10 julio 2015, Cubadebate
-- Contra el Terrorismo Mediático http://www.cubadebate.cu (Cuba)
Una notable ausencia
puede hallarse en la mayoría de los textos de historia que se utilizan en las
escuelas norteamericanas sobre la ayuda que dio España, en primer lugar, y Cuba
en particular, a la lucha independentista de las Trece Colonias contra la
metrópoli inglesa. [i] Aunque también hay
que reconocer que por desconocimiento mucha de la bibliografía histórica de
Cuba ha carecido de esta hermosa página histórica de solidaridad del pueblo
cubano.[ii] Un auxilio que
estuvo más allá del conflicto y los intereses de las potencias de la época:
España y Francia de un lado, Inglaterra del otro.
El destacado
historiador cubano Eduardo Torres Cuevas ha señalado que “la asistencia cubana a la independencia norteamericana no se limitó a
la participación de las tropas habaneras en un hecho militar, por importante
que éste resulte, sino que esa ayuda constituye un componente participativo en
todas las esferas del proceso independentista norteamericano”.[iii]
En los momentos en
que se inicia el proceso independentista en las Trece Colonias en 1775, ya
existía toda una tradición de relaciones comerciales entre estos territorios y
la isla de Cuba. Según Torres Cuevas, en la década de
1760-1770,
las mieles cubanas encontraban en Rhode Island, 30 destilerías que
anualmente producían, sólo para exportar al África, 1 400 bocoyes de ron. A su
vez, los traficantes entre las dos regiones traían a Cuba importantes cargamentos
de esclavos adquiridos, no pocas veces, con el ron fabricado en Norteamérica
con la melaza de los ingenios cubanos; e implementos a bajos precios. [iv]
De esta manera, entre
la oligarquía habanera y los comerciantes de las Trece Colonias se establecieron
estrechos nexos de intercambio comercial. Nexos que defendieron con pujanza
ante cada intento de la Corona británica de limitarlos, convirtiéndose dicho
conflicto en una de las causas del movimiento independentista. Esto tuvo una
expresión política en el hecho de que las principales figuras implicadas en ese
intercambio, serían claves en el financiamiento, aprovisionamiento, espionaje y
otras formas de apoyo al movimiento independentista de Norteamérica. Fueron sus
más célebres exponentes: del lado norteamericano, Robert Morris, traficante
negrero; el cerebro financiero de la guerra de independencia de los Estados
Unidos, como se le llamaba, y por Cuba –aunque de origen español-, el
comerciante Juan Miralles, primer representante de España ante los rebeldes.
Miralles sería uno de
los hombres más admirados por George Washington, a tal punto que, por voluntad del propio líder norteamericano,
fallecería en su casa en Morristown, Nueva Jersey, el 28 de abril de 1780,
atendido por su esposa y médico personal, víctima de una mortal enfermedad. Al
ocurrir su deceso, Washington ordenó que se le rindieran honores militares y en
sus funerales participaron además del futuro primer presidente de los Estados
Unidos, La Fayette, Hamilton, Morris y otros importantes líderes
norteamericanos y oficiales franceses. “En este país se le
quería universalmente y del mismo modo será lamentada su muerte”, expresó Washington ante la desaparición física de Miralles. [v]
Durante la lucha
independentista de las colonias inglesas en Norteamérica, Miralles fue un
activo agente al servicio del espionaje español.[vi] Su ayuda se concretó en la
creación, junto a Robert Morris, de una amplia red de abastecimientos de ropa,
alimentos, armas y medicinas para las fuerzas independentistas norteamericanas,
que tenía en La Habana su epicentro fundamental.
Luego de declarada la
guerra entre España y Gran Bretaña, el 23 de junio de 1779, La Habana sería
también un núcleo importante de las operaciones militares y el puente
ineludible para intensificar la ayuda comercial, financiera y militar a los
rebeldes, la cual se canalizaba a través de la Luisiana y por una ruta naviera
creada desde 1778 por Miralles y Morris entre La Habana y Filadelfia.
El 27 de agosto de
1779, dos meses después de la declaración de guerra, el general español
Bernardo Gálvez avanza sobre las Floridas. Va al frente de un ejército que
conforman criollos de Cuba y suma victoria tras victoria. Refuerzan también sus
tropas batallones de Pardos y Morenos de La Habana. Un año más tarde, Gálvez
pone sitio a Pensacola, el punto más fuerte de los ingleses en la costa
antillana de Norteamérica.
La victoria se
alcanza gracias al refuerzo recibido de tropas de La Habana conducidas por el
general Juan Manuel de Cajigal y Monserrate, que es el primero en entrar a la
ciudad. Con el dominio de este enclave se garantizó el control del cauce del
río Mississippi y, por lo tanto, la ruta de abastecimientos a los rebeldes que
empleaban los barcos peninsulares, franceses, habaneros y norteamericanos.
Por su destacada
participación en la acción, Cajigal sería el primer cubano en ser nombrado por
la Corona española gobernador interino de la Isla, el 29 de mayo de 1781. En la
toma de Pensacola y luego durante parte del tiempo en que fungió como Gobernador
de la Isla, Cajigal tuvo como ayudante personal al venezolano Francisco de
Miranda, quien posteriormente trascendería a la historia como el “Precursor de
la Independencia de América Latina”.
Pero, sin lugar a
dudas, la forma más elocuente en que se expresó la ayuda de la población cubana
a la causa independentista de los Estados Unidos se materializó cuando hombres
y mujeres acaudalados de La Habana auxiliaron financieramente al general
francés, Jean Baptiste de Vimeur, Conde de Rochambeau, y al mismo Washington, quienes se habían quedado sin recursos para
sufragar los gastos que implicaban sus planes de asestarle un golpe definitivo
a los ingleses en Yorktown. Washington necesitaba alrededor de 1 200 000 libras
esterlinas, para poder abastecer y pagar a sus tropas.
Después de fracasar
varias gestiones realizadas para la obtención del dinero, el almirante Francois
Joseph Paul, conde de Grasse, que había sido enviado con una poderosa flota
francesa al Atlántico, ordenó que la fragata Aigrette se dirigiera a Cuba para comunicar la urgencia de la necesidad de este financiamiento. De
inmediato, se realizó en la Isla una recaudación pública con la colaboración de
las autoridades eclesiásticas y gubernamentales, junto a determinados sectores
populares. Varias fuentes aseguran que las damas habaneras entregaron parte de
sus joyas. También se refieren a una decisiva participación de Francisco de
Miranda en la recogida de los fondos, aunque otros datos lo ponen en duda.[vii]
En total se reunió la cifra de 1 800 000 pesos de ocho reales, que fueron
entregados al joven oficial francés Claudio Enrique de Saint-Simon, el
posterior famoso escritor y socialista utópico. Con esta importante suma de
dinero se pudo pagar a las tropas independentistas, cubrir gastos de abastecimiento
e iniciar el avance contra las fuerzas del general británico Charles Cornwallis
en la región virginiana de Yorktown. Después de varios días de combate, las
tropas británicas se rindieron y el 31 de octubre de 1781 firmaron la
capitulación. [viii]
Finalmente en 1783,
mediante el Tratado de París, los ingleses reconocieron la independencia de las
Trece Colonias.
Basados en estos
hechos históricos, que aun ameritan una mayor atención de los investigadores,
podemos entonces afirmar, no solo que Cuba no debe su independencia a los
Estados Unidos, como demostró en magistral ensayo el historiador Emilio Roig de
Leuchesering, [ix]sino que la independencia de los Estados Unidos tiene mucho
que agradecerle a los cubanos.
Notas
[i] También se obvia
el apoyo de tropas haitianas.
[ii] La mayoría de
los textos históricos utilizados en los distintos niveles de enseñanza de las
escuelas cubanas no comprenden esta historia. El Dr. Eduardo Torres Cuevas ha
sido uno de sus mayores divulgadores y logró incluir una síntesis de estos
pasajes en su libro –en coautoría con el Dr. Oscar Loyola Vega- Historia de Cuba 1492-1898. Formación y liberación Nacional, Editorial Pueblo y
Educación, La Habana, 2001, t.1, pp.120-124.
[iii] Eduardo Torres
Cuevas, “Lo que le debe la independencia de Estados Unidos a Cuba. Una ayuda
olvidada”, en: En Busca de la
Cubanidad, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006, t.1, p.133.
[iv] Ibídem, p.155.
[v] Ibídem, p.169.
[vi]La figura de
Miralles aún no ha sido suficientemente investigada, como bien afirma Torres
Cuevas. Si Herminio Portell Vilá le rinde especiales honores en su obra, Historia de Cuba. En sus relaciones con los Estados Unidos y España, t.1, el propio
Torres Cuevas lo cataloga como “uno de los más inescrupulosos comerciantes y
contrabandistas de La Habana”, en: Ob.cit, p.157.
[vii] Véase Ernesto
Limia, Cuba Libre. La Utopía
Secuestrada, Ediciones Boloña, La Habana, 2013, pp.33-41.
[viii] Eduardo Torres
Cuevas, Ob.Cit, pp.168-169
[ix] Emilio Roig de
Leuchsenring, Cuba no debe su
independencia a los Estados Unidos, Ed. La Tertulia, La Habana, 1950.
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