27 10 2019, http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=27312
Tlaxcala, a rede internacional de tradutores pela
diversidade linguística
Días después de que el
presidente Sebastián Piñera tildara a quienes se manifiestan contra sus
políticas de puñado de delincuentes, ayer la intendencia de Santiago debió
reconocer que fueron más de un millón de personas que salieron a las calles
sólo en la ciudad capital para exigir el fin del asfixiante modelo neoliberal
impuesto por el dictador Augusto Pinochet en la década de 1970, y continuado e
incluso profundizado por todos los gobiernos elegidos en democracia desde 1990.
La jornada de protestas, respaldada por cientos de miles en otras regiones del
país, fue el punto –hasta ahora– culminante del más grande levantamiento
popular en la nación andina desde el fin de la dictadura hace tres décadas.
La magnitud de
la participación da cuenta del rechazo a las medidas cosméticas anunciadas por
Piñera para
tratar de contener el incendio social que provocó al autorizar un
incremento en el precio del Metro de Santiago, pero sobre todo, al responder a
las primeras manifestaciones contra el tarifazo haciendo gala
de sus instintos autoritarios. Incluso para una clase política tan insensible
como la chilena, debía ser claro que las concesiones del gobierno –aumento
inmediato de 30 dólares mensuales a las pensiones mínimas, incremento de 50
dólares a los salarios mínimos, cancelación del tarifazo eléctrico,
rebajas en los precios de medicamentos que se venden con un enorme sobrecosto y
alza de 5 por ciento en impuestos a los más ricos, entre otras– resultan de
obvia urgencia, pero también insuficientes e incluso ofensivas para un pueblo
que ha sufrido 19 muertes, cientos de heridos y miles de detenidos en manos de
la brutal represión desatada por un gobierno que jamás ha ocultado sus simpatías
hacia el periodo dictatorial.
Si esta
irrupción popular resulta sorprendente en una nación que, salvo puntuales
estallidos sectoriales, había mostrado una virtualmente ilimitada capacidad de
resignación ante el continuado deterioro en las condiciones de vida de las
mayorías, lo es menos al ponerla en el contexto regional. En efecto, apenas
unos días antes de que el desatino de Piñera sacara a los chilenos a las
calles, la sociedad ecuatoriana había obligado al presidente Lenín Moreno a dar
marcha atrás en su intento de sacrificar al país para satisfacer a la
oligarquía y al Fondo Monetario Internacional; mientras que en Argentina el
ultraderechista Mauricio Macri se encamina a la confirmación de la aplastante
derrota electoral recibida durante las primarias de agosto en rechazo a los
costos sociales de su ortodoxia neoliberal.
Además de
mostrar la generalización del hartazgo ante un sistema económico depredador que
se ha vuelto insostenible, la unidad mostrada por la sociedad chilena es un
estruendoso eco de las últimas palabras del presidente Salvador Allende quien, poco antes de caer
asesinado por las huestes golpistas el 11 de septiembre de 1973, vaticinó la
apertura de las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir
una sociedad mejor.
Muito obrigado a La Jornada
Fonte: https://www.jornada.com.mx/2019/10/26/opinion/002a1edi
Data de publicação do artigo original: 26/10/2019
URL deste artigo: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=27312
Fonte: https://www.jornada.com.mx/2019/10/26/opinion/002a1edi
Data de publicação do artigo original: 26/10/2019
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