3 septiembre 2016,
Tlaxcla
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Renán Vega Cantor*
Desde
hace varios meses los voceros de la extrema derecha en Colombia vienen agitando
la idea de que el comunismo está por tomarse a nuestro país, lo cual sería la
derivación de la firma de los acuerdos que pongan fin al conflicto armado con
la insurgencia de las FARC. Desde hace varios meses los voceros de la extrema
derecha en Colombia vienen agitando la idea de que el comunismo está por
tomarse a nuestro país, lo cual sería la derivación de la firma de los acuerdos
que pongan fin al conflicto armado con la insurgencia de las FARC.
El personero principal de esa campaña es un ex presidente que propala
una burda mentira: los acuerdos representan la entrega del país al comunismo
internacional, denominado ahora como “castro-chavismo”. Apoyándose en la lógica
nazista de Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del régimen hitleriano,
según la cual repetir una mentira la convierte en verdad, los miembros de la
Banda Criminal (BACRIM) de los Uribeños, que son legión en Colombia, repiten
como loras mojadas un estribillo: el “coco” comunista está a la vuelta de la
esquina y alerta sobre los peligros que eso representa para la santa propiedad
privada y para los “hombres de bien” de este católico país. Dicha propaganda no
es original ni reciente, ya que el anticomunismo es una constante en la
historia colombiana desde mediados del siglo XIX.
Las clases dominantes
en Colombia, gestoras y beneficiarias de la extrema desigualdad y
antidemocracia que ha caracterizado a la nuestra sociedad, han sido
anticomunistas desde mucho antes de la emergencia del comunismo como proyecto político.
Ya el 4 de marzo de 1852 El
Catolicismo, un periódico conservador sostenía que “en la Nueva Granada el
socialismo es algo más que una amenaza: es un plan en marcha”, haciendo
referencia al conjunto de reformas de medio siglo (entre las cuales sobresalió
la abolición de la esclavitud), que se vislumbraban como un peligro contra la
propiedad privada, la familia católica y las buenas costumbres.
En 1879, a raíz del
ataque de los artesanos a la colonia alemana residente en Bucaramanga, se llegó
a sostener que “los comunistas están en completa posesión de Bucaramanga”. Una
información completamente falsa porque no existía nada que se denominase o se
pareciese a algún movimiento comunista.
En marzo de 1919,
tras la masacre de varios artesanos en Bogotá por parte del Ejército, la prensa
conservadora y los voceros del gobierno de Marco Fidel Suarez difundían el
embuste que se había presentado una protesta “bolchevique”, un “motín
socialista y revolucionario”, inventos que se esgrimían para justificar el asesinato
de pacíficos trabajadores.
En diciembre de 1928
se presentó la peor masacre laboral en la historia de Colombia, cuando fueron
baleados miles de peones en la zona bananera de Santa Marta. Antes y después de
ese crimen de estado, se proclamaba que esa región estaba en manos de los
comunistas. Así lo dijo el Ministro de Industrias, José Antonio Montalvo, quien
aseguraba: “estoy convencido de que el comunismo en Colombia está listo a
estallar. En mi último viaje a la Costa […] sorprendí alarmantes circulares
bolcheviques entre los trabajadores de las bananeras”.
Durante la República
Liberal, en especial tras la supuesta “Revolución en Marcha”, el anticomunismo
coaligó a conservadores, al clero católico y a gran parte del partido liberal,
quienes señalaban a Alfonso López Pumarejo como una ficha incondicional del
comunismo internacional. El jefe de esa coalición, el político conservador
Laureano Gómez, llamaba a la "acción intrépida", "el atentado
personal" y "hacer invivible la república". Lo que logró pocos
años después durante la llamada Primera Violencia (1946-1958).
Durante las jornadas
del 9 de abril, tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el gobierno de
Mariano Ospina Pérez (siguiendo las órdenes del Secretario de Estados Unidos,
el general George Marshall , que se encontraba en Bogotá) acuso al “comunismo
internacional” de ese crimen y desató una furiosa persecución contra todos los
opositores (incluyendo a los liberales de izquierda).
En los diez años
siguientes ese anticomunismo, que va a ser prolongado por Laureano Gómez y
Gustavo Rojas Pinilla, justifica el asesinato de miles de colombianos. No en
vano, Laureano Gómez había proclamado una lucha abierta contra “nuestro
Basilisco”, una reencarnación de un monstruo mitológico que “ camina con pies
de confusión y de ingenuidad, con piernas de atropello y de violencia, con un
inmenso estomago oligárquico; con un pecho de ira, con brazos masónicos y con
una pequeña, diminuta cabeza comunista, pero que es la cabeza”, y, según el
delirio asesino del dirigente del Partido Conservador, era el responsable del 9
de abril, “un fenómeno típicamente comunista”.
Durante el Frente
Nacional y las décadas posteriores las cosas no cambiaron en Colombia, y el
coco comunista se volvió a esgrimir, como pretexto para reprimir, perseguir y
masacrar a quienes osaran desafiar el poder de las clases dominantes y pugnaran
por construir una sociedad democrática. Nuevamente, recurriendo al “peligro
comunista” se justificaron miles de crímenes cometidos contra diversos sectores
de la población colombiana, realizados, entre otros, por los grupos
paramilitares desde la década de 1980.
Como un preámbulo de
lo que sucedería en las últimas décadas, en 1960 el obispo de Tunja, Ángel
María Ocampo, sostenía: “El comunismo, con toda su escuela de tiranía, de
oprobio, de destrucción y crimen, se convertirá en el amo sanguinario y feroz
de Colombia, si todos los buenos cristianos y patriotas no nos unimos en un
esforzado escuadrón de generosos y valientes soldados que den testimonio de
Cristo”.
En forma más directa,
un autoproclamado cruzado de Cristo, el obispo antioqueño Miguel Ángel Builes,
hacia un llamado similar al que hoy efectúan los miembros de la BACRIN de los
Uribeños, cuando proclamaba: “Prepárense nuestros amados hijos para enfilar, no
en los ejércitos izquierdistas que diabólicamente prepara, dirige y extiende
por toda la tierra el espíritu del mal, sino en las Derechas que defienden a
Dios contra el demonio, a la verdad contra el error y al bien contra el mal”.
Estas palabras fueron pronunciadas en 1959, pero son las mismas que hoy
repiten, sin cambiarle una coma, los voceros de los dueños de Colombia (entre
ellos grandes medios de desinformación), quienes no quieren que se toque ni uno
solo de sus privilegios, poder y riqueza, y por eso vuelven a advertir del
peligro que para la nación (que encarnan ellos) representa la firma de un
acuerdo que le ponga fin al conflicto armado con las FARC, a pesar de que ese
mismo acuerdo sea tremendamente limitado y no represente ninguna modificación
significativa en la desigual estructura económica política y social de
Colombia.
*Renán
Vega Cantor: Historiador, Profesor titular de la
Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los
libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico,
Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento
Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario,
Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008.
Integrante del Consejo asesor de Revista Herramienta, en la que ha
publicado varios de sus trabajos. Es miembro de la Comisión Histórica del
Conflicto y sus Víctimas.
Source: https://elcolectivocomunicacion.wordpress.com/edicion-impresa-2/
Publication date of original article: 03/09/2016
URL of this page: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=18792
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