07
de julio de 2019, Pagina 12 https://www.pagina12.com.ar (Argentina)
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Por
Mariano Dorr
En su nuevo libro, Atilio Borón
desmonta el pensamiento de Mario Vargas Llosa
La
conversión de Mario Vargas Llosa al liberalismo como una fe ciega tuvo una
expresión concreta y reciente en La llamada de la tribu, su autobiografía
intelectual. En El hechicero de la tribu, Atilio Boron recorre las fuentes de
ese libro y el derrotero político de Vargas Llosa desde los años 60. Y lo hace en
la convicción de que es necesario deconstruir la ideología del más influyente
intelectual orgánico de la derecha en habla hispana.
Más allá
de las frecuentes apariciones en las que Vargas Llosa ha llegado a
acostumbrarnos a sus bravuconadas neoliberales, tanto en los periódicos como en
eventos siempre amplificados hasta el acople por la llamada “prensa
hegemónica”, el Nobel peruano ha publicado recientemente un opúsculo en donde
presenta su “autobiografía intelectual” de corte liberal. Se trata de La
llamada de la tribu, un recorrido por las lecturas que de alguna manera
vendrían a explicar cómo fue posible que el autor de La ciudad y los perros,
luego de haber sido un ferviente defensor de la Revolución Cubana, haya
terminado convirtiéndose en “Jorge Mario Pedro, marqués de Vargas Llosa” según
reza el título nobiliario concedido por Juan Carlos I, rey de España. “¿Cómo
fue posible que ese muchacho tan talentoso y crítico de la realidad de Nuestra
América, militante del PC de su país, derrapó para convertirse en el más
descollante intelectual orgánico y paradigmático del neoliberalismo?”, se
pregunta
Ana María Ramb en el prólogo de El hechicero de la tribu. Esta pregunta
es el punto de partida para un análisis exhaustivo por parte de Atilio Borón
(Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard, profesor en la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, autor de
numerosos textos y columnista de diversos medios), donde la lectura crítica del
corpus presentado por Vargas Llosa en La llamada de la tribu, el desmonte de
las falacias y tergiversaciones de los autores, va dando lugar a una suerte de
bozal teórico filosófico-político que debería servir si no para callar
definitivamente a “VLI” al menos sí para una invitación a un diálogo serio
sobre los fundamentos del liberalismo.
“¿Por qué
criticar un libro que es un inmenso océano de sofisterías y artimañas?”, se
pregunta Borón en la Introducción. Porque Vargas Llosa es el más importante
intelectual público de la derecha en el mundo hispanoparlante, erigiéndose ya
como el mayor “profeta del neoliberalismo contemporáneo”, el trabajo de
responder a su elegante prosa, desarticulando sus fabulaciones, se vuelve una
tarea necesaria. En un libro anterior, El pez en el agua, Vargas Llosa
anticipaba el relato personal de su ruptura con el marxismo y su conversión
liberal. Allí comenta que ya en 1954, tiempos de militancia estudiantil, ya no
creía del todo en “nuestros análisis clasistas y nuestras interpretaciones
materialistas”. Su “firme apoyo” al proceso revolucionario cubano dejó de ser
tal cuando el autor de La casa verde se convenció de que el comunismo no era
otra cosa que un enorme holocausto social. Luego de formar parte del Jurado de
Casa de las Américas y del comité de redacción de su revista, se aleja de Cuba
criticado por el propio gobierno cubano, algo que para el peruano significó
quitarse “un gran peso de encima, porque ya no tendría que estar simulando una
adhesión que no sentía”, según confiesa en La llamada de la tribu. Pero su
camino de Damasco, la conversión neoliberal propiamente dicha, llegaría un poco
más tarde, cuando el genial novelista conoce personalmente a dos figuras de la
vida política que le dejarían una impresión imborrable: se trata de Margaret
Thatcher y Ronald Reagan. Los halagos de Vargas Llosa hacia Thatcher incluyen
el haber llevado a cabo “una revolución hecha en la más estricta legalidad”.
Borón nos recuerda que “esa revolución, cuyos estragos se sienten todavía hoy
en el Reino Unido, fueron la política de privatizaciones, el fin de los
subsidios, la liberalización y desregulación de los mercados y la apertura al
comercio internacional”. Cabe reformular –sugiere Boron– la célebre
pregunta de Conversación en La Catedral, “¿En qué momento se jodió el Perú?”,
para preguntarnos, ¿en qué momento se jodió Vargas Llosa? Y la respuesta está
sin dudas vinculada al impacto que implicó pasar de tener, como referentes y
mentores, a Sartre y Camus, para luego colocar en esos lugares a “dos
connotados criminales de guerra, aparte de impenitentes verdugos de sus
pueblos”. En su libro, Vargas Llosa se jacta –orgulloso y engreído– de haber
cenado tanto con Thatcher como con Reagan, gobernantes “de temple, cultura y
convicciones”. Con dolor manifiesto, Boron confiesa que “como intelectual
latinoamericano, me avergüenza tener que describir actitudes tan colonizadas y
lacayunas”.
¿Cuáles
son los autores que Vargas Llosa repasa intentando propagar su adhesión
neoliberal? La colección es antojadiza: Adam Smith, Ortega y Gasset, von Hayek,
Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlín y Jean-F. Revel. La
exposición que el novelista hace de sus autores es siempre tendiente a
justificar las bondades del liberalismo en plan “teoría del derrame” (gracias a
la sobreabundancia de riquezas, el recipiente de los amos se desborda y sus
mieles colman las necesidades de los desposeídos, que irán fortaleciéndose en
la medida en que dicho derrame sea constante y en todas direcciones). El
Estado, desde esta perspectiva, debe incidir lo mínimo posible, ocupándose
fundamentalmente de la seguridad jurídica (especialmente, la santísima
propiedad privada). Así de simple es el camino hacia una “democracia moderna”
para Vargas Llosa, que evita cuidadosamente aquellos pasajes en que, los
autores que aborda, no se dejan encuadrar en tamaña reducción del análisis de
la realidad económica, política y social. Por ejemplo, parece olvidar cuando
Adam Smith en La riqueza de las naciones afirma que “los amos raramente se
reúnen aun por entretenimiento o diversión sin que la conversación termine en
una conspiración contra el público, o en una componenda para aumentar sus
precios. Los patronos están siempre y en todo lugar en una suerte de asociación
tácita, constante y uniforme para impedir el aumento de los salarios”.
Innumerables casos como este constituyen el trabajo pormenorizado de Borón,
poniendo de relieve la operatoria de Vargas Llosa en su intento de naturalizar
una supuesta conciliación entre “liberalismo” y “democracia”, dos conceptos que
se rechazan entre sí. Son imperdibles las páginas en que Boron analiza, con
Gramsci, la categoría de “intelectual orgánico” no ya de la izquierda sino de
la derecha. ¿En qué mundo vive Vargas Llosa?: “en la elegante irrealidad de la
burbuja de riqueza y esplendor de su deslumbrante mansión madrileña (...) Sus
interlocutores son reyes y príncipes, presidentes o ministros, y por supuesto,
los magnates y sus corruptos amigos del Partido Popular, que han convertido
este mundo en un infierno”, escribe Borón, que no encuentra en el gran
novelista sino a un pobre “aprendiz de analista político” que debate sus
participaciones públicas entre la ingenuidad, la canallada y la burda
hipocresía.
*Abya Yala: Terra viva, o nome indígena da América
Latina.No espírito de José Martí e dos povos nativos, Abya Yala é tudo o que
está relacionado com a Nossa América, essa terra viva que vai do Rio Bravo à
Terra do Fogo, passando pelas Caraíbas, sem esquecer as primeiras nações da
América do Norte.
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