26 octobre 2016, Rebelión
http://www.rebelion.org (Mexico)
Los grandes procesos de
trasformación de nuestras sociedades están estrechamente asociados a los
grandes liderazgos que los han conducido. No son procesos espontáneos, sino
voluntarios, en los que la voluntad política colectiva de las sociedades se
articular a partir de un proyecto y de un liderazgo que lo conducen.
La derecha no necesita
de ese tipo de liderazgo. Sus objetivos son conservadores, restauradores, les basta formas de acción que
obstruyan la acción de los movimientos populares, que dividan al pueblo, lo
neutralicen, dificulten el surgimiento de grandes liderazgos populares. El
pueblo, a su vez, necesita, para unificarse, de grandes liderazgos, armados de
grandes proyectos de trasformación social, económica y política. La derecha
tiene sus instrumentos de unificación y de acción – sus partidos, sus medios de
información, sus entidades corporativas, la policía, el Poder Judicial, entre
otros. El pueblo necesita crearlos. Los liderazgos populares, con sus
discursos, establecen
vínculos con el pueblo, que son esenciales como ellos
para una construcción contra-hegemónica.
En el período histórico actual, de lucha para la superación del modelo
neoliberal, han surgido liderazgos, como los de Hugo Chávez, Lula, Néstor y
Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, que personifican a
esos modelos frente al pueblo. Cuando la derecha busca recomponer su
modelo neoliberal, necesita, como elemento indisoluble de su objetivo de
restauración conservadora, destruir también los imágenes de los líderes que han
representado los proyectos antineoliberales.
¿De qué sirve destruir los Estados, reducirlos a su mínima expresión, si
se mantienen los liderazgos que los han fortalecido, que lideran la resistencia
a esos intentos y pueden volver a la presidencia y recomponerlos? Es parte
indisoluble del proyecto de restauración neoliberal del gobierno de Mauricio
Macri atacar la imagen pública de Cristina. Al mismo tiempo que pone en
práctica su proyecto de exclusión social, su gobierno se empeña en la
campaña que ataca sistemáticamente a Cristina, no discutiendo lo que su gobierno
ha hecho en comparación con que lo que se hace hoy, sino buscando la
descalificación personal.
Porque saben que los argentinos han vivido mucho mejor en el gobierno
anterior, saben que el ajuste que ponen en práctica ya ha fracasado en los años
1990, que menos Estado y más mercado lleva a mas recesión, con las
consecuencias de más desempleo y miseria. Por ello tienen que diagnosticar que
los problemas que enfrentan vienen de gastos supuestamente excesivos del
gobierno que se deben, en parte a la corrupción. Sin comprobar esta, su
diagnóstico no se mantiene. De ahí la campana diaria de descalificación de
Cristina y de su gobierno.
Lo mismo pasa en Brasil, confirmando que son gobiernos gemelos en los
intentos de retorno al neoliberalismo. El gobierno que asumió, mediante un
golpe, trata de imponer el modelo no solo fracasado en los años 1990, sino que
también fue derrotado cuatro veces, incluso en la última elección de 2014. Lo
hace en medio de inmensas manifestaciones en su contra. Mientras las encuestas
dicen que el 70% de los brasileños están en contra de la ley que congela los
recursos para políticas sociales por 20 años, la ley fue aprobada por la Cámara
de Diputados con el 70% de votos a favor, a contramano de la opinión de la
población.
Un gobierno así tiene, al igual que el argentino, que dividir sus
esfuerzos, entre la aplicación cruel del ajuste fiscal, el desvío de las
acusaciones de corrupción que afectan a 15 de sus ministros, y el ataque a Lula
– el fantasma que quita el sueño a la derecha brasileña. Acusaciones que no se
sostienen y que, por ello, se vuelven descabelladas – tal como la penúltima, de
que el Itaquerao, el estadio de futbol de Corinthians, donde se jugó el partido
inaugural del Mundial de Futbol, habría sido un regalo (sic) de una
constructora acusada de corrupción a Lula. Además de 8 millones de reales,
acusación que se agregó al día siguiente, para no tener un día en los medios
sin alguna acusación.
El mecanismo es el mismo. La derecha de los dos países sabe que sin la destrucción
de la imagen de los dos líderes que mejor personifican gobiernos que han
resultado en esos dos países, no se cumple plenamente su objetivo de
destrucción de esos países. Hay que destruir la imagen de Lula y de Cristina,
para poder destruir a Brasil y a Argentina.
*Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del
Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro
(UERJ).
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