13 noviembre 2014, Agencia de Información Fray Tito para América
Latina http://site.adital.com.br
(Brasil)
Mariátegui, ADITAL
Por Gerardo
Szalkowicz
Al cumplir dos
años la mesa de diálogo entre el Gobierno colombiano y las FARC [Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia], Piedad Córdoba, ex senadora y referente
de Marcha Patriótica, analiza a fondo el proceso de paz. También argumenta su
espaldarazo a Santos [Juan Manuel Santos, presidente colombiano] en las últimas
elecciones y evalúa la etapa que atraviesa el proceso de integración regional.
Piedad Córdoba
es, a esta altura, un símbolo de la búsqueda de los caminos de la paz en
Colombia. Abogada, activista por los derechos humanos, ex senadora destituida e
inhabilitada en 2010 tras una turbia maniobra de la ultraderecha colombiana, se
transformó en una pieza clave para tender puentes entre las guerrillas y el
Gobierno. Tras dos años de iniciada la mesa de negociación en La Habana, la
"Negra” se muestra optimista sobre la posibilidad de que se logre poner
fin al conflicto armado más largo de la región.
Se acaban de
cumplir dos años del inicio formal de los Diálogos de Paz entre el Gobierno
colombiano y las FARC. ¿Qué balance
hace de este recorrido y cuáles son las
expectativas de que se llegue a un acuerdo final?
Las
expectativas de la mesa de La Habana son demasiado alentadoras, esperanzadoras.
Creo que independientemente de que el Gobierno haya tratado de limitar la
agenda, las FARC han logrado, con mucha imaginación, colocar sobre la mesa
debates y asuntos que tienen que ver con la estructura económica, política,
social y cultural del país. Se han logrado también, incluso a pesar de las
adversidades, convocar a la sociedad civil, que lleguen las propuestas y las
esperanzas de la gente.
De todas
maneras, la paz no sólo se reduce a la discusión en La Habana. Nosotros estamos
alumbrados por la esperanza de una Asamblea Nacional Constituyente. Creemos
que, a pesar de que se ha tratado de contraer todo el debate de La Habana,
mantenerlo alejado de la sociedad, este es el tema más importante del país. Son
más de 50 años en guerra. Colombia es un país que todavía tiene unas élites muy
poderosas que lo mantienen en un status quo de neoliberalismo, por lo tanto la
ventana de esperanza y la ventana de oxigenación está en el proceso de paz.
¿Por qué cree
que en esta etapa sí están dadas las condiciones para llegar al fin del
conflicto armado?
Porque hay más
gente involucrada desde la sociedad, porque creo que hay mucha madurez en
términos del debate político por parte de las FARC, y al Gobierno, así sea por
las ventajas que le traiga para la inversión extranjera despejar el territorio,
le ha tocado cada vez más montarse en el bus de la paz y ya le queda muy
difícil ir hacia atrás.
¿Cómo imagina
una etapa posterior a un eventual acuerdo en las negociaciones? ¿Cuáles son los
desafíos y las tareas para lo que se viene en caso de que los diálogos lleguen
a buen puerto?
Los desafíos
son muchos. Aplicar esos acuerdos, conseguir que se hagan por ejemplo a través
de una Asamblea Constituyente o de un mecanismo de refrendación, posibilitar un
debate sereno en un país atravesado por tantas amenazas, muertes,
desapariciones, masacres, desplazamientos, pero sobre todo un territorio como
el colombiano que se ha convertido en una especie de transbordador del
neoliberalismo y de los intereses imperialistas de los EEUU, no es nada fácil…
Un país donde
hay un macartismo, un señalamiento muy fuerte hacia quienes defendemos otro
modelo, o hacia quienes hemos abrazado de manera definitiva la tesis del
socialismo bolivariano que integra a toda la región, es decir, el sueño de
Bolívar, de Artigas, de San Martín, Zamora, Martí, de Fidel, de Chávez… Por
eso, lo que viene posterior a la firma de los acuerdos va a ser tan o más
difícil que los acuerdos mismos.
No tan Santo
En las últimas
elecciones presidenciales, usted y muchos sectores de la izquierda colombiana
llamaron a votar por Santos en la segunda vuelta. ¿Cómo explica ese
posicionamiento y cuál es su lectura del actual gobierno?
Lo que tiene
que quedar muy en claro es que nosotros no compartimos el modelo de desarrollo
de Santos, tenemos absolutamente claro que él es una expresión genuina del
neoliberalismo, que está tratando de aplicar la fórmula del consenso de
Washington y que no es nada diferente a lo que ya conocíamos. Ahora, para
nosotros era muy importante que continúe el proceso de paz, las conversaciones
en La Habana, el inicio de los diálogos con el ELN [Ejército de Liberación
Nacional]... Y eso fue lo que nosotros dijimos, que no significa que
estuviéramos apoyando sus propuestas. Estamos absolutamente convencidos de que
nuestras propuestas no coinciden con las suyas ni con la concepción que tiene
de la paz, pero estamos seguros que si se dan los acuerdos se abre un debate
nacional sobre las reformas estructurales. Y es ahí donde nos vamos a
distanciar.
Pero que quede
claro: ni apoyamos la concepción que tiene sobre la paz ni su modelo de
desarrollo. Para nosotros, además, es fundamental una defensa de la integración
latinoamericana, que se fundamenta en el ALBA, Unasur y la defensa de todos
estos acuerdos regionales para el progreso y el desarrollo de toda la región.
Si bien Santos
fue ministro del expresidente Álvaro Uribe, ha sido muy inteligente en
desmarcarse una vez que llegó al Gobierno, mostrando un pragmatismo y una
impronta distinta a la guerrerista de su antecesor y ubicándolo como su
principal enemigo...
Es una pelea
entre ellos por el poder, pero Santos apoyó muchas de las cosas que hizo Uribe.
Aunque tenemos que ser muy cuidadosos de que eso no impida que podamos unirnos
en la búsqueda de la construcción de la paz que requiere Colombia.
En la última
década ha venido avanzando un inédito proceso de integración en América Latina
y el Caribe. Algunos dicen que en los últimos años ese impulso se ha venido
frenando, sobre todo a partir de la pérdida de Hugo Chávez y el surgimiento de
la Alianza del Pacífico. ¿Cómo analiza la etapa que atraviesa la región?
Es una etapa
que de alguna manera podía esperarse, no podíamos pensar que la derecha se iba
a quedar cruzada de brazos. Por eso monta la Alianza del Pacífico, por eso
monta NTN24, por eso monta una estrategia de descrédito a todos los que son
gobernantes "de nuevo cuño”, democráticos, por eso le monta
desestabilizaciones a esos países. Y eso aunado obviamente al suceso fatal que
fue la muerte del Comandante Chávez. Evidentemente han aprovechado la
circunstancia para poner a tambalear todo este proceso de unidad
latinoamericana. Ya empezaron a mostrar las uñas, buscan el retorno del
neoliberalismo como hicieron con los golpes de Estado en Paraguay y Honduras.
Entonces, creo
que son tiempos difíciles, pero son tiempos de agarrar el timón, de agarrar el toro
por los cuernos, de defender lo que ha avanzado la región, de revisar lo que
hemos hecho de manera errática o que no nos ha funcionado pero mantenernos en
la unidad latinoamericana y defender los logros conquistados.
¿Cuáles serían
esos aspectos a rectificar?
Creo que hay
elementos que tienen que ver con las consultas a la misma sociedad, al
movimiento social, a las organizaciones, conectarnos políticamente y salir de
algunos autoritarismos que nos han distanciado de las personas, como también
ser capaces de decir "esta estrategia no funciona, vamos a cambiarla por
otra, vamos a repensarla de otra manera”. Y creo que eso no es malo,
simplemente hay que asumir que estamos enfrentados a unos enemigos feroces.
Usted ha sido
una de las principales denunciantes del crecimiento del paramilitarismo en la
región y sus nexos políticos. ¿Cómo vienen jugando estos grupos en los intentos
de desestabilización, particularmente en Venezuela?
No es un hecho
novedoso la manera en cómo se ha ido instalando el paramilitarismo en toda la
región, cómo se ha consolidado, cómo ha logrado desestabilizar al movimiento
popular, asesinando muchísimos dirigentes. Es una amenaza muy grande porque ya
está absolutamente comprobado que tuvieron mucho que ver con las
"guarimbas” en Venezuela. Es la "regionalización” del
paramilitarismo.
Y el gobierno
de Santos, ¿es responsable? ¿Cómplice?
El Estado
colombiano es responsable desde hace muchos años. No solamente Santos, Santos
es una pieza, Uribe es una pieza fundamental, pero esto viene ya de mucho
tiempo atrás. Y si el paramilitarismo no se desmonta en el país los acuerdos de
paz no se van a dar.
Por último, se
percibe en estos últimos años una maduración importante del movimiento popular
colombiano. ¿Cómo avanza el proceso de Marcha Patriótica, la perspectiva de
unidad con otros espacios y qué grado de persecución siguen padeciendo?
Es muy
lamentable tener que reconocer que la andanada contra Marcha Patriótica ya da
cuenta de al menos 70 compañeros asesinados en sólo dos años. A pesar de eso,
el movimiento sigue, tiene mucha fuerza en lo rural, en las regiones, en los
jóvenes, en las minorías étnicas y vamos avanzando, aun tímidamente, a tener un
espacio en lo urbano.
Es muy
importante el crecimiento del movimiento social en el país. Es cierto: hoy más
que nunca hay un fortalecimiento del campo popular, independientemente de que
sigue habiendo persecución, señalamiento, asesinatos. Marcha Patriótica es una
esperanza desde donde estamos haciendo un gran esfuerzo por lograr conformar un
frente amplio, no solamente con lo que es este proceso sino mucho más allá, que
tiene que ver con la construcción de las estructuras constitucionales, legales,
sociales y de poder popular para poder aspirar a un cambio en el país.
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