14
marzo 2015, Rebelión http://www.rebelion.org (México)
InvestigAction
Karl
Marx escribió un dia “la sociedad que no conoce su historia está condenada a
revivirla”. Es este el caso de la revolución bolivariana que celebra este año
su dieciseisavo aniversario de lucha? La experiencia venezolana conocerá el
mismo final que la revolución chilena conducida por Salvador Allende? Es en
todo caso el sueño de cada noche de los opositores a la revolución venezolana.
La extrema derecha venezolana apoyada por los estados Unidos se imagina en
nuevo Pinochet. Washington de su parte se imagina un nuevo 11 septiembre
venezolano por referencia al 11 septiembre 1973 en Chile. Se confirma que los
enemigos de la revolución son siempre los mismos: la oligarquía apátrida y el
imperialismo estado-unidense. Los primeros desean recuperar sus privilegios,
los segundos apropiarse de nuevo del petróleo. Pero el gobierno venezolano
apoyado por una mayoría de su pueblo se opone activamente a que esto ocurra…
Más de 40 años han transcurrido desde el golpe de estado del general Augusto Pinochet en Chile. Después de las décadas negras que ha conocido una América Latina enfrentada a múltiples dictaduras, después de la “década perdida” de los años 1990 que fueron marcadas por las políticas neoliberales y sus desastrosas consecuencias, los años 2000 marcaron un punto de inflexión para el continente latino-americano. De Nicaragua a Argentina pasando por Bolivia, las políticas redistributivas se han puesto en marcha de forma más o menos radical. Un país, Venezuela, se convierte en la punta de lanza de esta resurrección latino-americana. Conducida por su carismático presidente Hugo Chávez, la nación caribeña inicia
una ambiciosa revolución económica, política y social.
La nacionalización de los sectores estratégicos, las inversiones masivas en
educación, salud, vivienda, la adopción de una nueva Constitución que instaura
una verdadera democracia participativa. En cuanto a la política exterior, el
dirigente venezolano siempre ha expresado un rechazo visceral del imperialismo
estado-unidense y no ha dejado de trabajar para que surja un bloque del “Sur”
formado por países tales como Irán, Brasil, Rusia, China y los demás países
latino-americanos y así luchar contra la hegemonía de Washington en el
continente y el mundo. Todas estas medidas han amenazado seriamente a la antigua
oligarquía venezolana representada por los partidos Acción Democrática (AD) y
Copei, que han gobernado juntos durante casi 40 años, pero también y sobre todo
a los Estados Unidos que han visto en la revolución bolivariana una especie de
repetición de la experiencia chilena conducida por Salvador Allende hace
cuarenta años. En consecuencia lo que intentaron y consiguieron en Chile
debería reproducirse en Venezuela: Golpe de estado militar, guerra económica,
guerra mediática, guerra psicológica,… Más de 40 años han transcurrido desde el golpe de estado del general Augusto Pinochet en Chile. Después de las décadas negras que ha conocido una América Latina enfrentada a múltiples dictaduras, después de la “década perdida” de los años 1990 que fueron marcadas por las políticas neoliberales y sus desastrosas consecuencias, los años 2000 marcaron un punto de inflexión para el continente latino-americano. De Nicaragua a Argentina pasando por Bolivia, las políticas redistributivas se han puesto en marcha de forma más o menos radical. Un país, Venezuela, se convierte en la punta de lanza de esta resurrección latino-americana. Conducida por su carismático presidente Hugo Chávez, la nación caribeña inicia
La guerra económica
Poco tiempo después de la elección de Salvador Allende, el presidente
Richard Nixon, después de haber apoyado con toda su energía la oposición a la
Unidad Popular (UP) encargó, a su Secretario de estado Henry Kissinger, de
preparar un plan para “desestabilizar la economía chilena”. Teniendo en cuenta
que Washington había fracasado en parar a Salvador Allende en las urnas, era
necesario buscar nuevas formas de manipulación para hacer caer el presidente
elegido democráticamente. Por lo tanto, se utilizó la economía como arma de
destrucción masiva. El objetivo fue crear un conjunto de crisis sucesivas,
organizar un conjunto de penurias de bienes de primera necesidad, instaurar el
caos permanente… En resumen, era necesario crear un sentimiento de descontento
en el seno de la sociedad chilena para deslegitimar el gobierno popular de
Salvador Allende y así empujarlo hacia el fracaso.
Para ello, los Estados Unidos se apoyaron en sus aliados de la oligarquía chilena. Primero, la oligarquía, que había perdido su poder político pero que guardaba aun su hegemonía económica, comenzó una guerra sin piedad contra el gobierno y en definitiva contra el pueblo chileno. Un pequeño grupo de capitalistas eran en esa época los “dueños” de Chile. Se trataba de la riquísima familia Edwars que era propietaria especialmente del diario El Mercurio, un diario que jugó un papel central en la caída del presidente Allende, la célebre familia Matte Pérez a si como José Alessandri, antiguo presidente chileno y que se convierte después de su fracaso electoral contra Salvador Allende en 1970 en el presidente de la poderosa empresa Compañia Manufactuera de Papel y Carton (CMPF)
Todos estos poderosos burgueses, a sueldo de los Estados Unidos y que dominaban el Chile de aquel entonces fueron los encargados de “desestabilizar la economía chilena”. Para ello, utilizaron un arma muy eficaz: la especulación y el acaparamiento. Se trababa entonces de producir e importar mercancías pero en lugar de venderlas en el mercado, almacenarlas en grandes locales y almacenes. Se especulaba con todos los productos pero especialmente con los de primera necesidad como los huevos, la harina, el azúcar, la leche, el arroz, el papel higiénico,… Todos los productos básicos de los que los chilenos tenían necesidad para vivir correctamente. Estas penurias no eran la consecuencia de la incompetencia del gobierno o de una falta de producción. No, estas penurias fueron cuidadosamente orquestadas por los dueños de la economía chilena apoyados por los Estados-Unidos.
Como lo ha afirmado el antiguo vicepresidente del Banco Central chileno, Hugo Fazio: «si se estudian las cifras de la economía chilena de este periodo (1970-1973), la producción chilena no ha disminuido jamás, por tanto desde este punto de vista, no puede explicarse el desabastecimiento» (1).
Jose Cadermatori, que fue nombrado ministro de economía en 1973 por el presidente Allende confirma los propósitos de Hugo Fazio:
”El volumen de la producción se mantenía pero el problema era que los productos no se ponían en venta en el mercado. Los productos eran acaparados, ocultados, para así especular sobre su precio o bien por razones puramente políticas” (2).
Todos esos productos que desaparecen misteriosamente reaparecen con posterioridad al golpe de estado y de la toma del poder por el dictador Pinochet.
Por su parte, los Estados Unidos estaban dispuestos a todo para terminar con quien Nixon calificaba de «hijo de puta» (3), en ese caso Salvador Allende. Insultos que muestran el inmenso odio de Washington hacia el gobierno popular chileno.
En consecuencia desde 1970, numerosos bancos de Estados Unidos bloquearon los créditos al sector bancario chileno. A finales de 1970, fue el turno del Banco Mundial (bajo control de los Estados Unidos) de parar los créditos a Chile. Washington hacia igualmente presión sobre sus aliados europeos para que no inviertieran en Chile. También podemos citar el sabotaje eléctrico de 1972 o la financiación por el gobierno de los Estados Unidos de la huelga de camioneros que paralizó el conjunto del territorio chileno.
Así, durante todo el mandato de Salvador Allende, las agresiones económicas no se debilitaron. Era absolutamente necesario hacer caer un gobierno que había osado atacar los intereses de los Estados Unidos en el país, nacionalizando (y este fue el gran “crimen” que cometió Allende) las gigantescas minas de cobre, entonces bajo control de multinacionales de Estados-Unidos.
Esta nacionalización de un sector estratégico de la economía, ¿no hace eco a otra nacionalización reciente de otro sector estratégico en otro país de la región? Es evidente que este es el caso de la nacionalización por el gobierno venezolano de Hugo Chavez de la industria petrolera. Cuarenta años de diferencia pero la misma determinación y voluntarismo político. Y quien dice revolución semejante dice desestabilización semejante.
Cuando llega al poder el comandante Chávez, Venezuela tiene más de la mitad de su población bajo el nivel de pobreza. Un millón y medio de venezolanos no saben ni leer ni escribir y dos de cada tres venezolanos jamás han visitado un medico. Mientras la gran masa del pueblo sufre hambre y miseria, un pequeño puñado de privilegiados se enriquece gracias al dinero de la renta del petróleo. Las multinacionales estadounidenses por su parte acumulan beneficios records. Las desigualdades escandalosas y la situación general no parecen dispuestas a evolucionar por sí mismas. El presidente Chávez decide entonces dar un mayor peso a la empresa nacional del petróleo PDVSA para así desarrollar el país y reducir la pobreza.
La reacción de la oposición y de los Estados Unidos no se hace esperar. En 2002, de un día para otro, sin una razón justificada, miles de trabajadores de la PDVSA se ponen en huelga. Algún tiempo más tarde se conocerá que estos huelguistas habían sido pagados por la CIA (4) para parar el trabajo y así paralizar la economía venezolana muy dependiente del petróleo. Camioneros chilenos, trabajadores del petróleo venezolanos. Un mismo método para los mismos objetivos. En 2012, la refinería de Amuay explota misteriosamente provocando 48 muertos y 156 heridos. Algunos días más tarde, en una entrevista en la televisión pública, el vicepresidente Eulogio Del Pino, afirma que el gobierno no descarta la tesis de un “sabotaje económico”.
Finalmente, estos dos últimos años, la ofensiva de la oposición venezolana ha redoblado en intensidad. Es preciso decir que esta oposición tiene de qué desesperarse. En efecto, ésta no deja de perder elección tras elección. La derrota electoral es permanente en las elecciones presidenciales por supuesto y en las legislativas pero también en las municipales que el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) ha ganado ampliamente en Diciembre 2013. Sin embargo la derecha venezolana había fundado todas sus esperanzas en Enrique Capriles, especialmente después de la muerte del comandante Chávez. Pero no lo consiguió. Toda esta frustración ha empujado a los que aun tienen un fuerte poder económico en Venezuela a redoblar los esfuerzos para desestabilizar al presidente Nicolas Maduro utilizando un método ya utilizado en Chile cuarenta años antes, la especulación. La burguesía venezolana reproduce al pie de la letra las acciones llevadas a cabo por la elite chilena contra Salvador Allende. Entre los representantes del gran capital venezolano, se encuentra el imperio de Cisneros que posee notablemente los laboratorios FISA que fabrican productos y bienes de consumo tales como champús, desodorantes, jabones…
Después está la familia Mendoza, cuya fortuna ha sido evaluada en 2,7 miles de millones de dólares por la revista Forbes (5). Lorenzo Mendoza, el jefe de esta familia es propietario de varias empresas de alimentación que producen los alimentos básicos así como los condimentos y el vino. Como por casualidad es este tipo de productos (harina, huevos, azúcar,..) o incluso desodorantes y otros productos de aseo los que faltan en las estanterías de los supermercados. Nicolas Maduro, conociendo la historia chilena y la determinación de los grandes capitalistas a derrotar la revolución bolivariana, ha acusado a Lorenzo Mendoza de bajar voluntariamente la producción y de ocultar los productos para provocar penurias. Y el presidente venezolano ha estado acertado. Estos dos últimos años, se han descubierto decenas de hangares y almacenes llenos de mercancías. Igualmente puesta en entredicho, la empresa privada Herrera C.A. ha sido acusada por el gobierno de especular con los productos de primera necesidad. Estos últimos meses, se han descubierto mas de mil toneladas de diversos productos ocultos, entre ellos leche y pañales de niño.
La estrategia de la oposición burguesa venezolana no es diferente de la aplicada en la revolución chilena. Los sabotajes, la especulación y el acaparamiento forman parte de las estrategias favoritas para desestabilizar el nuevo poder en el gobierno. De Chile a Venezuela, la guerra económica tiene por finalidad fabricar artificialmente situaciones de penuria permanentemente. Por este procedimiento se intenta desestabilizar no solamente el gobierno sino también toda la sociedad. En el fondo, estas actuaciones tienen como finalidad dos objetivos. El primero es económico y busca el aumento de los precios mediante la especulación. El segundo es de naturaleza política. Crear ese tipo de situaciones permite a la oposición y a otros grandes jefes de empresa acusar al gobierno de incompetencia para gestionar la economía del país. Y esto en parte ha funcionado. Ciertos ciudadanos han culpado al gobierno de estas penurias. Por supuesto, el gobierno bolivariano comete errores y su gestión económica está lejos de ser irreprochable. Sin embargo, se trata de no analizar la situación en Venezuela de manera binaria y maniquea como lo hacen los medias occidentales. Pero es obligado constatar que las pruebas que demuestran la responsabilidad de los Cisneros, de los Mendoza y otros como los Herrera son irrefutables. Las toneladas de bienes requisados por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) son pruebas que muestran la violenta guerra económica de estos grupos económicos nacionales contra el Estado venezolano.
Pero sería incompleto analizar la guerra económica que ha tenido lugar en Chile y está teniendo lugar en Venezuela sin tener en cuenta un pilar esencial de toda estrategia de desestabilización permanente. Este otro pilar es evidentemente el sistema mediático. Como en el plano económico, la guerra mediática que fue declarada al Presidente Allende es muy parecida a la que desde hace quince años se lleva a cabo contra la revolución socialista bolivariana. Veamos esto de más cerca.
Para ello, los Estados Unidos se apoyaron en sus aliados de la oligarquía chilena. Primero, la oligarquía, que había perdido su poder político pero que guardaba aun su hegemonía económica, comenzó una guerra sin piedad contra el gobierno y en definitiva contra el pueblo chileno. Un pequeño grupo de capitalistas eran en esa época los “dueños” de Chile. Se trataba de la riquísima familia Edwars que era propietaria especialmente del diario El Mercurio, un diario que jugó un papel central en la caída del presidente Allende, la célebre familia Matte Pérez a si como José Alessandri, antiguo presidente chileno y que se convierte después de su fracaso electoral contra Salvador Allende en 1970 en el presidente de la poderosa empresa Compañia Manufactuera de Papel y Carton (CMPF)
Todos estos poderosos burgueses, a sueldo de los Estados Unidos y que dominaban el Chile de aquel entonces fueron los encargados de “desestabilizar la economía chilena”. Para ello, utilizaron un arma muy eficaz: la especulación y el acaparamiento. Se trababa entonces de producir e importar mercancías pero en lugar de venderlas en el mercado, almacenarlas en grandes locales y almacenes. Se especulaba con todos los productos pero especialmente con los de primera necesidad como los huevos, la harina, el azúcar, la leche, el arroz, el papel higiénico,… Todos los productos básicos de los que los chilenos tenían necesidad para vivir correctamente. Estas penurias no eran la consecuencia de la incompetencia del gobierno o de una falta de producción. No, estas penurias fueron cuidadosamente orquestadas por los dueños de la economía chilena apoyados por los Estados-Unidos.
Como lo ha afirmado el antiguo vicepresidente del Banco Central chileno, Hugo Fazio: «si se estudian las cifras de la economía chilena de este periodo (1970-1973), la producción chilena no ha disminuido jamás, por tanto desde este punto de vista, no puede explicarse el desabastecimiento» (1).
Jose Cadermatori, que fue nombrado ministro de economía en 1973 por el presidente Allende confirma los propósitos de Hugo Fazio:
”El volumen de la producción se mantenía pero el problema era que los productos no se ponían en venta en el mercado. Los productos eran acaparados, ocultados, para así especular sobre su precio o bien por razones puramente políticas” (2).
Todos esos productos que desaparecen misteriosamente reaparecen con posterioridad al golpe de estado y de la toma del poder por el dictador Pinochet.
Por su parte, los Estados Unidos estaban dispuestos a todo para terminar con quien Nixon calificaba de «hijo de puta» (3), en ese caso Salvador Allende. Insultos que muestran el inmenso odio de Washington hacia el gobierno popular chileno.
En consecuencia desde 1970, numerosos bancos de Estados Unidos bloquearon los créditos al sector bancario chileno. A finales de 1970, fue el turno del Banco Mundial (bajo control de los Estados Unidos) de parar los créditos a Chile. Washington hacia igualmente presión sobre sus aliados europeos para que no inviertieran en Chile. También podemos citar el sabotaje eléctrico de 1972 o la financiación por el gobierno de los Estados Unidos de la huelga de camioneros que paralizó el conjunto del territorio chileno.
Así, durante todo el mandato de Salvador Allende, las agresiones económicas no se debilitaron. Era absolutamente necesario hacer caer un gobierno que había osado atacar los intereses de los Estados Unidos en el país, nacionalizando (y este fue el gran “crimen” que cometió Allende) las gigantescas minas de cobre, entonces bajo control de multinacionales de Estados-Unidos.
Esta nacionalización de un sector estratégico de la economía, ¿no hace eco a otra nacionalización reciente de otro sector estratégico en otro país de la región? Es evidente que este es el caso de la nacionalización por el gobierno venezolano de Hugo Chavez de la industria petrolera. Cuarenta años de diferencia pero la misma determinación y voluntarismo político. Y quien dice revolución semejante dice desestabilización semejante.
Cuando llega al poder el comandante Chávez, Venezuela tiene más de la mitad de su población bajo el nivel de pobreza. Un millón y medio de venezolanos no saben ni leer ni escribir y dos de cada tres venezolanos jamás han visitado un medico. Mientras la gran masa del pueblo sufre hambre y miseria, un pequeño puñado de privilegiados se enriquece gracias al dinero de la renta del petróleo. Las multinacionales estadounidenses por su parte acumulan beneficios records. Las desigualdades escandalosas y la situación general no parecen dispuestas a evolucionar por sí mismas. El presidente Chávez decide entonces dar un mayor peso a la empresa nacional del petróleo PDVSA para así desarrollar el país y reducir la pobreza.
La reacción de la oposición y de los Estados Unidos no se hace esperar. En 2002, de un día para otro, sin una razón justificada, miles de trabajadores de la PDVSA se ponen en huelga. Algún tiempo más tarde se conocerá que estos huelguistas habían sido pagados por la CIA (4) para parar el trabajo y así paralizar la economía venezolana muy dependiente del petróleo. Camioneros chilenos, trabajadores del petróleo venezolanos. Un mismo método para los mismos objetivos. En 2012, la refinería de Amuay explota misteriosamente provocando 48 muertos y 156 heridos. Algunos días más tarde, en una entrevista en la televisión pública, el vicepresidente Eulogio Del Pino, afirma que el gobierno no descarta la tesis de un “sabotaje económico”.
Finalmente, estos dos últimos años, la ofensiva de la oposición venezolana ha redoblado en intensidad. Es preciso decir que esta oposición tiene de qué desesperarse. En efecto, ésta no deja de perder elección tras elección. La derrota electoral es permanente en las elecciones presidenciales por supuesto y en las legislativas pero también en las municipales que el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) ha ganado ampliamente en Diciembre 2013. Sin embargo la derecha venezolana había fundado todas sus esperanzas en Enrique Capriles, especialmente después de la muerte del comandante Chávez. Pero no lo consiguió. Toda esta frustración ha empujado a los que aun tienen un fuerte poder económico en Venezuela a redoblar los esfuerzos para desestabilizar al presidente Nicolas Maduro utilizando un método ya utilizado en Chile cuarenta años antes, la especulación. La burguesía venezolana reproduce al pie de la letra las acciones llevadas a cabo por la elite chilena contra Salvador Allende. Entre los representantes del gran capital venezolano, se encuentra el imperio de Cisneros que posee notablemente los laboratorios FISA que fabrican productos y bienes de consumo tales como champús, desodorantes, jabones…
Después está la familia Mendoza, cuya fortuna ha sido evaluada en 2,7 miles de millones de dólares por la revista Forbes (5). Lorenzo Mendoza, el jefe de esta familia es propietario de varias empresas de alimentación que producen los alimentos básicos así como los condimentos y el vino. Como por casualidad es este tipo de productos (harina, huevos, azúcar,..) o incluso desodorantes y otros productos de aseo los que faltan en las estanterías de los supermercados. Nicolas Maduro, conociendo la historia chilena y la determinación de los grandes capitalistas a derrotar la revolución bolivariana, ha acusado a Lorenzo Mendoza de bajar voluntariamente la producción y de ocultar los productos para provocar penurias. Y el presidente venezolano ha estado acertado. Estos dos últimos años, se han descubierto decenas de hangares y almacenes llenos de mercancías. Igualmente puesta en entredicho, la empresa privada Herrera C.A. ha sido acusada por el gobierno de especular con los productos de primera necesidad. Estos últimos meses, se han descubierto mas de mil toneladas de diversos productos ocultos, entre ellos leche y pañales de niño.
La estrategia de la oposición burguesa venezolana no es diferente de la aplicada en la revolución chilena. Los sabotajes, la especulación y el acaparamiento forman parte de las estrategias favoritas para desestabilizar el nuevo poder en el gobierno. De Chile a Venezuela, la guerra económica tiene por finalidad fabricar artificialmente situaciones de penuria permanentemente. Por este procedimiento se intenta desestabilizar no solamente el gobierno sino también toda la sociedad. En el fondo, estas actuaciones tienen como finalidad dos objetivos. El primero es económico y busca el aumento de los precios mediante la especulación. El segundo es de naturaleza política. Crear ese tipo de situaciones permite a la oposición y a otros grandes jefes de empresa acusar al gobierno de incompetencia para gestionar la economía del país. Y esto en parte ha funcionado. Ciertos ciudadanos han culpado al gobierno de estas penurias. Por supuesto, el gobierno bolivariano comete errores y su gestión económica está lejos de ser irreprochable. Sin embargo, se trata de no analizar la situación en Venezuela de manera binaria y maniquea como lo hacen los medias occidentales. Pero es obligado constatar que las pruebas que demuestran la responsabilidad de los Cisneros, de los Mendoza y otros como los Herrera son irrefutables. Las toneladas de bienes requisados por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) son pruebas que muestran la violenta guerra económica de estos grupos económicos nacionales contra el Estado venezolano.
Pero sería incompleto analizar la guerra económica que ha tenido lugar en Chile y está teniendo lugar en Venezuela sin tener en cuenta un pilar esencial de toda estrategia de desestabilización permanente. Este otro pilar es evidentemente el sistema mediático. Como en el plano económico, la guerra mediática que fue declarada al Presidente Allende es muy parecida a la que desde hace quince años se lleva a cabo contra la revolución socialista bolivariana. Veamos esto de más cerca.
Guerra,
propaganda y manipulación mediatica
En Chile, un diario participará activamente en la propaganda y en las
manipulaciones de todo género. Se trata del diario El Mercurio, propiedad del
riquísimo hombre de negocios Agustín Edwards. Durante los tres años del
gobierno de Allende, el periódico no cesara de crear las condiciones necesarias
a la caída del presidente democráticamente elegido. Un trabajo de zapa que será
en gran parte dirigido y coordinado desde los Estados Unidos. En efecto,
Edwards reconocerá más tarde que su diario beneficiaba de una financiación y
estaba sometido a un control estricto de la parte de Washington. Un informe
vendrá a aclarar un poco más esta alianza entre el hombre de negocios y el
gobierno de Estados-Unidos. Es el informe Church. En este último se dice
explícitamente que: “De
acuerdo con la CIA, los esfuerzos del diario El Mercurio han tenido un papel
significativo en la creación de las condiciones del golpe de Estado militar”.
Además, en cada número del diario se incluía un articulo preparado en los
Estados Unidos.
Los editoriales del diario chileno testimoniaban de la ofensiva mediática anti-Allende y de su voluntad de terminar con el gobierno socialista. Así, después del sabotaje eléctrico de 1972 y la huelga de camioneros, el diario se divertía criticando el poder en el gobierno y le acusaba de todos los males de Chile. El diario titulaba por ejemplo “En Chile falta el pan”, “Gran huelga nacional”, “Alarma de desaprovisionamiento” (6), “El gobierno se pone al límite de la ley” o aun “Esto es el comunismo”, realizando así una relación directa entre el pensamiento marxista del presidente Allende y las penurias que golpean el país.
Finalmente el sábado 8 septiembre 1973, es decir tres días antes del golpe de Estado militar, el diario publica un artículo premonitorio titulado “Chile al borde de la ruptura de su sistema democrático”. Como si supiese ya lo que iba a suceder tres días más tarde. El Mercurio se había convertido en el órgano de propaganda de la derecha reaccionaria chilena. Un instrumento muy útil de la nueva dictadura, que lo utilizará para legitimar su imagen. El nuevo régimen militar cerró en efectivamente los medios pro-Allende, hizo prisioneros cuarenta periodistas, asesinó treinta y uno y circulaban sólo los medios favorables al régimen dictatorial, entre los cuales el famoso El Mercurio.
El mismo sonido de campana cuarenta años más tarde en los diarios putchistas El Universal, Ultimas Noticias o El Nacional en Venezuela. Pero también y sobre todo con las tres poderosas cadenas de televisión Globovisión o Venevisión que pertenecen al grupo Cisneros Media. Todos esos medios han jugado un papel tan importante como en Chile.
En lo que respecta a Globovisión, esta cadena ha participado de forma importante al golpe de Estado del 11 abril 2012 contra el presidente Hugo Chávez divulgando falsas informaciones, mostrando imágenes de partidarios de Chávez disparando desde lo alto de un puente, sin precisar que estos partidarios intentaban precisamente defenderse y responder a los tiros de los francotiradores que venían de todas partes, afirmando de forma incorrecta que era Chávez quien había ordenado a la policía tirar sobre la multitud y que él mismo había dimitido de su puesto de presidente bajo la presión de la calle. Al día siguiente Venevisión por su parte rindió un homenaje al trabajo de los medios y a su implicación en el derrocamiento de Hugo Chávez.
En el programa “24 horas”, Napoleón Bravo, que dirige el programa se entusiasma: “Yo deseo decir una cosa y nosotros debemos decirlo también en Venevisión y RCTV (otra cadena anti-Chavez): gracias Televen, gracias Globalvision”.
Su interlocutor Victor Martin Garcia, presidente del Instituto de sondaje CECA añade: “Gracias a los medios de comunicación” (7).
Antes, durante y después del golpe de Estado, los medios hicieron todo lo que estaba en sus manos para provocar el derrocamiento del gobierno bolivariano. El 14 abril 2002, al día siguiente del golpe de estado, El Universal titula alegremente “Se acabo!” (8). El mismo día el diario Ultimas Noticias titula su editorial “Chavez se rinde” y escribe en otro lugar “Los francotiradores provocan una masacre después de la manifestación: 13 muertos y 100 heridos” (9)
Acusando el «régimen chavista» de haber disparado sobre los manifestantes, las diferentes cadenas de televisión, de radio y los periódicos intentaron en vano desacreditar y deslegitimar el presidente elegido cuatro años antes. Pues lo cierto es que el número de muertos había sido acordado previamente por la oposición que deseaba de este modo mostrar al mundo entero la «tiranía» chavista. Los acontecimientos de abril 2002 no fueron en definitiva solamente un golpe de Estado militar sino también un golpe de Estado mediático puesto en escena en el documental “La revolución no será televisada”. Dos días más tarde, las monstruosas manifestaciones de los partidarios del presidente derrocado pusieron fin al golpe de fuerza y el presidente Chávez retomó su puesto el 13 abril por la tarde.
Sin embargo los medios no habían dicho su última palabra y al final de 2002, la huelga de los trabajadores del sector del petróleo -que provocó grandes penurias- les ofreció una nueva oportunidad de atacar la revolución bolivariana. Los diferentes diarios titularon sus artículos así “Los supermercados racionan la venta de ciertos productos”. “Faltan los medicamentos” o incluso “La inquietud internacional aumenta en relación con Venezuela” (10). Esfuerzo inútil! A pesar de las campañas mediáticas desfavorables y la dolorosa situación económica que sigue a la huelga de los trabajadores del petróleo, el presidente Hugo Chávez se mantiene más popular que nunca.
Más recientemente en 2013, los medios oligárquicos encontraron una nueva oportunidad para atentar contra la soberanía del país. Frustrados de nuevo por la derrota electoral de su “gallito” Henrique Capriles Radonski esta vez contra Nicolas Maduro el 14 abril 2013, los medias de la oposición atacaron conjuntamente al nuevo presidente de la Republica. El 16 abril 2013, es decir dos días después de la elección de Maduro, El Nacional publica en su página web un articulo alarmante “Son necesarias medidas urgentes para frenar la inflación y las penurias” y que en consecuencia “Los más pobres sufrirán una inflación del 5,8%”.
Como si el diario oligárquico se preocupase de los más pobres, él que ha sostenido siempre los gobiernos que han martirizado a los más débiles sobre todo con sus políticas neoliberales.
Finalmente, es necesario constatar que los grandes medios de la oposición venezolana han forzado gravemente el profesionalismo y la deontología de sus periodistas. En efecto, el trabajo normal de un periodista -cuando presenta una información o una foto- es verificar sus fuentes. Desde nuestro punto de vista, esto no solo no ha sido realizado sino que con frecuencia los medias dominantes venezolanos han mentido voluntariamente sobre el origen de algunas informaciones. Esto es lo que ocurrió en las violentas manifestaciones de febrero 2014 que provocaron numerosos muertos. Durante varias semanas, unas bandas armadas dirigidas por los líderes de extrema derecha Leopoldo Lopez, la diputada Maria Corina Machado y el alcalde de la ciudad de Caracas, Antonio Ledezma, sembraron el desconcierto en el país. Su finalidad era empujar al presidente Maduro y su gobierno a la dimisión. Es entonces cuando entraron en juego las redes sociales. Los pro y anti Maduro se enfrentan entonces en una guerra de imágenes y de informaciones. Los opositores publicaron en esos momentos centenares de fotos que mostrarían la supuesta “represión” de la policía bolivariana. Fotos que procedían en su mayor parte de otras manifestaciones pasadas, en esas ocasiones reprimidas por las fuerzas del orden, como en Chile o en Egipto.
Desgraciadamente, las fotos fueron retomadas sin efectuar la menor verificación, y ello con el solo objetivo de ensuciar la imagen y acusar al presidente venezolano de autoritarismo. En ciertas ocasiones ha podido haber -del lado de la policía venezolana- un uso excesivo de la fuerza, pero nada que ver con las caricaturas groseras que han sido publicadas en internet.
Los medios en su conjunto han evolucionado bien desde los años 1970. Las nuevas tecnologías, internet, las redes sociales han revolucionado el mundo de los medias y la comunicación. Sin embargo, se constata que las acciones de los medios putschistas en Venezuela se parecen como dos gotas de agua a las empleadas en Chile cuarenta años antes. Los grandes medios oligárquicos se han convertido en portavoces de la oposición de extrema derecha. Su producción periodística esta con frecuencia llena de mentiras, propagandas, manipulaciones, aproximaciones… Estos medias crean un ambiente de miedo permanente y hacen al gobierno el único responsable de todos los males de sufre la sociedad. Mientras que como ya hemos visto, las penurias estaban ampliamente organizadas por quienes son los dueños de las grandes empresas. Lógicamente ellos no iban a acusarse en sus propios medios de los problemas que ellos crearon y que denunciaban. Y el círculo se ha cerrado sobre si mismo. Igualmente que en Occidente, la connivencia entre poder económico y poder político es intrínseca al sistema. Los grandes dueños de la empresas son a la vez los grandes dueños de los medios. Siempre defienden sus intereses y no dudan en utilizar los órganos de propaganda para apoyar los golpes de Estado y las desestabilizaciones de todo tipo.
En América Latina, los medios oligárquicos nunca han dudado en apoyar las peores dictaduras especialmente en los años 1970. En Chile como ya hemos visto, pero también en Argentina con el diario Clarin. Así, lo que ha sido posible en América Latina está lejos de ser imposible en Europa. Un gobierno revolucionario como en Venezuela que tomase el poder en Francia o España se convertiría inmediatamente en el objetivo privilegiado de los medios dominantes. Y el escenario chileno y venezolano no tardaría en reproducirse.
Los editoriales del diario chileno testimoniaban de la ofensiva mediática anti-Allende y de su voluntad de terminar con el gobierno socialista. Así, después del sabotaje eléctrico de 1972 y la huelga de camioneros, el diario se divertía criticando el poder en el gobierno y le acusaba de todos los males de Chile. El diario titulaba por ejemplo “En Chile falta el pan”, “Gran huelga nacional”, “Alarma de desaprovisionamiento” (6), “El gobierno se pone al límite de la ley” o aun “Esto es el comunismo”, realizando así una relación directa entre el pensamiento marxista del presidente Allende y las penurias que golpean el país.
Finalmente el sábado 8 septiembre 1973, es decir tres días antes del golpe de Estado militar, el diario publica un artículo premonitorio titulado “Chile al borde de la ruptura de su sistema democrático”. Como si supiese ya lo que iba a suceder tres días más tarde. El Mercurio se había convertido en el órgano de propaganda de la derecha reaccionaria chilena. Un instrumento muy útil de la nueva dictadura, que lo utilizará para legitimar su imagen. El nuevo régimen militar cerró en efectivamente los medios pro-Allende, hizo prisioneros cuarenta periodistas, asesinó treinta y uno y circulaban sólo los medios favorables al régimen dictatorial, entre los cuales el famoso El Mercurio.
El mismo sonido de campana cuarenta años más tarde en los diarios putchistas El Universal, Ultimas Noticias o El Nacional en Venezuela. Pero también y sobre todo con las tres poderosas cadenas de televisión Globovisión o Venevisión que pertenecen al grupo Cisneros Media. Todos esos medios han jugado un papel tan importante como en Chile.
En lo que respecta a Globovisión, esta cadena ha participado de forma importante al golpe de Estado del 11 abril 2012 contra el presidente Hugo Chávez divulgando falsas informaciones, mostrando imágenes de partidarios de Chávez disparando desde lo alto de un puente, sin precisar que estos partidarios intentaban precisamente defenderse y responder a los tiros de los francotiradores que venían de todas partes, afirmando de forma incorrecta que era Chávez quien había ordenado a la policía tirar sobre la multitud y que él mismo había dimitido de su puesto de presidente bajo la presión de la calle. Al día siguiente Venevisión por su parte rindió un homenaje al trabajo de los medios y a su implicación en el derrocamiento de Hugo Chávez.
En el programa “24 horas”, Napoleón Bravo, que dirige el programa se entusiasma: “Yo deseo decir una cosa y nosotros debemos decirlo también en Venevisión y RCTV (otra cadena anti-Chavez): gracias Televen, gracias Globalvision”.
Su interlocutor Victor Martin Garcia, presidente del Instituto de sondaje CECA añade: “Gracias a los medios de comunicación” (7).
Antes, durante y después del golpe de Estado, los medios hicieron todo lo que estaba en sus manos para provocar el derrocamiento del gobierno bolivariano. El 14 abril 2002, al día siguiente del golpe de estado, El Universal titula alegremente “Se acabo!” (8). El mismo día el diario Ultimas Noticias titula su editorial “Chavez se rinde” y escribe en otro lugar “Los francotiradores provocan una masacre después de la manifestación: 13 muertos y 100 heridos” (9)
Acusando el «régimen chavista» de haber disparado sobre los manifestantes, las diferentes cadenas de televisión, de radio y los periódicos intentaron en vano desacreditar y deslegitimar el presidente elegido cuatro años antes. Pues lo cierto es que el número de muertos había sido acordado previamente por la oposición que deseaba de este modo mostrar al mundo entero la «tiranía» chavista. Los acontecimientos de abril 2002 no fueron en definitiva solamente un golpe de Estado militar sino también un golpe de Estado mediático puesto en escena en el documental “La revolución no será televisada”. Dos días más tarde, las monstruosas manifestaciones de los partidarios del presidente derrocado pusieron fin al golpe de fuerza y el presidente Chávez retomó su puesto el 13 abril por la tarde.
Sin embargo los medios no habían dicho su última palabra y al final de 2002, la huelga de los trabajadores del sector del petróleo -que provocó grandes penurias- les ofreció una nueva oportunidad de atacar la revolución bolivariana. Los diferentes diarios titularon sus artículos así “Los supermercados racionan la venta de ciertos productos”. “Faltan los medicamentos” o incluso “La inquietud internacional aumenta en relación con Venezuela” (10). Esfuerzo inútil! A pesar de las campañas mediáticas desfavorables y la dolorosa situación económica que sigue a la huelga de los trabajadores del petróleo, el presidente Hugo Chávez se mantiene más popular que nunca.
Más recientemente en 2013, los medios oligárquicos encontraron una nueva oportunidad para atentar contra la soberanía del país. Frustrados de nuevo por la derrota electoral de su “gallito” Henrique Capriles Radonski esta vez contra Nicolas Maduro el 14 abril 2013, los medias de la oposición atacaron conjuntamente al nuevo presidente de la Republica. El 16 abril 2013, es decir dos días después de la elección de Maduro, El Nacional publica en su página web un articulo alarmante “Son necesarias medidas urgentes para frenar la inflación y las penurias” y que en consecuencia “Los más pobres sufrirán una inflación del 5,8%”.
Como si el diario oligárquico se preocupase de los más pobres, él que ha sostenido siempre los gobiernos que han martirizado a los más débiles sobre todo con sus políticas neoliberales.
Finalmente, es necesario constatar que los grandes medios de la oposición venezolana han forzado gravemente el profesionalismo y la deontología de sus periodistas. En efecto, el trabajo normal de un periodista -cuando presenta una información o una foto- es verificar sus fuentes. Desde nuestro punto de vista, esto no solo no ha sido realizado sino que con frecuencia los medias dominantes venezolanos han mentido voluntariamente sobre el origen de algunas informaciones. Esto es lo que ocurrió en las violentas manifestaciones de febrero 2014 que provocaron numerosos muertos. Durante varias semanas, unas bandas armadas dirigidas por los líderes de extrema derecha Leopoldo Lopez, la diputada Maria Corina Machado y el alcalde de la ciudad de Caracas, Antonio Ledezma, sembraron el desconcierto en el país. Su finalidad era empujar al presidente Maduro y su gobierno a la dimisión. Es entonces cuando entraron en juego las redes sociales. Los pro y anti Maduro se enfrentan entonces en una guerra de imágenes y de informaciones. Los opositores publicaron en esos momentos centenares de fotos que mostrarían la supuesta “represión” de la policía bolivariana. Fotos que procedían en su mayor parte de otras manifestaciones pasadas, en esas ocasiones reprimidas por las fuerzas del orden, como en Chile o en Egipto.
Desgraciadamente, las fotos fueron retomadas sin efectuar la menor verificación, y ello con el solo objetivo de ensuciar la imagen y acusar al presidente venezolano de autoritarismo. En ciertas ocasiones ha podido haber -del lado de la policía venezolana- un uso excesivo de la fuerza, pero nada que ver con las caricaturas groseras que han sido publicadas en internet.
Los medios en su conjunto han evolucionado bien desde los años 1970. Las nuevas tecnologías, internet, las redes sociales han revolucionado el mundo de los medias y la comunicación. Sin embargo, se constata que las acciones de los medios putschistas en Venezuela se parecen como dos gotas de agua a las empleadas en Chile cuarenta años antes. Los grandes medios oligárquicos se han convertido en portavoces de la oposición de extrema derecha. Su producción periodística esta con frecuencia llena de mentiras, propagandas, manipulaciones, aproximaciones… Estos medias crean un ambiente de miedo permanente y hacen al gobierno el único responsable de todos los males de sufre la sociedad. Mientras que como ya hemos visto, las penurias estaban ampliamente organizadas por quienes son los dueños de las grandes empresas. Lógicamente ellos no iban a acusarse en sus propios medios de los problemas que ellos crearon y que denunciaban. Y el círculo se ha cerrado sobre si mismo. Igualmente que en Occidente, la connivencia entre poder económico y poder político es intrínseca al sistema. Los grandes dueños de la empresas son a la vez los grandes dueños de los medios. Siempre defienden sus intereses y no dudan en utilizar los órganos de propaganda para apoyar los golpes de Estado y las desestabilizaciones de todo tipo.
En América Latina, los medios oligárquicos nunca han dudado en apoyar las peores dictaduras especialmente en los años 1970. En Chile como ya hemos visto, pero también en Argentina con el diario Clarin. Así, lo que ha sido posible en América Latina está lejos de ser imposible en Europa. Un gobierno revolucionario como en Venezuela que tomase el poder en Francia o España se convertiría inmediatamente en el objetivo privilegiado de los medios dominantes. Y el escenario chileno y venezolano no tardaría en reproducirse.
Conclusión
Todas estas guerras económicas y mediáticas repetidas contra los
presidentes democráticamente elegidos pero contrarios al orden dominante,
forman parte de una guerra más amplia y que es de naturaleza psicológica. En
efecto, desde un punto de vista económico, el hecho de crear penurias a
repetición provoca un sentimiento creciente de inseguridad y de desconfianza.
La escasez es psicológicamente un sentimiento muy doloroso para el hombre.
Mucho más cuando se trata de una escasez de productos básicos de los que toda
persona tiene necesidad para vivir correctamente o sobrevivir.
Por su parte, la oposición reaccionaria venezolana no duda en exhibirse al lado los antiguos responsables de la dictadura chilena aumentando así el sentimiento de complicidad y colaboracion con estos últimos. La oposición venezolana se ha desplazado a Santiago de Chile para encontrar antiguos altos responsables de la dictadura. Henrique Capriles Radonski se ha mostrado especialmente con Jovino Novoa, antiguo subsecretario del gobierno de Pinochet y fundador del partido pinochista Unión Democrática Independiente (UDI) o con Patricio Melero dirigente estudiantil y alcalde durante el régimen de Pinochet, actual presidente de l’UDI.
Y por supuesto cuando se habla de golpe de Estado y de desestabilización, no podemos olvidar el papel que juegan los Estados Unidos. En un artículo publicado en The Guardian, el periodista Mark Weibsrot señala que“Han sido 5 millones de dólares la cantidad transferida en 2014 desde el presupuesto federal (USA) para apoyar las actividades de la oposición. Y esto es solamente la punta del iceberg, a los cuales se añaden las centenas de millones de dólares que han sido aportados durante les últimos 15 años” (11)
La guerra contra la revolución bolivariana es por tanto global. Esta guerra opone la mayoría del pueblo venezolano y su gobierno, a la oligarquía mediatico-política nacional y al imperialismo de Estados Unidos. Una guerra que está organizada para destruir un proceso revolucionario que dura ya desde 1999.
La sombra de la experiencia chilena de la Unidad Popular planea permanentemente por encima de Venezuela. Pero lo que cambia hoy es que Venezuela no está sola en América Latina ni en el mundo. Venezuela beneficia del apoyo de numerosos países y no de los más pequeños tales como Brasil, Argentina, Rusia o incluso China. Además la integración regional impulsada por el presidente Hugo Chávez con organismos tales como ALBA o la CELAC refuerza particularmente la solidaridad entre las naciones y pueblos latino-americanos.
La Unidad, eso es lo que faltó cruelmente en 1973... La lección de la historia debe servir para anticipar el futuro y para no “estar condenados a revivir el pasado”.
Por su parte, la oposición reaccionaria venezolana no duda en exhibirse al lado los antiguos responsables de la dictadura chilena aumentando así el sentimiento de complicidad y colaboracion con estos últimos. La oposición venezolana se ha desplazado a Santiago de Chile para encontrar antiguos altos responsables de la dictadura. Henrique Capriles Radonski se ha mostrado especialmente con Jovino Novoa, antiguo subsecretario del gobierno de Pinochet y fundador del partido pinochista Unión Democrática Independiente (UDI) o con Patricio Melero dirigente estudiantil y alcalde durante el régimen de Pinochet, actual presidente de l’UDI.
Y por supuesto cuando se habla de golpe de Estado y de desestabilización, no podemos olvidar el papel que juegan los Estados Unidos. En un artículo publicado en The Guardian, el periodista Mark Weibsrot señala que“Han sido 5 millones de dólares la cantidad transferida en 2014 desde el presupuesto federal (USA) para apoyar las actividades de la oposición. Y esto es solamente la punta del iceberg, a los cuales se añaden las centenas de millones de dólares que han sido aportados durante les últimos 15 años” (11)
La guerra contra la revolución bolivariana es por tanto global. Esta guerra opone la mayoría del pueblo venezolano y su gobierno, a la oligarquía mediatico-política nacional y al imperialismo de Estados Unidos. Una guerra que está organizada para destruir un proceso revolucionario que dura ya desde 1999.
La sombra de la experiencia chilena de la Unidad Popular planea permanentemente por encima de Venezuela. Pero lo que cambia hoy es que Venezuela no está sola en América Latina ni en el mundo. Venezuela beneficia del apoyo de numerosos países y no de los más pequeños tales como Brasil, Argentina, Rusia o incluso China. Además la integración regional impulsada por el presidente Hugo Chávez con organismos tales como ALBA o la CELAC refuerza particularmente la solidaridad entre las naciones y pueblos latino-americanos.
La Unidad, eso es lo que faltó cruelmente en 1973... La lección de la historia debe servir para anticipar el futuro y para no “estar condenados a revivir el pasado”.
Notas:
(1) http://www.telesurtv.net/opinion/Hu...
(2) https://www.youtube.com/watch?v=Zm8...
(3) http://ciperchile.cl/2010/06/30/las...
(4) Code Chavez, CIA contre Venezuela, Eva Golinger
(5) http://www.forbes.com/profile/loren...
(6) El Mercurio, 16 marzo 1973
(7) http://www.avn.info.ve/contenido/%E...
(8) El Universal, 12 abril 2002
(9) Ultimas noticias, 12 abril 2002
(10) https://www.youtube.com/watch?v=Zm8...
(11) http://www.theguardian.com/commenti...
Fuente: Diario de Nuestra America, marzo 2015, Investig’Action
(1) http://www.telesurtv.net/opinion/Hu...
(2) https://www.youtube.com/watch?v=Zm8...
(3) http://ciperchile.cl/2010/06/30/las...
(4) Code Chavez, CIA contre Venezuela, Eva Golinger
(5) http://www.forbes.com/profile/loren...
(6) El Mercurio, 16 marzo 1973
(7) http://www.avn.info.ve/contenido/%E...
(8) El Universal, 12 abril 2002
(9) Ultimas noticias, 12 abril 2002
(10) https://www.youtube.com/watch?v=Zm8...
(11) http://www.theguardian.com/commenti...
Fuente: Diario de Nuestra America, marzo 2015, Investig’Action
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