21 agosto
2016, Diario El Telégrafo http://www.eltelegrafo.com.ec (Ecuador
Juan Manuel Karg, Politólogo de Buenos Aires
Si la derecha latinoamericana pretendía
dinamitar el Mercosur, el canciller uruguayo Nin Novoa desbarató un primer
intento con una audaz jugada política, que igualmente trajo repercusiones.
¿Cómo lo hizo? Cortando los cables de la bomba: anunció que el canciller
interino de Brasil, José Serra, intentó ‘comprar’ el voto de Uruguay contra
Maduro, a cambio de integrarlo a nuevos acuerdos comerciales que negocia
Brasilia en África subsahariana e Irán.
El objetivo, consistente en aislar a Venezuela e impedir que asuma la presidencia pro témpore del Mercosur correspondiente por orden alfabético al país caribeño, intentaba ser llevado adelante con una metodología común en la derecha brasileña, que el PSDB había desarrollado desde hace décadas, para asegurarse la reelección de Fernando Henrique Cardoso: la compra y venta de votos. Solo que en esta ocasión, en vez de hacerlo con los bloques difusos de aquel parlamento, intentaron negociarlo con un país cuyo gobierno progresista vio en este ofrecimiento una verdadera ofensa a su soberanía y
reputación.El objetivo, consistente en aislar a Venezuela e impedir que asuma la presidencia pro témpore del Mercosur correspondiente por orden alfabético al país caribeño, intentaba ser llevado adelante con una metodología común en la derecha brasileña, que el PSDB había desarrollado desde hace décadas, para asegurarse la reelección de Fernando Henrique Cardoso: la compra y venta de votos. Solo que en esta ocasión, en vez de hacerlo con los bloques difusos de aquel parlamento, intentaron negociarlo con un país cuyo gobierno progresista vio en este ofrecimiento una verdadera ofensa a su soberanía y
La noticia, que rebotó velozmente en la prensa regional e internacional, es a esta hora un notorio escándalo diplomático, que sacude al espacio conservador del Mercosur en un momento de fuerte amesetamiento del bloque en su conjunto. Tal es así que Itamaraty citó repentinamente al embajador uruguayo en Brasil, Carlos Amorin, a fin de intentar presionarlo y domesticarlo, mostrando desesperación ante una divulgación que pone de relieve el mecanismo extorsivo de la cancillería interina.
No es poco: el tema golpea nuevamente al interino Serra apenas días después de que se conociera la delación premiada del condenado megaempresario de la construcción Marcelo Odebrecht sobre una ‘propina’ de 23 millones a la campaña presidencial del veterano tucano en 2010. Es decir, es un segundo revés consecutivo, en tan solo diez días, del dos veces derrotado en las urnas por Luiz Inácio Lula Da Silva, José Serra, quien ambiciona (¿ambicionaba?) ser candidato por el PSDB en 2018 con la visibilidad mediática que le otorgara la cancillería. Pero las encuestas lo muestran con una magra intención de voto, y en disputa interna con Aécio Neves y Gerardo Alckmin; y su papel al frente de Itamaraty es cada vez más cuestionado.
Ahora Brasil no solo hará bullying contra
Venezuela y su presidencia, tal como denunciara Nin Novoa. También acosará al
pequeño país sudamericano, que ha mostrado notoria hidalguía ante el embate
conservador de Temer-Cartes. A Uruguay intentarán cobrarle la valentía de ser
el único de los miembros fundadores del bloque que se está moviendo por lo que
marca la normativa y no por mera especulación ante la situación interna de
Venezuela.
¿Seguirán apoyando Argentina y Paraguay a un gobierno que ya no solo presenta pocas credenciales democráticas al interior de su país, como el del interino Temer, sino que además pretende desarrollar una política de compra y venta de votos a nivel regional, en un evento donde el Mercosur queda expuesto ante la opinión pública internacional de la peor forma posible? ¿Acelerará este escándalo la pronta resolución en torno a la presidencia pro témpore que le corresponde a Venezuela de acuerdo a los estatutos de la entidad y no a los caprichos ideológicos de algunos de sus miembros, cuyos gobiernos además tienen un rechazo creciente de parte de sus sociedades, tal como muestran los recientes sondeos de Ipsos-Paraguay y Vox Populi-Brasil? ¿Llevará este torpe accionar, a que el Grupo de Alto Nivel conformado recientemente por el Parlasur con Jorge Taiana y David Caggiani a la cabeza pueda mediar en la severa crisis que vive el Mercosur, reimpulsando la idea de ‘unidad en la diversidad’ que dio nacimiento a instancias como la Celac?
¿Seguirán apoyando Argentina y Paraguay a un gobierno que ya no solo presenta pocas credenciales democráticas al interior de su país, como el del interino Temer, sino que además pretende desarrollar una política de compra y venta de votos a nivel regional, en un evento donde el Mercosur queda expuesto ante la opinión pública internacional de la peor forma posible? ¿Acelerará este escándalo la pronta resolución en torno a la presidencia pro témpore que le corresponde a Venezuela de acuerdo a los estatutos de la entidad y no a los caprichos ideológicos de algunos de sus miembros, cuyos gobiernos además tienen un rechazo creciente de parte de sus sociedades, tal como muestran los recientes sondeos de Ipsos-Paraguay y Vox Populi-Brasil? ¿Llevará este torpe accionar, a que el Grupo de Alto Nivel conformado recientemente por el Parlasur con Jorge Taiana y David Caggiani a la cabeza pueda mediar en la severa crisis que vive el Mercosur, reimpulsando la idea de ‘unidad en la diversidad’ que dio nacimiento a instancias como la Celac?
Todas estas preguntas están en el aire. La
única certeza, a esta hora, es que la derecha latinoamericana ha cometido un
error garrafal que le quita entidad a sus propias posiciones políticas, pero
que paradójicamente puede darle, en caso de existir un nuevo realineamiento
frente a la actitud de Serra, una sobrevida al Mercosur. La derecha
latinoamericana, y particularmente la brasileña, ha demostrado que no tiene
escrúpulo alguno en su intento de dinamitar a uno de los bloques regionales más
importantes que tiene nuestro continente. Precisamente porque, además, ha
llegado de manera espuria a esos mismos espacios. Se trata, ni más ni menos,
que del intento de ‘restauración conservadora’ del que tanto hablara Rafael
Correa Delgado.
El desafío de los gobiernos
nacional-populares, progresistas y de la izquierda continental es uno solo: no
dejar pasar el divisionismo que impone el bloque conservador, volviendo a aquel
eje nodal de ‘unidad en la diversidad’.
Nenhum comentário:
Postar um comentário