su causa a
determinados dirigentes gremiales, aprovechando posibles debilidades y errores
del gobierno en relación con estos sectores, como ocurrió en Chile en la época
de Allende con los trabajadores del cobre y del sector del transporte.
26. Por
desgracia, muchas veces nuestros gobiernos deben defenderse, no sólo de esas
élites usan todos los medios a su alcance para tratar de impedir que se
consolide el proceso de cambio—, sino también de sectores de izquierda que —no
entendiendo la complejidad del proceso iniciado ni la flexibilidad táctica que
estos gobiernos deben tener— los atacan por no realizar cambios sociales
profundos con la velocidad deseada como si ellos fuesen el enemigo principal.
27.
También hay que buscar fórmulas para ir superando la cultura heredada, una
cultura individualista, consumista, de sálvese quien pueda. Una cultura que en
el ámbito social es una cultura corporativista en cuanto a su organización y de
sistemática oposición al gobierno de turno, aunque este sea un gobierno
diferente, que ahora busca el bienestar del pueblo en lugar de servir a las
élites sociales.
28. Marx
estaba convencido que se requerían décadas de “guerras civiles y luchas
populares no sólo para [cambiar la realidad sino para cambiar a los
trabajadores y capacitarlos para] ejercitar el dominio
político.” [4]Interpretando las palabras de Marx yo diría que es necesario
que las personas, a través de sus prácticas sociales y de su lucha, vayan
saliendo del fango de la cultura heredada al ir descubriendo, experimentando e
incorporando a su forma de vivir nuevos valores: los valores del humanismo, la
solidaridad, el respeto a las diferencias, el combate al machismo y todo tipo
de discriminación.
29. Otro
reto no menos importante es el que se refiere a la agenda electoral a la cual
estos gobiernos deben someterse para legitimarse ante los continuos ataques de
la oposición. Esta agenda choca muchas veces con la agenda de la construcción
democrática participativa. Suelen paralizarse o debilitarse procesos de
construcción de poder popular para dar cabida a campañas electorales.
30. Por
otra parte, no es fácil resolver el gran dilema de la contradicción entre
tiempos políticos y procesos democráticos. Muchas veces se quisiera alargar la
discusión acerca de leyes o procesos con lo que se ganaría en riqueza
democrática, pero podría arriesgarse el futuro del proceso transformador.
Pienso que eso ocurrió con los procesos constituyentes en Venezuela y Ecuador.
31. Otro
elemento que hay que tomar en cuenta es que los avances suelen ser muy lentos.
La gente suele creer que la conquista del gobierno es como una varita mágica
que todo lo va a resolver y cuando estas soluciones no llegan tienden a
desilusionarse, a desanimarse. No pocos dirigentes sociales exigen soluciones
rápidas sin tener en cuenta la correlación de fuerzas existente que impide
avanzar con la rapidez deseada.
32. Por
eso es que pienso que, de la misma manera en que nuestros dirigentes
revolucionarios deben usar el aparato de Estado para cambiar la correlación de
fuerzas heredada y construir la nueva institucionalidad, deben también realizar
una labor pedagógica frente a los límites o frenos que encuentran en su camino
—lo que llamamos una pedagogía de los límites—. Muchas veces se cree que
hablarle de dificultades al pueblo es desalentarlo, desanimarlo, cuando, por el
contrario, si a los sectores populares se les informa, se les explica por qué
no se pueden alcanzar de inmediato las metas deseadas, eso los ayuda a entender
mejor el proceso en que viven y a moderar sus demandas.
33. Pero
esta pedagogía de los límites debe i r acompañada simultáneamente de un fomento
de la movilización y la creatividad populares. Hay que evitar domesticar las
iniciativas de la gente, por el contrario, hay que fomentar la búsqueda de
respuesta en los propios actores.
34. Hay
que reconocer que ha existido una tendencia a considerar a las organizaciones
populares como elementos manipulables, como meras correas de transmisión de la
línea del partido o del gobierno. En la izquierda marxista esta posición se ha
apoyado en la tesis de Lenin en relación con los sindicatos de los inicios de
la revolución rusa, cuando parecía existir una muy estrecha relación entre
clase obrera, partido de vanguardia y Estado.
35. Sin
embargo, pocos saben ‑por la forma a-histórica e incompleta en que se ha leído
a Lenin‑ que esta concepción fue abandonada por el dirigente ruso en los años
finales de su vida, cuando ‑en medio de la aplicación de la Nueva Política
Económica (NEP) y sus consecuencias en el ámbito laboral‑ prevé el surgimiento
de posibles contradicciones entre los trabajadores de las empresas estatales y
los directores de dichas empresas, y sostiene que el sindicato debe defender
los intereses de clase de los trabajadores contra los empleadores utilizando,
si considera necesario, la lucha huelguística que, en un estado proletario no
estaría dirigida a destruirlo sino a corregir sus desviaciones
burocráticas. [5]
36. Este
cambio pasó desapercibido para los partidos marxistas‑leninistas quienes hasta
hace muy poco pensaban que la cuestión de la correa de transmisión era la tesis
leninista para la relación partido‑organización social.
37. Esta
tesis mal digerida fue aplicada por la izquierda en su trabajo con el
movimiento sindical primero, y luego con los movimientos sociales. La dirección
del movimiento, los cargos en los organismos de dirección, la plataforma de
lucha, en fin, todo, se resolvía en las direcciones partidarias y luego
se bajaba la línea a seguirpor el movimiento social en cuestión, sin
que éste pudiese participar en la gestación de ninguna de las cosas que más le
atañían.
38. Tenemos
que evitar toda manipulación del movimiento popular y tolerar y aún más, ver
con simpatía la presión popular que éste pueda ejercer, ya que ésta puede
ayudar a los gobernantes a combatir las desviaciones y errores que puedan ir
surgiendo en el camino. Recuerdo siempre la reacción del presidente Chávez
cuando un grupo de funcionarios públicos se tomó el Ministerio del Trabajo en
Caracas: “Está bien muchachos, ahí hay mucha burocracia.”
39. Pero,
al mismo tiempo, el pueblo y los movimientos sociales deben entender que no se
puede destruir ese aparato de un día para otro porque no se tiene la fuerza
para ello, hay que ir transformándolo poco a poco teniendo conciencia que en
esa transformación hay peligros de desviación, burocratismo, etcétera.
40. Sólo
un pueblo organizado, alerta, y un gobierno que entienda que necesita la
organización y la crítica populares para ir avanzando, podrán impedir que las
desviaciones y aspectos negativos que puedan irse presentando bloqueen el
camino.
41. Pero
así como la crítica debe ser bien recibida por los gobernantes, debe siempre
ser una crítica constructiva, que ayude a curar la enfermedad, que ofrezca una
solución alternativa. Es muy fácil criticar por criticar, pero es difícil
proponer qué hacer. Por ejemplo, sé que hay muchas críticas en cuanto a que los
militares participen en el tema de seguridad en El Salvador, pero qué
alternativa plantean quienes hacen esas críticas para proteger a la población
si la policía no da abasto.
42. Otro
ejemplo son las críticas al extractivismo, pero ¿qué alternativa se plantea
para sacar a los pueblos de la pobreza sin extraer al menos una parte de
nuestras riquezas naturales?
43. Sobre
ambos temas yo quisiera ver un gran diálogo nacional donde —con gran altura y
espíritu constructivo— se expongan los argumentos por lado y lado. Quien se
siente seguro de contar con la razón no teme el debate, por el contrario lo
propicia. Quizá de una iniciativa de este tipo puedan surgir propuestas
concretas que ayuden a implementar soluciones para ambas situaciones. Estoy
segura que estas propuestas serán bienvenidas porque se cuánto nuestros
gobernantes sufren al ver que tantas vidas se pierden, o que haya que extraer
para resolver los problemas de la pobreza.
44. Y a
propósito del diálogo, no puedo dejar de citar extensamente al Papa Francisco
cuando refiriéndose al tema dijo en su visita a Paraguay que éste no puede ser
un:
“diálogo-teatro en
el que juguemos al diálogo [y sólo nos escuchemos entre nosotros].
“[...] el
diálogo presupone y nos exige buscar una cultura del encuentro [ ...] que sabe
reconocer que la diversidad no sólo es buena, es necesaria. La uniformidad nos
anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad. Por lo
que el punto de partida no puede ser: Voy a dialogar pero aquel está
equivocado. No, no, no podemos presumir que el otro esté equivocado. Yo voy con
lo mío y voy a escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué
el otro me hace caer en la cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le
puedo dar yo al otro. Es una ida y vuelta, ida y vuelta, pero con el corazón
abierto. Con presunciones de que el otro está equivocado, mejor irse a casa y
no intentar un diálogo, ¿no es cierto?”
“[...].
Dialogar no es negociar. Negociar es procurar sacar la propia tajada. A ver
cómo saco la mía. No, no dialogues, no pierdas tiempo. Si vas con esa intención
no pierdas tiempo. Es buscar el bien común para todos. Discutir juntos, pensar
una mejor solución para todos.
“[...] Al
tratar de entender las razones del otro, al tratar de escuchar su experiencia,
sus anhelos, podemos ver que en gran parte son aspiraciones comunes.” [6]
45. Y,
como el tema del extractivismo es uno de los temas más debatidos hoy, quisiera
aprovechar este espacio para iniciar el debate sobre ese tema planteando dos
puntos que creo deberían ser puntos de partida para empezar ese diálogo: el
primero es que deberíamos partir por reconocer que el ser humano siempre ha
tenido que extraer y que tendrá que seguir haciéndolo. El problema no es extraer
o no extraer, sino cómo extraer para mantener un necesario equilibrio en lo que
Marx denominó el sano metabolismo entre el hombre y la naturaleza. Los primeros
habitantes del planeta extraían frutos de los árboles, peces de los mares,
etcétera, pero en esos tiempos y en siglos posteriores se extraía de la
naturaleza pero, de alguna manera, lo que se extraía regresaba a ella,
manteniéndose ese sano metabolismo. Pero, cuando surge el sistema capitalista,
su afán de lucro lo lleva a priorizar la máxima explotación de la naturaleza
sin importarle los efectos que sobre ella tenga su actividad extractiva,
destruyendo así el sano metabolismo que antes existía. Cada vez se extrae más y
se empiezan a agotar los bienes naturales, con todas las consecuencias que ello
tiene para el cambio climático. En el sur de Chile las transnacionales
japonesas talaron nuestros árboles ancestrales y replantaron, pero no con las
especies autóctonas que son de más lento crecimiento y que son amigables a ese
medio, sino con especies foráneas de rápido crecimiento que consumen una
cantidad desproporcionada de agua y agotan el suelo para poder volver a talar
en pocos años. Y qué decir de la contaminación provocada por Chevron en la
explotación del petróleo en Ecuador.
46. El
segundo punto, para poder iniciar un debate fructífero, creo esencial que se
entienda que las riquezas que están en nuestro territorio: minerales, petróleo,
gas, fuentes acuíferas, reservas forestales, no son riquezas cuyos dueños son
los habitantes de esos lugares. Es un don caído del cielo que haya petróleo en
Venezuela y Ecuador, gas en Bolivia, cobre en Chile. Eso no depende de los
pueblos originarios, ni depende de los trabajadores del petróleo o del cobre;
esas son riquezas que pertenecen a la sociedad entera; entonces, es la sociedad
entera la que debería pronunciarse acerca de si se extrae o no. Por supuesto
que también hay que consultar a quienes viven en la zona, pero hay que entender
que ahí se juegan intereses que trascienden sus fronteras.
47. Si
logramos un acuerdo sobre los dos puntos anteriores, de lo que se trataría,
entonces, es de debatir acerca de propuestas concretas de cómo usar en el
presente nuestros recursos naturales para ir avanzando poco a poco hacia un
modelo económico de desarrollo que permita ir restableciendo ese sano
metabolismo entre el hombre y la naturaleza
48. Pero,
volviendo al tema de la crítica, pienso que es importante establecer canales
para que el descontento ante los errores o desviaciones que puedan cometerse no
sea sufrido en forma pasiva por la gente, sino que pueda expresarse
abiertamente, evitando, de esta manera, que se vaya acumulando malestar y que
en un determinado momento éste sorpresivamente explote. Por otra parte, si se
establecen esos canales podrían corregirse a tiempo los defectos detectados.
49. Me
parece muy interesante que la Constitución boliviana plantee que el pueblo
organizado en lo que la Carta Magna llama "acción popular" puede y
debe reaccionar contra cualquier violación y amenaza contra una serie de
derechos, entre ellos el del medio ambiente [7] y que, además cree la
figura de un tribunal especializado en jurisdicción agroambiental (temas
agrícolas, forestales, ambientales) [8] con autoridades electas con
participación popular.
50. Por
último, tenemos que preguntarnos por qué, si nuestro proyecto de sociedad
alternativa al capitalismo es un proyecto hermoso, profundo, transformador, y
refleja los intereses de la gran mayoría de la población, quienes se han
propuesto construirlo no cuentan con todo el apoyo popular con el que deberían
contar.
51. Yo
pienso que en gran medida esto se explica porque una parte importante de la
población no conoce nuestro verdadero proyecto. Los medios opositores se
encargan de deformarlo, de crear falsas alarmas y, muchas veces, logran
aterrorizar a la gente acerca del futuro que les espera. Pero ellos no son los
únicos culpables de esta situación. Nosotros también hemos contribuido a ella.
Solemos tener grandes debilidades al comunicar el proyecto. No destinamos suficiente
tiempo ni recursos ni creatividad a esta tarea. Y, lo más grave, muchas veces,
con nuestra propia forma de vivir estamos negando ese proyecto. Proponemos
crear una sociedad democrática, solidaria, transparente, no corrupta y estamos
asumiendo prácticas autoritarias, clientelares, egoístas, poco transparentes.
Muchas veces hay una gran distancia entre lo que predicamos y lo que vivimos, y
nuestra prédica se hace entonces poco creíble.
52. No
podemos asombrarnos, entonces, de que haya importantes sectores de la sociedad
que aún no se identifican con nuestro proyecto y que es necesario ir
conquistando.
53. ¿Y
cómo se puede ir conquistando a cada vez más gente? Creo que lo primero que
debemos entender que no se trata de imponer, sino que hay que ganar el corazón
y la cabeza de la gente. Por otra parte, me parece que debemos poner especial
énfasis en ganar a los líderes naturales de los distintos sectores sociales. Si
logramos ganar a esos líderes, ello nos ayudará enormemente a ganar también a
las personas que reciben su influencia.
Una nueva
relación, no de oposición sino de colaboración constructiva
54. Pienso
que habiendo expuesto estas reflexiones se puede entender mejor los
señalamientos que haré a continuación acerca de relación que, según mi opinión,
debería existir entre los gobiernos progresistas y los movimientos sociales.
55.
Considero que entre ellos debe establecerse una nueva relación. Los gobiernos
no deben olvidar que detrás de ellos ha y toda una historia de luchas sociales
sin las cuáles no habría sido posible su triunfo. Los movimientos deben
entender que estos gobiernos ya no son los enemigos de antaño, sino que pueden
ser sus aliados más efectivos en la lucha por conquistar sus derechos y
concretar sus aspiraciones. Por ello, siempre que ambas partes persigan una
transformación profunda de la sociedad actual, la relación que debe
establecerse entre ellas debe ser una relación de mutua colaboración.
56. Pero,
para que esta relación sea fructífera habría que considerar varias cosas:
57. En
primer lugar, l os dirigentes sociales no deben olvidar que
sólo se logró conquistar una parte del poder político y que
debido a esta correlación de fuerzas, que favorece inicialmente a las fuerzas
conservadoras, los procesos de cambio son muy lentos y las reivindicaciones
populares no podrán ser resueltas de un día para otro.
58. En
segundo lugar, nuestros gobiernos deben tratar de explicar a la ciudadanía y,
especialmente, a los dirigentes sociales, los límites dentro de las cuales
pueden actuar, y nuestros pueblos deben armarse de paciencia.
59. En
tercer lugar, la colaboración que debe establecerse entre ambas partes no puede
significar una pérdida de autonomía de los movimientos respecto al gobierno.
Los primeros no deben transformarse en apéndices del segundo, sino que
--apoyando el proceso de cambio y sintiéndose corresponsables del mismo-- deben
ser capaces de criticar los errores que puedan cometerse en el camino siempre
que esa crítica ayude a enmendarlos proponiendo medidas para corregirlos. Y
sólo si las posibilidades de diálogo se agotan y no son escuchados es cuando
deberán buscar otros caminos para hacer llegar su voz en defensa del proceso de
cambio.
60. En
cuarto lugar, los dirigentes sociales deben superar aquella cultura de
oponerse a todo lo que venga del gobierno de turno y de usar el apelativo de
“gobiernero” o “gobiernista” para calificar a aquellos dirigentes que apoyan a
estos gobiernos en su esfuerzo por transformar la sociedad. Si esto no se
supera, se irá produciendo un creciente distanciamiento entre estos dirigentes
y sus bases sociales, ya que éstas comienzan a percibir en su vida cotidiana
los efectos positivos de las políticas gubernamentales en favor del pueblo y no
entiende esa actitud opositora de sus dirigentes.
61. En
quinto lugar, nuestros gobiernos deberían tener en cuenta la cultura
heredada y deberían ser muy flexibles y tener mucha paciencia para trabajar con
los dirigentes sociales, distinguiendo muy bien entre aquellos que usan
premeditadamente su influencia en sus bases para impedir la transformación
social y aquellos que están en posiciones equivocadas por falta de información
o por el peso que tienen en ellos los hábitos del pasado.
¿Se avanza
o se retrocede?
62. Por
último quisiera terminar este artículo con algunas preguntas creo nos ayudaría
a tener una visión más objetiva de lo que nuestros gobiernos están haciendo en
relación con el protagonismo popular:
63. ▪
¿Están fortaleciendo a la clase trabajadora eliminando la subcontratación,
universalizando la seguridad social, fortaleciendo sus organizaciones
sindicales, facilitando su educación y preparación profesional? ▪ ¿Movilizan a
los trabajadores y pueblo en general para llevar adelante determinadas medidas
e incrementan sus capacidades y poder? ▪ ¿Respetan la autonomía de las
organizaciones sociales y sindicales? ▪ ¿Entienden que necesitan un pueblo
organizado, politizado, capaz de presionar para debilitar el aparato estatal
heredado y poder así avanzar en el proceso de transformaciones propuesto? ▪ ¿Entienden
que sus pueblos tienen que ser actores de primera línea y no sólo de segunda? ▪ ¿Oyen y
otorgan la palabra a sus pueblos? ¿Entienden que pueden apoyarse en ellos para
combatir los errores y desviaciones que vayan surgiendo en el camino? ▪ ¿Les
entregan recursos y los llaman a ejercer la contraloría social del proceso? En
síntesis, ¿contribuyen a crear un sujeto popular cada vez más protagónico que
vaya convirtiéndose cada vez más en el verdadero constructor de su propio
destino? ◄
---------
[1] .
Ver un mayor desarrollo de experiencias de movimientos sociales en varios
países de América Latina en: Marta Harnecker, Un mundo a construir (nuevos
caminos), El Viejo Topo, España, 2013, Primera Parte: América Latina en
marcha, Capítulo 2. Movimientos populares: los grandes protagonistas. El libro
está disponible en: http://www.rebelion.org/docs/178845.pdf
[2] .
Ver Marta Harnecker, Ecuador: Una nueva izquierda en busca de la vida en
plenitud (2011), Primera parte, Cuarto Capítulo: Surgimiento de un
instrumento político a partir del movimiento indígena, y Sexto Capítulo. Más
sobre el Pachakutik. El libro está disponible en: http://www.rebelion.org/docs/135337.pdf
[3] .
Ver sobre el tema: Marta Harnecker con la Colaboración de Federico
Fuentes, MAS-IPS. Instrumento político que surge de los movimientos
sociales (2008). Puede encontrase en:http://www.rebelion.org/docs/97083.pdf
[4] .
Marx, Revelaciones sobre el proceso a los comunistas en
Colonia [1953] en Obras Escogidas, Editorial Lautaro, 1946,
p.94. En inglés: Collected Works,
vol.11, 1979, p.403.
[5] .
Lenin decía al respecto: “no podemos renunciar de ningún modo a la lucha
huelguística, ni podemos admitir por principio la ley sobre la sustitución de
las huelgas por la mediación obligatoria del estado". “Por otra parte,
evidentemente el objetivo final de la lucha huelguística bajo el capitalismo es
la destrucción del aparato del estado, el derrocamiento del poder estatal de
una clase dada. En cambio, en un tipo de estado proletario de transición, como
el nuestro, el objetivo final de la lucha huelguística sólo puede ser el
fortalecimiento del estado proletario y del poder estatal de la clase
proletaria mediante la lucha contra las deformaciones burocráticas, de ese
estado; contra sus errores y debilidades, contra los apetitos de clase de los
capitalistas que eluden el control de ese estado, etcétera. [...]” (Vladimir
Lenin, Proyectos de tesis sobre el papel y las funciones de los sindicatos bajo
la nueva política económica, en Obras Completas, Ed. Cartago, Buenos
Aires, 1971, t.36, pp.109‑110.)
[6] .
Palabras en encuentro con representantes de la sociedad civil en Paraguay,
Estadio León Condou del colegio San José, Asunción, sábado 11 de julio de 2015.
Extraje sólo lo esencial, el Papa aborda el tema con mayor amplitud.
[7] . Artículo
135. La Acción Popular procederá contra todo acto u omisión de las
autoridades o de personas individuales o colectivas que violen o amenacen con
violar derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el
espacio, la seguridad y salubridad pública, el medio ambiente y otros de
similar naturaleza reconocidos por esta Constitución.
[8] .
Capítulo Tercero. Jurisdicción Agroambiental, artículos 187 al 190.
Nenhum comentário:
Postar um comentário