Roberto Molina
Buenos Aires, 8 diciembre 2007 (PL) - Los retos para el próximo gobierno argentino, que encabezará la flamante presidenta Cristina Fernández desde el lunes, podrían resultar mucho más complejos que los afrontados por su esposo y antecesor Néstor Kirchner en su mandato desde 2003.
Quienes centran su análisis en los asuntos de Hacienda, consideran que el principal desafío de la primera mujer electa como mandataria en la historia del país será el manejo de la economía y las finanzas que recibe en excelente salud.
En tanto, aquellos con una mirada más profunda y abarcadora unen este elemento con el social en un todo, opinan que de los buenos resultados en ambos, o al menos una mejoría sustancial, dependerá el éxito.
Según analistas, para el primer aspecto Fernández cuenta con una buena herencia dejada por su marido, Néstor Kirchner, o sea, superávit fiscal primario, balanza comercial favorable y deuda saldada con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Además, en sus cuatro años de gestión el mandatario que llegó a la Casa Rosada con la menor votación de la historia democrática argentina (22 por ciento) logró reducir sensiblemente los índices de desocupación, pobreza e indigencia con importante inversión social.
Programas para la construcción de viviendas populares, la infraestructura vial del país, el sector energético, la educación y la salud se encuentran entre esos esfuerzos reconocidos en general, aunque también criticados por la forma de ejecutarlos.
Con todos esos elementos a su favor, el nuevo gobierno -que deberá ser la continuidad del cambio, como se promueve oficialmente- podrá abordar de manera más holgada las tareas inmediatas para intentar consolidar las posiciones conseguidas tras años de desmantelamiento.
Pero todo indica que, si bien se ha obtenido cierta tranquilidad ciudadana tras los estallidos sociales que derrocaron al gobierno de Fernando de la Rúa en diciembre del 2001, eso se debe a la mejoría de la situación de las clases media y alta.
Los sectores más desfavorecidos han acusado cierta recuperación, pero están muy lejos de haber alcanzado los niveles de que gozaban y se necesita de acciones más profundas para lograrlo.
Lo anterior conlleva a un mayor compromiso político con quienes más apoyaron a Kirchner y dieron en octubre pasado su voto masivamente a quien prefieren llamar simplemente Cristina (el 45,29 por ciento, con 22 puntos porcentuales encima de su más cercano rival).
Empero, en ninguna de las dos esferas la tarea será fácil, dada la complejidad del panorama nacional heredado como consecuencia de la aplicación a fondo de las recetas neoliberales por más de una década.
El auge del crecimiento, sustentado en retenciones crecientes a las exportaciones de productos agrícolas y a las firmas privadas a cargo del petróleo argentino, depende de que la tendencia favorable de los precios en el mercado mundial se mantenga, o sea, un elemento coyuntural.
Asimismo, el énfasis en apostar al fortalecimiento del empresariado como garantía de prosperidad para el país no ha tenido un retorno en la economía en el campo de las inversiones, que siguen siendo insuficientes y en sectores secundarios, no en los productivos.
En el campo social, los enormes avances en las políticas antes mencionadas y en materia de derechos humanos, enfrentarán dos cuestiones básicas nada sencillas de empujar hacia delante.
Para quienes claman por más justicia social, la enorme acumulación financiera sin que se vierta hacia el amplio segmento empobrecido de la sociedad sigue colocando a Argentina entre los países más desiguales del orbe, una situación incomprensible -afirman- dada la riqueza de sus recursos.
En materia de derechos humanos, si bien es cierto que se avanzó mucho con la anulación de las leyes del perdón (1986 y 1987), de los indultos de los años 90, y los progresos en los juicios a ex represores de la dictadura, la justicia es demasiado lenta y hay mucha insatisfacción.
Un reflejo parcial, pero llamativo de ello, lo ofreció la Marcha de la Resistencia protagonizada frente a la Casa Rosada por numerosas organizaciones sociales y de derechos humanos los días 5 y 6, bajo la consigna "Vamos por más".
Si bien el eje central de los reclamos a las autoridades fue "más verdad y más justicia", en referencia al pasado, también urgieron por "más salud, más educación, más inclusión y más redistribución de la riqueza", cuestiones sensibles y vitales del presente.
Estos mismos sectores llevaron a Cristina Fernández a la victoria y dejan en claro desde ahora lo que esperan y quieren de su gestión, pues opinan que no hay más razones para nuevas postergaciones.
Quienes centran su análisis en los asuntos de Hacienda, consideran que el principal desafío de la primera mujer electa como mandataria en la historia del país será el manejo de la economía y las finanzas que recibe en excelente salud.
En tanto, aquellos con una mirada más profunda y abarcadora unen este elemento con el social en un todo, opinan que de los buenos resultados en ambos, o al menos una mejoría sustancial, dependerá el éxito.
Según analistas, para el primer aspecto Fernández cuenta con una buena herencia dejada por su marido, Néstor Kirchner, o sea, superávit fiscal primario, balanza comercial favorable y deuda saldada con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Además, en sus cuatro años de gestión el mandatario que llegó a la Casa Rosada con la menor votación de la historia democrática argentina (22 por ciento) logró reducir sensiblemente los índices de desocupación, pobreza e indigencia con importante inversión social.
Programas para la construcción de viviendas populares, la infraestructura vial del país, el sector energético, la educación y la salud se encuentran entre esos esfuerzos reconocidos en general, aunque también criticados por la forma de ejecutarlos.
Con todos esos elementos a su favor, el nuevo gobierno -que deberá ser la continuidad del cambio, como se promueve oficialmente- podrá abordar de manera más holgada las tareas inmediatas para intentar consolidar las posiciones conseguidas tras años de desmantelamiento.
Pero todo indica que, si bien se ha obtenido cierta tranquilidad ciudadana tras los estallidos sociales que derrocaron al gobierno de Fernando de la Rúa en diciembre del 2001, eso se debe a la mejoría de la situación de las clases media y alta.
Los sectores más desfavorecidos han acusado cierta recuperación, pero están muy lejos de haber alcanzado los niveles de que gozaban y se necesita de acciones más profundas para lograrlo.
Lo anterior conlleva a un mayor compromiso político con quienes más apoyaron a Kirchner y dieron en octubre pasado su voto masivamente a quien prefieren llamar simplemente Cristina (el 45,29 por ciento, con 22 puntos porcentuales encima de su más cercano rival).
Empero, en ninguna de las dos esferas la tarea será fácil, dada la complejidad del panorama nacional heredado como consecuencia de la aplicación a fondo de las recetas neoliberales por más de una década.
El auge del crecimiento, sustentado en retenciones crecientes a las exportaciones de productos agrícolas y a las firmas privadas a cargo del petróleo argentino, depende de que la tendencia favorable de los precios en el mercado mundial se mantenga, o sea, un elemento coyuntural.
Asimismo, el énfasis en apostar al fortalecimiento del empresariado como garantía de prosperidad para el país no ha tenido un retorno en la economía en el campo de las inversiones, que siguen siendo insuficientes y en sectores secundarios, no en los productivos.
En el campo social, los enormes avances en las políticas antes mencionadas y en materia de derechos humanos, enfrentarán dos cuestiones básicas nada sencillas de empujar hacia delante.
Para quienes claman por más justicia social, la enorme acumulación financiera sin que se vierta hacia el amplio segmento empobrecido de la sociedad sigue colocando a Argentina entre los países más desiguales del orbe, una situación incomprensible -afirman- dada la riqueza de sus recursos.
En materia de derechos humanos, si bien es cierto que se avanzó mucho con la anulación de las leyes del perdón (1986 y 1987), de los indultos de los años 90, y los progresos en los juicios a ex represores de la dictadura, la justicia es demasiado lenta y hay mucha insatisfacción.
Un reflejo parcial, pero llamativo de ello, lo ofreció la Marcha de la Resistencia protagonizada frente a la Casa Rosada por numerosas organizaciones sociales y de derechos humanos los días 5 y 6, bajo la consigna "Vamos por más".
Si bien el eje central de los reclamos a las autoridades fue "más verdad y más justicia", en referencia al pasado, también urgieron por "más salud, más educación, más inclusión y más redistribución de la riqueza", cuestiones sensibles y vitales del presente.
Estos mismos sectores llevaron a Cristina Fernández a la victoria y dejan en claro desde ahora lo que esperan y quieren de su gestión, pues opinan que no hay más razones para nuevas postergaciones.
http://www.prensalatina.com.mx/article.asp?ID={C7C7B067-3ACE-4452-930F-B23AF7F46AFC}&language=ES
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