“No juegues con el fuego”-decía mi
padre/”No tires piedras al agua”-decía mi madre (Rasul Gamzatov, 1923-2003)
Columna semanal de Vicky
Peláez
Los últimos acontecimientos en Ucrania,
siguiendo al pie de la letra el guión escrito por Washington con la cooperación
de Bruselas, dieron nueva esperanza a la vieja Organización del Tratado de
Atlántico Norte (OTAN) la que después de la desintegración de la Unión
Soviética en 1991 estaba buscando desesperadamente un enemigo para justificar
su existencia. Por eso, no es de extrañar la belicosidad del Secretario General
de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen amenazando a Rusia por supuestamente ser
responsable de lo que se está pasando en Ucrania y, en especial por su
“anexión” de Crimea. Hace poco Rasmussen declaró que “tendremos más aviones en
el aire, más buques de guerra en el mar y estaremos mejor preparados en
tierra”, refiriéndose a una posible intervención militar de Rusia en Ucrania.
También exigió las sanciones económicas más severas contra el país de Vladimir
Putin.
Para entender la política de los líderes
de esta organización y su actitud hay que seguir la ruta del dinero. Resulta
que para este año Washington aportará a la OTAN algo de 280 mil millones de
dólares que constituyen el 70 por ciento de su presupuesto que asciende a unos
400 mil millones de dólares anuales. Si tomamos en cuenta que el presupuesto
del Pentágono para el 2014 es de 680 mil millones de dólares, sin contar gastos
para las armas nucleares, las operaciones clandestinas de la CIA utilizando
drones y fuerzas especiales y los gastos de la NASA para el programa
especial vinculado a los sistemas de misiles, llegaremos a la conclusión que
los gastos militares de los EE.UU. junto con los de la OTAN superan un millón
de millones de dólares al año.
En realidad la OTAN es un brazo militar
y político de Washington en Europa igual como la OEA en América Latina cumple
el rol del instrumento político de los Estados Unidos. Fue precisamente EE.UU.
que decidió edificar un “Muro de la OTAN” alrededor de Rusia al comienzo de
1990, a pesar de la promesa dada en febrero de 1990 por el secretario de Estado
James Baker al presidente de la URSS, Mikhail Gorbachov. Este dijo que “no
habrá ninguna extensión de la jurisdicción de la OTAN para sus tropas ni una
pulgada hacia el este”. Ahora resulta que ya en aquel entonces se planificaba
la expansión de la OTAN y la única cuestión era “si expandirse o no, sino
cuando”, según el libro de James Goldgeier, “Not Whether but When: the US
Expansion to Enlarge NATO”.
Apenas empezó a colapsar la Unión Soviética en
1991, el secretario de Defensa, Richard “Dick” Cheney declaró que “era
necesario el desmantelamiento no sólo de la URSS sino de Rusia para que nunca
sea un peligro para el mundo”, afirmó el ex secretario de Defensa, Robert Gates
en su libro: “Deber: Memorias de un Secretario de Defensa”, 2014.
En julio de 1994 el secretario de
Defensa, William Perry definió el “camino de expansión de la OTAN y el rol de
Norteamérica como el líder de este proceso”. El departamento de Estado designó
al secretario asistente para los asuntos de Europa, Ronald Asmus como la figura
clave para la expansión de la OTAN hacia el este. Sin embargo, el proceso fue
aplazado para no perjudicar en las elecciones presidenciales de 1996 a Boris
Yeltsin, calificado por George W.H. Bush padre como “el único caballo en Rusia
que podemos montar”. Recién en 1997 Hungría, Polonia y República Checa fueron
incorporados a la OTAN y de allí empezó el proceso de la expansión de la
organización hacia el este bajo la tutela de Washington.
Lo interesante y maquiavélico fue que ya
en 1992 los Estados Unidos consideraban la posibilidad de una guerra civil en
Ucrania y de una posterior fragmentación del país, según el libro del analista
del Cato Institute, Ted Galen Carpenter, “Beyond Nato” (1994). También como
enfatizó este estudioso, en aquellos años ya se tomaba en cuenta la posibilidad
del “retorno de Crimea a Rusia”. Entonces, lo que sucede ahora con Crimea no es
nada nuevo o inesperado para los “iluminados” de Washington y sus seguidores
incondicionales de la Unión Europea. Sin embargo, el reingreso de Crimea a
Rusia fue utilizado hábilmente por los Estados Unidos para hacer exacerbar las
mentes de los líderes europeos y hacerles imponer sanciones a los rusos,
perdiendo así toda lógica que fue reemplazada por la irritación, muy al estilo
de la Guerra Fría.
Por algo decía Aristóteles que Dios no
había concedido a los hombres el don de la lógica. Precisamente esto pasó con
los europeos que empezaron primero, con amenazas a Rusia de sanciones
económicas, políticas y financieras y después aplicarlas, olvidándose que la
Unión Europea depende entre 50 a 60 por ciento del abastecimiento del gas
natural, el petróleo y el carbón de Rusia. Hace dos semanas este país disminuyó
en un 4 por ciento el envío del gas natural a Europa y de acuerdo al The New
York Times, Gasprom está planificando elevar el precio del gas para la Unión
Europea a 500 dólares por mil metros cúbicos. Pero los líderes europeos
azuzados por sus amos norteamericanos están en completa ofuscación y ya están
estudiando la posibilidad de vivir sin gas ruso, lo que es prácticamente
imposible.
De acuerdo al “Gas Storage Europe”, los
reservorios del gas natural de la Unión Europea están al 46 por ciento de su
capacidad, lo que significa unos dos meses de abastecimiento. A la vez, los
países como Hungría, Bulgaria, Eslovaquia y Grecia carecen completamente de reservas
de gas. El motor de la Unión Europea (UE), Alemania puede satisfacer sus
necesidades en el gas solamente en el 15 por ciento, obteniendo el 38 por
ciento en Rusia y el 48 por ciento en Noruega y Los Países Bajos, pero las
reservas de Noruega y de Los Países Bajos se están agotando. Finlandia depende
en el 90 por ciento del gas ruso. Lo que esperan los europeos es la ayuda de
Estados Unidos sin percatarse que es prácticamente imposible a plazo corto.
Tanto Norteamérica, como Argelia y Qatar podrían, en teoría, enviar gas licuado
a la UE pero los puertos de estos países, igual que los de la Unión Europea no
tienen la infraestructura y las facilidades necesarias para iniciar esta
operación, lo que tomaría no menos de una década para iniciar este proceso.
Hace cinco años, Europa estaba
entusiasmada y optimista con la idea del gas de esquisto (Shale gas en
inglés-hidrocarburo en estado gaseoso obtenido durante el proceso de la
fragmentación de la roca), cuyos depósitos eran grandes en su suelo,
especialmente en Polonia, según los especialistas norteamericanos. Sin embargo,
la mayoría de los pronósticos estaban exagerados. Las más grandes corporaciones
energéticas internacionales, como Exxon, Marathon Oil, ENI, Talisman Energy ya
están saliendo de Polonia. A la vez, hay una fuerte resistencia en Europa a la
extracción del gas de esquisto debido al daño que produce al medio ambiente.
Este proceso de extracción de gas
requiere inyección de agua bajo una fuerte presión y varios químicos como
benzoilo y ácido fórmico a las capas subterráneas del subsuelo que pone en
peligro el medio ambiente. Por algo en Europa este método de extracción ha sido
llamado “El arma de guerra contra el medio ambiente”. En los Estados Unidos la
experiencia de 20 años con el gas de esquisto en West Virginia, Kentucky,
Virginia y Tennessee hizo devastar una extensión de 6,000 kilómetros cuadrados
equivalentes a toda la superficie del estado de Delaware. Esto explica por qué
Francia, Alemania y Bulgaria ya han renunciado al gas de esquisto.
Los líderes europeos saben perfectamente
que en los próximos diez años estarán dependientes de los recursos energéticos
rusos por eso sus sanciones económicas y financieras son bastante dubitativas.
A la vez sus corporaciones siguen sus propios intereses. El gigante industrial
alemán SIMENS continuará invirtiendo en Rusia en el sector del transporte
ferroviario y la energía, según su director, Joe Kasser, a pesar de las
tensiones entre el Occidente y Moscú. Lo mismo pasa con las mega corporaciones
norteamericanas. VISA rápidamente suspendió las sanciones contra tres bancos
rusos al darse cuenta que la mayoría de sus clientes en los últimos cinco años
han sido los rusos. El director general de ExxonMovil, Rex Tillerson aceptó el
retorno de Crimea a Rusia y está fortaleciendo las relaciones con la
corporación rusa Rosneft, siguiendo la misma línea del anterior director de la
corporación Lee Raymond que escribió hace años que “yo no soy corporación
norteamericana y mis decisiones no están basadas en lo que es bueno para los
Estados Unidos”. Lo curioso es que a pesar de las amenazas de las duras
sanciones contra Rusia por su anexión de Crimea, el gobierno norteamericano no
ha suspendido hasta ahora la entrega de la alta tecnología militar para las
tropas rusas como parte de su presupuesto FY2015.
Washington, a pesar de toda su
belicosidad sabe perfectamente que el gobierno de Rusia no está asustado y está
promoviendo lentamente su propia agenda geoeconómica orientada en herir a los
EE.UU. en su Talón de Aquiles que es el petrodólar que cumple el rol de la
Moneda de Reserva Mundial. Aislando a Rusia, Washington se podría hacer daño a
sí misma pues aceleraría la creación de un sistema monetario alternativo
prescindiendo del dólar que ya está en marcha entre los países pertenecientes
al grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China Y Sudáfrica). Debido a este proceso
el valor de fiat dólar ya está bajando paulatinamente.
Si Rusia y los miembros de BRICS logran
a abandonar un día el petrodólar esto produciría, según el analista Peter
Koenig, “una pérdida en la demanda para petrodólares estimada en decenas de
millones de millones de dólares al año”. Entonces, no está en los intereses de
Norteamérica intentar a aislar Rusia seriamente. Tampoco hay que olvidar que
Rusia es el más grande productor de energía en el mundo y China es el más
grande consumidor lo que significa que el aislamiento de Rusia fortalecería la
alianza entre estos dos países vecinos lo que perjudicaría a los intereses de
Washington.
Todo esto implica que no es el dilema de Putin respecto a qué hacer en esta situación en realidad, sino el de Barack Obama que está frente al retorno de un mundo multipolar en condiciones del fortalecimiento del poder euro-asiático. Para tratar de detener este proceso, Estados Unidos decidió usar su brazo político militar, la OTAN esperando de rodear Rusia con las bases militares, esta vez utilizando Ucrania para acercarse más a la frontera rusa. Pero eso no es todo, en su mira también están los países miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) dirigida por Rusia. Son Armenia, Bielorusia, Kazajstán, Kirguizstán y Tadjikistán que también están en conversaciones con la OTAN. También hay que tener en cuenta que unos 2,500 militares de estos países recibieron entrenamiento en el Occidente y Tadjikistán está permitiendo el despliegue de las tropas de la OTAN en su territorio.
El acierto de muchos analistas
internacionales y rusos, de que debido a la dependencia de Europa de los
recursos energéticos rusos lo único que tiene que hacer el gobierno de Putin es
esperar y no hacer nada en la actual situación, es peligroso y engañoso.
Washington no sólo está tratando de aislar Rusia, rodearla de bases militares
con sus radares y escudos supuestamente anti misiles, sino fortalecer su quinta
columna de “atlantistas” dentro del país y romper el alma rusa. Dijo alguna vez
el pintor peruano, Teodoro Núñez Ureta que “cuando a un pueblo quieren
conquistarlo, lo primero que hacen es robarle el alma”. Hasta ahora nadie pudo
robarle el espíritu a Rusia. Por algo el fundador del Estado moderno alemán,
Otto Von Bismarck dijo alguna vez: “Nunca hagan guerra contra Rusia. Hagan
tratados con Rusia”.
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