3 febrero 2014, El
Ciudadano http://www.elciudadano.cl (Chile)
Por Emir Sader*
El movimiento de
gobiernos progresistas en América
Latina vino para superar y dar vuelta a la página del
neoliberalismo. Tuvieron un comienzo en que se fueron sucediendo, conforme
fueron fracasando los gobiernos neoliberales.
Han atacado los puntos
más débiles del neoliberalismo: la desigualdad social, la centralidad del mercado,
los acuerdos de libre comercio con Estados
Unidos. La derecha de cada país y Washington, perdieron capacidad
de iniciativa.
¿Qué iban a decir sobre
políticas sociales que disminuyen la desigualdad, la pobreza, la miseria y la
exclusión social, producidos por sus gobiernos a lo largo de tanto tiempo? ¿Qué
podrían argumentar en contra de la acción del Estado para resistir a la
recesión producida en el centro del capitalismo? ¿Cómo garantizar derechos
sociales y desarrollo económico, sino impulsados desde el Estado, todavía más
en época de recesión? ¿Qué argumentos podrían tener en contra de la
intensificación del comercio con China y del comercio regional, dos sectores
dinámicos en una economía mundial recesiva? ¿Qué pueden argumentar en contra de
la extensión del mercado interno de consumo popular, que amplía el acceso de la
gente a bienes fundamentales de consumo, a la vez que abre espacio de
realización para la producción nacional?
Las derechas
latinoamericanas, donde se han instalado gobiernos progresistas, han quedado
reducidas a la inacción, a la oposición sin alternativas. Basta con decir que
en los países en que se han aprovechado de gobiernos todavía débiles, para
recuperar el poder -como en Honduras y Paraguay-,
aun ahí lo han hecho por la vía de golpes blandos, hiriendo la misma
institucionalidad construida por ellos.
Pero un revés de esa
dimensión, propiciado por tantos gobiernos progresistas a la vez en América
Latina, aislando como nunca a los Estados Unidos, no podría dejar de tener contraofensivas
de parte de las derechas locales y de Washington. Las primeras reacciones
fueron netamente golpistas, como el intento del 2002 en Venezuela, que fue
el ejemplo
más expresivo y que cerró el período de intentos golpistas de viejo estilo.
Enseguida vinieron
otros intentos, más diversificados. Una modalidad que se repite siempre es el
intento de tildar a los gobiernos de “corruptos”, que se asocia a la idea de
que los partidos de izquierda se apropian del Estado para sus fines y de que
toda fuente de corrupción viene del Estado. La ofensiva en contra del gobierno
de Lula en 2005 es el mejor ejemplo de esta
modalidad.
En Bolivia la derecha retomó la iniciativa
teniendo como tema la reivindicación de la autonomía de provincias en contra
del gobierno central de Evo
Morales. Posteriormente, el tema ecológico fue utilizado por la
oposición para apoyar a marchas en contra del gobierno.
En Argentina, la ofensiva del 2007
en contra del gobierno de Cristina
Kirchner se
centró en la elevación de impuestos –otro tema permanente de la derecha- a la
exportación de la soya. Posteriormente, temas vinculados a la inflación y al
desabastecimiento –al igual de lo que actualmente sucede en Venezuela– son los centros de
las campañas opositoras.
La cuestión de la violencia
y la seguridad pública es regularmente utilizada por los sectores conservadores
en la perspectiva de sembrar pánico en la población y de demandar siempre
actuaciones más duras –en lo policial y en lo penal– de los gobiernos y de los
Estados.
El listado podría ser
más largo y debiera ser, especialmente más detallado. Sin embargo nos basta
para que podamos, en primer lugar, constatar que lo que la Cepal llamara, en su momento, un período
“fácil” de acumulación, ya fue superado. Las derechas se recomponen y contando
con Estados Unidos, buscan recuperar la iniciativa. No tienen propuestas
alternativas de gobierno, oscilan entre afirmar que harán lo mismo, pero
“mejor”, o proponen formas distintas de retroceso a políticas neoliberales, de
lo cual las oposiciones brasileñas son el ejemplo más claro, reivindicando el
equipo económico del gobierno de Cardoso.
Lo que es cierto es que
hoy los gobiernos posneoliberales han logrado un gran apoyo popular,
centralmente por sus políticas sociales, determinantes en el continente más
desigual del mundo. Los discursos políticos logran ciertos grados de
consolidación de esos apoyos –lo que significa hegemonía-, pero cuando hay
fallas en las políticas sociales, directamente por problemas en las áreas
correspondientes o, indirectamente, por ejemplo, cuando procesos inflacionarios
quitan capacidad de compra de los salarios, se pierden apoyos de la población.
Las políticas sociales,
por esenciales que sean, permiten formas de consenso pasivo. De ahí las
sucesivas victorias electorales, aun en medio de los monopolios privados de los
medios de comunicación. Pero el paso de los consensos pasivos –aquellos en que,
consultadas, las personas se pronuncian a favor de los gobiernos, por sus
políticas de carácter popular– a consensos activos, en los que la gente dispone
de argumentos a favor de esas políticas, de valores correspondientes a las
formas de vida solidarias, y se dispone a organizarse y a movilizarse en su
defensa, requiere estrategias específicas, de construcción de hegemonías
alternativas.
Esos análisis tienen
que tomar en cuenta el marco general de la hegemonía conservadora, incluyendo
las formas de vida y de consumo exportadas por Estados Unidos y asumidas por
amplias capas de la población, el monopolio de los medios de comunicación y los
otros factores que componen el período histórico que vivimos en América Latina.
Hay que denunciar
siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de los
Estados Unidos, pero hay que tener conciencia que, cuando logran retomar
iniciativa y logran imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque han
encontrado errores de esas fuerzas. Es hora de un balance de las trayectorias
recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chávez en 1998, pasando por todos los avances
y los tropiezos desde entonces, en la perspectiva de la formulación consciente
de estrategias de hegemonía pos neoliberales, tomando en cuenta las fuerzas
propias y las de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos.
Ellos siempre actuarán
conforme a sus intereses y objetivos. Nos toca tener claros los nuestros, hacer
balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de nuestros
objetivos.
*Sociólogo y cientista político brasileño, es
coordinador del Laboratório de Políticas Públicas da Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj).
Febrero 28 de 2014
Tomado de Alainet.org
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