“Lo que no me deja dormir por la noche es la posibilidad de que
haya otro atentado contra Estados Unidos”, afirmó la Senadora Dianne Feinstein
el mes pasado en lo que en ese momento era su defensa habitual del amplio
programa de espionaje a nivel mundial de la Agencia de Seguridad Nacional y de
otras agencias de inteligencia de Estados Unidos.
Todo eso cambió
ahora que piensa que la CIA espió y les mintió a miembros de la comisión que
preside, la poderosa Comisión Selecta de Inteligencia del Senado. La comisión
se creó después de que el escándalo de Watergate provocara la caída del
Gobierno de Nixon. La Comisión de Control de las Actividades de los Servicios
de Inteligencia, presidida en aquel entonces por el senador demócrata de Idaho
Frank Church, realizó una investigación exhaustiva de los abusos cometidos por
las agencias de inteligencia de Estados Unidos, con respecto a todas sus
actividades, desde el espionaje de manifestantes opositores a la guerra, hasta
el asesinato de líderes extranjeros. Así comenzó la era moderna de la
supervisión de las actividades de inteligencia de Estados Unidos por parte del
Congreso y el Poder judicial.
La pelea
pública entre la defensora de la CIA, Feinstein, y la propia agencia ocurrida
esta semana podría alterar brevemente el statu quo, pero se reconciliarán.
Lamentablemente, esta pelea no permite ver un problema más grave: la historia
jamás contada de la política secreta del gobierno de Estados Unidos de tortura
y entrega de prisioneros (el modo eufemístico de la Casa Blanca de denominar el
secuestro).
El conflicto
está relacionado con el descomunal informe clasificado de la Comisión de
Inteligencia acerca de este tristemente célebre programa del Gobierno de
Estados Unidos. Feinstein y otros senadores procuraron que se desclasificara el
documento de 6.300 páginas. Ahora nos enteramos a través de información de la
prensa y por un discurso pronunciado esta semana por Feinstein en el Senado que
miembros de la Comisión de Inteligencia obtuvieron acceso a documentos de la CIA
en un establecimiento secreto de alta seguridad de la CIA, en algún lugar fuera
de la sede de la agencia. Feinstein describió lo sucedido: “La CIA comenzó a
enviar documentos en formato electrónico a los miembros de la Comisión en un
establecimiento alquilado por la CIA a mediados de 2009. El número de páginas
llegó a ser rápidamente de miles, decenas de miles, cientos de miles, y luego
millones. Los documentos facilitados no tenían índice ni una estructura
organizativa. Era una verdadera pila de documentos que los miembros de nuestra
comisión tuvieron que examinar y tratar de interpretar”.
Aún no sabemos
si estaba entre esas millones de páginas o fue proporcionado a los miembros de
la Comisión de Inteligencia a través de un informante de la CIA, pero encontramos
un documento denominado “Examen Interno Panetta”, claramente denominado así por
León Panetta, el entonces director de la CIA. Feinstein dijo en su discurso
ante el Senado: “Creemos que estos documentos los escribió personal de la CIA
para resumir y analizar los materiales que proporcionó al comité para su
examen. Los documentos del Examen Panetta no eran más confidenciales que otra
información que recibimos para nuestra investigación. De hecho, los documentos
parecían estar basados en la misma información que ya había sido proporcionada
al comité. Lo que era singular e interesante acerca de los documentos internos
no era que estuvieran clasificados, sino su análisis y reconocimiento de las
irregularidades graves cometidas por la CIA”. El “Examen Interno Panetta” se
contradice específicamente con la propia declaración por escrito que la CIA
envió al Comité de Inteligencia. Sí, pescaron a la CIA mintiendo.
Pero la cosa no
termina allí. Mike German, profesor adjunto del Centro Brennan para la Justicia
de la Universidad de Nueva York, que durante 15 años fue agente del FBI
especialista en la lucha contra el terrorismo a nivel nacional, dijo en
Democracy Now!: “Es una situación realmente fuera de lo común. Se supone que la
tarea del Senado es vigilar a la CIA, no permitir a la CIA determinar las
condiciones de la supervisión de su propio trabajo”. Feinstein informó que
cientos de los documentos proporcionados inicialmente más tarde fueron
eliminados de los archivos por la CIA. Por si fuera poco, resulta que la CIA
presentó acusaciones penales contra los miembros de la Comisión, aparentemente,
por haber robado el informe Panetta.
Ray McGovern es
un ex analista de alto nivel de la CIA que criticó públicamente la información
de inteligencia utilizada para justificar la invasión de Irak. McGovern me
dijo: “Esto nos remite a la cuestión fundamental de la supervisión de la
comunidad de inteligencia. En la década de 1970, la Comisión de Control de las
Actividades de los Servicios de Inteligencia investigaba los abusos de todo
tipo, como las escuchas telefónicas ilegales y los asesinatos, y se admitía que
la supervisión del Congreso era necesaria. Eso significaba supervisión del
Congreso, no que el Congreso hiciera la vista gorda, que es lo que ha ocurrido
en los últimos años. Y si adelantamos el tiempo hasta el 11 de septiembre, la
gente siempre dice ‘después del 11 de septiembre, todo cambió′. Y es cierto que
cambió. En la noche del 11 de septiembre, el Presidente dijo: ‘No me interesa
lo que digan los abogados internacionales. Vamos a reventarlos’. ¿Qué fue lo
que hicieron a continuación? Bueno, tomaron prisioneros en Afganistán y la
primera persona torturada fue John Walker Lindh, un ciudadano estadounidense”.
La tortura era
una práctica extendida y sanguinaria, practicada en los centros de detención
secretos de todo el mundo. Esto es lo que se pierde de vista en la lucha por el
poder en Washington D.C. entre la Senadora Feinstein y la CIA. Muchas vidas han
sido destruidas, algunas personas han muerto violentamente en custodia de
Estados Unidos de manos de sus captores. En el sombrío gulag estadounidense en
Bahía de Guantánamo hay prisioneros en huelga de hambre que no han sido
acusados de cometer ningún delito, muchos de los cuales tienen orden de
liberación hace más de diez años. Los detenidos en huelga de hambre son
alimentados por la fuerza y sometidos a técnicas de tortura de la época de la
inquisición.
Esperemos que a
Feinstein le dure la indignación y que la supervisión de la Comisión de
Inteligencia del Senado de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, que
tienen cada vez más poder, realmente tome nuevo impulso. El informante de la
NSA Edward Snowden opinó desde su asilo político en Rusia: “Somos testigos de
otro ‘efecto Merkel’, donde a un funcionario público no le interesa que los
espías violen los derechos de millones de ciudadanos comunes y corrientes, sino
que, de pronto, resulta escandaloso que un político se entere de que lo mismo
le sucede a él”.
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