Crece el orgullo indígena argentino, el reconocimiento de sus derechos en la Constitución argentina y el auge social del movimiento en la vecina Bolivia han sido claves del desarrollo aborigen.
Por: Alejandro Rebossio
28 enero 2009/TeleSUR http://www.telesurtv.net
La wiphala, la bandera multicolor del Tawantinsuyu (imperio inca), flamea en diversos sitios de la Quebrada de Humahuaca, en la provincia argentina de Jujuy (noroeste del país). Al entrar en Tilcara, uno de los principales pueblos de esta quebrada vecina de Bolivia, se lee en un paredón una pintada que se refiere al "orgullo" de la "nación" del Collasuyo, la provincia austral del imperio inca. Una y otra son imágenes que apenas se veían hace pocos años y que señalan que el indigenismo ha cobrado fuerza en Argentina, un país de mayorías blancas y mestizas, pero que aún cobija una minoría de los llamados "pueblos originarios".
"Sin ninguna duda, hay un resurgimiento de los movimientos indígenas", reconoce Héctor Nieva, dirigente de la Comunidad Kolla Tinkunaku, situada en la provincia de Salta, también en el noroeste argentino. "A partir de que se asentaron los derechos indígenas en la Constitución argentina (1994) y del impulso de los movimientos sociales en Bolivia, con Evo Morales a la cabeza. Todo esto produjo un contagio en el norte de Argentina y en los mapuches -de la sureña región de la Patagonia. Cada vez más indígenas, reprimidos y discriminados durante siglos, tratan de buscar su resurgimiento como comunidades organizadas", explica Nieva.
En cambio, Jorge Nahuel, miembro de la Confederación Mapuche Neuquina, opina que "no hay un resurgimiento de pueblos que son milenarios, sino mayor visibilidad; siempre ha habido denuncias y demandas en un país que se jacta de ser el más europeo de América, pero antes estaban más ocultas". Advierte que, desde la Constitución de 1994 y la declaración de la ONU sobre los pueblos indígenas (2007), existe un "reconocimiento simbólico de la pluriculturalidad, pero el sistema jurídico, la educación y las instituciones son monoculturales". Reconoce que la nueva Constitución de Bolivia, que se votó el domingo, sienta un precedente en América porque "más allá de consagrar la wiphala como símbolo nacional" crea un Estado plurinacional. "Pero en Bolivia el 80% es indígena, y en Argentina no hay que caer en el análisis cuantitativo, sino en que somos naciones preexistentes", aclara.
De los 39 millones de habitantes de Argentina, unos 383.000 (el 1%) pertenecen a una diversidad de 35 pueblos indígenas, según una encuesta oficial de 2005. Entre las etnias más numerosas figuran los mapuches, kollas, tobas (noreste del país y Buenos Aires), wichí (norte), guaraníes (norte y Buenos Aires) y diaguitas (noroeste).
Cada pueblo tiene su diferente identidad, su propia lengua (algunos la perdieron con el tiempo ante el avance del español), pero comparten reclamaciones. La principal de ellas es el reconocimiento de sus tierras mediante títulos formales. Todas piden un mejor acceso a la sanidad y a la seguridad social, una educación que integre su cultura y su lengua, participación en la definición de las políticas públicas, respeto a sus autoridades y formas de organización y defensa de los recursos naturales. Los mapuches y los diaguitas se definen como "naciones", y reclaman que se respete su derecho a la autodeterminación, aunque con matices.
Los kollas de la ciudad de Humahuaca se distinguen porque formaron un partido político local, el Movimiento de Participación Comunitaria (MPC), que logró en las elecciones de 2007 el tercer puesto y una de las tres concejalías que estaban en disputa. A diferencia de la mayor parte de Argentina, Humahuaca cuenta con un alto porcentaje de población autóctona, pero las autoridades electorales no le permitieron al MPC agregar a su nombre la palabra "indígena" ni imprimir la wiphala en sus papeletas. Este año, el MPC se presentará en toda Jujuy con candidatos a legisladores nacionales, provinciales y municipales.
Sixto Quispe, que pretende ser elegido diputado provincial, explica el origen del partido: "Yo hice campañas con el peronismo; pero después de ganar, siempre nos dejaron de lado. Hasta hoy se mantiene el desamparo de los pueblos indígenas, mientras se entrega la riqueza a las multinacionales y a los que dicen ser pequeños agricultores. En Jujuy hay un 90% de indígenas, aunque nos hacen creer que somos argentinos. Estamos gobernados por inmigrantes". Sin embargo, Quispe aclara que también se siente argentino y carece de vínculos e incluso de información sobre el movimiento de Morales, más allá de que comparten algunas de sus reivindicaciones. También se diferencia de Rosa Chiquichano, la primera indígena diputada nacional, una tehuelche que en 2007 accedió al Congreso por el peronismo de la provincia patagónica de Chubut.
Los kollas de otras regiones prefieren "por ahora" no formar un partido. Hace cuatro años se formó el movimiento Kollamarca, con la participación de todas las comunidades kollas de la región salteña de Yungas y la reclamación de 1,1 millones de hectáreas. La Comunidad Kolla Tinkunaku logró en 2007 que el Gobierno de Salta le reconociera 70.000 hectáreas, y está a punto de acceder al título de otras 19.000 que ocupa una tabacalera que en el pasado había sido denunciada por someter a los indígenas a condiciones de semiesclavitud.
En la mítica carretera 40, que une Argentina de norte a sur, los diaguitas han "recuperado" -como dicen ellos- las ruinas de Quilmes, último bastión de resistencia indígena en el noroeste de este país en tiempos de la conquista española. Considerada su "ciudad sagrada", la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita ocupó estos terrenos, que las autoridades habían concedido para su explotación a un artista y empresario de origen indígena.
"Antes éramos comunidades aisladas, y en los últimos años encontramos puntos en común ante el desalojo de las tierras y la contaminación de los recursos naturales", explica Fernando Nieva, abogado e integrante de la unión diaguita. En la carretera 40, a la altura de la provincia de Tucumán, se leen pintadas en las paradas de autobuses contra la minería por su uso de agua en esa árida región.
Los diaguitas se reconocen argentinos, pero advierten que "hay una pluralidad de naciones" en este país suramericano. "El derecho a la libre determinación no significa sólo la independencia, sino también el control de tierras y recursos naturales", aduce Fernando Nieva.
Kollamarca reivindica la "autodeterminación, pero no la autonomía total porque hoy en día no se va a lograr", admite Héctor Nieva. El dirigente kolla aclara: "Nosotros nos consideramos argentinos, pero los límites geográficos fueron impuestos por el Estado".
Los mapuches son más radicales. "Argentina es un invento moderno, de hace 200 años, y las culturas originarias son milenarias, de 10.000 años de antigüedad, según la antropología", reivindica Nuahuel. "Queremos que se reconozca que hay un Estado que alberga una nación milenaria", pide el dirigente, que responde cuando le preguntan si se siente argentino: "Somos mapuches en el Estado argentino, al que respetamos porque vivimos aquí". Por eso, su primer reclamación es el reconocimiento jurídico a la "autonomía mapuche", que le permita tener su idioma, sus escuelas bilingües, su sistema administrativo y su justicia -que no busca aislar al delincuente, sino que repare el daño causado. La otra ambición mapuche es el ordenamiento territorial que permita controlar los recursos naturales en disputa -vía bloqueos y ocupaciones- con petroleras, mineras y complejos turísticos. Los mapuches tampoco quieren participar en política mediante un partido propio: "No creemos en este sistema de partidos. Un partido serviría para dispersarnos, no somos el 80% de la población".
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