20 junio 2014, ADITAL, Agencia de Información Fray
Tito para América Latina http://site.adital.com.br (Brasil)
Manuel Humberto Restrepo Domínguez*
La paz es el mandato que recibe Santos para reiniciar
un nuevo gobierno. Pasará a la historia como un plebiscito por la paz y contra
la guerra, no como una buena evaluación a su gobierno actual. Santos no podrá
reducir la agenda de estado al programa de un partido o de la llamada unidad
nacional, tiene en sus manos una agenda de paz para cerrarla y empezar su
ejecución material.
Esta vez los votos adicionales respecto a su contendor
son votos sociales, salidos de la abstención que sigue siendo la ganadora
indiscutible de un sistema caduco. Estos votos sumaron junto a las militancias
políticas de izquierda, conservadores o verdes.
Como un retrato en su escritorio los votos sin nombre
estarán haciéndole memoria a Santos de que para el nuevo gobierno quizá miles
de votos altamente significativos vinieron de intelectuales, académicos,
artistas, obreros, campesinos, mineros, estudiantes, que estaban afuera de la
lucha política electoral y llegaron
en silencio en el último momento a aportar
al millón de votos que le permitió superar a su contendor del régimen Uribista.
Eso habrá de entenderlo el presidente para gobernar sin triunfalismo, sin
prevalencia por los suyos y sus tradicionales electores.
Para garantía de la gobernabilidad no hubo una votación,
hubo un plebiscito entre la continuidad de la guerra representada por la
extrema derecha y su finalización representada por la derecha tradicional. El
plebiscito lo gano la paz y contra la guerra y el mandato es para Santos. Hubo
siete millones de votos a favor de avanzar hacia el fin del conflicto armado y
el cese del uso de las armas como instrumentos, como medio principal para el
ejercicio político.
El presidente está llamado a reiniciar desde ahora su
mandato y en el inmediato presente ya hay tareas y retos significativos
esperándolo. Hay un cambio de agenda de estado y lo primero será provocar una
crisis ministerial inmediata. Cambiar sin dilaciones al ministro de guerra,
quien con el nuevo mandato es también revocado por su papel de representante de
los señores de la guerra y por la inmoralidad de sus arengas y llamados a la
muerte. Éste llamado a deshacer alianzas regionales con los sectores políticos
y abrir los espacios para la entrada de sectores sociales hasta hoy
silenciados. Y éste llamado a impulsar y logar de inmediato la invalidez de
toda reelección, tanto presidencial como de los demás cargos públicos decididos
por vía electoral o consultiva.
Su condición de candidato presidente no le permitió
gobernar los últimos cinco meses y no cabe duda que esta figura ha sido para
mal del país, de la débil democracia y de la tranquilidad pública. Pero
comienza un buen momento para que reinicie su mandato, abriendo espacios
democráticos donde estaban cerrados. Buen momento y suficiente respaldo político
y social para gobernar con los compromisos propios de la democracia, la que se
construye a la luz pública, sin cartas escondidas, sin deudas que pagar por
cada voto conseguido.
Gana la derecha pero no por cuenta propia, lo hace con
el apoyo del centro, la izquierda, los independientes y los inconformes. Gana
la paz como posibilidad real para crear condiciones favorables hacia la
reducción de las desigualdades y el sostenimiento de las libertades ya ganadas.
Los votos que determinaron el triunfo electoral no son enumerables, no dan
siquiera un margen para determinar su origen o en su defecto alguien pretender
alzarse con el triunfo. Ha sido una situación inédita, distinta. Son votos
colombianos, de gentes sin partido, de gentes que no necesitaron de alianzas,
ni esperan entrar a ninguna sala de reparto específico, eso los convierte en
celosos guardianes anónimos de una bandera de que entregan a las movilizaciones
sociales.
Ganó el país con el fin de un tedioso, odioso y
peligroso momento de la reciente historia en la que han corrido los ríos de
sangre que pidieron a sus subalternos algunos generales y el todo vale hizo
carrera en todos los espacios políticos. Se ha cerrado un capitulo degradado de
campaña electoral sin ética ni política, sin principios ni responsabilidades.
Los candidatos, dijeron cosas que no cumplirán, prometieron, engañaron, eso era
sabido por los votantes, pero no había otra salida. El pueblo otra vez fue
conducido desde arriba, desde adentro de los centros de pensamiento de una
derecha muy astuta a la que pocas cosas se le quedan por llenar con estrategias
en su favor.
Ganó una derecha tan débil como la democracia misma y
cercana a su derrota como proyecto político, pero victoriosa y hábil para
cubrir con legalidad su falta de legitimidad. Eso lo sabe el pueblo que entregó
sus votos invocando la paz. Como en 1789 esta vez se juntaron las clases
sociales antagónicas para dar apertura a la posibilidad de construir en
colectivo un nuevo pacto social. Por eso esta vez el pueblo estuvo en las calles
para ponerle sus votos a su enemigo de clase y así evitarle su derrota a manos
de una derecha extrema que crece y se alimenta con el odio y con las voces y
prácticas de la muerte, de la guerra sin fin. Paradójica pero necesariamente el
pueblo salió a contribuir con su adversario para reafirmar que busca en serio
la salida final a la guerra.
Los votos que rubricaron la victoria pocos o muchos,
no lo sabremos tan pronto, son votos sin alianzas, con éticas, con
responsabilidades comunes y disposición para reconstruir al estado de derecho y
por garantías inmediatas para los derechos conquistados. Este pueblo que dio
sus votos a favor de santos, no lo hizo ganador, pero sin ellos quizá no
hubiera ganado. La grandeza de Santos II será poder desprenderse del Santos
actual y entender que los votos para ganar no fueron por Santos, fueron por un
propósito, por una causa común: La paz sin esperar recompensa.
*MANUEL HUMBERTO RESTREPO DOMÍNGUEZ: Escritor- Periodista. Columnista desde hace15
años en el medio "El Diario” Profesor Titular de la Universidad Pedagógica
y Tecnológica de Colombia. Profesor titular de la UPTC, Facultad de Derecho.
Ph.D en derechos humanos y en Filosofía
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