2 diciembre 2015, Sputnik http://mundo.sputniknews.com (Rusia)
Los tratados y juramentos se guardan en el filo de la daga. — Proverbio turco
El derribo
del cazabombardero ruso Su-24M el pasado 24 de noviembre dentro del territorio
de Siria por el avión turco F-16 que le disparó un misil después de incursionar
deliberadamente en Siria, fue llamado por el presidente ruso, Vladímir Putin,
como “una puñalada por la espalda”.
Así fueron convertidos de
golpe en cenizas, los cuatro años de esfuerzos del Gobierno ruso para lograr
amistad y armonía en las relaciones con el Gobierno turco.
Parece que los estrategas
rusos no revisaron bien los 300 años de la lucha de los turcos contra Moscú y
la traición de los tratados que se firmaban periódicamente. Tampoco los
servicios de inteligencia rusos prestaron debida atención al dicho popular en
las calles de Estambul (el motor de la economía) y Ancara (capital de Turquía)
que afirma que “cuando el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan te dice
que eres hermano, significa que quiere subirse encima tuyo”.
Hace cinco años cuando el
primer ministro Vladímir Putin y su colega Recep Erdogan, también primer
ministro de su país, firmaron tratados energéticos evaluados en 100.000
millones de dólares, incluyendo la construcción del gasoducto Turk Stream,
mejoramiento del sistema de transporte de petróleo y la construcción de la
central nuclear Akkuyo en la ciudad turca Mersin, Recep Erdogan abrazó a Putin
y le dijo que era “su mejor amigo para siempre”. Pero
la “amistad eterna” en la
percepción turca está limitada por el espacio y tiempo de la conveniencia. Lo
puede confirmar también el presidente de Siria Bashar Asad pues hace apenas
seis años atrás Recep Erdogan lo llamaba “mi hermano” y sus familias
descansaban juntas en el lujoso centro turístico turco Bodrum. Ahora Asad es
considerado un enemigo de Turquía y en especial de Erdogan.
Los tiempos cambian pero
las ambiciones imperiales de Turquía siempre son las mismas a pesar del
desmantelamiento del Imperio Otomano después de la Primera guerra Mundial. En
un reciente artículo publicado por la agencia de información “Regnum”, el
analista Ruben Zargarian habla de cinco siglos de lucha de Turquía contra
Rusia. Primero, el Imperio Otomano que empezó a expandirse en los años 1400
utilizó a su vasallo el Janato Tártaro de Crimea que ya en 1507 atacó a las
ciudades rusas Beliuov y Kozelsk. Hasta 1680 Moscú tuvo que pagar tributo al
Janato de Crimea que entre 1500 y 1700 entregó al Imperio Otomano más de dos
millones de esclavos rusos y polaco-lituanos.
Posteriormente, el Imperio
Turco hizo sus propias guerras a Rusia en 1676-1681; 1695-1700; 1710-1713;
1735-1739; 1768-1774; 1787-1791; 1806-1812; 1828-1829; 1853-1856; 1877-1878 y
1914-1918. Después de la disolución del imperio al comienzo de los años 1920,
el que sería el primer presidente de la República de Turquía en 1923 y el héroe
nacional Mustafa Kemal Atatürk logró convencer a Lenin y a Trotsky de que
Turquía estaba lista para la revolución mundial y así recibió de Rusia 200
kilos de oro y armamento pero esto fue utilizado para su expansión en el
Cáucaso y la “revolución mundial” traicionada. Atatürk prefirió alejarse de los
bolcheviques, cobrar otro tanto y pasarse al lado de los británicos que tenían
sus propios intereses en Azerbaiyán y Armenia y querían utilizar Turquía para
prevenir la expansión del comunismo en estos países.
En vísperas de la Segunda
Guerra Mundial, Turquía mostró nuevamente su “pragmatismo interesado”. El 19 de
octubre de 1939 firmó un pacto de asistencia con Francia y el Reino Unido a
cambio de dos destructores británicos y varios aviones militares franceses. Al
percatarse del avance militar arrollador de Alemania en Europa el gobierno
turco decidió pasarse al lado de los alemanes. El 18 de junio 1941, cuatro días
antes del inicio del inicio de la “Operación nazi Barbarroja” contra la URSS,
Turquía firmó un tratado de amistad con Alemania, obteniendo en recompensa
cuatro submarinos alemanes cerca de 4.000 fusiles y una docena de aviones
militares.
También Turquía planificó
al final de junio 1941, según la revista nacional “Bozgurt”, declarar la guerra
a la Unión Soviética después de que cayera Stalingrado y ocupar el Cáucaso,
Crimea, Armenia y Asia Central con la venia y bajo la supervisión de los
alemanes. Sin embargo, los planes bélicos turcos tuvieron que ser anulados
porque los alemanes sufrieron una severa derrota en la batalla de Stalingrado
que duró desde el 23 de agosto de 1942 al 2 de febrero de 1943. En este período
los turcos no permitieron a los barcos de los países aliados de Rusia- EEUU y
Canadá, que traían ayuda, cruzar los estrechos de Bósforo y el de los
Dardanelos.
Al darse cuenta de la
eminente derrota de los alemanes, Turquía endureció sus relaciones con los
nazis y finalmente el 1 de marzo de 1945 le declaró la guerra a Alemania y
Japón cuidándose de no participar en ninguna batalla. En 1950 el ministro de
Relaciones Exteriores de la URSS Andrey Gromico preguntó al embajador turco en
Moscú, Kemal Nejat Kavur: “Su país tiene el más grande ejército en Europa. Si
es contra su enemigo tradicional como Grecia, es demasiado grande, si es de
otro lado contra nosotros, es demasiado pequeño. ¿Entonces, cuál es la razón?”
Por supuesto el embajador no tenía la respuesta preparada pues no podía revelar
los anhelos nacionales de reconquistar en algún momento el Cáucaso y Crimea.
En 1952 Turquía fue admitida en la OTAN y al final de los 1950 permitió a
los EEUU a desplegar 50 misiles Júpiter con un rango de 5.300 kilómetros cerca
de la frontera con la URSS. Recién en 1962 estos misiles alineados contra la
Unión Soviética fueron retirados a cambio del retiro de los 36 misiles soviéticos
R12 de Cuba, esto después de un arreglo secreto entre Nikita Kruschef y John
Kennedy que puso fin a lo que se llamó “La Crisis de los Misiles”, iniciando
así un corto período llamado la “Coexistencia Pacífica”.
Después del
desmantelamiento de la URSS en 1991, Turquía inició una paciente labor en
Crimea con la población tártara que retornó a la península. Ellos fueron
amnistiados en 1980 después de su deportación al Asia Central ordenada por
Stalin en 1944 por su colaboración con los nazis. El gobierno de Ucrania en
cuya jurisdicción estaba Crimea por un decreto de Jruschov cerró los ojos y
permitió un fuerte adoctrinamiento de tártaros en la orientación de rusofobia
por Turquía. Al reincorporarse Crimea a Turquía, los líderes tártaros
opositores a este proceso como Mustafa Dzemilev y Rufat Chubarov entre muchos
otros se refugiaron en Turquía y se convirtieron en agentes de influencia
de aquel país que anteriormente dio refugio a los yihadistas chechenos.
Es decir, en todos estos
últimos años el lento acercamiento que trató de forjar el gobierno ruso y que
aparentemente fue compartido por Turquía no ha sido sincero por parte de los
turcos. Fue motivado por el deseo de lograr mayores concesiones de la Unión
Europea (UE) y EEUU. El año pasado, la respuesta del primer ministro de Turquía
Erdogan a la Comisión Europea alarmada por el acercamiento de Turquía a
Rusia a pesar de las sanciones contra Moscú: “Turquía no necesita permiso de
nadie: vamos a hacer lo que es necesario para el país”, fue también una acción
fríamente calculada para levantar el prestigio del país y lograr las mayores
ventajas de sus aliados de la OTAN.
A lo que no prestaron la
atención los líderes de Rusia, fue al hecho que, mientras Recep Erdogan
anunciaba a cuatro vientos su amistad con Rusia, siendo primer ministro, sus
fuerzas militares seguían fieles al documento titulado “2010-2015 La Estrategia
de Seguridad Nacional” que considera a Israel y Rusia como países que
representan peligro a Turquía. La fidelidad al tradicional “pragmatismo
calculado y temporal” del gobierno de Turquía continúa, por eso no es de
extrañar la actual alianza del Servicio de la Inteligencia Nacional (MIT) turco
con la Mossad de Israel en la selección, adiestramiento, equipamiento y el
traslado a Siria a los yihadistas sunitas del Estado Islámico (EI) para
derrumbar el régimen de Bashar Asad.
También es lógico, desde
el punto de vista del presidente Erdogan, el alejamiento de su “amigo”
Putin cuando coincidieron en los Juegos Europeos el pasado 13 de
junio en Bakú, Azerbaiyán donde se encontraron cara a cara pero sin mirarse a
los ojos. Rusia había tomado la decisión de no permitir el derrocamiento del
presidente sirio Asad, lo que iba en contra de los planes de Turquía y la OTAN.
Rusia no puede permitir
que el Estado Islámico forme un califato, cuya idea pertenece a los estrategas
“iluminados” norteamericanos y franceses quienes decidieron utilizar las
ambiciones turcas del resurgimiento del neo otomanismo y convertir este
país en el instrumento vital para la balcanización de Siria. Erdogan tiene la
oferta de una parte fronteriza de Siria cercana a Turquía poblada por unos
200.000 turcomanos o turkmenos (un pueblo túrquico que se encuentra
principalmente en Afganistán y Turkmenistán). El califato islámico está
proyectado después de terminar su formación en Siria e Irak, expandirse al Asia
Central, Cáucaso, Tatarstán, Urales y la parte de China donde viven los uigures
que son musulmanes, estos junto con los yihadistas chechenos y daguestaníes
forman batallones del Estado Islámico.
El rol de Turquía en la
expansión del Estado Islámico fue diseñado en secreto en 2011. Según el
analista geopolítico francés Thierry Meyssan, el ex ministro de relaciones
exteriores de Francia Alain Juppe colaboró en el plan con el actual primer
ministro de Turquía Ahmet Dovutoglu que fácilmente dejó su anterior consigna
“Cero Problemas con los Vecinos”. Por supuesto, la estrategia regional de
Turquía fue abalada por Washington. El mismo vicepresidente de EE.UU. Joe Biden
confirmó en octubre 2014 en su discurso en Harvard, que fue rápidamente
silenciado, que “Turquía apoya al Estado Islámico con cientos de miles de
dólares y miles de toneladas de armas”.
Biden evitó decir que
Turquía fue permitida por Washington y Bruselas para hacer su negocio sucio de
oro negro sirio con el Estado Islámico. Lo curioso también es que, de acuerdo
al editor de la publicación norteamericana Veterans Today, Mike Harris, las corporaciones
British Petroleum y ExxonMovil son también compradores del petróleo ilegal del
Estado Islámico. Pero el primer beneficiario es Turquía que obtuvo en los
últimos ocho meses unos 800 millones de dólares por este negocio sucio. Ahora,
resulta que la familia del presidente Erdogan está envuelta en este negocio a
través de su tercer hijo Bilal Erdogan quien recientemente compró dos buques
tanques y posee, según el vicepresidente del Partido Republicano del Pueblo
Turco (CHR) Gürsel Tekin, la compañía marítima BMZ Ltd. que hace el
negocio de petróleo con el Estado Islámico.
Precisamente este negocio
fue interrumpido por la aviación militar rusa lo que produjo una irritación
entre los negociantes internacionales del oro negro. Pero sería equívoco atribuir
aquel trágico incidente con el SU-24 y la muerte de su piloto y un soldado
rescatista ruso exclusivamente a los intereses de los negociantes de petróleo.
Lo que no pueden digerir los estrategas “iluminados” de Washington y Bruselas
es que sus planes del “caos programado” en Asia y Medio Oriente fueron
bruscamente interrumpidos por la entrada decidida de Rusia en Siria para no
permitir la balcanización de este país y de paso formar una alianza con Irán y
posiblemente con Irak.
Turquía en este juego occidental
es simplemente un instrumento hábilmente utilizado por EEUU y la UE a través de
su incondicional y extremadamente ambicioso oportunista Recep Erdogan quien se
ofuscó por sus ideas de un futuro resurgimiento de un nuevo Imperio Otomano,
sin darse cuenta que su país se acerca cada día más a una guerra civil debido a
la creciente represión contra el pueblo kurdo.
Recientemente, uno de los
más famosos defensores de los derechos humanos pro kurdos Tahir Elei fue
asesinado durante una conferencia de prensa. Es sabido que el Servicio de
Inteligencia Nacional (MIT) mantiene la población turca sumida en miedo.
Hace poco el escritor
turco Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk (2006) escribió que “lo peor es el
miedo, todo el mundo tiene miedo en Turquía”. Y cómo no tenerlo si
recientemente fueron encarcelados sin juicio por “traición y espionaje” dos
periodistas turcos del diario Comhuriyet por haber revelado las fotos de un
convoy del MIT transportando armas al Estado Islámico en Siria. También fueron
encarcelados dos generales y un coronel de gendarmería por detener otro convoy
del MIT con armas destinadas al EI. El año pasado murió en un accidente
sospechoso, en la ciudad turca Suruc, la periodista norteamericana Serena Shim
quien fue la primera en escribir y mostrar fotos de los yihadistas
transportando de Turquía a Siria en los camiones de la ONG World Food
Organization. El 18 de octubre pasado fue encontrada “suicidada” en el baño del
aeropuerto de Estambul la famosa y curtida periodista británica Jacky Sutton
que era directora del Institute for Peace and War Reporting. Dijeron que
se mató por haber perdido su avión.
Mientras todo esto sucede
en Turquía, el presidente Erdogan sigue jugando con el fuego internacional
cumpliendo las pautas del departamento de Estado norteamericano y de los
líderes de la OTAN que lo defienden y apoyan por el momento incondicionalmente.
Recientemente el embajador norteamericano ante la OTAN, Douglas Lute declaró
que el “comportamiento de Rusia en Siria es peligroso, innecesario e
irresponsable”. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, justificó
el derribo del avión ruso en Siria que según él estaba en “el espacio soberano
turco” como si el territorio de Siria perteneciera a Turquía.
Erdogan toma estos gestos
como un incentivo para no pedir disculpas, amenazar a Rusia, poner trabas en el
paso de sus barcos por el estrecho Bosforo o mandar dos submarinos para vigilar
al crucero ruso Moskva. Todos son gestos de bravura inducidos por la
desesperación y alimentados por sus ambiciones y la fe ciega en sus “amigos”
norteamericanos y europeos.
En este enredo geopolítico
se olvidó Recep Tayyip Erdogan de las sabias palabras de su héroe Mustafá Kemal
Atatürk: “Paz en la patria, paz en el mundo”.
Actualmente no hay paz en
Turquía y el apoyo que está gozando Erdogan de Washington y Bruselas es efímero
que puede desaparecer en cualquier momento pues ni EEUU, ni la Unión Europea
tienen recursos o condiciones para iniciar una guerra contra Rusia. Tanto Putin
como Obama lo saben y Erdogan ya presiente que en cualquier momento puede
convertirse en un chivo expiatorio.
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