20 março 2014, Rebelión http://www.rebelion.org (México)
Gene Sharp es un filósofo y politólogo estadounidense,
fundador de la ONG Albert Einstein, cuyo supuesto fin es promover "la
defensa de la libertad y la democracia y la reducción de la violencia política
mediante el uso de acciones no violentas". Su obra, sin embargo, da cuenta
de cinco pasos para provocar golpes suaves: ablandamiento; deslegitimación;
calentamiento de calle; combinación de formas de lucha y fractura
institucional. ¿Cómo se dan estas etapas frente a los gobiernos posneoliberales
de nuestro continente? ¿Qué similitud tienen con lo ocurrido durante el último
mes en Venezuela?
Mediante el primer paso
del “manual” Sharp -- su libro
sugestivamente titulado ”De la dictadura a la democracia”, que ha sido
paradójicamente utilizado casi siempre contra gobiernos democráticamente
electos -- se busca la
promoción de acciones provistas a generar un clima de malestar social en el
país, desarrollando matrices de opinión sobre problemas reales o potenciales.
La muletilla predilecta suele ser, en este primer momento, la promoción de
denuncias de corrupción estatal que, en gran parte de los casos, no han sido
comprobadas, pero influyen en generar “clima” -- tanto antigubernamental, como
antiestatal, como sucedió en la década del 90 para intentar justificar en
nuestros países la ola privatizadora sobre las empresas estatales--.
Con estas denuncias,
fundadas o no, se comienza a “ablandar” la fortaleza que sustenta las bases del
gobierno en curso, apuntando a crear un descontento social creciente. ¿Cómo se
refuerza este primer momento? Se busca la generación de problemas económicos
cotidianos: el desabastecimiento de productos de primera necesidad y una
escalada de precios, por ejemplo, a través del control directo de grupos
monopólicos sobre gran parte de la matriz productiva del país.
Una no
intervención estatal en este primer momento puede resultar muy peligrosa a
mediano plazo, ya que implicaría perder la posibilidad de controlar un área muy
sensible para las necesidades básicas de la población. La creación de mercados
populares, como en Venezuela, o determinadas políticas de control de precios
pueden contribuir a contrarrestar los efectos especulativos.
El siguiente paso es
intentar quitar legitimidad a través de la denuncia de la inexistencia de la
libertad de prensa -desde la misma prensa, valga la paradoja- y un supuesto
avance de este gobierno sobre los derechos humanos -algo que en general no ha
podido ser probado fácticamente en los gobiernos posneoliberales de nuestro
continente-. Se intenta crear la matriz de opinión de un autoritarismo
creciente, bajo un supuesto “pensamiento único”, replicando estas denuncias por
todos los medios masivos privados. La mayor parte de los gobiernos progresistas
en América Latina han afrontado estas primeras dos etapas -- en especial la
segunda--. La frase “vienen por todo”, repetida hasta el hartazgo en varias de
estas experiencias, ha sido el caballito de batalla de sentido común para
intentar erosionar las bases de apoyo de estos gobiernos, fundamentalmente
asentados en las mayorías populares. Así, las modificaciones que apuntan a
lograr una redistribución del espectro radioeléctrico, por ejemplo, han sido
caracterizadas erróneamente como “avances contra la libertad de expresión”. El
problema de trasfondo no es de libertades, sino económico: quienes han puesto
el grito en el cielo han sido precisamente los grandes empresarios mediáticos,
que se han visto amenazados mediante las nuevas legislaciones que buscan poner
límites a los monopolios informativos.
El tercer momento
consiste en la promoción de una “lucha activa callejera”, que bajo
reivindicaciones políticas y sociales confronte de forma directa con el
gobierno. Así, se pueden dar protestas violentas contra las instituciones, tal
como sucedió durante todo el mes de febrero en Venezuela -con el ataque a
fiscalías públicas, casas de gobernadores, mercados populares promovidos por el
Ejecutivo, etc-. Acá encontramos una contradicción notable con el supuesto
paradigma “pacifista” que se ha intentado atribuir a Sharp desde la visión de
algunos analistas internacionales, que han tratado de “embellecer” su obra en
los últimos años.
El anteúltimo paso,
vinculado con las movilizaciones, es la generación de un clima de
“ingobernabilidad”, mediante operaciones de “guerra psicológica” o de cuarta
generación. Así, por ejemplo, se utiliza a los medios masivos privados para
responsabilizar al propio gobierno por las acciones de calle y sus resultados,
ocultando y/o tergiversando información de lo sucedido. La difusión de noticias
falsas, o fotografías de sucesos que se dan en otros lugares del mundo que
rápidamente se “viralizan” por las redes sociales, intenta generar una matriz
de opinión pública a nivel nacional e internacional. Se busca incluso lograr el
apoyo de dirigentes, artistas y personalidades internacionales que, informadas
o no sobre lo que realmente ocurre en ese país, opinan por ser un tema
mediáticamente relevante a escala mundial. Luego, se reproduce esa opinión en
los medios privados nacionales, generando un círculo (des) informativo.
Para finalizar, se
espera que se produzca la fractura institucional, el punto álgido del “manual”
de desestabilización. Para ello se intenta provocar un aislamiento
internacional del gobierno, algo que, de no suceder, puede hacer fallar a los
pasos previos (dos ejemplos de nuestro continente: la rápida reacción de Unasur
frente a los intentos de golpe de 2008 y 2010 en Bolivia y Ecuador,
respectivamente). Si el aislamiento internacional se produce, y los pasos previos
se han cumplido, se intenta forzar la renuncia presidencial.
Aquí, por ejemplo, se
puede promover una división aún mayor entre el Ejecutivo y el Legislativo, si
el gobierno no llegara a controlar este último mediante una mayoría
parlamentaria. Los “golpes suaves” en Honduras y Paraguay fueron conducidos por
la derecha autóctona y los grupos empresariales desde ambos parlamentos. La
destitución de Lugo, por ejemplo, se produjo mediante un “juicio político
express” que definió su salida en menos de 24 hs, irrespetando normas jurídicas
básicas frente a un presidente democráticamente electo. De no darse esta
fractura, se puede apuntar a promover una intervención militar extranjera o
bien fomentar el desarrollo de una guerra civil prolongada
Como se ve en este último punto, bajo la idea de una posible
intervención militar extranjera aparece un elemento no menor en todos los pasos
que hemos visto: la injerencia externa. ¿Se puede analizar “autóctonamente”
estos intentos de golpes blandos, sin dar cuenta del notorio incremento de
bases militares estadounidenses en América Latina? ¿Es posible dar cuenta de la
ola de protestas que tienen lugar en Venezuela sin analizar que es el país con
mayores reservas probadas de petróleo a escala mundial? Tras el intento de
deslegitimación internacional de gobiernos democráticamente electos en nuestro
continente no sólo se esconde un interés ideológico -- el rechazo una forma de
gobernar con horizontes de cambio social- sino además un fin claramente
comercial, tendiente a poder controlar nuevamente los enormes recursos
naturales que tiene nuestro continente.
Juan Manuel Karg* -- Licenciado en Ciencia Política UBA. Investigador del Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires.
Juan Manuel Karg* -- Licenciado en Ciencia Política UBA. Investigador del Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires.
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