22 mayo 2015, Rebelión http://www.rebelion.org (México)
Es innegable el papel de China en
el crecimiento de América Latina en lo que llevamos de siglo. Como tampoco es
ajeno a ello el papel de determinados gobiernos en la región, comprometidos no
solo con nuevas políticas que han favorecido la inclusión social sino alejadas
de los viejos esquemas de dependencia que los convertían en meras correas de
transmisión de los dictados neoliberales. Dicho esto, cabe señalar que las
contraindicaciones manifestadas no son menores, en especial, cierta
reprimarización que amenaza con reproducir modelos de cooperación económica
que, transcurrida la bonanza, pueden dejar las cosas poco menos que como
estaban. Según la CEPAL, los productos primarios representaron en 2013 un 73
por ciento de las exportaciones de la región a China.
Lo que China aporta y puede aportar transcurrida esa primera etapa de
acercamiento no es solo comercio e inversiones centrados en los recursos
primarios, sino una forma de pensar y actuar diferente que abre el horizonte de
ruptura del círculo vicioso del subdesarrollo. En este sentido, una apuesta
sincera por la diversificación y la superación de las asimetrías del presente
es realizable si se da forma a esa nueva complementariedad: la conjugación de
la demanda de infraestructuras de la región con las posibilidades de
financiación china y su
apuesta por la internacionalización de sus empresas ofrece
el marco idóneo para operar un cambio en el patrón de su relación facilitando
que América Latina opere un avance sustancial en su progreso.
La relación China-América Latina necesita una nueva hoja de ruta con
nuevos contenidos. Recorrer con China los mismos derroteros que en su día se
hizo con EEUU y la UE conduce a un callejón sin salida para la región. Ambos
actores deben demostrar que otro modelo es posible. El compromiso chino con
grandes proyectos de alcance como el Canal de Nicaragua o el ferrocarril
transamazónico, es indicativo de la presencia de otro enfoque, más ambicioso y
transformador, que puede completarse con un impulso a la industrialización de
la región para generar un mayor valor agregado a sus relaciones pero igualmente
a la integración regional. El Fondo anunciado por el primer ministro Li Keqiang
en Brasil para impulsar la interconexión del continente a través del tridente
logística-energía eléctrica-comunicación es un buen ejemplo de lo que puede dar
de sí la cooperación Sur-Sur.
Del lado latinoamericano se requiere también un esfuerzo singular capaz
de aprehender el verdadero signo de esta oportunidad histórica. No solo se
trata de que los respectivos gobiernos optimicen las posibilidades de
generación de un nuevo desarrollo centrado en fortalecer las capacidades
autóctonas y la inclusión social sino de poner el acento en aspectos clave como
la educación o la investigación y desarrollo, sin los cuales toda
transformación es efímera. Esto requiere tiempo y perseverancia.
Por otra parte, China debiera tener muy en cuenta las experiencias
regionales, traumáticas tantas veces, con la exaltación del papel del mercado
confundida en numerosas ocasiones con las alabanzas al neoliberalismo. Una
apuesta común por el pragmatismo y por la combinación equilibrada del sector
privado, la sociedad y los gobiernos, no quiere decir necesariamente inhibición
ideológica ni tampoco ausencia de compromisos políticos, sociales o
ambientales. Los tiempos a uno y otro lado son distintos y las rutas de la apertura
en cada caso parten de orígenes diametralmente opuestos y conviene no perderlo
de vista. Esto misma explica, en parte, las muchas reticencias existentes con
los TLCs en la región, a menudo fundadas, una fórmula que por el contrario goza
en China de mucho predicamento.
En el orden estratégico, China puede encontrar en América Latina un
aliado clave para instar una nueva gobernanza global. Esa alianza, sustentada
en una cooperación económica cualitativamente enriquecedora para ambas partes, dispondría
de sólidos y duraderos fundamentos. Con el modelo que ha permitido llegar hasta
aquí, es inestable. El Foro China-CELAC puede blindar los intereses comunes
vertebrando una unidad de criterio y de acción que equilibre las hegemonías
tradicionales promoviendo no solo alternancias sino también alternativas.
*Xulio Ríos es director del
Observatorio de la Política China
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