20
septiembre 2015, Página 12 http://www.pagina12.com.ar (Argentina)
Por Martín
Granovsky
EL PENSAMIENTO INTIMO DE LA IGLESIA CUBANA
Este diario
tuvo acceso al contenido de los diálogos que mantuvo en los últimos días el
cardenal de La Habana. Qué argumentos usó el Papa con Obama. Y por qué la
Iglesia quiere cuidar a Raúl Castro.
Francisco
hasta le sugirió a Barack Obama que el acercamiento a Cuba fortalecería las
chances de una sucesión demócrata en los Estados Unidos en las elecciones de
2016. Página/12 pudo recoger de diplomáticos latinoamericanos con acceso a
información reservada ése y otros datos que pintan el enorme interés del Papa
por la normalización entre Washington y La Habana y por protagonizar él mismo
una novedad: Francisco no es el primer papa que visita Cuba sino el tercero,
después de Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012, pero es el primero
que lo hace en medio de la distensión.
Un personaje de la Iglesia Católica cubana
colaboró con Francisco. Como el papa, nació en 1936 y aún no cumplió 79. Le
lleva apenas dos meses a Jorge Bergoglio. Jaime Lucas Ortega y Alamino nació el
18 de octubre en Jagüey Grande y Bergoglio el 17 de diciembre en Flores, Buenos
Aires. Cardenal y arzobispo de La Habana, Ortega es una figura central del viaje
del Papa a Cuba y del acercamiento entre Raúl Castro y Barack Obama. Página/12
estableció por diplomáticos latinoamericanos que el cardenal abonó la llegada
de Francisco a La Habana con un mensaje: “Obama y Raúl tienen muchos enemigos y
hay que
cuidarlos a los dos”.
Naturalmente ningún dignatario de la
Iglesia Católica dice una frase así en público. Pero tampoco se priva de
deslizarla en privado a interlocutores selectos. Algunos de esos interlocutores
accedieron a relatar esa información a cambio de su reserva de identidad.
Ortega acostumbra subrayar la buena química que el Papa y Obama experimentaron
en la primera reunión, la de Roma en marzo de 2014. Fue desde aquel encuentro
que el Papa empezó a insistir en un acuerdo entre Estados Unidos y Cuba. Y no
descansó hasta lograr que Obama y Castro conversaran. Relata Ortega a sus
visitantes que el segundo momento de gran química en esta historia ocurrió
justamente cuando Castro y Obama empezaron a tomar contacto. Las charlas fueron
secretas. Ninguno de los dos informó ni al Departamento de Estado ni a la
Cancillería cubana. Hasta que todo quedó a la luz en Panamá, durante la Cumbre
de las Américas de abril en la que terminó la exclusión de Cuba.
¿Piensa el cardenal Ortega que el proceso
de normalización ya es irreversible? Está en camino a serlo, pero según él
“Obama y Raúl tienen enemigos y hay que protegerlos a ambos porque los dos
saben que antes de irse todavía tienen mucho que hacer”. Cuando habla de los
retos a Raúl, Ortega describe el peso de lo que él llama “ideología”, o sea el
resabio del modelo soviético y de la rigidez. Para el cardenal el efecto se
nota aún en sectores del Partido Comunista Cubano, en los medios controlados
por él, en la TV, la radio y la prensa escrita.
Contó un ejemplo. El periodista Amaury
Pérez lo entrevistó para la tele cubana y en vez de la media hora habitual le
dio una hora. Era el primer reportaje televisivo en 60 años. El director de TV
se opuso. Quería revisar y cortar partes. “La entrevista se pasa sin tocar una
coma”, le dijeron a Ortega que fue la frase de Castro. El diálogo se puede ver
haciendo click enhttp://bit.ly/1JCqhe7.
El desafío para la Iglesia es ganar
feligreses, sobre todo entre la juventud, y conseguir fondos propios para ayuda
humanitaria. Por el bloqueo la Iglesia no puede recibir dólares porque los
aportes de afuera son interferidos en algún punto de su curso por Estados
Unidos. Ocurrió con fondos regalados por Los Caballeros de Colón, por la Isla
de Malta y por grupos irlandeses. Llegaron a Cuba tras operaciones clandestinas
e incluso algún obispo debió recorrer el mundo con 200 mil dólares ocultos en
una valija. En La Habana no hubo problemas.
Ni Obama ni Castro tienen reelección. No
se sabe quién sucederá a Obama. Hasta ahora Hillary Clinton sigue siendo la
favorita. Pero ya se sabe que el próximo presidente cubano no se llamará
Castro. En buena parte porque comparten esa condición de último mandato se
comprometieron mucho con la normalización. Después del secreto inicial a Obama,
lo ayudó mucho el secretario de Estado John Kerry, que tomó la iniciativa con
entusiasmo. También dos norteamericanos de origen latino, el hondureño Ricardo
Zuñiga, con funciones en el Consejo de Seguridad Nacional, y el chileno Arturo
Valenzuela, que trabajó también en ese órgano de consulta de la Casa Blanca.
Ortega y la Iglesia Católica cubana ayudaron a Castro en la liberación de
presos, un gesto que facilitó la tarea de Obama en Washington. Ortega se
muestra como un negociador plástico. No niega los problemas de fondo pero
tampoco les da carácter de obstáculos dramáticos. El bloqueo, en cambio, sí
perjudica la vida cotidiana.
Para Estados Unidos el problema de fondo
es la situación de los derechos humanos en Cuba, que la Casa Blanca critica.
Para Cuba el problema de fondo es la posesión norteamericana de la base de
Guantánamo, que está en poder de Estados Unidos desde principios del siglo XX.
Ni el asunto de los derechos humanos ni la ocupación de Guantánamo alcanzan a
obturar los avances. La Iglesia piensa que no es útil que el presidente
ecuatoriano Rafael Correa o la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el
Caribe, la Celac, meneen la cuestión de Guantánamo porque ni siquiera el
gobierno cubano quiere hacerlo. Raúl plantea, al parecer, que recuperar
Guantánamo será materia de tiempo, de mucho tiempo, y que agitar ahora con
demasiada fuerza la reivindicación de soberanía puede complicar las cosas.
Norteamericanos y cubanos fueron tan
celosos en su empeño por evitar roces alrededor de Guantánamo que terminaron
transformando ese punto en una oportunidad de construcción de confianza. El
tercer viernes de cada mes se realiza un encuentro entre mandos militares de
Cuba y de Estados Unidos, una vez en la base y otra fuera de ella. A partir de
Guantánamo los negociadores acabaron flexibilizando el uso del territorio aéreo
cubano por parte de los aviones estadounidenses y facilidades para navegar más
cerca de la costa. Las dos fuerzas armadas vienen haciendo ejercicios conjuntos
contra desastres naturales.
Tal vez para no granjearse la antipatía de
toda América latina, hasta el anticomunista Juan Pablo II, tan letal para
Polonia y la Unión Soviética, fue contemplativo con Cuba. El papa polaco visitó
Cuba en 1998 y también celebró misa en la Plaza de la Revolución.
Contó Ortega estos días que Juan Pablo II
les preguntó a los obispos: “¿Cuánto saben los cubanos de democracia?”. Le
sintetizaron la historia de Cuba. Le dijeron que después de una larga guerra
para independizarse de España, una guerra horrible con campos de concentración
montados por la autoridad española, cuando los rebeldes estaban a punto de
lograr la victoria, en 1898, una intervención norteamericana mantuvo el
control. Que desde entonces los gobiernos cubanos, siempre bajo dependencia de
Washington, fueron dictaduras. Que fueron dictaduras combatidas por las armas.
Según el relato de Ortega, el papa miró a los obispos y les dijo: “La historia
enseña que ustedes deben avanzar hacia la democracia muy de a poco”.
Ni la Iglesia cubana ni el PC quieren para
Cuba la suerte de la Unión Soviética, que implosionó en medio del desorden y el
caos. Por eso
mantienen un canal de comunicación fluida en persona y por teléfono cuando es
necesario. Un día el menor de los Castro preguntó a los obispos cuál sería su
agenda. Ortega elevó tres cosas: solución al problema de los presos políticos,
cambios económicos y solución de la relación con Estados Unidos. Coincidían,
porque la idea de Raúl era que los cubanos pudieran viajar con mayor facilidad
y manifestarse. La percepción eclesiástica no es que los cubanos quieran dar
vuelta todo sino que buscan cambios económicos para vivir mejor, el mismo
objetivo que tiene Raúl con el llamado proyecto de actualización que debería
ampliar el sector privado con énfasis en la franja cooperativa y sin dejar un
millón de empleados públicos en la calle. Por eso Ortega lució ofuscado al
comentar la toma de la catedral de Pinar del Río por parte de cinco de las
Damas de Blanco, familiares de presos. Un grupo que estaba con las cinco se
comunicó desde allí con radios y canales de televisión de Miami. Ortega fue
crudo con las Damas de Blanco: “Son unas pocas señoras y dentro de ellas hay de
todo”, dijo a uno de sus interlocutores a principios de septiembre.
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