20 noviembre 2014, Rebelión http://www.rebelion.org (México)
Nueva Sociedad
Nos quedamos cortos al decir que en las elecciones brasileñas los
latifundios mediáticos estaban jugando sucio con Dilma. Los ataques hacia la
candidata del Partido de los Trabajadores se dieron de todas las formas
posibles y crecieron ferozmente en la segunda vuelta. La revista Veja, de clara
tendencia derechista, sacó una información en tapa afirmando que Lula y Dilma
sabían de los casos de corrupción en Petrobras, según supuestas declaraciones
de uno de los señalados por la policía. Esa información fue reproducida en
otros medios al más puro estilo de las confabulaciones de los grandes medios de
prensa y le costó a Dilma como mínimo tres millones de votos, según algunas
fuentes petistas, a pesar de que se demostró que era falsa.
Pese a eso Rousseff ganó la segunda vuelta con el 51,64% de los votos, lo que significó una diferencia de casi 3,5 millones de votos sobre
su contrincante.
Victoria apretada pero victoria al fin que garantiza la continuidad de varias
políticas, entre ellas las de contenido social, tomando en cuenta lo que ella
había dicho al principio de la campaña presidencial: “No soy candidata para
despojar de sus derechos a los y las trabajadores“.Pese a eso Rousseff ganó la segunda vuelta con el 51,64% de los votos, lo que significó una diferencia de casi 3,5 millones de votos sobre
Además del apoyo obtenido de la candidata del PSOL en el primer turno, Luciana Genro, la ayuda decisiva, que determinó el triunfo en la segunda vuelta, vino del movimiento sindical brasileño y de los movimientos sociales que salieron a las calles a defender a Dilma Rousseff. La Central Única de los Trabajadores (CUT) en pleno, gran parte de la UGT, una parte importante de Forca Sindical –que son las centrales más grandes- junto a otros sectores sindicales más pequeños jugaron un papel decisivo en la victoria. Fue la militancia sindical y social la que, poco a poco, hizo crecer su presencia en los medios de transporte, en las calles y los lugares públicos, recuperando la sensación de que era posible vencer y superando la apabullante campaña de odio hacia la izquierda canalizada en los medios.
El rol del movimiento sindical y de los sectores sociales organizados no va a terminar en las elecciones. Se hará más necesario en el próximo período presidencial. Hoy hay menos diputados de origen sindical y es mayor la bancada de empresarios, hacendados latifundistas y sectores evangélicos. La gobernabilidad va a ser más difícil pero a la vez será imperativo profundizar los cambios que permitan, por un lado, seguir democratizando el Brasil en todos los aspectos y, por el otro, no perder las posibilidades de que el PT haga buenas elecciones en el corto y mediano plazo.
Mientras la derecha que perdió la elección presidencial presiona para que la ganadora adopte el programa de gobierno derrotado -la revista Istoé trae una arenga en su portada: “Dilma, cambia ahora“-, la presidenta reelecta necesita concretar sus promesas. Pero no bastará que el PT vaya más a la izquierda. Deberá organizarse mejor y, sin lugar a dudas, el gobierno deberá trabajar más con el movimiento sindical y los sectores sociales.
Entre las principales promesas de campaña de Rousseff está la reforma política y, dentro de este tema, el de la reelección. La derecha brasileña no dijo nada cuando Fernando Henrique Cardozo hizo aprobar la reelección en su primer mandato. Ahora que el PT obtiene su cuarta victoria consecutiva, lamenta la “falta de democracia“. Hay quienes dicen que se puede negociar eso a cambio de que los mandatos sean de cinco años y no de cuatro.
La prohibición del financiamiento de las campañas electorales por parte de las empresas es otro de los objetivos de la presidenta. Aquí ella planteaba un plebiscito pero tuvo que retroceder ya que su principal partido aliado, el PMDB, que está más al centro, solamente quiere un referéndum después de que la propuesta pase por el parlamento.
Y entre la cantidad de cosas que tiene pendientes, Dilma no se puede olvidar la democratización de la comunicación. La presidenta no debe borrar de su mente el rol que cumplió lo que ella misma calificó como “terrorismo mediático” de las grandes empresas de comunicación.
Para hacer todo esto y avanzar más en otros campos no le alcanza el apoyo institucional, menos cuando su principal aliado está en el centro. Si quiere ir más a la izquierda, el apoyo de los sindicatos, de los sin tierra y demás sectores sociales será imprescindible.
En este mismo contexto, las elecciones uruguayas, cuyo segundo turno todavía no se realiza tienen, a diferencia de lo que ocurrió en las del Brasil, un panorama anticipado más claro. El 26 de octubre el Frente Amplio obtuvo mayoría parlamentaria por tercera vez consecutiva, lo que le posibilitará gobernar con mayor holgura, y se avizora con claridad la victoria de Tabaré Vázquez. La única preocupación de los frentistas hoy es ganar por la mayor diferencia posible para que repercuta en las elecciones departamentales que se llevarán a cabo en mayo de 2015.
Pero no siempre hubo ese optimismo en este proceso electoral. A principios de setiembre las encuestas le daban al Frente solamente una intención de voto del 39 por ciento. Fue en ese momento que el movimiento sindical, organizado en la única central obrera, el PIT-CNT, se transformó en un actor central del debate programático, con diferentes iniciativas que mostraron a la ciudadanía que la derecha nunca hizo y nunca hará lo que el Frente pudo hacer en tan solo diez años para sacar gente de la pobreza, mejorar como nunca los niveles de empleo y los derechos de quienes viven de su trabajo.
Aunque los medios de comunicación uruguayos disimularon un poco más que sus pares brasileños su apoyo a la derecha, no se preocuparon mucho de esconder totalmente sus preferencias. Esto no pareció amedrentar a Tabaré Vazquez ya que en su primera actividad pública luego de la primera vuelta no dejó dudas de que avanzará con firmeza en la democratización de los medios de comunicación, impulsando primero y reglamentando después la ley de regulación de los servicios de comunicación audiovisual enviada al parlamento por el actual presidente José Mujica, que ya cuenta con media sanción.
En suma, si continúa la izquierda en los gobiernos de Brasil y en Uruguay es también gracias al apoyo de un movimiento sindical que es “independiente pero no indiferente” (como lo dicen los sindicalistas uruguayos) o que “tiene lado” (como afirman sus colegas brasileños de la CUT). Y si para los sindicatos no es lo mismo tener un gobierno de izquierda que uno de derecha, para los partidos de izquierda nunca debe ser igual que en los países haya sindicatos débiles o sindicatos fuertes.
*Víctor Báez Mosqueira es Secretario General
de la Confederación Sindical de Trabajadores/as de las Américas (CSA).
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