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Círculo de Periodistas Cubanos contra el Terrorismo
Publicado el 10 Marzo 2010
Por Eliades Acosta
El 25 de enero del 2008, año de elecciones presidenciales en los Estados Unidos, tuvo lugar la primera sesión de la conferencia convocada por el Center for Hemispheric Policy, de la Universidad de Miami. La reunión convocó a estudiosos de las relaciones inter-americanas y sirvió para que el US-Latin America Policy Task Force, grupo de consulta y planificación de políticas, evaluara la situación de la región y sus perspectivas, de cara a una nueva administración.
Roger Noriega, ese viejo luchado del clan neoconservador especializado en promover los intereses imperialistas en esta parte del mundo, hizo uso de la palabra para profetizar el porvenir, y vender de paso, las mercancías que mejor saben vender los neoconservadores: la del miedo a las amenazas exteriores que acechan a Estados Unidos mientras la nación duerme la siesta, y la de la oportunidades que se están perdiendo, por desatención, descuido o simple cortedad de los análisis.
Nada nuevo bajo el sol: el Noriega que se presentó en el encuentro de Miami en pose de Investigador Adjunto del poderoso American Enterprise Institute, a pesar de su pretendido tono académico, era el mismo Noriega que como Subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, en el desastroso gobierno de George W. Bush, había protagonizado una política intimidatoria y agresiva, de claro perfil imperialista, especialmente contra aquellos gobiernos de la región que habían defendido su soberanía a la hora de emprende reformas y cambios revolucionarios. Y este Noriega reciclado en investigador respetable, en Magíster honorable, quizás rumiando aún las derrotas del Noriega facineroso de rompe y rasga, pero venteando el advenimiento de la era del soft y el smart power encarnado en el entonces candidato Barack Obama, no encontró título más manso para su conferencia que el de “The Americas and the 2008 Election: Ideas for Renewed Engagement“.
Es interesante constatar qué ha ocurrido, transcurridos dos años de la exposición pública por boca de Roger Noriega de las razones y conveniencias para este “renovado compromiso” de Estados Unidos hacia América Latina, incluso, después de un año en el poder de la nueva administración, renovada y renovadora, a la que, por supuesto, iban dirigidas aquellas propuestas y advertencias.
Después de lamentar que ninguno de los dos candidatos que por entonces se disputaban la presidencia de la nación “había pensado en grande sobre las Américas”, Noriega inicia su exposición alertando del enorme daño que hace a las relaciones inter-americanas la existencia de un supuesto sentimiento antinorteamericano en la región, listo a brotar a la menor provocación. Se trata, afirma, “de uno de los escasos sentimientos que comparten las élites y las masas latinoamericanas”, como si hablásemos del amor por el futbol o la música, o de un oscuro atavismo de pueblos inferiores, y no de un sentimiento anclado en la memoria histórica colectiva, ¿acaso sin razón?
Aunque esos sentimientos, en rigor antiimperialistas y no antinorteamericanos, se muestran a los seráficos ojos de los políticos del norte como “excéntricos y anticuados”, según el Magíster, también era de reconocer, según sus palabras, “que tienen sus raíces en el pasado”. Precisamente lo que motivaba su exposición era que consideraba llegada la hora del borrón y la cuenta nueva. Y de hacer juego, señores.
Los que llamó “asuntos presionantes y de significativo interés” no eran más que las marañas imperiales pendientes, los restos de las maltrechas murallas del expansionista Proyecto para un Nuevo Siglo Americano que había sido la brújula del gobierno neoconservador de Bush, y que en vísperas de la entrega del mando, tenía nerviosos a sus artífices y a las siempre clientelares y espantadizas oligarquías latinoamericanas en fuga. En la lista de lo pendiente estaba los tratados de libre comercio, la incertidumbre hacia la continuación de la multimillonaria ayuda militar y económica al gobierno colombiano, el seguimiento de esa velada forma de la ocupación militar que son las operaciones antinarcóticos, y sobre todo, algo que desvelaba a los prohombres y políticos del imperio: “¿ Hasta qué punto y de manera vigorosa- se preguntaba-estamos dispuestos , a pesar del as oscilaciones del péndulo, a hacer retroceder el populismo, la dictadura, la lucha de clases y la inestabilidad en la región?”
Después de enumerar la importancia de la región para el futuro de los propios Estados Unidos, teniendo en cuenta que en ella se hallan “los cuatro suministradores más importantes de la energía que consume el país, un mercado de más de 500 millones de consumidores y un continente receptor de $403 billones de dólares en inversiones”, Noriega afirmó que “los números son importantes, pero también lo es la geopolítica”, y que es una cuestión de seguridad nacional “…si nuestros vecinos más cercanos son débiles, inestables, incluso hostiles”.
Desplegada esta parafernalia discursiva, Roger Noriega se encontró en condiciones de enumerar los principales problemas a enfrentar en la región por la nueva administración. Estos fueron:
“-La fragilidad del consenso bipartidista en la política doméstica, capaz de lastrar su política exterior.
-Los peligros que implicaría olvidar a un aliado como Colombia.
-El contagiosos efecto del “imperialismo bolivariano”, que sigue apoyando a los candidatos anti-sistema en la región y que con su política de confrontación y lucha de clases mina la estabilidad y ahuyenta las inversiones foráneas.
-Las limitaciones de la diplomacia norteamericana, constreñida por el populismo resurgente.
-La necesidad de que un mensaje nuevo (de Estados Unidos al continente) sea encarnado por un nuevo mensajero”.
Para terminar, Noriega definió el Nuevo Paradigma en las relaciones interamericanas. Quedará desilusionado quien suponga que se trata de un acercamiento respetuoso y transparente, de una nueva era de cooperación y coexistencia armónica Norte- Sur. El nuevo mensaje del Magíster no pretendía tanto: mantener consultas regulares, visitar los países latinoamericanos cada cierto tiempo y llamaditas telefónicas cordiales, eso si. También promulgar nuevas leyes migratorias y detener la construcción del muro en la frontera con México, no por inmoral, sino porque es “un desastre para nuestra imagen”, promover una cultura del libre mercado, y enterrar el paternalismo… “en bien de nuestro propio futuro”, claro está. Y la aclaración sobraba, por supuesto, en boca de uno de los políticos neoconservadores norteamericanos más rabioso y doctrinarios, si cabe.
Transcurrido el tiempo, el pensamiento en grande y el Nuevo Paradigma ya arrojan sus primeros frutos visibles: golpe de estado en Honduras, ocupación militar de Haití bajo el pretexto del terremoto, bases militares en Colombia y Panamá, gobiernos de derecha en varios países de la región, renovadas campañas subversivas y desestabilizadoras contra Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia, y el gobierno de Obama ha deportado en el año 2009 más emigrantes que el gobierno de Bush…
Es de suponer al Magíster quitándose hoy la toga y el birrete doctoral y pasando un cepillo a su traje de Subsecretario de Estado que sueña volver a vestir mañana. ¿O quizás a su uniforme militar?.
De un neoconservador todo se puede esperar.
URL del artículo : http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/03/10/roger-noriega-pensando-en-grande-sobre-las-americas/
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