25 abril 2014, Gara http://www.naiz.info
(Euskal
Herria, País Basco)
La conmemoración del
40 aniversario de la «última revolución del siglo XX» en Europa llega a
Portugal condicionada por tres años de sometimiento a las políticas de la
Troika. En términos económicos, los ajustes han degradado las condiciones de
vida. En política, la soberanía permanece secuestrada en manos de las
instituciones financieras internacionales. «Grandola Vila Morena» es ahora un
símbolo contra las medidas de austeridad.
Pasaban unos minutos de la medianoche del 25 de abril
de 1974 y Radio Renascença, una emisora católica portuguesa, daba la primera
señal: la emisión de ``Grandola Vila Morena'', canción vetada por la dictadura,
suponía la llamada acordada por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) para
levantarse contra el «Estado novo», el régimen fascista inaugurado en 1926.
Aquel fue el punto de partida de una revolución incruenta y popular, que
quedaría retratada como un clavel en la boca de un fusil pero que no solo quiso
tumbar las estructuras impuestas por Antonio de Oliveira Salazar, el dictador
muerto cuatro años antes, sino que abrió las perspectivas para un cambio mucho
más profundo.
No se trataba solo del derecho al voto, sino que los
denominados «capitanes de abril», encabezados por Otelo Saravia de Carvalho,
llegaron a ver la posibilidad de una «vía portuguesa al socialismo», con
medidas radicales de nacionalización de empresas y ampliación de los derechos
sociales. No pudo ser. O, al menos, la idea original no llegó a completarse.
Cuatro décadas después, son los mercados quienes imponen su ley en Portugal.
Desde 2011, cuando la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo
Monetario Internacional) aprobó un rescate de 78.000 millones de euros, la
democracia es un concepto relativo, condicionado al pago de los intereses de la
deuda. Además, garantías como la Seguridad Social, las pensiones o la educación
y la sanidad públicas son desmanteladas por las obligaciones contraídas ante
las instituciones financieras internacionales. Al mismo tiempo que las calles
de Lisboa se engalanan con imágenes en blanco y negro de soldados y claveles y
los festejos oficiales conviven con marchas reivindicativas más acordes con el
espíritu de abril de 1974, los periódicos lusos llevan a portada los nuevos
recortes propuestos por el FMI: rebaja del salario mínimo, reducción de las
compensaciones por despidos ilegales y la eterna advertencia de que las
jubilaciones no se
pagan con fondos públicos. Este desfase entre el folclore
conmemorativo y una realidad social que avanza rápidamente hacia las
condiciones prerrevolución son el mejor símbolo de un Portugal en el que cada
vez más voces claman por un segundo 25 de abril.
«Ahí está Ali Baba y los 40 ladrones. Bueno, en ese
caso eran 40, porque ahora tenemos más de 200. Suben los impuestos, hay que
pagar para todo, pero no vemos que nada mejore». Conduciendo endiabladamente
junto al Parlamento portugués, el discurso entre dientes de un taxista lisboeta
simboliza una de las crisis que sacuden actualmente el país luso: la pérdida de
confianza de una clase política que, en su gran mayoría, defiende el rescate y
las medidas de ajuste impuestas por la Troika.
Hace cuatro décadas, las reivindicación de libertades
y derecho a acudir a las urnas constituía uno de los comunes denominadores de
las movilizaciones. No el único, pese a que las encuestas publicadas con motivo
del 40 aniversario ubican esta conquista como el logro con mayor aceptación
social. En aquel momento, la guerra colonial en Angola, Mozambique y Guinea
Bissau en la que estaba inmerso el régimen salazarista desangraba a la población,
llegando a causar, proporcionalmente, más bajas que el conflicto de Vietnam al
todopoderoso ejército de EEUU. Mientras, las condiciones de vida de la mayoría
de portugueses seguían empantanadas y las desigualdades crecían. Solo así se
entiende que desde el momento en el que los militares rebeldes tomaron sus
primeras posiciones, miles de personas saliesen a la calle a secundar el
movimiento castrense. El régimen se disolvió sin presentar batalla. De hecho,
únicamente se produjeron cuatro víctimas, que cayeron ante las balas
desesperadas de miembros de la PIDE, la policía política, rodeados en un
cuartel antes de rendirse.
Paro, emigración y
desmantelamiento
En la actualidad, por desgracia, existen elementos en
común con aquellas preocupaciones y se observan tendencias de involución. La
situación económica, que no ha hecho sino deteriorarse y que tiene su principal
reflejo en el paro, es una de ellas. La tasa de desempleo oscila entre el 15% y
el 20%, llegando a afectar a la mitad de los jóvenes lusos. Los objetivos del
memorándum de entendimiento, el documento que fija las contraprestaciones al
rescate, marcaba un máximo del 12%. Sin embargo, las cifras reales se disparan
todavía más, ya que la ingeniería contable del Gobierno de Pedro Passos Coelho no
recoge el elevadísimo número de emigrantes que dejaron Portugal ante la
imposibilidad de encontrar un empleo. En los últimos dos años, 250.000 jóvenes
se han visto obligados a hacer las maletas. Diariamente, unos 350 portugueses
huyen del paro. «Tenemos unas tasas de emigración solo comparables a los años
60, bajo la dictadura y la guerra colonial en África», afirma Jorge Costa, del
Bloco de Esquerda.
El desmantelamiento de los servicios públicos es otra
de las consecuencias de la irrupción de la Troika. En los últimos tres años, se
han privatizado, malvendido o reducido a cenizas las principales estructuras
puestas en pie durante la etapa del Proceso Revolucionario en Curso, el primer
año del postsalazarismo en el que se generalizaron las nacionalizaciones de
sectores estratégicos y se puso en marcha la reforma agraria. Aquellas medidas
que abrían el camino al socialismo, promovidas por el MFA y que incluso
tendrían su reflejo en la Constitución de 1976, fueron reconducidas con los
gobiernos del Partido Socialista, en manos de Mario Soares. Sin
embargo, dejaron poso.
Hasta ahora. El programa de la Troika ha adelgazado la
administración lusa hasta tal punto que, como ocurre, por ejemplo, en Grecia,
incluso en el caso de que una izquierda transformadora se hiciese con el poder,
habría que ver qué estructuras estatales quedaban todavía en pie. Únicamente el
Tribunal Constitucional, que ha tumbado diversos «tijeretazos» incluidos en
sucesivas leyes de presupuestos, logró poner freno a las imposiciones de los mercados.
Ante aquellos reveses, la reacción del Ejecutivo de Carvalho fue la de «estos
son mis recortes, si no les gusta tengo otros», asumiendo la imposibilidad de
adoptar una agenda no marcada por las instituciones financieras, lo que reducía
el poder político al papel de mero gestor de una agenda externa.
En este contexto, el optimismo que se ha instalado en
el discurso del Gobierno portugués, que intenta vender su política económica
como un «milagro», suena a broma macabra. Quizás al milagro al que se refieren
cargos como el ministro de Economía, Antonio Pires de Lima, es al de Fátima. Si
no, no se explica el empeño en celebrar la «recuperación de la soberanía» por
la supuesta marcha de la Troika una vez que se cumpla el plan de ajuste
2011-2014 que será sucedido por el control fiscal. Un mecanismo quizás menos
visible pero con los mismos efectos. No parece que el diktat de los mercados
fuese el modelo político con el que soñaban los militares y manifestantes
portugueses que hace cuatro décadas tomaron las calles.
Ausencia de
los militares en los actos oficiales y marchas reivindicativas
Como en los últimos años, los capitanes que lideraron
la «Revolución de los Claveles» no están presentes en el programa oficial que
se desarrolla en el Parlamento, como protesta ante la prohibición de que
tomasen la palabra. En realidad, tanto la derecha como la izquierda reivindican
el fin de la dictadura. Los primeros, poniendo énfasis en la entrada en el
sistema económico europeo como herencia del 25 de abril. Los segundos, como
protesta contra la Troika. El PSP defiende un «cambio» de difícil explicación
por su apoyo a los ajustes. Ayer por la noche los primeros actos se
desarrollaron bajo el nombre «Rios ao Carmo», en los que cientos de personas
confluyeron a través de diversas marchas. La gran manifestación, que congrega a
los partidos de la izquierda, como el Partico Comunista Portugués y el Bloco de
Esquerda, así como grupos sociales, está prevista para hoy a las 15.00. No
todos ven con buenos ojos la celebración oficial. Ayer, junto a un escenario,
una pintada cuestionaba el programa con un explícito «Capitalismo 1 - 25 de
abril 0» A.P
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GRÂNDOLA, VILA MORENA
Zeca Afonso
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade
Dentro de ti, ó cidade
O povo é quem mais ordena
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada esquina um amigo
Em cada rosto igualdade
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada rosto igualdade
O povo é quem mais ordena
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade
Jurei ter por companheira
Grândola a tua vontade
Grândola a tua vontade
Jurei ter por companheira
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade
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