Por Rosalía Arroyo
La población afrodescendiente de
América Latina traza proyectos para superar años de invisibilidad, que
potenciaron la exclusión, la desigualdad y el racismo.
No es una novedad: los países más
desiguales del mundo se encuentran en América Latina y el Caribe. Pero, según
un estudio reciente del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD),
los ciudadanos más rezagados de la región son los de ascendencia africana e
indígena, muchos de ellos mujeres y jóvenes.
La comunidad afrodescendiente, que representa entre el 20 y 30% de
la población de América Latina, experimenta niveles desproporcionados de
pobreza y exclusión social y continúa enfrentando una severa discriminación en
todos los órdenes. “A pesar de la existencia de marcos jurídicos nacionales y
el establecimiento de diversas instituciones para garantizar sus derechos, la
aplicación de leyes y
reglamentos sigue siendo débil en la región”, explica
Gerardo Noto, jefe de gobernabilidad democrática del PNUD para América Latina y
el Caribe. En ese sentido, falta profundizar el reconocimiento político y
cultural de sus valores, sus aspiraciones y sus formas de vida, para dejar
atrás la exclusión socioeconómica que genera más desigualdad y segmentación
social.
Las luchas del movimiento afro se visibilizaron fuertemente a
partir del siglo XXI y se logró instalar el tema tanto a nivel global como en
los distintos países de la región. En los últimos años, diferentes
organizaciones de la sociedad civil y organismos públicos consiguieron comenzar
a revertir el discurso hegemónico que buscó durante muchos años invisibilizar y
negar la cultura afro.
La organización argentina Afro Xangô está conformada por militantes
y activistas que luchan por el respeto de los derechos humanos, la igualdad y
la justicia social de los afrodescendientes y de toda la comunidad. La
denominación hace referencia al dios africano que, en la mitología popular, es
considerado el juez entre los Orixás.
Según el titular de la agrupación, Carlos Álvarez Nazareno, en
América Latina hay una estructura de carácter racista, porque son muy pocos los
países de la región que reconocen la presencia y los aportes de la cultura
afro. “Lamentablemente, el 90% de la población afrodescendiente vive en
condiciones por debajo de la línea de la pobreza y eso habla de un racismo y
exclusión estructural muy fuerte”, apunta. En ese sentido, advierte que los
diferentes Estados tienen la responsabilidad de promover acciones reparatorias
y políticas públicas que impacten directamente en las condiciones de
vulnerabilidad que atraviesa la población afro.
A pesar de ello, el activista explica que “algunos países como
Uruguay, Brasil, Ecuador, Colombia, Venezuela y Costa Rica lograron un avance
en relación con las políticas públicas vinculadas con el reconocimiento de la
cultura afro. Sin embargo, todavía queda pendiente lograr la inclusión en el
sistema educativo”. Bajo esa perspectiva, destaca que en la Argentina se están
llevando adelante diversas acciones públicas que permiten trabajar la temática
en todas las escuelas del país. “Desde las distintas organizaciones sociales se
realizan actividades que permiten profundizar y discutir los valores de la
cultura afro entre los docentes y alumnos”, indica Álvarez.
También resalta que, tanto desde la sociedad civil como desde el
Estado, se llevan adelante iniciativas que permiten visibilizar y reconocer la
presencia e influencia de la cultura afro. “Estamos dando pasos muy importantes,
pero aún falta un largo camino. Necesitamos que, efectivamente, se produzcan
políticas específicas que impacten en nuestra comunidad para lograr igualdad de
trato y oportunidades”, concluye.
Las pistas de la cultura afro en América Latina
El PNUD investigó cómo son las condiciones de vida y el acceso a
educación y salud para los afrodescendientes en América Latina.
En Colombia, la tasa de analfabetismo es del 6%, mientras que entre
la población afrocolombiana llega al 31%. En Uruguay, la remuneración promedio
de un hombre negro es equivalente al 70% de la de uno que no es
afrodescendiente. En Perú, la escolaridad promedio está en 7,3 años, pero entre
los afrodescendientes es de 6,3. En Brasil, el desempleo afecta más a los
afrodescendientes que al resto de la población.
Así, la incidencia de la extrema pobreza entre indígenas y
afrodescendientes duplica la que se constata en el resto de la población en la
región.
Repensar los discursos y la historia
En los últimos años comenzó un
proceso que busca revertir la idea impuesta por la clase hegemónica de que, en
la Argentina, no hay “negros”.
En 2010, el Estado argentino dio respuesta a uno de los reclamos de
las comunidades afro para revertir la invisibilidad en las estadísticas,
incluyendo en el censo nacional una pregunta específica sobre la población
afrodescendiente. Así, según el último censo de 2010, en el país existen
149.493 personas que se autoidentificaron como afrodescendientes; y, de este
total, el 92% son afroargentinos. Estos datos censales permiten, además de
conocer las características demográficas y sociales de esta población,
reflexionar y pensar sobre qué sucede con la afrodescendiencia en el país.
De esta forma, en los últimos años se consolidó un proceso de
transformación en la comunidad afrodescendiente, vinculado con la
implementación de políticas públicas con el fin de lograr una sociedad más
inclusiva e igualitaria. También se sancionó en abril de 2013 la ley que
conmemora al 8 de noviembre como el Día Nacional de los Afroargentinos y de la
Cultura Afro, en reconocimiento a María Remedios del Valle, descendiente de
esclavos africanos que participó en las luchas por la Independencia y fue
nombrada “Madre de la Patria” por las tropas revolucionarias de Mayo.
Estas acciones marcan el comienzo de un proceso que tiene como
objetivo revertir la idea impuesta por la clase hegemónica de que, en la
Argentina, no hay “negros”, o que desaparecieron luego de las guerras por la
Independencia y las pestes. Esa creencia forma parte de un discurso que buscaba
consolidar una Argentina blanca, eurocéntrica y burguesa, construyendo un
imaginario social que trae como consecuencia la desigualdad y la exclusión. El
desafío es repensar el origen de nuestra historia, promoviendo y profundizando
políticas vinculadas con el reconocimiento de los valores de la cultura
afrodescendiente.
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Abya Yala, Patria Grande: América
Latina y Caribe
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