22 mayo 2015, LaStampa.it
http://vaticaninsider.lastampa.it (Itália)
Algunas reflexiones del embajador de la República Argentina ante la
Santa Sede
Eduardo Félix Valdés*
Ciudad del Vaticano
Relacionado
El Salvador/Carta de Monseñor
Romero al presidente Jimmy Carter
EUA protegem em seu território o
assassino do monsenhor Óscar Romero
Con la canonización este
sábado del obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, en mayo se llega al punto
más alto del concepto de “tender puentes y derribar muros” que se respira en la
Santa Sede, al que se agregan el anuncio de beatificación a Monseñor Enrique
Angelelli y a Dom Helder Cámara, la presencia en el Vaticano del fundador de la
Teología de la Liberación Gustavo Gutiérrez y los históricos encuentros de Francisco
con los Presidentes palestino Mahmud
Abbas y con el cubano Raúl Castro.
“Cuando alimenté a los
pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me
llamaron comunista”, Helder Cámara, Obispo de Olinda y Recife (Brasil)
entre 1964 y 1985, en proceso de beatificación con expediente abierto el 3 de
mayo pasado.
“Hay que tener el oído
atento, siempre puesto a lo que dice el Evangelio y a lo que dice el Pueblo”, obispo argentino Enrique Angelelli,
asesinado en La Rioja el 4 de Agosto de 1976 por la dictadura militar con apoyo
de un grupo denominado “Cruzados de la Fe” y en proceso de beatificación por
martirio
desde el 10 de mayo último.
desde el 10 de mayo último.
“La Justicia es igual a
las serpientes, solo muerde a los que están descalzos; si me matan, resucitaré
en el pueblo salvadoreño”, monseñor Óscar Arnulfo Romero, obispo salvadoreño
asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba misa en una capilla de un
hospital de San Salvador, beatificado este fin de semana.
“Sí. Ha caído un
muro”, afirmó el sacerdote peruano autor de la Teología de la Liberación,
Gustavo Gutiérrez, en pleno Vaticano el propio día 12 de mayo.
Si bien pronunció la
frase en referencia a los procesos de beatificación de los obispos Óscar
Arnulfo Romero, este fin de semana, y Enrique Angelelli, en curso desde el 10
de mayo por impulso concreto del papa Francisco, su presencia en la Santa Sede
fue, en cierto modo, la caída de un otro muro en el Vaticano.
“Ha cambiado el sentido
del martirio. Normalmente se es mártir porque se es asesinado ‘en odium
fidei’ (en odio a la Fe por profesantes de otra Fe), pero este no es
el caso de Romero ni de Angelelli. Fueron asesinados por que se decían
cristianos. Como decía el documento de Aparecida fueron asesinados por seguir a
Dios, a la Iglesia y al pueblo. Es muy interesante. Es una extensión del
significado del martirio. Ofrecieron testimonio de la justicia y de la dignidad
humana.”, explicó.
Efectivamente, la ola de
dictaduras que plagaron nuestra región en las décadas del los años 70 - 80
declaraban actuar en defensa de la civilización occidental y cristiana. En
cambio, en nombre de esa defensa, vulneraban los principios más básicos del
cristianismo y de la doctrina social de la Iglesia, como el respeto a la
dignidad de la vida humana y la misericordia y el amor al prójimo, matando,
torturando, oprimiendo y explotando a los pobres en nombre de sus intereses
económicos. Para justificar la acción de estos asesinos los denominaban
“Obispos rojos”: se los acusaba de ser “marxistas”.
En esa línea, el
postulador de la canonización de Romero, Monseñor Vincenzo Paglia, declaró que
“al igual que otros sacerdotes en la América Latina de aquellos años, (Mons.
Romero) fue víctima de un sistema oligárquico formado por personas que se
profesaban católicas y veían en él un enemigo del orden social occidental y de
lo que ya Pio XI, en la Quadragésimo anno, llama ‘dictadura económica’”.
El proceso de
canonización de Monseñor Romero fue descongelado por el Papa Francisco al igual
que, como manifestó el Obispo de La Rioja Monseñor Marcelo Colombo, para la
beatificación de monseñor Angelelli fue decisiva la inclusión de dos documentos
que el Santo Padre le envió para presentar ante los tribunales argentinos,
donde Angelelli le confiesa al Cardenal Pironio que le acababan de matar a dos
sacerdotes y que temía por su vida ante las amenazas.
Con esas acciones, en
nombre de estos valores universales de “Justicia y dignidad humana”, el Santo
Padre logró construir puentes y derribar los muros que enfrentan a los pueblos
y actuar directamente como mediador en los conflictos más sensibles del
escenario mundial.
A mediados de mayo
Francisco recibió en el Vaticano al líder palestino Mahmud Abbas, en vista del
reconocimiento de la Santa Sede al Estado de Palestina, calificándolo como un
“ángel de la paz” para la Tierra Santa, y al día siguiente canonizó a dos
monjas de origen palestino.
Una semana antes, había
recibido al líder cubano Raúl Castro quien públicamente le agradeció al Santo
Padre por su “contundente” contribución al histórico restablecimiento de las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos” y llegó a prometer: “si el Papa sigue
hablando así yo volveré a rezar”.
Así, del impulso a las
beatificaciones de los mártires latinoamericanos al trabajo por el acercamiento
entre los pueblos, estos días han sido una viva muestra de la apuesta papal por
la paz. Y si hace 47 años, en otro mayo histórico, las reivindicaciones
apuntaban a ser “realistas y pedir lo imposible”, en este mayo Vaticano
Francisco convierte en reales algunos de esos retos que parecían imposibles con
su mensaje de una “Iglesia de los pobres y para los pobres”, personificada en
la figura de Monseñor Romero.
* Embajador de la
República Argentina ante la Santa Sede
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El Salvador/Carta de Monseñor
Romero al presidente Jimmy Carter
25 mayo 2015, ADITAL Agencia de Información Fray Tito para
América Latina (Brasil)
Juan José Tamayo
Adital
Poco más de un de un
mes antes de ser asesinado, al enterarse por la prensa nacional de que Estados
Unidos estaba estudiando la posibilidad de enviar ayuda económica y militar a
la Junta de Gobierno de El Salvador, Romero escribió una carta al presidente de
Estados Unidos, Jimmy Carter, en la que le expresaba su preocupación por que el
Gobierno de los Estados Unidos estuviera estudiando la manera de favorecer la
carrera armamentística de El Salvador con el envío de equipos militares y
asesores.
Si tal información se
confirmara, escribe Romero, la medida de Estados Unidos "en lugar de
favorecer una mayor justicia y paz en El Salvador agudiza sin duda la injusticia
y la represión contra el pueblo organizado que muchas veces ha estado luchando
por que se respeten sus derechos humanos más fundamentales”.
El arzobispo de San
Salvador acusaba a la Junta de Gobierno, las Fuerzas Armadas y los Cuerpos de Seguridad
de El Salvador de que "solo han recurrido a la violencia represiva
produciendo un saldo de muertos y heridos mucho mayor que los regímenes
militares recién pasados”. Por eso pedía a Jimmy Carter que prohibiera dar
dicha ayuda militar al Gobierno salvadoreño y que "su Gobierno no
intervenga directa o indirectamente con presiones militares, económicas,
diplomáticas, etc. en determinar el destino del pueblo salvadoreño”.
Citando la Conferencia
Episcopal Latinoamericana de Puebla, Romero consideraba deplorable e injusta la
intromisión de potencias extranjeras en la trayectoria económica y política del
país y reclamaba el derecho a la legítima autodeterminación. Dado su elevado
nivel de concientización y organización, creía que el pueblo era el único capaz
de superar la crisis en la que se encontraba el país y de asumir la gestión
responsable del futuro de El Salvador.
Numerosas fueron las
muestras de solidaridad con la Carta que llegaron de diversos sectores del
pueblo y de la Iglesia, entre ellos religiosas y sacerdotes que trabajaban
pastoralmente en El Salvador y varios obispos latinoamericanos que expresaron a
Romero su apoyo por dicho gesto de protesta, así como su solidaridad ante la
destrucción de la emisora de la archidiócesis.
La carta fue calificada
de "devastadora” por un miembro del Gobierno de Estados Unidos.
Calificativo que fue respondido por Romero diciendo que "no he querido
devastar, sino simplemente, en nombre del pueblo, pedir lo que ya gracias a
Dios parece ha hecho abrir los ojos a Estados Unidos”. Jimmy Carter le
respondió con una larga misiva en la que justificaba su apoyo a la Junta porque
"ofrece las mejores perspectivas” y afirmaba que "la mayor parte de
la ayuda económica será en beneficio de los más necesitados”.
No obstante, en la
"ayuda militar, Estados Unidos reconoce desafortunadas actuaciones que
ocasionalmente han tenido las Fuerzas Armadas en el pasado”. Y dirigiéndose a
Romero Carter afirma: "Nos preocupa tanto como a Usted que no sea usado
ese subsidio en forma represiva y que se trata de mantener el orden con un uso
mínimo de fuerza letal”.
La carta de Carter se
refería a la necesidad de un ambiente menos beligerante y de menor
confrontación y aseveraba que los Estados Unidos no interferirían en los
asuntos internos de El Salvador. Mencionaba, además, la amenaza de guerra civil
que presenta como alternativa a las reformas del Gobierno.
Romero dio a conocer el
contenido de la carta de Carter en la homilía del 16 de marzo de 1980 y también
su valoración. Le parecía un juicio político discutible decir que la Junta de
Gobierno de el salvador ofrecía mejores perspectivas. Sobre la injerencia de
Estados Unidos en los asuntos de El Salvador, el comentario del arzobispo no
podía ser más expresivo: "Esperamos que los hechos hablen mejor que las palabras”.
Sobre la alternativa
de guerra civil a las reformas de la Junta a la que se refería el Presidente
estadounidense como amenaza, Romero creía que su tendencia era a crear
psicosis, que no había que estar impresionados por una próxima guerra civil y
que había otras alternativas racionales que era necesario buscar.
Sobre la ayuda militar
reclamaba una severa vigilancia "para que no redunde en represión de
nuestro pueblo. Y esto es evidente porque la postura de la Fuerza Armada se ha
ido, cada vez más, haciendo pro-oligárquica y brutalmente represiva”.
La Carta de Monseñor
Romero a Jimmy Carter demuestra que la denuncia profética del arzobispo de San
Salvador no solo se dirigía al poder político, económico, militar y paramilitar
de su país, sino que apuntaba al corazón mismo del Imperio norteamericano en la
persona de su Presidente.
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EUA protegem em seu território o
assassino do monsenhor Óscar Romero
23 maio 2015, Pátria Latina
http://www.patrialatina.com.br (Brasil)
La Radio del Sur. Adital
Neste sabado (dia 23 de maio), a
Igreja Católica beatificará o monsenhor Óscar Arnulfo Romero, sacerdote
salvadorenho assassinado em 1980 por Álvaro Saravia, franco-atirador e capitão
da Força Aérea. A Junta Militar salvadorenha deu a ordem para liquidar Romero
por suas denúncias abertas contra a repressão oficial. Trinta e cinco anos
depois, a justiça segue sem punir os autores materiais e intelectuais deste
crime.
No ano passado, em "Caribe Nuestro” [Nosso Caribe] conversamos com o
sacerdote jesuíta Bruno Renaud sobre a vida e o legado de monsenhor Arnulfo
Romero. Continuando repomos a nota na qual Renaud relata que o assassino de
Romero está em território estadunidense protegido pelas autoridades deste país.
Sacerdote Bruno Renaud denuncia
que Estados Unidos protegem assassino do monsenhor Romero
Quem foi monsenhor Romero?
"Ele foi um bispo da cidade
de San Salvador. Foi eleito por ser um bispo de muita retidão em suas ações,
mas, no entanto, muito conservador do ponto de vista social”, explica Bruno
Renaud.
Monsenhor Romero fez sua conversão
à raiz do assassinato de um amigo sacerdote por parte dos militares.
Mataram-no, supostamente, porque era comunista, mas monsenhor Romero sabia que
isto era falso.
"Este crime foi para
monsenhor Romero o início de um processo de questionamento fundamental,
sobretudo, do ponto de vista social”, comenta Renaud.
O reino da desigualdade
Nessa época, El Salvador estava
marcado pela desigualdade social. Quatorze famílias controlavam a riqueza do
país. Ademais havia uma longa tradição de camponeses massacrados.
"Entretanto, monsenhor Romero
não estava comovido por isto, e foi necessário que um amigo sacerdote fosse
assassinado, para que ele começasse a questionar totalmente sua própria vida
social e seus compromissos”.
A partir desse momento, monsenhor
Romero aplicou ao pé da letra "a opção pelos pobres”. "Nesse
contexto, monsenhor se converteu e começou a ler, a perguntar e aí foi onde
realmente nasceu o novo monsenhor Romero”, prossegue Renaud.
"Tal como Jesus, monsenhor
Romero teve dois anos e meio de uma vida ‘nova’, mas extremamente ativa e muito
comprometida, para mudar suas opções até esse momento”, acrescenta.
Resposta do Vaticano
"O trágico na vida de
monsenhor Romero foi que o bispo de Roma, o Papa naquele momento, João Paulo
II, Karol Wojtyla, não estava sensibilizado ante esse tipo de testemunhos.
Quando monsenhor Romero quis explicar-lhe a gravidade do conflito prolongado em
El Salvador e a importância de optar pelos pobres fisicamente aniquilados pelo
exército, o Papa não entendeu”.
"O Papa o escutou friamente,
com distância, sem nenhuma convicção, e disse ao monsenhor que ele tinha que
fazer um esforço para se reconciliar com o governo salvadorenho. Disse isso o
papa que, durante toda a sua vida na Polônia, tinha sido um opositor ferrenho
do seu próprio governo”.
"O próprio Romero contava
entre lágrimas sobre essa entrevista com João Paulo II, que teve lugar um mês
antes do assassinato de Romero”, recorda Renaud.
E os responsáveis?
A 34 anos [este ano, 35] do
assassinato de Romero, se sabe quem foram os autores intelectuais e materiais
do crime. "O responsável intelectual foi o major Roberto D’Aubuisson, três
vezes candidato à presidência salvadorenha, de extrema direita fascista. O
franco-atirador contratado foi o ex-capitão da Força Aérea do país
centro-americano, Álvaro Saravia. Ele confessou vários anos depois, mas é
protegido nos EUA e nunca pagou por seu crime. Ele voltou ao anonimato. Não sei
se continua vivo ainda”, conta Renaud. D’Aubuisson foi fundador do partido de
direita Arena, foi agente da CIA, criador e máximo chefe dos esquadrões da
morte. Ele morreu em 1992.
"A morte de Romero não foi o
único crime conhecido dos militares salvadorenhos. Uma equipe de sacerdotes da
Universidade Católica da América Central foi assassinado em 1989. Tiraram eles
dos seus quartos e os assassinaram friamente. Eram seis jesuítas mais a
cozinheira e sua filha, que tinha 15 anos”.
O sacerdote jesuíta Bruno Reanud
explica que o conflito terminou legalmente na década de 1990 e a tendência
interna em El Salvador é de não reabrir os julgamentos contra os militares por
crimes de lesa humanidade desse período, para não incitar novamente o conflito
armado.
"Sabe-se, perfeitamente, quem
são os responsáveis por esses massacres e crimes, mas ainda não começou o
processo para acabar com a impunidade. Pode ser que, agora, com a chegada à
presidência de Salvador Sánchez Cerén, sim, sejam abertas as portas para a
justiça”.
Monsenhor Romero, santo dos pobres
do continente
Enquanto João Paulo II foi papa,
não avançou o processo de beatificação de Monsenhor Romero. No entanto, Bruno
Renaud afirma que Romero já foi santificado pelas comunidades populares da
América Latina.
"Dois anos depois do seu
martírio, monsenhor Romero foi canonizado por todas as comunidades cristãs e
tomado por São Romero da América. Assim afirmou o monsenhor Pedro Casaldáliga,
bispo brasileiro que se solidarizou plenamente com ele”.
"Ainda não chegou o tempo
para que todo o povo salvadorenho, como um só homem e uma só mulher, venere
monsenhor Romero como um só bandeira. Romero foi realmente um grande santo
nacional de El Salvador”.
Renaud acrescenta que os países da
América Latina, em particular a comunidade cristã e, em especial, os pobres do
continente, têm muitos motivos para considerar monsenhor Romero como seu santo
patrono.
"Pessoalmente, tenho a
absoluta convicção de que as décadas que virão reconhecerão um papel
fundamental dentro da recristianização da igreja de El Salvador e da América
Latina”.
"Monsenhor Romero é uma
tocha, uma luz que brilha nas atuais condições latino-americanas.
Indubitavelmente ele está destinado a ter muito mais visibilidade nas décadas
que virão, mas já há bastante tempo, os pobres e as comunidades cristãs
escolheram monsenhor Romero como seu santo padroeiro”.
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