9 marzo 2014, Rebelión http://www.rebelion.org Rebelión (México)
Paul Walder, Punto Final
El
neoliberalismo, tras haber generado grandes crisis financieras, creado
condiciones sociales similares a las que se vivían antes de la revolución
industrial, haber empobrecido a las clases medias a costa del enriquecimiento
obsceno de unos cuantos capitalistas, ha comenzado a dar señales de agotamiento
en los países latinoamericanos. En algunos, como Bolivia o Ecuador, el
neoliberalismo descansa como testimonio histórico. El modelo de libre mercado
fue en no pocos territorios la última vuelta de tuerca del capitalismo extremo,
reemplazado por sistemas políticos y económicos que vuelven a colocar como
piedra angular los derechos ciudadanos, la democracia participativa y la inclusión
social. Un proceso que no ha sido fácil, pero que ha logrado instalarse, no sin
tensiones y enfrentamientos, y que avanza hacia su consolidación.
Estuvo unas horas en
Chile el vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Alvaro García Linera.
Con una apretada agenda para recibir el título de doctor honoris causa de la Universidad Arcis, presentar
un nuevo libro, así como sostener reuniones y entrevistas, García Linera dio
una clase magistral en el Salón de Honor del ex Congreso Nacional sobre el
proceso que en Bolivia condujo a la convocatoria de una Asamblea Constituyente.
Esto permitió en pocos años desinstalar el modelo neoliberal y dar inicio a una
fase transformadora, aún en marcha, que integra los intereses y necesidades de
los múltiples grupos y colectividades del país. Bolivia, al desarmar un modelo
privatizador y excluyente, ingresó en un debate creativo que tuvo como
resultado un proyecto colectivo propio de país basado en múltiples etnias,
culturas, demandas, modos de vida y esperanzas. Esa multiplicidad modeló una
nueva Constitución, sobre la que se levanta el Estado boliviano del siglo XXI.
Al escuchar a Alvaro
García Linera se atiende a un proceso revolucionario. En pocos años y de manera
pacífica Bolivia dio un vuelco a su dolida historia, al mutar una
institucionalidad basada en la propiedad privada, el mercado y el comercio,
similar a la chilena, a una construida sobre la democracia y el respeto a los
derechos colectivos. Un salto inscrito en una nueva Constitución que ha reconocido
los derechos de los pueblos originarios y ha recuperado como bien público los
recursos naturales.
Desde entonces, Bolivia ha logrado reducir de forma
importante la extrema pobreza, incrementar varias veces el PIB per cápita y suavizar las escandalosas
diferencias sociales.
La historia de Bolivia
no se diferencia mucho de la del resto de los países latinoamericanos. Las
raíces del Estado republicano son compartidas así como sus efectos, expresados
en oligarquías propietarias de los recursos naturales y marginación de los
indígenas y pobres. Una historia que ha deambulado entre dictaduras militares
para someter al pueblo al orden y la disciplina de las clases dominantes,
gobiernos populistas de derecha y, más recientemente, la implantación de sistemas
neoliberales como forma más blanda y compleja de dominación. Todos estos
regímenes han tenido la finalidad de perpetuar un modelo excluyente y
concentrador de la riqueza atado a la Constitución. “Bolivia ha seguido el
mismo libreto. Pero a partir del año 2000 algo pasó. Algo rompió este esquema”,
dice García Linera.
En pleno apogeo del
modelo neoliberal, en medio de la fiebre privatizadora, se produjo un choque
cultural. Por un lado el modelo de libre mercado asentándose y cavando profundo
para colocar sus bases. Se hunde y se extiende y, como en el resto de la
región, evoluciona hacia posiciones económicas cada vez más extremas. Por otra
parte, están las comunidades indígenas, que observaban con inquietud y
creciente rechazo cómo sus formas tradicionales de vida eran aplastadas por la
corriente neoliberal. Esta tensión, esta penetración destructiva del mercado en
prácticas tradicionales llevó a un choque entre dos posiciones contrapuestas.
La conciencia indigena en el movimiento social
¿Es algo particular de
Bolivia? Para García Linera no lo es. La presencia indígena, aún cuando en
Bolivia es más evidente, es una característica de todas las naciones
latinoamericanas. “Desde la formación de Bolivia los pueblos indígenas
estuvieron marginados, no eran ciudadanos de plenos derechos. Bolivia surgió a
la vida republicana negando a sus indígenas, proceso que se extendió hasta
finales del siglo XX y comienzos del XXI”.
La amenaza de sus
formas de vida tradicionales fue el punto de partida de la emergencia del movimiento
indígena. Sin embargo, a partir de entonces son muchos otros los grupos
sociales que se levantan. “¿Cuál fue el punto de partida para que los
trabajadores dispersos, los estudiantes universitarios, profesores, las
comunidades campesinas se unieran a esta lucha? ¿Qué hizo que esas luchas
dispersas en un momento determinado lograran fusionarse? Son preguntas que
siempre nos hacemos los marxistas. Cuándo es el momento clave en que lo
disperso se solidifica. Cuál es el momento en que la chispa enciende la
pradera, como decía Mao”.
Es posible que en
Bolivia la respuesta esté en la amenaza neoliberal contra las formas de vida
tradicionales indígenas. Pero procesos similares han venido ocurriendo en otras
latitudes latinoamericanas, en las cuales la chispa no ha surgido desde el
movimiento indígena. Desde hace más de una década podemos sumar en América
Latina procesos parecidos en Ecuador, en Venezuela, y de cierta manera también
en Brasil y Argentina.
En Bolivia fue la
resistencia a los procesos de privatización, en especialmente de los servicios.
Como en el resto de América Latina, en Bolivia se privatizaron durante las dos
últimas décadas del siglo pasado los recursos naturales: el gas, el petróleo,
los minerales, los transportes, el sistema eléctrico incluso, como en Chile;
los sistemas de agua. Empresas que con esfuerzo había creado el Estado, pasaron
a ser privadas. “Pero había algo público que no era estatal, los sistemas de
agua, de riego campesino. Era lo público comunal. Entre la década de los 80 y 2000,
en Bolivia se privatiza lo público estatal y a partir del 2000, se intenta
pasar a una nueva oleada de privatizaciones, de lo público comunal, de los
sistemas comunales antiguos, de control del riego, de uso del agua”.
Es en este momento
cuando estalla de manera inesperada el movimiento indígena. Es la chispa que
enciende la pradera, en tanto las luchas dispersas comienzan a registrar un
proceso de articulación. “La resistencia surge en cada sector, en los
profesores, obreros, estudiantes. Encuentran un denominador común, que es la
lucha contra la privatización, la defensa de los recursos públicos en su
modalidad comunal, social.
Todo el periodo
neoliberal ha sido un tiempo de fragmentación, desmovilización, de
precarización de la fuerza laboral. Pero había una especie de reserva que no
había sido destruida, que era lo comunal, que se integraba en torno a los
servicios básicos, a lo más vital”. Es a partir de este momento, explica Alvaro
García Linera, que comienza a surgir un movimiento con nuevos dirigentes.
“Entre 2000 y 2005 el protagonismo ya no lo tienen los partidos políticos, sino
los actores sociales. El protagonismo lo asumen las estructuras comunitarias
rurales y urbanas, que se unifican en torno a la gestión de los recursos
públicos”.
Así es como el año 2000
se da el primer proceso insurreccional con movilizaciones en defensa del agua,
con tomas de carreteras, de sistemas de transporte, una fase revolucionaria que
se inicia en el campo pero que se extiende a la ciudad con la integración de jóvenes,
estudiantes, profesionales, pequeños comerciantes. Un movimiento que gira en un
comienzo en torno a la defensa de los recursos básicos y en contra del alza de
las tarifas. La privatización se asume como una agresión a los derechos más
básicos. “Es un proceso revolucionario que se extiende por años”, agrega García
Linera.
Control territorial y proceso constituyente
“Se puede decir que
este momento marca el inicio del proceso constituyente”, enfatiza el
vicepresidente de Bolivia. Es el instante en que la sociedad comienza a
debatir, y la política deja de ser patrimonio del Parlamento para convertirse
en un espacio, en una práctica en que delibera toda la sociedad. Comienza un
periodo de reflexión social y se potencian las organizaciones, sindicatos, gremios,
comunidades, asociaciones, como una especie de dualidad política. “Está el
Parlamento, los partidos, pero surgen con fuerza las estructuras sindicales y
comunitarias como escenarios de debate; estas instancias comienzan a tener
capacidad de control territorial. No solo son escenarios de debate, sino
también de decisiones a nivel territorial, local. Surgen asambleas para tomar
decisiones y de control político. El movimiento social deriva en sujeto
político. Entre el año 2000 y 2005 tuvimos en Bolivia una dualidad de sistemas
políticos, el institucional, pero también el sistema de los movimientos
sociales, con capacidad de deliberación, de movilización y de control
territorial”.
Los movimientos
sociales planteaban un proceso de mayor democratización de la sociedad,
comenzando por un nuevo acto constitucional. Sin embargo, la reacción del poder
institucional fue la represión y el encarcelamiento de los principales líderes.
“Qué teníamos entonces: una sociedad escindida, polarizada en dos proyectos que
podían caminar incluso hacia una guerra civil. Pero en vez de ir a la
confrontación, se buscó un armisticio que fuera duradero, de décadas. Esta fue
la propuesta de los movimientos sociales”. Sobre la base de la movilización,
tras haber logrado levantar un discurso dominante que arrinconó las propuestas
de las fuerzas conservadoras, se avanzó hacia este armisticio, que no negaba,
sino que subordinaba, a esos sectores.
“En este proceso
revolucionario, en medio de la polarización social, emerge un proyecto. Por un
lado el neoliberalismo, por otro el proyecto democratizador. Emerge un nuevo
eje discursivo, idea fuerza, de sentido común que comienza a instalarse. Un
discurso que sube desde los movimientos campesinos y sociales y penetra otros
sectores”. Porque la gran virtud del movimiento social boliviano fue luchar y
lograr no solo un discurso, sino una idea fuerza, compartida por todos los
sectores sociales movilizados. Este paso fue fundamental y necesario para la
victoria electoral.
Sin estas ideas nuevas,
extendidas y compartidas, no hubiese sido posible el triunfo electoral ni el
proceso constituyente. Ambas victorias posteriores se apoyaron en el fin del
neoliberalismo, en la recuperación de los recursos naturales y en la
construcción de una sociedad verdaderamente democrática. A partir de la defensa
de las necesidades básicas la gente comienza a construir el destino del país.
Por tanto, “cuando llega Evo ya se ha ganado en las ideas, en el sentido común,
ya se sabe a dónde va el movimiento, dónde está el futuro. La victoria
electoral es la coronación de una victoria de las ideas, de una victoria
política previa”.
Esta es la base sólida
que ha sostenido el proyecto boliviano. “Por ello cuando se ha producido el
enfrentamiento, porque la derecha no se resigna a quedar arrinconada, con
intentos de golpes, sicarios, regionalismos separatistas, la reacción se
produce sobre un escenario de conquistas sociales, que reduce al mínimo sus
argumentos y acciones”.
Que es el proceso constituyente
El proceso constituyente
ha sido fundamental para el debate y creación de ideas que posteriormente
formarán una nueva institucionalidad. “Es un proceso social y colectivo en el
cual la sociedad se plantea nuevos horizontes. Es un proceso largo, de debates,
movilizaciones, que desencadena una deliberación colectiva en que se enfrentan
dos proyectos de sociedad”, dice García Linera. Y agrega: “Un proceso
constituyente es la voluntad de llegar a grandes acuerdos, la necesidad de
articular necesidades y proyectos diferenciados”. Y también matiza: porque se
trata de un proceso realizado también desde el liderazgo conseguido. “La
derrota del adversario requiere de su incorporación como fuerza subordinada. Es la
derrota moral del adversario, pero también su incorporación en el proyecto”.
Los movimientos
indígenas de Bolivia hicieron eso. La oposición siempre existirá y se la
incorporó en el esquema de un nuevo espacio colectivo que consideró el diseño
de los bienes comunes, como son los recursos naturales. “La Asamblea
Constituyente significa abrir el debate sobre lo que es lo común. En ese yo
común habrá que ver quiénes conformarán el liderazgo y cómo participará el
resto de los actores”.
Publicado en “Punto Final”, Chile, edición Nº 801, 4
de abril, 2014
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