13 junio 2015, Rebelión
http://www.rebelion.org (México)
pazfarc-ep.org
Señor ALEJANDRO ORDOÑEZ MALDONADO
Procurador General de la Nación
Sobre su carta del 4 de junio, lo
siguiente:
El marco jurídico para la paz no
es el denominado Acto Legislativo 01 de 2012. Para las FARC-EP, alzada en armas
desde hace décadas en uso del legítimo derecho de rebelión consagrado en textos
que usted debe conocer, el marco jurídico para la paz es el Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de una Paz Estable y Duradera suscrito
entre los plenipotenciarios de nuestra organización y los del gobierno el 26 de agosto de 2012, frente a
terceros estados que hicieron presencia como testigos. Aquél instrumento, el
primero citado, que se nos pretende aplicar, carece de poder vinculante ya que
no solo escapa al tenor de la letra del Acuerdo General, sino que en la agenda
recogida en el mismo ni se prevé ni mucho menos se menciona. Insistir en
extenderlo a las conversaciones de paz o pretender que se recoja como mandato
sustantivo de sus conclusiones es desconocer la naturaleza política, social y
militar de la confrontación armada interna que supera hoy las seis décadas de
existencia, y no comprender que lo que se busca es la reconciliación nacional estable
y duradera.
Entendemos que usted tiene una
visión confusa sobre lo que viene sucediendo en el país y en la mesa de La
Habana. Ha pretendido usted ser un director de orquesta a distancia de todas
las partituras, trágicas muchas de ellas, sin haber
aclarado primero su papel y
el de la institución que pasajeramente preside, dentro del contexto descarnado
del conflicto que tanto dolor le ha producido a la historia nacional y al
pueblo de Colombia en general.
La razón natural que tiene mucho
que ver con el manejo y aplicación del sentido común enseña que una comisión de
la verdad busca exactamente lo que su calificación indica: la verdad. Pero no
su verdad señor Procurador. Ni la verdad que agentes oficiales del Estado o
algunos sectores de la opinión caprichosa quieren oír. No. La verdad que se
busca es la que brote de los labios de las víctimas, por haber sufrido en carne
propia la tragedia de la guerra, o por llevar la voz de sus deudos caídos o
desaparecidos por razón del conflicto; la verdad que se quiere conocer es la
que se escuche desde las tumbas, que hablarán cuando se retiren sus lápidas y
se trabajen científicamente los restos mortales que ellas guardan; la que surja
cuando se ponga de manifiesto la realidad sobre el desplazamiento forzado, sobre
la usurpación indebida de predios, sobre la forma como se arrojaron cuerpos
humanos a los ríos, a los estanques infestados de cocodrilos o se llevaron a
los hornos crematorios para no dejar rastro alguno, tratándose de humildes
campesinos o ciudadanos sacados de sus casas para ser exterminados con sevicia.
Se trata de la verdad que debe brillar cuando se indique quiénes fueron
destrozados con la motosierras usadas como arma de aniquilamiento contra
supuestos enemigos. No se trata de la verdad que invoque una ley sino de la
verdad que invoque la razón, la honesta memoria y el deseo de superar el
conflicto de manera definitiva, la reparación integral y garantías de no
repetición. En su momento nosotros también cumpliremos nuestro compromiso con
la verdad como ya hemos demostrado que somos capaces de hacerlo.
Y se trata también señor
Procurador, de la verdad salida del militar o del oficial de policía cuando
haga sus relato e indique de quién o cómo recibió la orden; cómo y quienes
instruyeron la aniquilación por muerte violenta de miles de militantes de la
Unión Patriótica, y de hombres y mujeres asesinados por pensar diferente o por
defender el derecho del otro; y cómo sobrevino la política sangrienta y cobarde
de los falsos positivos; del funcionario del Estado que miró hacia el otro lado
para permitir el acaecimiento del delito; del financista especulador y
blanqueador de dinero; la del empresario, ganadero, terrateniente que suplantó
al Estado tomando la justicia por su propia mano; la de la dirigencia política
nacional y de los partidos que utilizó a los carteles de la droga para
financiarse y acceder al poder, o que le dio palmaditas en la espalda al
paramilitar para estimularlo y así alcanzar sus dañadas aspiraciones y
cometidos.
La Corte que usted cita con tanto
entusiasmo, señor Procurador, moralmente ha dejado de existir. El ius puniendi
como poder del Estado legítimo tocó el fondo del desprestigio. La hidra de la
corrupción se tomó los pasillos del Palacio de Justicia. Suponemos que usted
está atento a las noticias. Se ha llegado a afirmar que lo que allí acontece es
peor que lo ocurrido el día en que las llamas convirtieron en cenizas a
honorables magistrados y a ciudadanos inocentes. Entonces no nos pretenda
vender la idea, señor Procurador, de que tenemos que acogernos a un sistema de
justicia elaborada por doctrinantes extranjeros que nunca imaginaron que sería
acomodada a tijerazos y remiendos en una especie de sastrería jurídica para
vestir groseramente procesos políticos de paz; y que, dicho sea de paso,
tendría que ser desarrollada aun mediante leyes estatutarias que pasarían al
conocimiento de la Corte antes referida. Corte que como ya se advirtió dejó de
lado su legitimidad. Nadie es ajeno al hecho de que hoy varios de sus
integrantes abandonaron la majestad que debería tener su investidura por
preferir las falsas delicias del delito.
“Priorización”, “ponderación”,
“selección”, “sistematicidad”, “máximos responsables” y “macro procesos”. ¿Tras
sesenta años de conflicto interno inventarse semejante procedimiento para
ponerle la mano a unos pocos y encarcelarlos al final de la contienda? Señor
Procurador, ¿usted que se dice ser conocedor de la Palabra divina se atreve a
“tirar la primera piedra”? “¡Bombas señor Presidente! ¡Bombas!” ha sido su clamor.
Usted es una de las partes actuantes del conflicto; hace rato dejó de ser un
civil no comprometido, señor Procurador. ¿Cómo es que no se ha dado cuenta?
Indiqué arriba que usted no ha
aclarado su papel y el de la institución que pasajeramente preside dentro del
contexto descarnado del conflicto que tanto dolor le ha producido a la historia
nacional y al pueblo de Colombia en general. Y eso es así. Nunca la
Procuraduría, en desarrollo de su supuesta obligación de velar por la defensa
de la sociedad, se ha preguntado o ha investigado por qué la fuerza pública
jamás enfrentó en el campo de batalla a las fuerzas paramilitares. Esto durante
más de treinta años. Se acribillaron civiles inocentes sin que su institución
hubiera tomado iniciativas ni medida alguna.
Tampoco se preocupó la
institución que hoy usted preside, ni usted mismo, por la suerte de los caídos
o asesinados en los campos de Colombia más allá del actuar paramilitar, ni han
sido de su interés los protocolos propios del DIH que se deben aplicar de
manera imperativa para establecer la identificación de cadáveres para luego
regresarlos a sus seres queridos. ¿Cuándo se ha preocupado usted por los
derechos de la viuda, del hijo, del hermano o de la madre de un guerrillero?
¿Cuándo se le ha despertado la curiosidad por averiguar por qué solo los hijos
de los pobres en una sociedad claramente estratificada son los que se
convierten en carne de cañón mientras que sus iguales, los suyos señor
Procurador, jamás han sabido portar un fusil? ¿Por qué no defiende a los menos
favorecidos? ¿Por qué se prefiere que sea la sangre de estos la que se derrame?
Porque si se trata de hacer justicia, defienda usted el principio de igualdad,
aún para ser aplicado a su propia persona y a su propia clase.
Señor Procurador: El “ojo por ojo
y diente por diente” es una práctica bárbara y un anacronismo perverso en
épocas de paz y reconciliación. Usted, señor Procurador, usa un lenguaje de
guillotina moral para sentenciar sin primero pensar que detrás de muchos
moralistas hay falencias, falta de formación, desconocimiento de la verdad,
confusión y mucho de puesta en escena. Lo invitamos a que deponga la falsa armadura
con la que ha querido hacer presencia en la vida pública. Mírese primero la
viga en el ojo propio. En su momento, de seguro, tendrá que hacer usted
presencia en la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y
la no Repetición. Allá queremos oírlo a fin de que le cuente al país por qué
sus silencios en momentos en que debió pronunciarse; por qué permitió el
escalamiento de la confrontación armada como solución al conflicto interno; por
qué no le tendió la mano al pobre, a la víctima del otro lado, al desprotegido
defensor de los derechos humanos; a las víctimas de la política neoliberal, a
los millones de seres humanos a los que se les vulneró sus derechos económicos,
sociales y culturales, a las familias de decenas de miles de desaparecidos.
Hablar desde un púlpito prestado es fácil. Salir al campo para confrontar la
verdad, es otro cantar.
No crea que no le agradecemos el
envío de su carta. Nos brindó con ella la oportunidad de manifestarle de manera
asertiva nuestro pensamiento, criterios y decisiones ya tomadas. Y nos permitió
el espacio para convocarlo, como en efecto lo hacemos con estas líneas, a
formar un solo cuerpo con quienes sí hemos combatido y sufrido las iniquidades
de una guerra desigual sin dar un paso atrás y comprendemos que llegó el
momento de pensar en que hay que reconstruir el tejido social haciendo de la
dignidad de la persona humana en Colombia el centro de atención colectiva. Pero
sin olvidar algo que consideramos de la esencia de la futura paz, pensando en las
víctimas, su reparación, el perdón y el nunca más. Se trata de la Asamblea
Nacional Constituyente, señor Procurador. No se insista en que se daría con
ella un salto al vacío. Todo lo contrario. Dejar la futura suerte en manos de
los poderes constituidos como lo pretende el adefesio del Acto Legislativo 01
de 2012 y la sentencia C-579 de 2013, sí es el verdadero salto al vacío.
Siempre el poder constituido siguiente al de hoy y mañana se sentirá más audaz,
más ingenioso, más justo, más capaz, y terminará destruyendo la obra que se
pretende construir de manera concluyente.
Procurador: Solo se llega a la
construcción del candado definitivo, a la construcción de la norma pétrea
garante de la seguridad jurídica futura acudiendo al poder creador; poder que
constituye, es decir, poder que erige, forma y construye. A la fuente de toda
fuente. De contera se lograría reconstruir desde ese escenario de manera
inteligente y democrática el ius puniendi hoy desaparecido; adelantar la
revisión del reordenamiento territorial, recomponer los órganos de control,
adecuar las normas de participación ciudadana, incluir el Estatuto de la
Oposición, definir de una vez por todas la necesidad de diseñar una política
criminal estable, revisar tantas instituciones golpeadas por los vicios, los
dineros sucios y la corrupción rampante.
Espero no se haya molestado con
nuestra opinión y posición ya tomada. Es por lo que hemos luchado: justicia
social con igualdad, bienestar para todos, calidad de vida al alcance del
pueblo, justicia en la tenencia de la tierra, justicia en los campos y en las
zonas urbanas, educación y trabajo digno con remuneración a la altura de las
mínimas necesidades.
Si hemos llegado a conquistar un
sitio en igualdad de condiciones con nuestros contradictores de siempre en la
Mesa de La Habana para revisar las enfermedades de la patria y buscar una paz
estable y duradera, señor Procurador, es porque hemos sido rebeldes anhelando
lo mejor para el pueblo de Colombia. No vamos a dejar de lado, no vamos a
abandonar esta histórica oportunidad.
Con nuestra consideración.
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