29/08/2019, Centro Latino-americano de Análise Estrategica-CLAE
(Uruguay) http://estrategia.la/2019/08/29/tras-la-traicion-al-acuerdo-de-paz-parte-de-las-farc-vuelve-a-la-guerra/
Camilo
Rengifo Marín*
Los
comandantes Iván Márquez, Jesús Santrich y El Paisa anuncian una nueva etapa de
lucha armada.
Tras un
año de su desaparición del Espacio Territorial y de Reincorporación de
Miravalle, Ivan Márquez, el exjefe negociador de paz por las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) anunció al mundo en un video de 32 minutos
que nace una nueva guerrilla producto de “la traición al Acuerdo de Paz”
firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla en La Habana a
finales de 2016.
En el
video “Mientras haya voluntad de lucha habrá esperanza de vencer”, Márquez
mencionó las razones por las que volvieron al monte y retomaron las armas.
“Desde la firma del Acuerdo de Paz de La Habana y del desarme ingenuo de la
guerrilla a cambio de nada, no cesa a matazón. En dos años, más de 500 líderes
del movimiento social han sido asesinados y ya suman 150 los exguerrilleros
muertos en medio de la indolencia e indiferencia del Estado”, dijo.
“Todo
esto, la trampa, la traición y la perfidia, la modificación unilateral del
texto del acuerdo, el incumplimiento de los compromisos por parte del Estado,
los montajes judiciales y la inseguridad jurídica nos obligaron a regresar al
monte. Nunca fuimos vencidos ni derrotados ideológicamente por eso la lucha
continúa. La historia registrará en sus páginas que
fuimos obligados a retomar
las armas”, añadió.
Márquez
criticó el papel del expresidente y Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, y lo
acusó de no haber hecho nada para evitar que “hicieran trizas el Acuerdo de
Paz”. Indicó que tanto el fondo de tierras como la sustitución voluntaria de
cultivos de uso ilícito acompañada de proyectos alternativos de mejoramiento de
vida en el campo han quedado en el olvido.
Señaló
que nada hizo Santos para impedir el hundimiento de la reforma política en el
Congreso, sabiendo que ninguna guerrilla se desarma si no existen plenas garantías
de participación política para la paz. Y para rematar sabotearon las
circunscripciones especiales de paz para que las víctimas tuvieran voz en el
Congreso, denunció.
También
le “la derrota de la paz”, al ex fiscal Néstor Humberto Martínez, a “algunos
congresistas de la derecha de Uribe y Duque” y al embajador de Estados Unidos
en Colombia, quienes comandaron ese propósito. “Logrado lo que querían, que era
la entrega de las armas, conscientemente hicieron trizas el Acuerdo de Paz
despedazando, como dicen los uribistas, ese maldito papel”, enfatizó.
En un
lenguaje poético, el líder guerrillero señaló que desde “el Inírida que
acaricia con la ternura de sus aguas frescas la selva amazónica y del Orinoco,
anunciamos al mundo que ha comenzado una nueva Marquetalia bajo el amparo del
derecho universal de levantarse en armas contra la opresión”.
Es la
continuación de la lucha guerrillera en respuesta a la traición del Estado a
los acuerdos de paz de La Habana, indicó en su discurso que leyó al lado de
Jesús Santrich, dejara atrás su esquema de seguridad en el departamento de
Cesar y desapareciera en la madrugada del 30 de junio.
En el
video también aparecen los exjefes guerrilleros que se habían alejado del
proceso de paz argumentando falta de garantías físicas y jurídicas, tales como,
Walter Mendoza, Enrique Marulanda, Aldinever Morantes, Henry Castellanos
(Romaña), Iván Merchán, todos ex comandantes de frentes y columnas durante
varias décadas de conflicto armado.
Márquez
indicó que buscarán coordinar esfuerzos con la guerrilla del Ejército de
Liberación Nacional (ELN) y planteó los ideales de la nueva guerrilla y su
forma de operar: indicó que dialogarán con empresarios, ganaderos, comerciantes
y la gente pudiente del país para finanzas la nueva rebelión. “La única
imputación válida para la financiación de la rebelión será la que se aplique a
la economías ilegales y a las multinacionales que saquean nuestras riquezas”,
puntualizó.
Por
ahora, no se sabe con cuántos hombres contará esta guerrilla, tampoco qué pasó
con otros excomandantes guerrilleros que no aparecieron en el video ni dónde
operará las nuevas Farc-Ep que nacen oficialmente, según lo anunciado por el
exjefe negociador de paz, Luciano Marín (Iván Márquez) el 28 de agosto de 2019.
El video
está causando revuelo político y la pregunta de prensa y ciudadanía es ¿qué es
lo que se viene? El ex presidente Álvaro Uribe, acusado de genocidio, se
despachó contra el proceso de paz, las altas cortes y la justicia transicional.
«Demasiado grave. Previsible, esta impunidad, esos privilegios
que le dieron… miren a lo que nos han conducido. El país tiene que ser
consciente que proceso de paz no hubo, sino un insulto para unos responsables
de delitos atroces.. ¡que dificultad tan enorme le dejaron a Colombia!», dijo.
Para el
senador Iván Cepeda, el anuncio de que retoma las armas un grupo de integrantes
de las Farc, no significa el fracaso del proceso ni la anulación de sus
históricos logros. “Por el contrario, esta nueva situación nos llama a
perseverar con mayor decisión en la construcción de la paz total y definitiva”,
señaló.
Otro
senador, Gustavo Bolívar, indicó que gracias al incumplimiento del Acuerdo de
paz, un poderoso sector de las Farc, vuelve a la guerra. “Es la noticia más
triste para Colombia y la más feliz para el uribismo que se empeñó en hacer
trizas la paz y hoy lo consigue. Imperdonable esto Sr. Uribe”, señaló.
*Camilo Rengifo Marín: Economista y docente universitario
colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
(CLAE, www.estrategia.la)
Abya Yala, Colombia/Mientras haya voluntad de lucha habrá esperanza de vencer
29/08/2019, La haine (España)
https://www.lahaine.org/mundo.php/video-mientras-haya-voluntad-de
Las
FARC-Ejército del Pueblo deciden retomar las armas ante el incumplimiento de
los compromisos de paz por parte del narco-régimen colombiano
[NdeLH:
El vídeo ha sido retirado por youtube]
Vídeo
resumen:
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video.
Mientras haya voluntad de lucha habrá esperanza de vencer
Una
nueva etapa de lucha para el despertar de las conciencias
Desde el
Inírida que acaricia con la ternura de sus aguas frescas la selva amazónica y
del Orinoco, sitiados por la fragancia del Vaupés, que es piña madura,
anunciamos al mundo que ha comenzado la Segunda Marquetalia bajo el amparo del
derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo de levantarse en
armas contra la opresión. Es la continuación de la lucha guerrillera en
respuesta a la traición del Estado al Acuerdo de Paz de La Habana. Es la marcha
de la Colombia humilde, ignorada y despreciada hacia la justicia que destellan
las colinas del futuro. Será la de la paz cierta, no traicionada, desplegando
sus alas de anhelos populares sobre la perfidia del establecimiento.
La
rebelión no es una bandera derrotada ni vencida; por eso continuamos con el
legado de Manuel y de Bolívar, trabajando desde abajo y con los de abajo por el
cambio político y social.
Buscaremos
coordinar esfuerzos con la guerrilla del ELN y con aquellos compañeros y
compañeras que no han plegado sus banderas que tremolan patria para todos.
Esta
insurgencia no se levanta de las cenizas como el ave fénix para seguir operando
en las profundidades de la selva remota. No. Volará a través del cristal de
esas lejanías brumosas para abrazar con la fuerza del amor, los sueños de vida
digna y buen gobierno que suspiran las gentes del común.
El
objetivo no es el soldado ni el policía, el oficial ni el suboficial
respetuosos de los intereses populares; será la oligarquía, esa oligarquía
excluyente y corrupta, mafiosa y violenta que cree que puede seguir atrancando
la puerta del futuro de un país.
Una Nueva
Modalidad Operativa conocerá el Estado. Sólo responderemos a la ofensiva. No
vamos a seguir matándonos entre hermanos de clase para que una oligarquía
descarada continúe manipulando nuestro destino y enriqueciéndose, cada vez más,
a costa de la pobreza pública y los dividendos de la guerra.
Durante
el tramo final del proceso de paz desarrollado en La Habana, y en el breve
espacio de un año de post acuerdo, pudimos constatar que hay militares y
policías que anhelan la paz para Colombia, tanto como la gente del común. Ellos
-que son pueblo uniformado- fueron tocados por los beneficios del Acuerdo y
quisieran ahora dedicarle más tiempo a sus familias, a estudiar una carrera, a
prepararse mejor para la defensa de la soberanía y consagrar sus armas al
servicio del pueblo. Sabemos que quisieran tener el poder suficiente para
arrancarles las charreteras a los altos mandos corruptos de la institución… No
quieren seguir siendo utilizados por políticos dementes como gatillo de los
falsos positivos, del asesinato de líderes sociales y de excombatientes. No
quieren seguir siendo cómplices del paramilitarismo, del desplazamiento
forzoso, del inhumano despojo de tierras y de las políticas económicas que
victimizaron a millones de colombianos. Les indigna que solo ellos tengan que
sentarse ahora en el banquillo de los acusados mientras la cúpula política que
emitió las órdenes, contempla indiferente el espectáculo tras el burladero de
la impunidad. Luego del Acuerdo de Paz de La Habana, la gran mayoría se distancia
de la absurda idea de ser cipayos de Washington en una guerra injusta contra
Venezuela.
Compatriotas
y ciudadanos del mundo, nuestra divisa es: paz a los colombianos, paz a los
países vecinos, paz a los cuarteles que no dirijan sus miras y sus cañones
contra las comunidades. Unidad, unidad, unidad… Movilización de la
inconformidad contra los malos gobernantes, y por la construcción de un nuevo
orden social justo.
Anunciamos
nuestro desmarque total de las retenciones con fines económicos. Priorizaremos
el diálogo con empresarios, ganaderos, comerciantes y la gente pudiente del
país, para buscar por esa vía su contribución al progreso de las comunidades
rurales y urbanas. La única impuestación válida será -siempre en función de la
financiación de la rebelión- la que se aplique a las economías ilegales y a las
multinacionales que saquean nuestras riquezas.
Vamos a
entrarle duro, con ustedes, al combate contra la corrupción, la impunidad,
contra los ladrones del Estado que como sanguijuelas le están chupando la
sangre y hasta el alma al pueblo.
Seguiremos
siendo la misma guerrilla protectora del medio ambiente, de la selva, de los
ríos, de la fauna, que los colombianos conocen, y no dejaremos de alentar el
esfuerzo mundial de la razón por detener el cambio climático. Cuenten con
nuestra férrea oposición al fracking que contamina nuestras aguas subterráneas.
Queremos
trabajar con todos los estratos del pensamiento humanista la construcción de la
patria del futuro.
Tenemos
los colombianos la carta de navegación del Libertador para marchar hacia “…un
gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que
encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la
inocencia, la humanidad y la paz”. Con ello estaremos comprometidos de corazón
y sin descanso -como dice Marulanda- en una lucha constante por los cambios,
motivados en la gran causa de la paz con justicia social y soberanía, por un
Nuevo Gobierno Alternativo que salve al país de la crisis general.
Sí; nuestro
objetivo estratégico es la paz de Colombia con justicia social, democracia,
soberanía y decoro. Esa es nuestra bandera, la bandera del derecho a la paz que
garantiza la vida. Es la vida el derecho supremo. Ninguno de los derechos
fundamentales es aplicable si no hay vida. Por eso queremos para todos paz con
alimento, empleo, agua, techo, salud, educación, vías, mercadeo, conectividad,
recreación y la más amplia democracia. Sólo así daremos sentido a la vida.
Unidos seremos la antorcha de la esperanza, la potencia social transformadora
que puede hacer realidad el sentimiento más profundo que anida en el corazón
humano.
La
paz traicionada
La
historia de Colombia es una historia salpicada por las traiciones a los
acuerdos y a las esperanzas de paz.
En 1782,
tras firmar un Acuerdo con la corona española que prometía el fin de la
opresión, el guerrillero comunero, José Antonio Galán, terminó traicionado,
arrestado y descuartizado vivo. Las partes de su cuerpo desmembrado fueron
exhibidas en las entradas de algunos pueblos como escarmiento y recurso brutal
para disuadir la rebeldía.
Luego de
la batalla de Boyacá -aurora de la independencia de Nuestra América- la
traición se explayó como niebla revuelta, agitada por una ambición desenfrenada
de riquezas y poder. Y fue Santander el cabecilla de la traición. Él intentó
por todos los medios, en concierto con el gobierno de Washington, asesinar al
libertador Simón Bolívar y destruir su legado; él condecoró con la Cruz de
Boyacá a los asesinos del mariscal Antonio José de Sucre, quien había derrotado
con sus soldados internacionalistas la opresión colonial en la pampa de
Ayacucho. Santander es el héroe de la oligarquía colombiana y es su paradigma;
no es el héroe del pueblo.
Esa
oligarquía santanderista truncó la vida de Jorge Eliécer Gaitán, el caudillo
amado por el pueblo y que era para éste, su esperanza de redención. Su
intransigencia no perdonó a Guadalupe Salcedo, jefe de las guerrillas liberales
del Llano, quien terminó acribillado a tiros en la pacificación de los años 50.
Tampoco se la rebajaron a Jacobo Prías Alape, vocero de la guerrilla comunista
en las conversaciones de paz con el Gobierno del Frente Nacional. En 1960 fue
asesinado por la espalda en la población de Gaitania.
El
Movimiento político Unión Patriótica surgido del primer diálogo de paz
Gobierno-FARC, fue exterminado a tiros. Más de 5 mil militantes y dirigentes de
la UP, fueron abatidos. Toda una generación de revolucionarios y
revolucionarias fue masacrada.
Después
de firmar el acuerdo de paz con la guerrilla del M-19 en los años 80, el Estado
fue matando, uno a uno, a sus principales comandantes, los compañeros Iván
Marino Ospina, Álvaro Fayad y Carlos Pizarro Leongómez.
Y ya en
el año 2011, un presidente de la República ordenó con premeditación y alevosía
asesinar al comandante de las FARC-EP Alfonso Cano con quien desde hacía meses
adelantaba contactos exploratorios para abrir conversaciones de paz. Esta
traición ocurrió, luego de un bombardeo de la Fuerza Aérea, con el agravante de
que el comandante insurgente se encontraba capturado y en total indefensión.
Desde la
firma del Acuerdo de Paz en La Habana, y del desarme ingenuo de la guerrilla a
cambio de nada, no cesa la matazón. En dos años, más de 500 líderes y lideresas
del movimiento social han sido asesinados, y ya suman 150 los guerrilleros
muertos en medio de la indiferencia y la indolencia de un Estado.
Cuando
firmamos el Acuerdo de La Habana lo hicimos con la convicción de que era
posible cambiar la vida de los humildes y los desposeídos. Pero el Estado no ha
cumplido ni con la más importante de sus obligaciones, que es garantizar la
vida de sus ciudadanos, y particularmente la de evitar el asesinato por razones
políticas. Todo esto: la trampa, la traición y la perfidia, la modificación
unilateral del texto del Acuerdo, el incumplimiento de los compromisos por
parte del Estado, los montajes judiciales y la inseguridad jurídica, nos
obligaron a regresar al monte. Nunca fuimos vencidos ni derrotados
ideológicamente. Por eso la lucha continúa. La historia registrará en sus
páginas que fuimos obligados a retomar las armas. Nos reclamamos herederos del
legado de Manuel Marulanda Vélez. Somos la continuación de aquella gesta que se
iniciara en Marquetalia en 1964.
El
expresidente Santos juró con impostada voz de Nobel de Paz que no cambiaría ni
una sola coma de lo pactado, que cumpliría lo firmado de buena fe y que no nos
iba a poner conejo. Pero ni siquiera se atrevió a titular tierras a los
campesinos que han vivido en ellas por décadas, siendo algo tan sencillo como
el agua. Tanto el fondo de tierras, como la sustitución voluntaria de cultivos
de uso ilícito acompañada de proyectos alternativos y el mejoramiento de las
condiciones de vida en el campo, han quedado por ahora, perdidas en el
laberinto del olvido. Nada hizo Santos para impedir el hundimiento en el
Congreso de la Reforma Política, sabiendo, como todos los colombianos, que
ninguna guerrilla se desarma si no existen plenas garantías de participación
política para todos. Y para rematar,sabotearon las Circunscripciones
Electorales Especiales de Paz concebidas para que las víctimas de las regiones
más afectadas por el conflicto, tuvieran voz en el Congreso de la República.
Estos son
asuntos nodales de la paz. Ahora su sucesor en la Presidencia de la República,
Iván Duque, asegura sin inmutarse que lo que él no firmó, no lo obliga,
desconociendo así que el acuerdo se firmó con el Estado, no con un gobierno.
¿Quiénes
son Duque y el Centro Democrático para desconocer una obligación de Estado
elevada a norma constitucional, que hoy es Documento Oficial del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas y Acuerdo Especial del Art. 3 de los Convenios de
Ginebra? El Estado que no respeta sus compromisos no merece el respeto de la
Comunidad Internacional, ni de su propio pueblo.
Estuvimos
cerca de poner fin a través del diálogo al más largo conflicto del hemisferio,
pero fracasamos porque el establecimiento no quiso respetar los principios que
rigen las negociaciones, el pacta sunt servanda y la buena fe. Logrado lo que
querían, que era la entrega de las armas, conscientemente hicieron trizas el
Acuerdo de Paz, despedazando -como dicen los uribistas- “ese maldito papel”.
Volviendo
la mirada hacia atrás, el primer paso de la traición fue la convocatoria de un
plebiscito improcedente, porque siendo la paz un derecho contramayoritario, no
se consulta. Pareciera, que más que blindar la paz, lo que quería Santos era
derrotar a Uribe, exponiendo así el más importante logro de Colombia en las
últimas décadas al albur de la mentira, la politiquería y la manipulación
mediática del uribismo.
El Acto
Legislativo 002 de 2017 que obliga a las instituciones del Estado a cumplir el
acuerdo de paz, fue debilitado de manera incoherente hasta por la propia Corte
Constitucional que lo aprobó. Si algunos contenidos del Acuerdo no eran
consonantes con la normativa constitucional, el camino era modificarla para que
no colisionara con lo dispuesto en el Acuerdo Final, respetando siempre los
convenios internacionales sobre Derechos Humanos y el Derecho Internacional
Humanitario.
Las
modificaciones de esta Corte dañaron el Acuerdo sobre víctimas y justicia para
la paz, acabaron la autonomía de la JEP como jurisdicción de cierre,
modificaron el régimen de condicionalidad solo para entrampar a los
guerrilleros, excluyeron a terceros involucrados en el conflicto amparándolos
con la impunidad, y ampliaron el fuero especial para presidentes de la
República a todos los aforados constitucionales. También modificó la Corte la
Ley de Amnistía pasando por alto claras disposiciones del Estatuto de Roma con
relación al reclutamiento de menores.
Esa Corte
que había sentenciado que el Acuerdo no podía ser modificado en los próximos
tres gobiernos terminó soltándoles la rienda a legisladores de derecha que en
dentelladas rápidas del “fast track” lo destrozaron con el pretexto de su
implementación normativa.
Preguntamos
¿en que lugar del planeta un acuerdo de paz firmado solemnemente por una
guerrilla y un Estado, aplaudido por el mundo, ha sido destruido
unilateralmente de esa manera tan infame por personas que nunca fueron
plenipotenciarias de las partes? El Fiscal General, congresistas de derecha de
la facción política de Uribe y Duque, y la embajada de los Estados Unidos,
comandaron la inexcusable derrota de la paz.
La
oración de Jorge Eliécer Gaitán, que recordamos en la instalación de los
diálogos de paz en Oslo, recobra hoy, ante esta realidad la más arrolladora
vigencia:
“Bienaventurados
los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para
ocultar sentimientos de rencor y exterminio. ¡Malaventurados los que en el
gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres
del pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las
páginas de la historia!”.
Para los
hijos de Santander sigue siendo “primero la ley -en este caso el derecho penal
del enemigo- así se lleve el diablo la República”. Esa visión fundamentalista
fue lo que mató la paz.
¿Cómo
construir la paz sobre estas ruinas taciturnas? Por algo hay que empezar. Y
tiene que ser con la instalación en el Palacio de Nariño de un Nuevo Gobierno
colocado allí por una gran coalición de fuerzas de la vida, de justicia social
y democracia, que convoque a un nuevo diálogo de paz. Un nuevo diálogo que
corrija y encadene la perfidia y la mala fe, que involucre a las fuerzas
guerrilleras y a todos los actores armados para que podamos fundar una paz
definitiva, estable y duradera, sellada con el compromiso colectivo del Nunca
Más. Un nuevo Acuerdo de Paz sin más asesinatos de lideres sociales y de ex
combatientes guerrilleros, en el que las armas sean verdaderamente retiradas de
la política y colocadas lejos de su uso, no entregadas.
No
más santanderismo
Si no nos
liberamos de la maldición del santanderismo, los colombianos nunca tendremos
paz, ni patria digna. Con ese lastre será imposible levantar el vuelo. Fue
Santander un falso héroe nacional y “el arquetipo de la simulación: no tenía
cara sino careta”.
“No fue
el paradigma de Colombia sino de su destrucción”. El santanderismo es “el
triunfo del pícaro sobre el hombre honrado”. Un “sórdido rábula que afilaba sus
garras en los dorsos de los tratados de derecho”, eso fue Francisco de Paula
Santander. Se robó el empréstito de 1824. Era invencible en el campo de la
pequeñez, es decir, en elecciones, compadrazgos, clientelismos, libelos,
suspicacias, intrigas, en organizar mayorías en el Congreso…; controlaba el
poder judicial y el legislativo; manipulaba la prensa de Bogotá. Planeó con los
Estados Unidos dividir y desmoralizar al ejército libertador; sabotear el
Congreso Anfictiónico de Panamá; desmembrar a Colombia; imponer su racismo,
asesinar a Bolívar y a Sucre, y abolir la obra política y legislativa
bolivariana. Y promovió la invasión del Perú a la Gran Colombia. Con razón
decía el Libertador: “En cuanto a Santander, este hombre perverso ya nada le
queda por hacer, toca todos los resortes de la intriga, de la maldad, y la
maldad es para dañarme y formarse su partido… La existencia de ese monstruo de
iniquidad y de perfidia es una asechanza perpetua al gobierno, a mí mismo y a
Colombia”.
Una
nueva forma de hacer política
Mirada
desde el deber ser y la inocencia, la política es una elevada manifestación de
altruismo, que impulsa -lejos de todo interés material individualista- a servir
a los ciudadanos y a la patria, no por el oro ni por la fama ni el predominio,
sino por amor y sentimientos puros de humanidad; por la dignificación de la
vida y por la grandeza de la patria.
Pero la política
en Colombia -salvo honrosas excepciones- dejó de ser una práctica laudable para
convertirse en el arte de robar y de embaucar acompañado de una elocuencia
sonora y demagógica. La mayoría de los políticos y sus alfiles incrustados en
los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no piensan en servir, sino en
enriquecerse. Inventan todos los días leyes y más leyes para beneficiar a la
gran empresa, al capital y a ellos mismos, mientras mantienen al pueblo lejos,
muy lejos de su corazón. Magistrados venales interpretan la ley que es la ley
del embudo: “lo ancho pa’ ellos y lo angosto pa’ uno”. La gran mayoría de
nuestros males vienen de sus leyes absurdas. El control de la Hacienda Pública,
la firma de contratos, las coimas jugosas, es lo único que llena su ambición. Y
para lograrlo compran todo: curules, alcaldías, gobernaciones, presidencias de
la república, y también conciencias famélicas y sin luces para que voten por
ellos. El Estado ha sido secuestrado por los forajidos y la mafia de la
corrupción y la impunidad. Rescatarlo y liberarlo, está en manos de la
movilización de las conciencias, de la nación en masa, del pueblo unido. Esa es
la fuerza que puede.
La
palabra la tiene el soberano
Sí.
Debemos levantar de las ruinas esta república. Y eso sólo lo puede hacer el
pueblo, que es el verdadero soberano. Por encima de él, el cielo, solamente. El
movimiento social y político colombiano tiene la palabra. En la introducción
del Acuerdo Final de La Habana, hay un compromiso que quedó suspendido en el firmamento
yerto de los incumplimientos y que es necesario revivir; se trata de la
convocatoria a todos los partidos, movimientos políticos y sociales, y a todas
las fuerzas vivas del país a concertar un gran ACUERDO POLÍTICO NACIONAL
encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales necesarios para
atender los retos que la paz demande, poniendo en marcha un nuevo marco de
convivencia política y social. El régimen imperante, de políticas neoliberales,
de corrupción y guerra del actual poder de clase, nos ha colocado frente a dos
caminos: o se abre una recomposición como resultado de un diálogo político, y
de la institucionalización de los cambios resultado de un Proceso Constituyente
Abierto, o esos cambios, tarde o temprano, serán conquistados mediante el
estallido de la inconformidad de todo un pueblo en rebelión.
Sigamos
intentando la salida más concertada; abramos todos los caminos de aproximación;
analicemos y recojamos las múltiples propuestas y plataformas elaboradas desde
el campo popular y la intelectualidad crítica del país y bordemos con ellas una
sola bandera, para marchar como proceso constituyente abierto hacia la
superación de la exclusión, la miseria y las inmensas desigualdades; hacia la
democratización en profundidad del Estado, la vida social, restableciendo la
soberanía y buscando incidir en los procesos de cambio en Nuestra América y
garantizar el bienestar y el buen vivir de nuestro pueblo. Se trata también de
potenciar nuestras aspiraciones y llevarlas a un nuevo nivel en el que entonces
sí, una Asamblea Constituyente, suficientemente representativa y con plenas
garantías de actuación, dé un impulso definitivo a las transformaciones
estructurales que requiere Colombia.
Los
jóvenes, las mujeres, los campesinos, los negros y los indios, los
transportadores, los gremios, los partidos políticos, las centrales obreras,
los desempleados, los cristianos e integrantes de otros credos religiosos, los
ambientalistas, los deportistas, el movimiento comunal, el arco iris LGTBI, los
que sueñan con la paz, todos y todas, debemos sumar fuerzas para conquistar el
objetivo de un nuevo país, de un nuevo orden social, con una economía al
servicio de la nación, que regida por principios de humanidad estimule la
producción interna y el empleo. Que asuma la educación gratuita y de calidad en
todos los niveles, como la primera necesidad de la República. Una política
internacional de paz que retome la idea de Bolívar, de conformar en este
hemisferio una Gran Nación de Repúblicas hermanas que garantice nuestra
independencia y libertad. Un nuevo orden que al proclamar la soberanía patria
proscriba la extradición de nacionales, el libre albedrío de las
multinacionales y la presencia de bases militares extranjeras en el territorio.
La
potencia transformadora
La unidad
del movimiento social y político del país con sus banderas de vida digna
desplegadas al viento es la potencia transformadora, la potencia del cambio
social en cuya construcción debemos empeñarnos.
La fuerza
del pueblo está en la UNIDAD, en la minga nacional por la dignidad de Colombia
y su gente. La potencia transformadora se conforma con la unidad y la fuerza de
todas las conciencias que confluyen desde todos los puntos cardinales donde
palpita el anhelo de patria nueva. No debemos dejarnos arrinconar por los
guerreristas y tiranos.
Seamos un
solo puño en alto, por un nuevo gobierno, un gobierno de transición. No más de
lo mismo. Tomemos el timón de Colombia y dirijámosla sin pérdida de tiempo
hacia las costas de la dignidad humana. Somos más. Apliquemos la fuerza de la
unión y de la razón para llevar al Palacio de Nariño, un gobierno amoroso con
sus ciudadanos, respetuoso de sus vecinos, enemigo de la guerra, soberano y
solidario con los pueblos; con unas nuevas instituciones integradas con gente virtuosa,
honrada, de méritos y sentimientos humanos. Un gobierno que haga la felicidad
del pueblo.
La
lucha sigue.
¡Con
Bolívar, con Manuel, con el pueblo al poder!
FARC,
Ejército del Pueblo
Texto
completo en: https://www.lahaine.org/fO6b
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al Ejército de Liberación Nacional (ELN) del que valoramos su persistente lucha
y continua búsqueda de una Colombia justa y soberana,
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