27 mayo 2012/ANCOL http://anncol1.blogspot.com.es (España)
FARC-EP
cumplen hoy 48 años y siguen vivitos y coleando
Redacción ANNCOL
“Las FARC-EP no iniciamos esta guerra, nos fue
declarada por la oligarquía que gobierna a Colombia”, dice la insurgencia
Colombia en un comunicado enviado a nuestra redacción sobre su 48 aniversario
para la Nueva Colombia.
Y agrega:
“Cada vez que el eco de nuestra propuesta de una
salida política ha tomado suficiente fuerza para imponer unos diálogos
encaminados a la paz, el poder se ha negado a considerar la remoción de las
causas que dan lugar al conflicto, cerrando de un portazo violento las
posibilidades de reconciliación. El país no olvida que tras cada proceso
frustrado ha sobrevenido la promesa de aniquilarnos y la agudización de la
guerra a extremos inéditos. Las FARC persistimos porque un inmenso clamor
popular de justicia alimenta y acompaña nuestro sacrificio”.
EL MISMO DÍA EN QUE sale el comunicado sobre los 48 años de lucha política-militar, es entrevistado el
general Sergio Mantilla, jefe del ejército, por Jineth Bedoya, vice jefa de la redacción de El Tiempo que cubre el
orden público y con canales directos a las FF.MM. y la inteligencia militar.
Preocupada por los resultados negativos de las FF.MM., la periodista le comenta
al general que “se oyen voces sobre la desmoralización de las tropas. . .
y si ¿están con la moral”?
Y el general responde como pueda ante el resultado de
los combates con la guerrilla últimamente:
“El Ejército tiene moral, pero hay inquietudes y preocupaciones
con las reglas que rigen el combate en Colombia, y estamos encontrando la
respuesta en el Gobierno Nacional. (. . . ) Este año hemos perdido cien hombres
en el campo de combate, peleando, defendiendo a los colombianos, y es injusto
decir que murieron desmoralizados”.
Y AHÍ ESTA LA TRAGEDIA DE COLOMBIA que desde la expulsión del colonialismo español ha sido víctima por la
clase política militarista. Siguen cayendo los hijos pobres del pueblo en el
campo de batalla, no los hijos de Uribe o Santos.
La guerra no solamente se expresa en los combates
militares sino también todos los días a través el modelo neoliberal. Mueren
diariamente decenas de niños y ancianos colombianos en enfermedades
relacionadas al hambre. Mueren obreros todos los días por que caen de las obras
de construcción por que los dueños de las constructoras registran grandes
utilidades en vez de instalar un regimiento de protección para los
trabajadores, ejemplos que son generalizados en todos los sectores productivos
de Colombia.
Pero Santos se ha declarado “protector de los pobres”,
y dice que es antioligarca. Pero la guerrilla rechaza esa afirmación como un
desvío del desastre de su política:
“Santos simplemente repite lo que han hecho siempre
los de su clase. Nos exige una vez más la entrega y el desarme, a cambio de
admitir a medias nuestro ingreso a su podrido régimen político. Sin desmontar
ni un ladrillo de su aparato terrorista de dominación. Sin que se afecte en
nada su proyecto de país colonial y empobrecido. Como si nosotros pudiéramos a
cambio de miserables prebendas personales, volver la espalda al sentir de
millones de compatriotas hundidos en la desesperación y la violencia. Como si
el destino natural del pueblo colombiano fuera el de trabajar eternamente para
el enriquecimiento de una élite privilegiada. Así no vamos a ninguna parte”.
A continuación, el comunicado de las FARC-EP:
COMUNCADO: FARC-EP: 48 AÑOS DE LUCHA ARMADA REBELDE
Los cuarenta y ocho años de lucha que cumplimos las
FARC-EP este 27 de mayo son la mejor demostración de que un pueblo consciente,
organizado y disciplinado no puede ser vencido ni siquiera por los más
poderosos enemigos. Desde Marquetalia a la fecha, las crecientes y cada vez más
entrenadas fuerzas armadas colombianas han estado tras nosotros en una feroz
actividad predadora, contando a su vez con la asesoría militar del Pentágono y
la ayuda financiera de los Estados Unidos. Cada uno de los sucesivos gobiernos
oligárquicos que ha prometido vencernos, ha visto frustrados sus propósitos y
dejado en cambio tras de sí un país ensangrentado.
Las clases dominantes colombianas poseen muy mala
memoria cuando se trata de recordar sus crímenes, a los que endilgan además un
nombre emblemático a fin de hacer desaparecer sus culpas. A la primera matanza
generalizada por el despojo de las mejores tierras, promovida en la cuarta
década del siglo pasado, le pusieron el nombre de La Violencia, expresión
mágica que sirvió para ocultar a terratenientes, empresarios, gamonales,
generales y agentes norteamericanos y locales de la guerra fría, verdaderos
azuzadores y ejecutores de la aterradora mortandad que les permitió
enriquecerse bajo la institucionalidad del estado de sitio.
CINCUENTA AÑOS DESPUÉS INVENTARON la historia de una disputa territorial por el control de los cultivos
ilícitos entre distintos actores armados. De ese modo, cubriendo a unos y otros
con el mote de los violentos, pretendieron disimular la configuración de un
modelo de acumulación de capital fundado en el despojo violento de la propiedad
agraria y en el abierto desconocimiento de las condiciones de trabajo
conquistadas en el pasado por la fuerza de trabajo nacional. El terror
paramilitar desplazó millones de campesinos y golpeó de manera despiadada al
movimiento sindical colombiano. Siempre ha estado inspirado desde el poder y
sirviendo a sus intereses.
No puede mirarse en Colombia el fenómeno del
narcotráfico y las mafias como una trágica desgracia que cayó quizás por obra
de qué pecado sobre el país, y menos ir imputándole la responsabilidad por
todos los males que nos aquejan. Con ese discurso se oculta que los dineros del
narcotráfico se convierten en tierras, inundan la banca, las finanzas, las
inversiones productivas y especulativas, la hotelería, la construcción y la
contratación pública, resultando funcionales y hasta necesarios en el juego de
captación y circulación de grandes capitales que caracteriza al capitalismo
neoliberal de hoy. Igual pasa en Centroamérica y Méjico.
Por lo mismo, mafias y paramilitarismo hacen parte del
modelo violento de acumulación y terror que caracteriza la actual fase
neoliberal del capitalismo. Nada tienen que ver con la lucha popular, se hallan
al servicio de sus más encarnizados enemigos. Pretender como se hace hoy que el
conflicto armado colombiano hunde sus raíces en el narcotráfico desconoce una
realidad incontrastable. Desvía la atención hacia el lado equivocado. Las
distintas etapas de la guerra contra las drogas implementada con el Plan
Colombia han puesto de presente su propósito de clase. Golpear a las FARC
envuelve la persecución a todas las luchas del pueblo colombiano.
Los verdaderos responsables de toda la infamia
padecida por Colombia son los propietarios del capital y de la tierra, que
siglo tras siglo reservan a los de su linaje el derecho exclusivo a ampliar aún
más sus fortunas y gobernar el país, a costa del trabajo y el sudor de la
inmensa mayoría de compatriotas desposeídos y violentados por soñar con cambiar
el orden de cosas heredado. Mediante una fachada de democracia formal, mal
esconden el verdadero carácter del régimen político impuesto. Ellos
implementaron en nuestro país la práctica del terrorismo para defender a sangre
y fuego sus privilegios. Pero llaman terroristas
a quienes buscan justicia.
A enseñar a leer y escribir donde el Estado falló.
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EN LA ACTUALIDAD DIRIGE LOS DESTINOS del país un típico representante de esa élite extranjerizada e
indolente. Juan Manuel Santos practica como el mejor, aquello de llamar por
eufemismos a las cosas a fin de transformarlas en algo distinto. Bautizó el
llamado Plan de Desarrollo de su administración con el nombre de Prosperidad
para todos, cuando éste está concebido, de principio a fin, para el beneficio
de los poderosos capitales transnacionales y los sectores de la economía local
que orbitan como satélites en torno a él. Y aunque afirma haberse convertido en
un traidor a su clase, sus medidas de gobierno apuntan a enriquecerla mucho
más.
Suele decir que aspira a convertirse en el Presidente
que consiguió pacificar el país y se declara amigo de buscar una salida política
a la confrontación. Pero ni uno solo de sus actos de gobierno ha demostrado
algún propósito de atenuar las causas generadoras del conflicto. Su ley de
víctimas y restitución de tierras conmueve por su inoperancia, a la par que
crecen los crímenes contra campesinos y organizaciones que aspiran a recobrar
sus tierras. Ha hecho carrera en los medios la existencia de un supuesto
ejército anti restitución, el cual no ha sido golpeado de ningún modo por los
comandantes de Ejército y Policía que con tanto ahínco combaten las
guerrillas.
La supuesta inversión legal de la carga de la prueba a
favor de los despojados fue convertida en su decreto reglamentario en un simple
respaldo estatal a la búsqueda de pruebas, burlándose frontalmente del
significado de las palabras. Y ya fue demostrado en el Congreso de la República
que las abultadas cifras sobre restitución en realidad correspondían a viejos
programas alternos del Ministerio de Agricultura que nada tenían que ver con
ellas. Ha sido tan desafortunado el curso de esta ley que difícilmente va a
servirles a los titulares de grandes proyectos agropecuarios para poner en
regla la propiedad de las tierras a la que aspiraban.
NO SE ENTIENDE CÓMO PUEDE HABLAR DE PAZ un gobierno que ha hecho de la convivencia de las bandas criminales con
la Policía y el Ejército la renovación de la vieja actividad paramilitar. Y que
continúa adelante y con mayor sevicia la ocupación militar de inmensas regiones
del país destinadas a ser entregadas en condiciones leoninas a inversionistas
extranjeros, al costo de desterrar a las comunidades indígenas, afro
descendientes, campesinas y mineras que las han poseído y explotado
ancestralmente. Un gobierno que con tal de facilitar fuentes de energía baratas
al capital extranjero no vacila en atentar contra ecosistemas como el río
Magdalena.
En procura de salvar la responsabilidad del régimen
político y sus personeros en la actividad criminal contra el movimiento
popular, el Presidente vocifera acerca de una supuesta mano negra, enemiga de
la paz y la reconciliación, que se dedica a asesinar a diestra y siniestra. Al
hacerlo confiere existencia tangible a una actividad terrorista supuestamente
anónima y omnipresente, capaz de disciplinar a los opositores mediante el miedo
y la muerte. Dicha fuerza escapa a cualquier control judicial, político o
social y exculpa a su gobierno de cualquier crítica por violación de los
derechos humanos. A eso precisamente se le conoce como terrorismo de
Estado.
Sin el menor sonrojo, con la argumentación fácil de
trabajar el camino hacia la paz, este gobierno promueve de manera transitoria
en la Constitución un marco legal bajo cuya excusa introduce la impunidad para
militares y policías involucrados en crímenes horrendos, bajo la absurda
pretensión de obrar de modo correspondiente con el tratamiento conferido a los
alzados.
Como quien dice, aquí en Colombia no ha pasado nada.
En otra de sus reformas intenta introducir la santificación del fuero militar
de impunidad, a fin de dotar a su aparato oficial de exterminio de todas las
garantías para su exculpación por las atrocidades cometidas y por
cometer.
PESE A QUE AL OBTENER LA APROBACIÓN de su Plan de Prosperidad para todos anunció que destinaría más de
veinticinco billones de pesos para la reparación de los daños ocasionados por
las catástrofes invernales, a las que llamó maldita niña, los habitantes de
Gramalote en Norte de Santander van a completar dos años esperando la ayuda
prometida. Del mismo modo ocurre con los cientos de miles de damnificados que
ven como las aguas arrastran de nuevo lo poco que les habían dejado. De su
locomotora de vivienda y ciudades amables queda la promesa de regalar cien mil
viviendas a los pobres. Cabe imaginar el entorno, el tamaño y calidad de ellas.
Recién celebró la entrada en vigencia del TLC con los
Estados Unidos, al que se sumarán los firmados con la Unión Europea y Corea del
Sur, ya anunciaba un acuerdo semejante con China. La desindustrialización del
país, el aumento del desempleo y la informalidad, la invasión de mercancías
extranjeras de bajo costo, la ruina de las actividades agropecuarias, la
dilapidación de nuestra biodiversidad, cultura y conocimientos ancestrales de
las comunidades autóctonas, hacen parte del precio que tendremos que pagar los
colombianos distintos a los poderosos monopolios inversionistas que
supuestamente conseguirán penetrar los gigantes mercados del extranjero.
Algo está claro en los actos del gobierno continuista
de Santos, que al reñir con su antecesor pretende posicionarse como progresista
sin diferenciarse en la realidad de él. Su mayor preocupación la constituye
servir en bandeja el país al gran capital transnacional para que se apodere de
los tres sectores de nuestra economía, a la par que entregar a inversionistas
privados la mayor parte de los servicios y deberes a cargo del Estado. Como
neoliberal confeso, el Presidente hace parte de quienes consideran que al
permitir la acumulación excesiva de riqueza en una pequeña élite, la fortuna
rodará finalmente hasta llegar a los más necesitados.
ES POR ELLO QUE NINGUNA de sus reformas ha apuntado a algo que no sea la facilitación de las
condiciones de inversión y explotación para los monopolios transnacionales.
Desde la ley del primer empleo, la sostenibilidad fiscal, el régimen de
regalías, los planes para la educación superior y la salud, hasta las
proyectadas reformas de tierras, pensiones y tributaria, todas lesionan
gravemente las condiciones económicas de los colombianos del montón, pese a ser
presentadas como la redención para ellos. También ello explica la sumisión y el
aplauso del gobierno colombiano ante el accionar violento del imperialismo en
diferentes lugares del mundo.
Todo lo cual conduce a comprender su culto a la
guerra. A nadie que esté en desacuerdo con el proyecto de país que el imperio y
los de su clase conciben, se le deben garantizar sus derechos a opinar y
proponer opciones políticas. La gran prensa y los aparatos formales e
informales de terror cumplen con el papel de destruir cualquier esfuerzo de
organización de los de abajo. La manifiesta hostilidad de la fuerza pública y
el bloque de poder en pleno contra la reciente experiencia de la llamada Marcha
Patriótica que ya comienza a cargar sus primeros muertos, pone de presente la
ruindad de la democracia colombiana y la vigencia indiscutible de la lucha
armada de su pueblo.
Frente a lo cual sorprende la actitud de la denominada
izquierda democrática que no vacila en alinearse del lado del poder. El vice
presidente Angelino, que aún no alcanza a comprender por qué fue elevado a esa
inútil posición, se cree de verdad gobierno y condena antes que él cualquier
manifestación auténtica del movimiento popular, al que exige comportarse como
esperan los de arriba. Traidor a su clase, simple anzuelo para la cooptación y
la conciliación de los sectores medios y el sindicalismo venal, despreciado
tras usado, todavía cree tener derecho a representar a los trabajadores. La
misma actitud de toda esa izquierda vergonzante que rodea a Santos.
Alfonso Cano, Jacobo Arenas y Manuel Marulanda en Casa Verde, que fue bombardeada el 9 de diciembre de 1989, el día cuando el pueblo de Colombia fue a las urnas para elegir representantes a una asamblea constituyente. Así mostró el estado colombiano su voluntad de paz, rompiendo "El Acuerdo de Cese de Fuego" entre las FARC y el gobierno colombiano, que fue firmado en mayo de 1984 en La Uribe. Ya han pasado más años y el estado esta en el mismo callejón sin salida de la guerra.
LAS FARC-EP NO INICIAMOS ESTA GUERRA, nos fue declarada por la oligarquía que gobierna a Colombia. Cada vez
que el eco de nuestra propuesta de una salida política ha tomado suficiente
fuerza para imponer unos diálogos encaminados a la paz, el poder se ha negado a
considerar la remoción de las causas que dan lugar al conflicto, cerrando de un
portazo violento las posibilidades de reconciliación. El país no olvida que
tras cada proceso frustrado ha sobrevenido la promesa de aniquilarnos y la
agudización de la guerra a extremos inéditos. Las FARC persistimos porque un
inmenso clamor popular de justicia alimenta y acompaña nuestro sacrificio.
Santos simplemente repite lo que han hecho siempre los
de su clase. Nos exige una vez más la entrega y el desarme, a cambio de admitir
a medias nuestro ingreso a su podrido régimen político. Sin desmontar ni un
ladrillo de su aparato terrorista de dominación. Sin que se afecte en nada su
proyecto de país colonial y empobrecido. Como si nosotros pudiéramos a cambio
de miserables prebendas personales, volver la espalda al sentir de millones de
compatriotas hundidos en la desesperación y la violencia. Como si el destino
natural del pueblo colombiano fuera el de trabajar eternamente para el
enriquecimiento de una élite privilegiada. Así no vamos a ninguna parte.
Las FARC-EP, a los 48 años de lucha armada rebelde,
reiteramos al pueblo de Colombia nuestro juramento de vencer. Jamás nos
sumaremos a la campaña por legitimar y honrar el capitalismo y el terror de
Estado que se hacen llamar democracia en nuestro país. Sabemos que no
estamos solos, hasta nosotros llega el rumor de inmensas masas humanas que
avanzan inconformes y decididas, por encima de las amenazas y la represión,
exigiendo cambios profundos. Se trata de un clamor universal. Por la
conservación del planeta y nuestra especie, por darle a los hombres y mujeres
un sentido diferente al de vulgar capital humano, por una paz efectiva y
justa.
Los más recientes efectos del libre comercio son las
desgracias de los pueblos de Irak, Palestina, Afganistán, Libia, Egipto, Túnez,
Honduras, y Méjico, para no hablar de España o Grecia. Destrucción, muerte y
horror tejidos con los más bellos discursos sobre las virtudes de la democracia
de mercado. Saqueo y miedo garantizado por la amenaza militar de la OTAN y los
marines. A los pueblos se los aplasta sino sirven a los planes imperiales. Un
saludo de solidaridad a todos ellos. Y gloria eterna a la resistencia de los
pueblos de Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba y Venezuela, asediados, dignos y
triunfantes frente a la brutal agresión imperialista.
Todos los hombres y pueblos seremos algún día
hermanos.
¡Con Bolívar! ¡Con
Manuel! ¡Con el pueblo!... ¡ Al poder!
¡Contra el
Imperialismo! … ¡Por la Patria!
¡Contra la oligarquía!
… ¡ Por el Pueblo!
¡Somos FARC! …
¡Ejército del Pueblo!
Secretariado del Estado
Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia,
27 de mayo de 2012.
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