23 09 2019, La Jornada (México) https://www.jornada.com.mx/2019/09/23/opinion/015a2pol
Carlos Fazio
Desgastado el liderazgo por delegación del
fantoche Juan Guaidó y agotada en la etapa la maquinaria del golpe de Estado
contra el gobierno constitucional y legítimo de Nicolás Maduro, el pasado 11 de
septiembre la administración Trump decidió iniciar una nueva fase de su
política de cambio de régimen en Venezuela, y con apoyo de Brasil usó
a Colombia para activar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR) en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Viejo instrumento del panamericanismo de guerra de
Washington, el objetivo inmediato del TIAR será multilateralizar las
sanciones coercitivas contra Venezuela en los campos comercial y financiero − incluido
un posible bloqueo naval que interrumpa las exportaciones petroleras
responsables de 95 por ciento de los ingresos
del país sudamericano −, y/o la
ruptura de relaciones diplomáticas, consulares y económicas de varios gobiernos
derechistas del área.
Junto con el TIAR (Río de Janeiro, 1947), la OEA,
cuya carta fundacional surgió en el marco de la novena Conferencia
Internacional Americana (Bogotá, 1948), fue uno de los mecanismos para
la seguridad colectiva interhemisférica utilizados por la diplomacia
estadunidense en su lucha contra el comunismo de Moscú durante
la guerra fría, como se llamó la confrontación política,
ideológica y militar entre el Este y Oeste en la inmediata posguerra, tras la
derrota del nazifascismo.
Como aparato estratégico intercontinental, el TIAR
−calificado como el primer pacto de la guerra fría−, fue
instrumentado por Washington para que cumpliera un papel similar al de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Europa occidental. A
partir de 1948, en particular luego de la llegada del general Dwight D.
Eisenhower a la Casa Blanca en 1953, EU abandonó la idea de exportar
su democracia mediante estrategias reformistas y optó por políticas
conservadoras y punitivas hacia América Latina y los países periféricos del mundo
libre.
El entonces secretario de Estado, John Foster
Dulles, hizo de la seguridad militar y policial de corte contrainsurgente el
primer punto de la agenda de Washington, y alentó el establecimiento de
regímenes dictatoriales civiles y militares, procapitalistas y antizquierdistas
en América Latina. En los hechos, el pacto de defensa mutua plasmado en el TIAR
−la idea de uno para todos y todos para uno− significó la
continentalización de un monroísmo de nuevo tipo que, según diferentes coyunturas
y con sus respectivos puntos de continuidad y ruptura, ha sido sometido a
constantes procesos de actualización y relaboración doctrinaria y estratégica
por el Pentágono y el Departamento de Estado.
Ante la irrupción del socialismo en Cuba, la
estrategia de John F. Kennedy consistió en alinear a los gobiernos autoritarios
y dictatoriales de América Latina y el Caribe en su lucha contra
el Castro-comunismo, combinando la zanahoria de la Alianza para el
Progreso con el garrote de la fracasada aventura mercenaria de Bahía de
Cochinos.
Luego, bajo las dictaduras militares
de seguridad nacional, el neomonroísmo devino en lucha
antisubversiva, y tras la autodisolución de la URSS en 1989, adaptó su ropaje a
la guerra a las drogas (sustituto del fantasma comunista) y las
guerras sucias y de baja intensidad (Granada, El Salvador, Nicaragua,
Panamá), hasta la fase actual de guerra al terrorismo post-11 de
septiembre de 2001.
Los 11 países que apoyaron ahora activar el TIAR
−del total de 18 firmantes− fueron: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El
Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay y República
Dominicana. Cinco países se abstuvieron: Costa Rica, Panamá, Perú, Trinidad y
Tobago y Uruguay; Bahamas se ausentó. Cuba fue excluida del TIAR en 1962 y
México se retiró del TIAR en 2002. Venezuela, que con Bolivia, Ecuador y
Nicaragua abandonaron el tratado en 2012, estuvo representada por un enviado de
la oposición política.
La representante mexicana ante la OEA, Luz Elena
Baños, dijo que es inaceptable usar un mecanismo que contempla la fuerza
militar y subrayó que si bien México no es parte del TIAR, sí está
obligado a pronunciarse en contra del uso político que se pretende dar a lo que
considera un delicado y controversial instrumento.
Categórico, el ministro de Defensa venezolano,
Vladimir Padrino López, rechazó la activación espuria e írrita del
TIAR, y dijo que ese pacto es un instrumento de genuflexión por quienes
quieren legalizar una intervención militar en la patria de Bolívar.
El jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana calificó al TIAR
de anacrónico y falaz, y aseveró que es un subterfugio diseñado por EU
para garantizar sus propios intereses hegemónicos en la región.
Así, el 14 de septiembre llegó a Bogotá el nuevo
embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, experimentado operador de golpes
suaves y rupturas secesionistas. Los antecedentes de Goldberg en la ex
Yugoslavia y Bolivia, aumentan el riesgo de una balcanización de la frontera
colombo-venezolana. Su misión podría ser acelerar el papel de Colombia como
cabeza de playa para una intervención militar y paramilitar en Venezuela
−incluido el montaje de falsos positivos y/o una operación de bandera
falsa en la frontera entre ambos países, que vincule a las FARC/ELN con el
gobierno de Maduro−, ahora bajo la fachada legal del TIAR.
*Abya Yala: Tierra viva, el
nombre indígena de América Latina. En el espíritu de José Martí y los pueblos
nativos, Abya Yala es todo lo que está relacionado con Nuestra América, esta
tierra viva que va desde Río Bravo hasta Tierra del Fuego, Caribe, sin olvidar
las primeras naciones de América del Norte.
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