30 septiembre 2015, Rebelión
http://www.rebelion.org (México)
Los próximos 15 años serán decisivos para el futuro de nuestro planeta.
Durante este período, nos enfrentaremos a algunos de los mayores desafíos del
siglo XXI, en medio de una transición continua y profunda en la economía
global. Somos la primera generación que puede acabar con el hambre y hacer que
la seguridad alimentaria y nutricional sea verdaderamente universal. Y tal vez
también somos la última generación en condiciones de evitar daños irreversibles
provocados por el cambio climático.
Los próximos 15 años serán decisivos para el futuro de nuestro planeta. Durante este período, nos enfrentaremos a algunos de los mayores desafíos del siglo XXI, en medio de una transición continua y profunda en la economía global.
Los próximos 15 años serán decisivos para el futuro de nuestro planeta. Durante este período, nos enfrentaremos a algunos de los mayores desafíos del siglo XXI, en medio de una transición continua y profunda en la economía global.
La superación del hambre y la
pobreza extrema son los retos más importantes. Hoy en día casi 800 millones de
personas no tienen suficiente alimento para comer a pesar de que se produce
suficiente comida en el mundo para alimentar a todos. Es evidente que
necesitamos soluciones urgentes para superar los cuellos de botella
estructurales que impiden que los que padecen hambre tengan acceso a los
alimentos.
En otras palabras, la inclusión
social debe convertirse en
la columna vertebral del desarrollo. Sin embargo, no
vamos a lograr ni la inclusión social ni el desarrollo, a menos que nuestras decisiones
estén guiadas por la sostenibilidad.
Somos la primera generación que
puede acabar con el hambre y hacer que la seguridad alimentaria y nutricional
sea verdaderamente universal. Y tal vez también somos la última generación en
condiciones de evitar daños irreversibles provocados por el cambio climático.
El marco político necesario para
avanzar en la dirección correcta requiere un grado sin precedentes de
compromiso político.
Entre el 25 y el 27 de septiembre,
en una cumbre en Nueva York, se dio un importante paso en este sentido, cuando
la comunidad internacional respaldó los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, con una agenda ambiciosa para cambiar el mundo para mejor en los próximos
15 años.
Este nuevo pacto global para el
futuro incluye crucialmente acabar con la pobreza y el hambre para el año 2030,
la mitigación y adaptación al cambio climático y la búsqueda de formas más
sostenibles de hacer que la oferta satisfaga a la demanda.
Las decisiones que tomamos como
consumidores se han vuelto tan importantes para el futuro como los que tomamos
como productores.
Además de los cerca de 800 millones
de personas que sufren desnutrición crónica, la malnutrición es también un
problema importante con unos dos mil millones de personas que sufren de
deficiencias de micronutrientes y 500 millones de personas que sufren de
obesidad, esta última una enfermedad que va en aumento en muchos países de
ingresos medios y altos.
El mundo que se prevé a través de la
consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible no es una quimera
inalcanzable. No es una utopía; podemos hacerlo realidad.
La solución está en el problema. A
medida que la riqueza sigue ganando distancia a la justicia, la supervivencia
depende más y más del imperativo de la cooperación.
O construimos un futuro para todos,
o no habrá futuro aceptable para nadie. Cualquier duda al respecto palidece
ante el éxodo que estamos presenciando, donde los refugiados arriesgan sus
vidas en un intento desesperado por encontrar una vida mejor en otro lugar.
Más de 70 por ciento de la
inseguridad alimentaria en el mundo se concentra en las zonas rurales de los
países pobres y en desarrollo.
Una de las soluciones es reconocer y
apoyar el papel que la agricultura familiar a pequeña escala puede desempeñar
para lograr hambre cero de una manera sostenible.
Para lograr esto, necesitamos
políticas públicas que desarrollen las capacidades de las personas, apoyar la
producción, facilitar el acceso al crédito financiero, la tecnología y otros
servicios y promover la cooperación internacional.
Para erradicar el hambre y la
pobreza debemos empezar por ir más allá de hacer frente a situaciones de
emergencia cuando se producen y en su lugar dirigir nuestros esfuerzos a hacer
frente a las condiciones que las causan.
El costo del fracaso está claro. Si
prevalece enfoque de negocio como el que ha habido hasta ahora, en 2030 todavía
tendremos 650 millones de personas que padecerán hambre.
Hemos estimado que para acabar con
el hambre para el año 2030 se requieren una combinación de inversiones en
protección social y agricultura y desarrollo rural de unos 267.000 millones de
dólares. Esto significa alrededor de 160 dólares al año para cada persona que
sufre hambre.
Esto es más o menos el precio de un
teléfono celular. Se trata de una cantidad relativamente pequeña a pagar con el
fin de liberar al mundo del flagelo del hambre y de hacerlo durante nuestras
vidas.
*José Graziano da Silva, director
general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO)
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/09/quince-anos-y-para-siempre/
José Graziano da Silva, Naciones Unidas, alimentación, agricultura, FAO, protección
social, agricultura, desarrollo rural, Objetivos de Desarrollo Sostenible, siglo XXI, hambre, teléfono celular
Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2015/09/quince-anos-y-para-siempre/
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