Discurso
de cierre del Acuerdo Definitivo de Paz de las FARC-EP
Nuestro saludo
cordial al Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, y por su
intermedio, a los comandantes Fidel y Raúl que generosamente ofrecieron su
territorio y la logística necesaria para que los colombianos resolviéramos
nuestras diferencias; Saludo a los representantes de los países garantes,
Noruega y Cuba que estuvieron siempre al lado de los plenipotenciarios en los
momentos más difíciles y los de satisfacción impulsando contra viento y marea
los avances de la Mesa; Saludo a los “ángeles de la guarda” del proceso de paz,
como denominara Roy Chaderton a los acompañantes de la República Bolivariana de
Venezuela y de la República de Chile. A nombre de Colombia, gracias por
ayudarnos durante tanto tiempo a encontrar la senda de la reconciliación y la
paz. Gracias por su inmensa solidaridad.
Doctor Humberto de La
Calle y representantes del Gobierno de Colombia
Compañeros de la Delegación
de Paz de las FARC
Compatriotas:
Hemos trabajado de
manera incansable día y noche para entretejer en un solo cuerpo de consenso los
elementos del nuevo acuerdo final sobre el que empezaremos la edificación de la
paz estable y
duradera para Colombia.
En el día de hoy,
como resultado de la inquebrantable voluntad y decisión de las partes, de su
perseverante búsqueda de una solución política a la dilatada confrontación
armada, presentamos a la nación colombiana el nuevo Acuerdo de Paz DEFINITIVO,
que preferimos llamar el ACUERDO DE LA ESPERANZA, poderoso instrumento para la
democratización del país y para la materialización de los derechos de la gente.
Han sido semanas de
arduo trabajo, de audiencias sucesivas, de ejercicio humilde de escuchar con
interés y respeto, de interlocución con el más amplio espectro del movimiento
social y político, y de las iglesias. Han sido semanas de muy difíciles pero
fructíferas conversaciones con la delegación gubernamental que han permitido
reafirmar la vocación de paz y reconciliación de un país, al tiempo que han
posibilitado comprender y aclarar dudas e inquietudes razonables de diversos
sectores de la sociedad, y también desvirtuar tergiversaciones y falacias
respecto del acuerdo suscrito el pasado 26 de septiembre en la Ciudad Heroica,
Cartagena de Indias.
El resultado del
plebiscito del 2 de octubre produjo un impacto, que además de atascar los
mecanismos de implementación previstos, pusieron en serio riesgo cinco años de
esfuerzos en la búsqueda de la reconciliación.
Pero para fortuna de
millones de compatriotas, la paz sigue su marcha irrefrenable, IRREFRENABLE.
Las espontáneas y multitudinarias movilizaciones sociales de apoyo a la paz
activadas por la juventud, las numerosas manifestaciones de organizaciones sociales
y populares, de partidos y movimientos políticos, y el reiterado acompañamiento
de la comunidad internacional, nos incitan pensar que se ha iniciado el gran
cambio histórico hacia una sociedad auténticamente democrática, pacífica y
justa.
Los resultados de
octubre también nos llevaron a pensar en sentido más reflexivo acerca de los
límites de la democracia liberal y de la regla mayoritaria, particularmente
cuando ésta se establece bajo las condiciones de mayúscula abstención y cuando
están de por medio decisiones de semejante trascendencia, como las que
conciernen a la posibilidad histórica del buen vivir y en paz para las nuevas
generaciones.
Recordamos, en ese
contexto, nuestras visiones de democracia discutidas en la Mesa, que apenas
alcanzaron a ser recogidas de manera muy parcial en el acuerdo sobre “apertura
democrática”. Y reforzamos nuestras certezas acerca de la necesidad de luchar
por nuevos entendimientos, diseños y procedimientos democráticos que
trasciendan el simple sufragio, a fin de garantizar una verdadera participación
social y ciudadana en los asuntos que inciden sobre la vida nacional.
Aún en condiciones de
esa precariedad democrática, en la medida en que accedimos al procedimiento de
refrendación plebiscitaria en la búsqueda de la paz deseada, entendimos que
pese a la débil mayoría, teníamos el compromiso político de aceptar el
resultado adverso y de atender las múltiples voces que lo habían propiciado,
distinguiendo entre aquellas que manifestaban preocupaciones sinceras por un nuevo
y mejor acuerdo, y otras que tenían la pretensión de erigirse en obstáculo para
el logro del propósito superior, aunque dada la coyuntura se cobijaran también
con el manto y el discurso de la paz.
Comprendimos mejor,
entonces, el sentido del pluralismo y de la diversidad, de los intereses
particulares y de grupos y sectores específicos del conglomerado social, que
-en medio de la conflictividad que es inherente al orden vigente- merecen
respeto y reconocimiento. El mismo que demandamos hacia nosotros.
Así es, que, en
atención a ello, nos dimos a la tarea, junto con el Gobierno Nacional, de
reabrir la discusión en la Mesa de La Habana, para considerar -con el rigor
exigido por las circunstancias- todas y cada una de las propuestas de precisión
y ajuste del acuerdo suscrito el 26 de septiembre, bajo el entendido de que se
trataba de un perfeccionamiento de lo ya convenido, teniendo en cuenta lo
manifestado por todos los sectores políticos y sociales que participaron en un
plebiscito cuyos resultados no debían comprenderse como una negativa al acuerdo
de paz, sino como un llamado a su mejoramiento.
Aunque la X
Conferencia Nacional Guerrillera refrendó el texto de un acuerdo que para
nosotros ya estaba cerrado, comprendimos la importancia de reformularlo con un mayor
consenso que incorporara muchas voces que estuvieron ausentes durante el
proceso de conversaciones, y que incluso habiendo dicho No tienen su
sentimiento del lado de la reconciliación.
Somos conscientes de
que la posibilidad real de desatar la potencia transformadora de los acuerdos
descansa sobre su legitimidad política y social. Por tal razón, nos produce una
inmensa satisfacción anunciar que al tiempo que el nuevo Acuerdo alcanzado
preserva la estructura y espíritu del primer acuerdo convenido, incorpora un
sinnúmero de ajustes y precisiones, que recoge observaciones y nuevas
propuestas de redacción, que formula aclaraciones y despeja dudas donde se
consideró necesario. Por ejemplo, en materia de Jurisdicción Especial para la
Paz se incorporaron no menos del 65% de las propuestas provenientes de los
diversos sectores que votaron NO en el plebiscito; casi el 90% de las
iniciativas referidas al polémico tema de género; y algo más de 100 variaciones
que tocan los temas concernientes a Reforma Rural Integral, Participación
Política, Nueva política antidrogas, Víctimas, Fin del conflicto e
implementación y verificación.
Al respecto, de
nuestra parte hemos cedido, incluso extendiendo fronteras que nos habíamos
trazado, desplazándolas hasta los límites de lo razonable y aceptable para una
organización político-militar cuyas armas no fueron vencidas; que acudió por
tanto a la mesa de diálogos a una negociación y no a un proceso de
sometimiento; y que ha tomado la decisión de participar en la vida política legal,
si se cumple un conjunto de condiciones que lo hagan posible.
Le decimos a la
sociedad colombiana que hemos realizado nuestro mejor esfuerzo por responder a
los anhelos de paz, y podemos afirmar con la frente en alto que hemos cumplido
y que al nuevo acuerdo, el único camino que le espera, es su implementación,
teniendo en cuenta que con él quedan sentadas las bases para comenzar una tarea
aún más difícil y compleja: la construcción de una paz estable y duradera, a la
que esperamos se puedan sumar, con nuevos aportes, fruto de su negociación, los
compañeros del Ejército de Liberación Nacional, y que toda la institucionalidad
del Estado, el poder Ejecutivo, el Congreso de la República, la altas Cortes,
la Fiscalía General de la Nación, las Fuerzas Militares y de Policía, asuman su
respaldo.
Con el nuevo Acuerdo
Final se generan condiciones para iniciar el difícil proceso de la
reconciliación nacional, propósito que compromete a las diferentes clases
sociales, al empresariado nacional, a los sectores medios de la población, a la
clase trabajadora urbana y rural, a los intelectuales y artistas, a los
trabajadores de la cultura, a las comunidades campesinas, indígenas y
afrodescendientes, a la comunidad LGBTI, a las mujeres y hombres del común, y
desde luego a nuestros guerrilleros, que con expectativa han estado en paciente
y disciplinada espera; y también a todos los partidos y movimientos políticos y
sociales.
La firma de este
nuevo acuerdo debe dar inicio a la construcción del país de la concordia que
llevamos en el corazón y con el que hemos soñado durante toda la vida. Pero el
solo acuerdo no es suficiente, porque un papel florecido de promesas y buenas
intenciones, sin veeduría ciudadana, fácilmente puede ser arrastrado por el
viento de la desidia hacia el desierto de la nada y la frustración de la
esperanza. Lo reiteramos: el principal garante del cumplimiento y la
implementación de los acuerdos, además del componente internacional, es el
propio pueblo y sus organizaciones, porque nadie mejor que él puede sentir la
urgencia de su concreción, porque toca con su dignidad y su derecho a vivir en
paz.
Está triunfando la
paz, no lo dudamos. Nos sentimos orgullosos de que Colombia siga siendo
referente mundial de paz.
Reiteramos el llamado
que hiciéramos con el Gobierno a concertar con todas las fuerzas vivas del
país, “un gran ACUERDO POLÍTICO NACIONAL encaminado a definir las reformas y
ajustes institucionales necesarios para atender los retos que la paz demande,
poniendo en marcha un nuevo marco de convivencia política y social”.
Es tiempo de paz; de
despliegue de una contienda política que admita, sin el ejercicio estructural
de la violencia y el recurso de las armas, la existencia de diversas visiones
de sociedad y en la que se pueda luchar por ellas por la vía democrática. Que
la contienda se traslade al campo de las ideas enarbolando en lo más alto de
las conciencias, la bandera de la verdad y de la honradez.
Que nadie trunque los
sueños y las esperanzas de millones de almas. Hagamos de la paz una condición estable
y duradera sobre la base del respeto a los derechos del pueblo y la justicia
social. Nuestro futuro está fuertemente ligado al derecho a la tierra, a la
salud, a la educación, a la vida digna, para que nadie en Colombia recaiga en
la desesperanza. Ha llegado el momento de la construcción de sueños y de darle
vida a la esperanza mediante la lucha política, llenando nuestros corazones del
más inmenso amor por la patria.
Con la voz del
tribuno del pueblo Jorge Eliécer Gaitán, digamos una vez más: “Bienaventurados
los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para
ocultar sentimientos de rencor y exterminio...”.
Que renazcan,
entonces, de la luz de este Acuerdo de Paz, las mariposas amarillas de Mauricio
Babilonia para que invadan con su amor y reconciliación todos los rincones de
este gran Macondo que es Colombia.
Amamos la paz, amamos
a Colombia. Que Dios y el comandante Manuel Marulanda Vélez, bendigan este
acuerdo.
Muchas gracias.
DELEGACIÓN DE PAZ DE
LAS FARC-EP
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