25
noviembre 2014,
ADITAL Agencia de Información Fray Tito para América Latina (Brasil)
Por Dick Emanuelsson
Anncol
"Hay una incoherencia total entre el discurso de paz del gobierno, sus
órdenes de escalar la confrontación y su decisión impulsiva de suspender los
diálogos como consecuencia de un desenlace militar desfavorable para el
Estado", dice el Iván Márquez, jefe del equipo negociador de las Farc en
los Diálogos de Paz, que este més cumplen dos años, en La Habana, Cuba, en la
siguiunte entrevista a la agencia de noticias Nueva Colombia (Anncol).
¿Cómo valora Usted la reacción en Colombia sobre la retención del general?
¿Ha aportado para concientizar a la opinión pública sobre la necesidad de un
cese al fuego bilateral?
No se puede hablar de una sola reacción, porque, por un lado está la
posición de los sectores militaristas que lidera el uribismo, los cuales han
tomado este impase, propio de la guerra, como otra excusa para hacer campaña en
función del rompimiento de los diálogos. Por otro lado está
la posición absurda
de un gobierno que insiste en negar la posibilidad de un armisticio, ordena
incrementar las operaciones militares, arguyendo que eso hace parte de las
reglas del juego, pero al mismo tiempo, no quiere que le toquen a sus
militares.
Hay una incoherencia total entre el discurso de paz del gobierno, sus
órdenes de escalar la confrontación y su decisión impulsiva de suspender los
diálogos como consecuencia de un desenlace militar desfavorable para el Estado.
Pero lo más importante es que en medio de todo esto, existe también un gran
clamor nacional, mayoritario, que ha tomado el hecho como argumento para
insistir en que es necesario un cese bilateral de fuegos que permita un avance
de las conversaciones en condiciones más favorables, que signifiquen
tranquilidad y alivio para las comunidades. Nosotros confiamos en que esta
última posición, que es la más equilibrada, triunfe para que efectivamente el
proceso se reinicie, pero que esta experiencia sirva para exigir mayor seriedad
y compromiso al gobierno, porque no puede ser que el proceso y la
ininterrupción de los diálogos estén sometidos a los caprichos del presidente.
Santos no puede pretender suspender y reiniciar los diálogos cuando a él le
parezca desconociendo el hecho de que en la mesa somos partes iguales. A la
larga su determinación unilateral e injustificada nos hará perder tiempo
valioso en el camino hacia el acuerdo final. Después de las liberaciones de los
prisioneros de guerra nos tocará ponernos de acuerdo sobre cuándo reiniciar el
diálogo.
En breve; ¿se imaginaban hace dos años que llegarían donde están ahora en
las negociaciones?
Desde que llegamos a La Habana fue con la decisión de colocar nuestros
máximos esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz con el gobierno, por eso
hemos dicho que no serán las FARC las que se levanten de la Mesa. Hasta el
momento se han logrado grandes avances, pero creemos que el tiempo habría sido
más productivo con una participación más amplia de los diversos sectores de la
sociedad y en medio de un ambiente sin hostilidades.
¿Cuál es el tema de la Agenda más espinoso y complicado?
Todos los temas tienen complicación porque se trata de la confrontación de
dos visiones totalmente contrarias. Está la visión neoliberal del gobierno que
apunta a mantener un régimen de privilegios para la oligarquía, y está nuestra
visión de país democrático, donde la participación ciudadana sea plena y la
institucionalidad se configure con políticas económicas que favorezcan a los
inmensos sectores empobrecidos de Colombia. Entonces, de aquí se desprende que
uno de los aspectos más problemáticos está en que el Gobierno, apartándose del
preámbulo del Acuerdo General, pretenda que un asunto de tanta trascendencia,
como es el de definir la política económica, no se puede discutir en la mesa.
Esto, hablando de aspectos que conciernen al conjunto de la sociedad, pero
también hay otros que tienen que ver directamente con el futuro de la
insurgencia, y me refiero, por ejemplo, a manejar estos diálogos como si se
tratara de un proceso de sometimiento en el que los alzados deben entregar las
armas y terminar tras las rejas para que todo siga igual, y sin aludir para
nada a la máxima responsabilidad que tiene el bloque de poder dominante en la
generación de la guerra. Es obvio que tal escenario no va a ser posible, y que
con las FARC se tendrán que pactar e implementar acuerdos que funden la
justicia social, como base esencial de la paz.
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