Merced a su férreo
control de la prensa gráfica, radial y televisiva la derecha vernácula y el
imperialismo denuncian al gobierno bolivariano por acosar a la oposición y
reprimir manifestaciones “pacíficas”, siendo que sólo lo ha hecho luego de que
las fuerzas de seguridad del estado tolerasen toda clase de agresiones, de
hecho y de palabra, y que los sediciosos se lanzaran “pacíficamente” a
incendiar edificios gubernamentales, medios de transporte o a destruir centros
de salud, escuelas o cualquier propiedad pública.
La pregunta es ociosa,
decíamos, porque la injerencia de Estados Unidos en Venezuela obedece a la
propia lógica del imperio: dado que Washington ejerce un poder global,
planetario, si bien declinante, sería absurdo pensar que permanecería de brazos
cruzados en un país que al día de hoy cuenta con la mayor reserva petrolera
(comprobada por fuentes independientes) del planeta, superiores a las de Arabia
Saudita y situado a pocos días de navegación de su gran centro receptor de
petróleo importado, Houston. Estados Unidos se involucra permanentemente en
todos los países, con variable intensidad según su significación geopolítica
global. Como Venezuela tiene una importancia excepcional en este rubro no es
casual que
la Casa Blanca haya ejercido una permanente vigilancia e influencia
a lo largo de todo el siglo veinte, para asegurar que la riqueza petrolera
sería explotada por las empresas apropiadas; que luego del Caracazo
intensificara su injerencia ante la certeza de que el viejo orden de la Cuarta
República se estaba desmoronando; y que con la llegada de Hugo Chávez Frías al
gobierno conspirara activamente para derrocarlo, primero promoviendo y reconociendo
de inmediato el golpe del 11 de Abril del 2002 y, fracasado éste, impulsando el
“golpe petrolero” de Diciembre 2002-Marzo 2003. Frustrado este nuevo intento y
derrotado su proyecto continental, el ALCA. en Mar del Plata, precisamente
impulsado por Chávez Frías, Estados Unidos trató por todos los medios de acabar
con Chávez y el chavismo. Pero nada de esto resultó como quería el imperio, y
su intromisión en asuntos internos de terceros países sigue su curso. Quien
tenga dudas consulte los datos aportados por Wikileaks o las revelaciones de
Edward Snowden sobre el espionaje a escala planetaria, sobre aliados y enemigos
por igual, practicado por la NSA, la Agencia Nacional de Seguridad.
Para intervenir en
estos países Estados Unidos cuenta con un gran número de agencias e
instituciones: algunas públicas, otras semipúblicas y muchas de carácter
privado pero siempre articuladas con las prioridades de Washington. La CIA es
la más conocida, pero está lejos de ser la única; el Fondo Nacional para la
Democracia (National Endowment for Democracy, o NED) es uno de sus principales
arietes en esta campaña mundial. El NED es un “desestabilizador invisible”,
como lo denomina un experto en el tema, Kim Scipes, de la Universidad Purdue.
En una nota reciente este autor demuestra que pese a que el NED pretende pasar
por “independiente” fue creada por el Congreso de Estados Unidos durante la
presidencia de Ronald Reagan (¡no precisamente un demócrata!) y gracias a un
especial pedido de tan archireaccionario presidente. Cuenta para su
funcionamiento con abultados fondos públicos, aprobados por el Congreso y entre
los miembros pasados y presentes de su Directorio sobresalen los nombres de
algunas de las principales figuras del establecimiento conservador de los
Estados Unidos, como Henry Kissinger (según Noam Chomsky, el principal criminal
de guerra del mundo); Madelein Albright; Zbigniew Brzezinski; Frank Carlucci
(ex Director Adjunto de la CIA); Paul Wolfowitz; el Senador John McCain; el
inefable Francis Fukuyama y otros halcones de la derecha norteamericana. Uno de
sus primeros directivos, Allen Weinstein, de la Universidad Georgetown admitió
en una nota publicada en el Washington Post el 22 de Septiembre de 1991 que
“mucho de lo que hoy hacemos nosotros fue hecho veladamente por la CIA hace 25
años.”1 El NED opera a través de su núcleo central y de una red de institutos,
varios de los cuales han estado actuando intensamente en Venezuela desde 1997,
cuando la marea chavista aparecía ya como inexorable. Los principales son el Instituto
Republicano Internacional (dirigido por McCain); el Instituto Nacional
Demócrata para Asuntos Internacionales (dirigido por Albright); el Centro para
la Empresa Privada Internacional, manejado por la Cámara de Comercio de Estados
Unidos; y el Centro Estadounidense para la Solidaridad Obrera Internacional,
manejado por la AFL-CIO.
En el Informe Anual del
NED correspondiente al 2012, que es el último disponible, se revela que tan
sólo en ese año la NED destinó 1.338.331 dólares a organizaciones y proyectos
en Venezuela, en temas tales como responsabilidad gubernamental, educación
cívica, ideas y valores democráticos, libertad de información, derechos humanos
y otros por el estilo. Pero aparte de ello en ese mismo año se le asignó
465.000 dólares para reforzar al movimiento obrero en América Latina mientras
que el Instituto Republicano Internacional aportaba 645.000 dólares y el
Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales contribuía con otros
750.000 dólares. Estamos hablando de sumas oficialmente registradas aportadas
por la NED. Es decir, la punta del iceberg, si se tiene en cuenta los aportes
por debajo de la mesa hecho por la CIA, la NSA, la DEA y tantas otras agencias
públicas, para ni hablar de los que proceden del mundo privado, por ejemplo la
Fundación Sociedad Abierta de George Soros, o el Diálogo Interamericano, que
también canalizan fondos y ofrecen asistencia técnica para “fortalecer la
sociedad civil en Venezuela”, es decir, para organizar y financiar a la
oposición antichavista inventando un Capriles o un López en ese país, o un
Mauricio Rodas recientemente en Ecuador. Un cálculo hecho por Eva Golinger,
abogada y especialista en la relación Estados Unidos-Venezuela, afirma que
desde el 2002 hasta la fecha los Estados Unidos han transferido por sus
diversas agencias e instituciones “promotoras de la democracia y la sociedad
civil” más de 100 millones de dólares para apoyar las actividades de la
oposición al gobierno bolivariano. Todo esto no sólo en violación a la
legislación vigente en Venezuela sino también a la que Estados Unidos tiene en
su propio territorio, donde está absolutamente prohibido que organizaciones de
terceros países financien a partidos o candidatos en las elecciones que tienen
lugar en ese país. Pero la mentira y el doble discurso son dispositivos
esenciales para el sostenimiento del imperio. Esto fue tempranamente advertido
por Simón Bolívar, quien con su excepcional clarividencia sentenció que “nos
dominan más por la ignorancia que por la fuerza.”
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