2019/09/03, La Jornada (México)
https://www.jornada.com.mx/2019/09/03/
Iván Restrepo
Hace cuatro meses, los ocho ex ministros del Medio Ambiente que Brasil
tuvo desde 1993 hasta el ascenso como presidente del ultraderechista Jair
Bolsonaro, publicaron un manifiesto en el que condenan el desmontaje que el
actual mandatario realiza de las políticas sociales y ambientales. Lo hicieron
en la Universidad de Sao Paulo. Entre otras cosas, señalan que, en contra de lo
que dicta la Constitución brasileña, diversas medidas oficiales terminan con la
capacidad de formular y establecer políticas públicas sobre el medio ambiente.
Criticaron la hostilidad del gobierno hacia las instituciones públicas
que buscan conservar la naturaleza y evitar la deforestación de la Amazonia.
Bolsonaro dijo en su campaña electoral que esas instituciones forman parte de
la industria de la multa y obstaculizan el desarrollo. Los ex ministros,
pertenecientes a diversos partidos e ideologías, también reprobaron la
supresión de la Agencia Nacional del Agua, la transferencia del Servicio
Forestal al Ministerio de Agricultura y la extinción de la Secretaría del
Cambio Climático. Con esas medidas –aseguran– Brasil pierde credibilidad
internacional y se desdice de
lo que prometió cumplir en el Acuerdo sobre el
Clima, celebrado en París en 2016. Bolsonaro, como Donald Trump, niega que
exista un cambio climático.
A lo que pasa en Brasil se suman los efectos que tiene en Bolivia la
medida aprobada por el gobierno para alentar la quema de pastizales: más de un
millón de hectáreas arboladas consumidas por el fuego; desaparición casi total
de una importante reserva natural en territorio indígena: Ñembi Guasu (en
guaraní, Gran Refugio). Hay otras tragedias en el sector forestal que no
debemos olvidar: los incendios en Siberia que hace un mes todavía no podía
apagar el gobierno ruso. Arrasaron con más de 3 millones de hectáreas. No se
destaca en los medios y poco por las organizaciones defensoras del medio
ambiente, el drama que viven varios países de África, al que la agencia
aeronáutica y del espacio estadunidense, la NASA, califica como un continente
en llamas. Allí se localizan más de las dos terceras partes de los incendios
que cada año hay en el mundo. Esto aumenta el drama que viven millones de
personas y explica en parte por qué migran hacia Europa. Groenlandia, el
estratégico territorio que el señor Trump ofreció tontamente comprar a
Dinamarca, padece daños por el fuego. En fin, lo hay igualmente en los bosques
de las islas Canarias y en California.
Pero la actitud más insolente y arrogante ante tragedias que pudieron
evitarse es la del gobierno de Brasil. Su presidente ha demostrado
insensibilidad por lo que se vive en la Amazonia y pretende poner condiciones a
los apoyos financieros internacionales que ayudarían a apagar el fuego. Calla
sobre el destino de las superficies arrasadas por las llamas. Eso quiere decir
que, en vez de establecer programas para reforestarlas, serán utilizadas por
los grandes intereses económicos locales e internacionales. Los incendios en
los países tropicales son provocados fundamentalmente por quienes desean
establecer emporios ganaderos, agrícolas y mineros. Eso muestra la historia en
Brasil y las demás naciones que comparten con él la Amazonia. Y sucede también,
por ejemplo, en el sureste de México.
Es lamentable que sea un mandatario europeo, el de Francia, el que en la
reunión del Grupo de los Siete, llamara a salvar la Amazonia y reciba por ello
críticas de Bolsonaro. Éste presume tener una esposa guapa, a diferencia del
señor Macron. Hay mujeres hermosas y hombres apuestos, pero muy tontos.
Agreguemos la tibia y tardía, respuesta para acciones conjuntas de los
gobiernos corresponsables de garantizar el buen estado del pulmón verde del
planeta: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Chile... En el colmo,
descartaron a Venezuela en las tareas de protección.
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