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POR UNA HERMANDAD PLANETARIA DE LOS PUEBLOS
Hace 50 años, grandes líderes levantaron las banderas de la lucha
anticolonial y decidieron marchar junto a sus pueblos por el camino de la
soberanía y de la independencia.
Eran tiempos donde potencias mundiales y transnacionales disputaban
el dominio sobre territorios y recursos naturales para seguir engrandeciéndose
a costa de la pobreza de los pueblos del Sur.
En este contexto, el 15 de junio de 1964, al concluir la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, 77 países del
Sur se reunieron (AHORA SOMOS 133 + CHINA) para mejorar su capacidad de
negociación comercial conjunta, desde un bloque que promueva sus intereses
colectivos, respetando las decisiones soberanas.
A lo largo de estos 50 años, los países trascendieron en sus
planteamientos impulsando resoluciones en Naciones Unidas y acciones comunes
favorables al desarrollo sustentado en la cooperación Sur-Sur, a un nuevo orden
económico mundial, a la responsabilidad sobre
el cambio climático, y a las
relaciones económicas en el marco de tratamientos preferenciales.
En este camino, destaca la lucha por la descolonización del mundo,
la autodeterminación y soberanía de los pueblos sobre los recursos naturales.
Pese a todos los esfuerzos y luchas por la igualdad y justicia de
los pueblos del mundo, las jerarquías y desigualdades planetarias se han
incrementado.
Hoy 10 países del mundo controlan el 40% de la riqueza de
todo el planeta; 15 empresas transnacionales controlan el 50% de la producción
mundial.
Hoy, como hace 100 años a nombre del libre mercado y de la
democracia, un puñado de potencias imperiales invade países, bloquea el
comercio, impone precios al resto del mundo, asfixia economías nacionales,
conspira contra gobiernos progresistas y recurre al espionaje contra los
habitantes del planeta.
Una reducida élite de países y empresas transnacionales dominan
autoritariamente los destinos del mundo, de sus economías y sus recursos
naturales.
La desigualdad económica y social entre regiones del mundo, entre
países, entre clases sociales, entre ciudadanos, se ha incrementado de manera
abusiva.
El 0,1% de la población mundial es propietaria del 20% del
patrimonio de la humanidad. Si en 1920, en Estados Unidos, un gerente de
empresa ganaba 20 veces el salario de un obrero, actualmente gana 331 veces.
Pero esta manera injusta de concentrar la riqueza, esta manera
depredadora de destruir la naturaleza, está generando también una crisis
estructural que la vuelve insostenible en el tiempo.
Se trata de una crisis estructural, porque afecta a todos los
componentes del propio desarrollo del capitalismo, es decir es una crisis
financiera, energética, climática, hídrica, alimentaria, institucional y de
valores, que se retroalimentan unas a otras. Es decir es una crisis de la
propia civilización capitalista.
La crisis financiera se produjo por la codicia por mayores
ganancias del capital financiero, que generó una profunda especulación
financiera internacional, favoreciendo a algunos grupos, corporaciones
transnacionales o centros de poder que concentraron la riqueza.
Se trata de burbujas financieras que generan ganancias
especulativas, que al final revientan, y con ello arrastran a la pobreza a
trabajadores que recibieron créditos baratos; a ahorristas de clase media que
confiaron sus depósitos a codiciosos especuladores que de la noche a la mañana
quiebran o llevan sus capitales a otros países, provocando la bancarrota de
naciones enteras.
Estamos enfrentando, también, una crisis energética marcada por el
consumo excesivo en los países desarrollados, por la contaminación de fuentes
de energía y el acaparamiento energético por parte de las transnacionales.
Paralelamente vemos una reducción de reservas a nivel mundial,
altos costos de extracción de petróleo y gas, con una menor capacidad de
producción por el agotamiento gradual de los combustibles fósiles y el cambio
climático global.
La crisis climática obedece a la anarquía de la producción
capitalista, cuyos niveles de consumo e industrialización descontrolada han
generado un exceso de emisiones de gases contaminantes provocando el
calentamiento global y desastres naturales que afectan al mundo entero.
Desde hace más de 15 mil años hasta la industrialización
capitalista, la presencia de gases con efecto invernadero no sobrepasaba las
250 partículas por millón de moléculas en la atmósfera.
Desde el siglo XIX y en particular en el siglo XX y XXI, fruto de
la acción del capitalismo depredador, hemos pasado a 400 partículas, llevando a
un irreversible calentamiento de la atmósfera, con sus secuelas de catástrofes
climáticas que afectan, en primer lugar, a los pueblos más pobres y vulnerables
del Sur, particularmente a los países insulares producto del deshielo de los
glaciares.
El calentamiento global, a su vez genera una crisis hídrica,
profundizada por la privatización, agotamiento de fuentes y mercantilización
del agua dulce, incrementando progresivamente la cantidad de población que no
puede acceder al agua potable.
La escasez de agua en diversas regiones del planeta está
conduciendo a conflictos armados y guerras que agravan aún más la
disponibilidad de este recurso considerado como no renovable.
Como tendencia se observa un crecimiento de la población y una
reducción en la producción de alimentos, lo que deriva en una crisis
alimentaria.
A esto se suma la disminución de tierras productoras de alimentos,
los desequilibrios entre el campo y la ciudad, el monopolio de empresas
transnacionales en la comercialización de semillas e insumos agrícolas y la
especulación en el precio de los alimentos.
El modelo imperial concentrador y especulador, generó a su vez una
crisis institucional marcada por una desigual e injusta estructura de
poder mundial, en especial en el Sistema de Naciones Unidas, el Fondo Monetario
Internacional, la Organización Mundial del Comercio, entre otros.
Fruto de todo ello, los derechos sociales de los pueblos están en
peligro. La promesa de igualdad y justicia planetaria es cada vez más lejana y
la existencia de la propia naturaleza está amenazada de extinción.
Hemos llegado a un límite y hay que tomar acciones mundiales
urgentes para salvar a la sociedad, a la humanidad y a la Madre Tierra.
En Bolivia, hemos comenzado a dar pasos en este sentido. Hasta el
año 2005 en Bolivia se aplicaba la política neoliberal que generó concentración
de la riqueza, desigualdad social y pobreza, incrementando la marginación,
discriminación y exclusión social.
En Bolivia, la lucha histórica de los movimientos sociales,
especialmente del movimiento indígena originario campesino, nos ha
permitido iniciar pacíficamente, mediante el voto y sin utilizar la violencia,
una Revolución Democrática y Cultural que destierre la exclusión, la
explotación, el hambre, el odio, para reconstruir el camino del equilibrio, de
la complementariedad, del consenso con identidad propia, del Vivir Bien.
A partir del año 2006, el Gobierno Boliviano aplicó una nueva
política económica y social, expresada en un nuevo Modelo Económico Social
Comunitario y Productivo, cuyos ejes fundamentales son: la nacionalización de
los recursos naturales, la recuperación para beneficio de todos los bolivianos
del excedente económico, la redistribución de la riqueza y la participación
activa del Estado en la economía.
El 2006 el Estado y el pueblo tomamos la decisión política,
económica y social más relevante: la nacionalización de los hidrocarburos, que
se constituye en el eje central de nuestra revolución. Con esta medida, el
Estado participa y controla la propiedad de los hidrocarburos e industrializa
el gas natural.
Contrariamente a la consigna neoliberal del crecimiento económico
en base a la demanda externa (“exportar o morir”), el nuevo modelo apostó por
combinar las exportaciones con el crecimiento del mercado interno, impulsada
principalmente por las políticas redistributivas del ingreso, descongelamiento
e incrementos sucesivos del salario mínimo nacional, aumentos salariales
anuales superiores a la tasa de inflación, subvenciones cruzadas y bonos de
transferencias a los más necesitados.
Todo esto permitió que la economía boliviana incremente su Producto
Interno Bruto de 9 mil a más de 30 mil millones de dólares, en los últimos ocho
años.
La nacionalización de los hidrocarburos, el crecimiento de la
economía boliviana, y la política de austeridad de gastos, permitieron que
tengamos superávit fiscal durante ocho años consecutivos, que contrastan con
los déficits fiscales recurrentes que Bolivia registró durante más de 66 años.
Cuando asumimos el gobierno, la diferencia entre la población más
rica y la más pobre, era de 128 veces. Ahora esa diferencia se redujo a sólo 46
veces. Actualmente Bolivia está entre los 6 países con mejor distribución del
ingreso, en la región.
Esto muestra que los pueblos tenemos opciones y que podemos
derrotar los destinos impuestos por el colonialismo y el neoliberalismo.
Todos estos logros en tan poco tiempo le debemos a la conciencia
social y política del pueblo boliviano.
HEMOS RECUPERADO LA PATRIA PARA TODOS, UNA PATRIA QUE FUE ENAJENADA
POR EL MODELO NEOLIBERAL, QUE VIVIÓ ENVILECIDA POR EL VIEJO SISTEMA DE PARTIDOS
POLÍTICOS Y QUE FUE GOBERNADA DESDE AFUERA COMO SI FUÉRAMOS UNA COLONIA.
HEMOS DEJADO DE SER EL PAÍS INVIABLE COMO NOS DECÍAN LOS ORGANISMOS
FINANCIEROS INTERNACIONALES Y HEMOS DEJADO DE SER UN PAÍS INGOBERNABLE COMO NOS
HACÍA CREER EL IMPERIO NORTEAMERICANO.
HOY DÍA, LOS BOLIVIANOS HEMOS RECUPERADO LA DIGNIDAD Y EL ORGULLO Y
CREEMOS EN NOSOTROS MISMOS, EN NUESTRA FUERZA Y EN NUESTRO DESTINO. QUIERO
DECIRLE AL MUNDO ENTERO CON LA MAYOR HUMILDAD, QUE LOS ÚNICOS ARQUITECTOS
SABIOS Y CAPACES DE CAMBIAR SU FUTURO SON LOS PROPIOS PUEBLOS.
POR TANTO PROPONEMOS CONSTRUIR OTRO MUNDO: TAREAS PARA CONSTRUIR LA
SOCIEDAD DEL VIVIR BIEN.
PRIMERO: DEL DESARROLLO SUSTENTABLE AL DESARROLLO INTEGRAL PARA
VIVIR BIEN, EN ARMONÍA Y EQUILIBRIO CON LA MADRE TIERRA
Necesitamos construir una visión distinta del desarrollo occidental
capitalista, transitando desde el paradigma del Desarrollo Sostenible al
paradigma del Desarrollo Integral para Vivir Bien, que busca no sólo el
equilibrio entre los seres humanos, sino el equilibrio y la armonía con nuestra
Madre Tierra.
Ningún desarrollo es sustentable si la producción destruye la Madre
Tierra, ya que es la fuente de la vida y nuestra existencia. Ninguna economía
es duradera si produce desigualdades y exclusiones.
Ningún progreso es justo y deseable si el bienestar de unos es a
costa de la explotación y la miseria de otros.
El Desarrollo Integral para Vivir Bien significa generar bienestar
para todos, sin exclusiones; significa respetar la diversidad de economías de
nuestras sociedades; respetar los conocimientos locales y respetar la Madre
Tierra y su diversidad biológica, que alimentará a las generaciones venideras.
Desarrollo Integral para Vivir Bien es producir para satisfacer
necesidades reales, y no para ampliar infinitamente las ganancias.
Es distribuir las riquezas, cerrando la herida de la desigualdad, y
no ampliar las injusticias.
Es combinar la ciencia contemporánea con la sabiduría tecnológica
ancestral de los pueblos indígenas, campesinos y originarios que dialoga con
respeto a la naturaleza.
Es pensar en los pueblos y no en los mercados financieros.
Es colocar a la naturaleza como centro de la vida, y al ser humano
como una criatura más de esa naturaleza.
El Desarrollo Integral para Vivir Bien con respeto a la Madre
Tierra no es una economía ecologista para los países pobres, mientras los
países ricos aumentan la desigualdad y la destrucción de la naturaleza.
El desarrollo integral sólo es viable a nivel planetario, si existe
control de los Estados junto a sus pueblos sobre todos sus recursos
energéticos.
Necesitamos tecnologías, inversiones, producción, créditos,
empresas y mercados, no para subordinarlos a la dictadura del lucro y del lujo,
sino para ponerlos al servicio y necesidades de los pueblos, y de la ampliación
de los bienes y servicios comunes.
SEGUNDO: SOBERANÍA SOBRE LOS RECURSOS NATURALES Y ÁREAS
ESTRATÉGICAS
Los países dueños de materias primas debemos y podemos asumir el
control soberano de la producción y también de la industrialización de nuestras
materias primas.
La nacionalización de empresas y áreas estratégicas permite que el
Estado asuma la conducción de la producción, el control soberano de la riqueza
e iniciar la planificación para industrializar las materias primas, y
distribuir la ganancia entre la población.
Ejercer soberanía sobre los recursos naturales y áreas estratégicas
no significa aislarse de los mercados mundiales, es vincularse a estos mercados
para beneficio de nuestros países y no de unos cuantos propietarios privados.
Soberanía sobre los recursos naturales y áreas estratégicas no es impedir la
participación de capitales y tecnología extranjera; es subordinar esa inversión
y esa tecnología a las necesidades de cada país.
TERCERO: BIENESTAR PARA TODOS CONVIRTIENDO LOS SERVICIOS BÁSICOS
COMO DERECHO HUMANO
LA PEOR TIRANÍA QUE ENFRENTA LA HUMANIDAD ES PERMITIR QUE LOS
SERVICIOS BÁSICOS ESTÉN BAJO CONTROL DE LAS EMPRESAS TRANSNACIONALES. ESTO
SIGNIFICA CONDENAR A LA HUMANIDAD AL INTERÉS PARTICULAR Y A LOS OBJETIVOS
MERCANTILES DE UNA MINORÍA QUE SE HACE RICA Y PODEROSA CON LA VIDA Y SEGURIDAD
DE LAS PERSONAS.
POR ESO DECIMOS QUE LOS SERVICIOS BÁSICOS SON INHERENTES A LA
CONDICIÓN HUMANA. ¿CÓMO PUEDE UN SER HUMANO VIVIR SIN AGUA POTABLE, SIN ENERGÍA
ELÉCTRICA O SIN COMUNICACIONES? SI LOS DERECHOS HUMANOS NOS HACEN IGUALES ENTRE
TODOS, LO QUE MATERIALIZA LA IGUALDAD ES EL ACESO UNIVERSAL A LOS SERVICIOS
BÁSICOS. EL AGUA NOS HACE IGUALES COMO LA LUZ O LAS COMUNICACIONES.
Para resolver las inequidades sociales es necesario incorporar en
la legislación internacional y en la normativa nacional de todos los países,
que los servicios básicos (el agua, electricidad, comunicaciones y el
saneamiento básico) son un derecho humano fundamental de las personas.
Esto significa que es una obligación legal de estados el garantizar
la universalidad de los servicios básicos, por encima de costos o de ganancias.
CUARTO: EMANCIPACIÓN DEL ACTUAL SISTEMA FINANCIERO INTERNACIONAL Y
CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA ARQUITECTURA FINANCIERA
Proponemos liberarnos del yugo financiero internacional
construyendo un nuevo sistema financiero que priorice los requerimientos de las
actividades productivas de los países del Sur, en el marco del desarrollo
integral.
Tenemos que crear y fortalecer bancos del Sur que impulsen
proyectos industriales, que refuercen los mercados internos regionales, que
fomenten los intercambios comerciales entre nuestros países, pero en base a la
complementariedad, la solidaridad.
Necesitamos, además, impulsar la regulación soberana de las
actividades financieras mundiales que amenazan la estabilidad de las economías
nacionales.
Debemos desarrollar un mecanismo internacional de reestructuración
de la deuda, que profundiza la dependencia de los pueblos del Sur estrangulando
sus posibilidades de desarrollo.
Debemos sustituir las instituciones financieras como el FMI
por otras que permitan una mejor y mayor participación de los países del
sur en sus estructuras de decisión, hoy capturadas por potencias imperiales.
Es preciso establecer límites a las ganancias especulativas y a la
excesiva acumulación de riqueza.
QUINTO: CONSTRUIR LA GRAN ALIANZA ECONÓMICA, CIENTÍFICA,
TECNOLÓGICA Y CULTURAL DE LOS PAÍSES DEL G77 + CHINA
Después de siglos de colonialismo, de transferencias de riqueza a
las metrópolis imperiales y de empobrecimiento de nuestras economías los países
del sur han comenzado a retomar una importancia decisiva en el desarrollo de la
economía mundial.
Asia, África y Latinoamérica no sólo son el 77% de la población
mundial, sino también representan cerca del 43% de la economía mundial; y esta
importancia va en crecimiento. Los pueblos del Sur somos el futuro del mundo.
Para reforzar y planificar esta inevitable tendencia mundial necesitamos
tomar medidas inmediatas.
Necesitamos intensificar los intercambios comerciales entre los
países del sur y orientar nuestras actividades productivas en función de los
requerimientos de otras economías del sur, en base a la complementariedad de necesidades
y capacidades.
Necesitamos programas de transferencia tecnológica entre los países
del Sur. La soberanía y el liderazgo tecnológico imprescindible para una nueva
economía mundial con justicia no lo podrá lograr cada país por sí mismo.
La ciencia tiene que ser un patrimonio de toda la humanidad, y al
servicio del bienestar de todos; sin exclusiones ni hegemonismos. Para un
futuro digno de todos los pueblos del mundo, necesitamos una integración para
la liberación. No una cooperación para la dominación.
Para llevar adelante estas dignas tareas al servicio de los pueblos
del mundo invitamos a integrarse al G77 a Rusia y otros países que son nuestros
hermanos en necesidades y compromisos.
Nuestra alianza del G77 no cuenta con una institución propia que
efectivice los planteamientos, declaraciones y planes de acción de nuestros
países. Por ello, Bolivia propone la constitución del INSTITUTO DE
DESCOLONIZACIÓN Y COOPERACIÓN SUR –SUR.
Este instituto estará encargado de proporcionar asistencia técnica
a los países del Sur, para profundizar la implementación de las propuestas del
G77 + China.
También otorgará asistencia técnica y fortalecimiento institucional
para el desarrollo y la autodeterminación; para llevar a cabo investigaciones;
y proponemos que la sede del instituto de descolonización se encuentre en
Bolivia.
SEXTO: ERRADICAR EL HAMBRE DE LOS PUEBLOS DEL MUNDO
Es un imperativo en el mundo erradicar el hambre y promover que se
aplique y se ejerza plenamente el derecho humano a la alimentación.
La priorización de la producción de alimentos debe contar con la
participación de los pequeños productores y comunidades indígenas campesinas,
que son las que preservan un conocimiento ancestral en lo que se refiere a la
producción de alimentos.
Para lograr la erradicación del hambre, los países del sur debemos
generar condiciones para el acceso democrático y equitativo a la propiedad de
la tierra, que no permita el monopolio de este recurso a través del latifundio,
pero que tampoco fomente la fragmentación minifundista e improductiva.
Consolidar la soberanía y seguridad alimentaria, mediante el acceso
a los alimentos sanos y saludables para el bienestar de la población.
Eliminar los monopolios transnacionales en la provisión de insumos
agrícolas para garantizar seguridad alimentaria con soberanía.
Que cada uno de nuestros países garantice los alimentos básicos y
propios que consume su población a partir del fortalecimiento de sus prácticas
productivas, culturales, ecológicas, así como el intercambio solidario entre
pueblos. A su vez, los Estados tenemos que responsabilizarnos de garantizar la
energía eléctrica, la integración vial, el acceso al agua, y fertilizantes
orgánicos.
SÉPTIMO: FORTALECER LA SOBERANÍA DE LOS ESTADOS SIN
INTERVENCIONISMO, INJERENCIA NI ESPIONAJE
Propiciar en el marco de las Naciones Unidas, una nueva
institucionalidad para el Nuevo Orden Planetario para el Vivir Bien.
Las instituciones que emergieron después de la Segunda Guerra
Mundial, como las Naciones Unidas, hoy requieren una profunda transformación.
Se requieren organismos internacionales que fomenten la paz, que
eliminen las jerarquías mundiales y que promuevan la igualdad entre los
Estados.
Por ello, tiene que desaparecer el Consejo de Seguridad de la ONU
porque en vez de asegurar la Paz entre las naciones ha promovido la guerra y
las invasiones de potencias imperiales para apoderarse de los recursos
naturales de los países invadidos. Hoy en vez de Consejo de Seguridad hay un
Consejo de Inseguridad y de Invasión Imperial.
Ningún país, ninguna institución o interés puede justificar la
invasión de un país por otro. La soberanía de los Estados y la resolución
interna de los conflictos de cada país, es la base fundamental de la paz y de
las Naciones Unidas.
Denuncio aquí el bloqueo económico injusto contra Cuba, las
agresivas e ilegales políticas del gobierno de los Estados Unidos contra
Venezuela, incluyendo la iniciativa legislativa del Comité de Relaciones
Exteriores del Senado dirigida a imponer sanciones a este país afectando su
soberanía e independencia política, en clara violación de los principios y
propósitos de la Carta de las Naciones Unidas.
Esa es la persecución y el golpismo internacional que constituye el
colonialismo moderno, el colonialismo de esta nueva época.
Es este nuevo tiempo, en estos tiempos del Sur, debemos ser capaces
de superar y sanar las heridas heredadas por guerras fratricidas alentadas por
intereses capitalistas foráneos, debemos consolidar esquemas de integración que
faciliten nuestra convivencia pacífica, nuestro desarrollo y nuestra fe en
valores compartidos como la justicia.
Solamente juntos podremos lograr una vida digna para nuestras
naciones.
OCTAVO: RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA DE LOS ESTADOS
El tiempo de los imperios, de las jerarquías coloniales y de las
oligarquías financieras se está terminando. Por todas partes vemos a los
pueblos del mundo demandar su protagonismo en la historia.
El siglo XXI tiene que ser el siglo de los pueblos, de los obreros,
de los campesinos, de los indígenas, de los jóvenes, de las mujeres; es decir,
de los oprimidos.
El protagonismo de los pueblos significa la renovación y
profundización de la democracia. Tenemos que complementar la democracia
electoral con la democracia participativa y con la democracia comunitaria.
De la limitada gobernabilidad partidaria y parlamentaria tenemos
que pasar a la gobernabilidad social de la democracia.
Eso significa que para tomar decisiones estatales, se debe tomar en
cuenta la deliberación de los parlamentos, pero también la deliberación de los
movimientos sociales que permiten fluir la energía viva de nuestros pueblos.
La renovación de la democracia en este nuevo siglo también requiere
que la acción política se constituya en un completo y permanente servicio a la
vida, que es, a su vez, un compromiso ético, humano y moral con nuestros
pueblos, con los más humildes.
Y para ello, debemos recuperar los códigos de nuestros ancestros:
no robar, no mentir, no ser flojo y no ser adulón.
Democracia es también distribución de la riqueza y ampliación de
los bienes comunes que tiene la sociedad.
Democracia es subordinación de los gobernantes a las decisiones de
los gobernados.
Democracia no es beneficio personal de los gobernantes ni
mucho menos abuso de poder: es servicio amoroso y abnegado hacia el pueblo. Es
la entrega del tiempo, del conocimiento, del esfuerzo y de la propia vida para
alcanzar el bienestar de los pueblos y de la humanidad.
NOVENO.- UN NUEVO MUNDO DESDE EL SUR PARA TODA LA HUMANIDAD
Ha llegado el tiempo de las naciones del sur.
Antes fuimos colonizados y esclavizados, y con nuestro trabajo
robado se levantaron los imperios del Norte.
Hoy, a cada paso que damos por nuestra liberación los imperios
entran en decadencia y comienzan a derrumbarse.
Pero nuestra liberación no es solo la liberación de los pueblos del
Sur. Es a la vez la liberación de la humanidad entera porque nosotros no
luchamos para dominar a otros; luchamos para que nadie domine a otro.
Y a la vez solo nosotros podemos salvar a la fuente de toda vida y
de toda sociedad: La Madre Tierra que ahora está amenazada de muerte por la
angurria de un capitalismo depredador y enloquecido.
Hoy otro mundo no solo es posible sino que es imprescindible.
Hoy otro mundo es imprescindible porque si no, no habrá ningún
mundo posible.
Y ese otro mundo de igualdad, de complementariedad, de convivencia
orgánica con la madre tierra solo puede surgir de los mil idiomas, de los mil
colores, de las mil culturas hermanadas de todos los Pueblos del Sur.
Santa Cruz, 14 de junio de 2014
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