24 febrero 2014, Rebelión http://www.rebelion.org (México)
A raíz de la
violencia contrarrevolucionaria que ha vivido Venezuela en las últimas semanas
y del notorio accionar de paramilitares colombianos en el Estado de Táchira,
queremos compartir con ustedes este documento que desarrolló nuestra
organización hace algunos años para analizar al paramilitarismo y a la
contrarrevolución armada y que hoy adquiere más vigencia que nunca.
(Resistencia Antimperialista)
Introducción:
El paramilitarismo
y la contrarrevolución son dos formas de acción que utilizan el imperialismo y
sus cipayos para combatir, en momentos históricos diferentes, a las fuerzas
revolucionarias.
Ambas formas de
organizar sus fuerzas tienen una base de carácter político-militar, y por lo
tanto operan con criterios clandestinos para preservar tanto su estrategia como
a sus componentes y medios, para ello el secreto es esencial. Intentaremos,
pues, establecer las diferencias entre estos dos conceptos de uso común, pero
que tienen alcances claramente diferenciados.
Podríamos
afirmar que el paramilitarismo es la forma extrema que adquiere la acción de un
Estado burgués en contra del Movimiento Popular, cuando éste amenaza con
rebasarlo. Para ello, estructura fuerzas organizadas de carácter paraestatal
que concentran su misión combativa en contener a las fuerzas populares mediante
el terror, aniquilando sus cuadros de vanguardia, buscando aislar a las fuerzas
insurgentes de sus bases de apoyo.
El
paramilitarismo se constituye generalmente con integrantes de las fuerzas
armadas y civiles de ultraderecha, contratando eventualmente a delincuentes
sociales para acciones puntuales, principalmente el sicariato urbano. Usa, por
tanto, todos los recursos del Estado, es decir: financiamiento, inteligencia,
logística, medios de comunicación, soporte jurídico, etc.
Sus operaciones
tienen un alto componente sicológico. Recordemos que se busca inhibir,
contener, y desestructurar la movilización popular, procurando su repliegue o
reflujo. Para ello, la tortura, el descuartizamiento, las desapariciones
forzadas y todas aquellas tácticas inscritas en la llamada “Guerra Sicológica”
(recordemos la Escuela de las Américas), tan usada por las fuerzas del imperio,
desde la llamada Doctrina de Seguridad Nacional hasta el Plan Colombia, cobran
especial relevancia.
Las
experiencias más desarrolladas en este terreno las encontramos en la Triple A
(Alianza Argentina Anticomunista) en la década de los 70, en los Escuadrones de
la Muerte
en Guatemala y El Salvador de comienzos de los años 80.
En el caso
argentino, la irrupción de la Triple A se produjo aún antes del golpe de Estado
del 24 de marzo de 1976. Sectores de las fuerzas armadas, la derecha peronista,
la burocracia sindical, la oligarquía más rancia dieron rienda suelta a una
masiva campaña de asesinatos de militantes de izquierda. Estas bandas de
ultraderecha estarían estrechamente asociadas a las políticas norteamericanas
de la época, como se demostraría con su cuasi legalización a partir de la
instalación de la dictadura militar en el poder.
El movimiento
popular argentino sufriría un gigantesco desangramiento por la actividad
incesante de estos grupos paramilitares, pero principalmente lo sufriría el
peronismo revolucionario. Parte de la respuesta de los revolucionarios los
llevaría equivocadamente a enfrentar a los mismos en una guerra de aparatos,
que no comprendía a cabalidad la dimensión del conflicto, desprotegiendo así a
sus liderazgos sociales, que caían persistentemente bajo el fuego enemigo o
eran obligados a pasar a la clandestinidad, lo que inexorablemente iba aislando
a las organizaciones revolucionarias del movimiento de masas.
Pero quizás el
caso de mayor sofisticación se encuentra en la República de Colombia.
Sus orígenes los
podríamos establecer principios de los años 80, específicamente el 2 de
diciembre de 1981, cuando forman el llamado MAS (muerte a los secuestradores)
como respuesta ante el secuestro tres semanas atrás de Martha Nieves Ochoa,
hija de Fabio Ochoa, conocido ganadero, criador de caballos de paso y miembro
de una poderosa familia mafiosa, ejecutado por el extinto M-19 (Movimiento 19
de Abril).
Promovido por
capo del narcotráfico, Carlos Lehder, 223 jefes mafiosos deciden asignar cada
uno 2 millones de pesos, y 10 de sus mejores hombres para rescatar a la
secuestrada. El resultado fue la devolución de la plagiada el 16 de febrero de
1982, sin pagar un peso, sana y salva, luego que el grupo paramilitar determinó
la autoría material de la acción del M-19, identificando a su jefe operativo,
Luis Gabriel Bernal, quien solicitaba 12 millones de dólares por el rescate. 25
allegados de Bernal, incluidos su novia, su hermano, su cuñada y sus mejores
amigos fueron secuestrados por el MAS.
Luego este
grupo (integrante del Cartel de Medellín) motorizado por Rodríguez Gacha, alias
“el Mexicano”, contrata a Yair Klein, ex jefe del Estado Mayor israelí durante
la famosa Guerra del Yom Kipur (1973), quien se instala durante un período en
Colombia para instruir junto a varios oficiales israelíes a las unidades
paramilitares originales conducidas por Rodríguez Gacha. Otros grupos
delictuales conformarán unidades similares a nivel local, por ejemplo Ramón
Isaza en el Magdalena medio, o el traficante esmeraldero Víctor Carranza, en
Boyacá.
Sin embargo,
será con los hermanos Castaño, (Fidel, Vicente y Carlos), ex miembros del
Cartel de Medellín y luego fundadores de los Pepes (Perseguidos por Pablo
Escobar), organización estructurada por el status colombiano y la DEA para
aniquilar el imperio del hombre de Medellín, que el paramilitarismo pasará a
cumplir una nueva función.
Quizás fue la
guerra de aniquilamiento en contra de la Unión Patriótica (UP) la que les
permitió pasar a conformarse en el perro cancerbero del establecimiento
colombiano. La muerte de dos candidatos presidenciales de esta fuerza política,
Jaime Pardo Leal Y Bernardo Jaramillo, fue el corolario de una serie de
matanzas que le significaron cerca de 4000 muertos a la UP.
Otra vez la
incomprensión del Partido Comunista Colombiano, que sostenía un fuerte apego a
la legalidad burguesa, permitió la profundización del modelo de dominación
capitalista que sufriría un tránsito irreversible hacia la limitación de las
libertades democráticas y fortalecimiento de sus rasgos autoritarios y
represivos.
No hubo
respuestas adecuadas de parte de las fuerzas políticas que dirigían a la UP. No
se comprendió a tiempo la nueva estrategia llevada acabo por la oligarquía
colombiana. Y todavía ahora se sienten los efectos de en el campo popular por
la pérdida de esa enorme cantidad de líderes políticos y sociales, que demoran
décadas en formarse como tales.
Sólo con la
VIII Conferencia de las FARC-EP de comienzos del año 1993, después del intento
de toma de “Casa Verde” por parte de las FFMM colombianas, es que el movimiento
revolucionario comienza a responder ante el desafío puesto por el Estado.
Arrancará
inicialmente con las ACU (Autodefensas de Córdoba y Urabá), copando los
espacios abandonados por el EPL (Ejército Popular de Liberación) luego de su
desarme en 1991. En una alianza con los ganaderos y reclutando una
significativa parte de los ex integrantes de la guerrilla maoísta, este grupo
narco-paramilitar consolidará su posición hegemónica gracias a los estrechos
lazos que construyó con el imperio en la lucha contra Pablo Escobar y los
excelentes padrinos que consiguió en la extrema derecha del establecimiento
colombiano.
Este selecto
grupo no sólo organizará a todos los carteles pequeños, medianos y grandes en
una gran confederación, las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), sino que
ésta alianza les otorgará impunidad y reconocimiento político a cambio
desplegar un plan operacional a nivel nacional que tendrá a la población civil
como su blanco principal.
Las matanzas de
campesinos y todo aquello que estuviese cerca de la guerrilla, con el
beneplácito y apoyo del establecimiento colombiano, incluidas las Fuerzas
Armadas, les permitirá ampliar el control territorial para asegurar sus
cultivos y laboratorios de elaboración de cocaína y pasta base.
Este plan fue
concebido por los estrategas norteamericanos ante el evidente colapso militar
de las fuerzas gubernamentales que anunciaban las exitosas operaciones
militares de la guerrilla de las FARC-EP desde 1997 en adelante. Éstas habían
logrado desarrollar acciones combativas de gran envergadura, como ataques y
asaltos a posiciones militares fijas que implicaban un enorme salto cualitativo
de la insurgencia desde el punto de vista táctico, operacional y estratégico.
Ante este escenario
los estrategas del imperio, plantean la urgente necesidad de impulsar un
proceso de reingeniería de las fuerzas armadas estatales, elevando la
disposición combativa de sus tropas a través de la profesionalización de sus
efectivos, de la introducción de tecnología y técnica militar de última
generación, de la asistencia masiva a través de asesores directos. Pasaron,
pues, las Fuerzas Armadas colombianas a ser unidades de alta movilidad y
flexibilidad, con enormes recursos aéreos, tanto en helicópteros como de
aviones, inteligencia electrónica a mano, apoyo de artillería y blindados, con
una sólida logística y coordinación de sus mandos.
La estrategia
militar rompió con la improvisación y los planes desconectados, para llevar
todo al terreno de un gran plan militar general, articulando objetivos, fuerzas
y medios en una lógica operacional única y coherente. Así nace el Plan
Patriota, la fuerza de tarea del sur, fuerza de despliegue rápido, etc.
El tiempo que
requirió el imperio y el establecimiento colombiano para consolidar en este
proceso, se ganó en gran parte gracias a la acción efectiva del
paramilitarismo, que en el intertanto golpeaba sistemáticamente la base de
apoyo de la guerrilla en áreas estratégicamente delimitadas.
Así es que
arrancan inicialmente consolidando su base principal en Córdoba y Sucre. A la
par, avanzan sobre el Urabá antioqueño (que ocupa un lugar privilegiado, tanto
por sus vías de comunicación interna, como hacia el Darién y la frontera
panameña, además de ser una importante vía fluvial y marítima), luego la línea
de la frontera con Venezuela bolivariana, donde el objetivo central es
arrebatar territorio a los frentes de guerra nororiental y oriental del ELN,
aniquilar las ultimas estructuras del EPL e insertar cuñas entre los Bloques
Oriental y Catatumbo de las FARC-EP, y entre este último y el Bloque Caribe,
para así interrumpir las líneas de comunicación, abastecimiento, de transportes
e inhibir la coordinación a nivel operacional y estratégico.
Avanzan desde
la Guajira, principalmente en la Sierra de Santa Marta y Maicao, con grandes
éxitos en el Norte de Santander, pasando por Arauca, para llegar al Guaviare.
También desarrollaron grandes esfuerzos en el Putumayo, Pasto y la línea
fronteriza con el Ecuador. Esto fue acompañado por el desarrollo de un concepto
de “zonas liberadas” por el paramilitarismo, que fueron acondicionadas como un
espacio para el libre accionar del narcotráfico.
En este plan,
la insistencia norteamericana de instalar cuñas entre los Bloques y Frentes de
las FARC-EP, era junto a la consolidación de “puntos de partida” para la
agresión hacia Venezuela, los objetivos principales. Mientras se intentaba
poner a la defensiva a las FARC-EP, complicando su comando y control, junto a
los abastecimientos logísticos, complicando la movilidad, el control
territorial y la coordinación entre las diferentes unidades de la guerrilla, se
sentaban las bases posicionales para el plan de agresión en contra de la
Revolución Bolivariana.
Desde el norte
de Cúcuta, pasando por Ocaña, Convención, El Tarra para llegar a la Gabarra.
Consolidado ese corredor y sus cabezas de playa, se acelera la penetración
entre el sur del lago de Maracaibo (Machiques, El Vigía hasta San Cristóbal,
pasando por Rubio, San Antonio y Capacho). Luego intentan penetrar la vía hacia
Barinas, destacando contingentes en El Milagro, San Joaquín de Navay, Socopó y
la reserva de Ticoporo, hasta la propia ciudad de Barinas. Luego de un tiempo
ya se visibilizaban en Barquisimeto, Valencia, Caracas, Margarita y el estado
Sucre.
Penetraron al
mismo tiempo desde la Guajira, pasando por Maracaibo para caer en Barquisimeto.
¿Qué dudas puede quedar de que se trataba de un plan rigurosamente diseñado y
ejecutado con enormes recursos materiales, humanos y financieros y parte de un
esquema de mayor y profundo alcance?
Su expansión en Colombia también se hizo sentir en las ciudades. Barrancabermeja, capital petrolera del país y zona histórica de la
insurgencia, fue copada por el paramilitarismo (y con ellos el narcotráfico y
los contrabandistas de combustible); luego tocó el turno a Medellín, capital
del departamento de Antioquia.
Es importante
estudiar en estos casos la política que dirigieron los paramilitares para
reclutar a integrantes de la guerrilla, particularmente del ELN (Ejército de
Liberación Nacional). A través de la compra de conciencias mediante grandes
sumas de dinero, usando las contradicciones entre el ELN y las FARC-EP, las
amenazas a familiares directos, negociando la vida y libertad de militantes
capturados, etc.
Nada de esto
hubiera sido posible sin la participación activa de las Fuerzas Militares del
Estado colombiano, que operaron infinidad de veces con el brazalete de las AUC,
o respaldando a éstas en combate cuando eran atacadas por la guerrilla de las
FARC-EP.
Con toda la
Impunidad jurídica y legal, con el respaldo militar del Estado (combativo,
logístico y de inteligencia), con la complacencia del Imperio y sus agencias
(DEA), las AUC se convirtieron en una franquicia, que se hizo brazo fundamental
de la Contrainsurgencia en Colombia.
¿Qué ha
sucedido en los últimos años?
Ante el
desarrollo de la guerra interna y la necesidad de otorgarle legitimidad al
establecimiento colombiano (debido a razones políticas internas y externas), el
paramilitarismo pierde su vigencia como elemento para la guerra
contrainsurgente. De hecho ya es incapaz de sostener zonas bajo control sin la
presencia de las FFMM estatales, y cada vez es más acosada y aniquilada por la
insurgencia. Al mismo tiempo, su desprestigio internacional y nacional producto
de sus permanentes masacres en contra de la población civil y su inocultable
esencia narcotraficante, hace necesaria su superación en forma.
Pero como se
trata de una estrategia global que depende de los intereses y directrices del
imperio, se le otorgará al paramilitarismo una nueva función en este escenario
regional.
Como exponíamos
en los párrafos anteriores, los dos últimos años se han sentido los efectos del
plan estratégico imperial mediante el cual los paramilitares en Colombia,
bandidos en nuestro territorio, se han ido convirtiendo en un factor de
desestabilización en la República Bolivariana de Venezuela; por ello ha mutado
su esencia, y han pasado de ser un ente paramilitar a uno de carácter
contrarrevolucionario, bandido y mercenario.
Esto, porque un
segmento ha sido reclutado específicamente para esta tarea, mientras que a
otros se les permitirá (la DEA, CIA, el DAS, etc.) mantener “sus negocios” (el
narcotráfico) siempre y cuando operen vía territorio venezolano.
Hacen todos
pues, parte de la estrategia conspiradora y sediciosa en contra de la
Revolución Bolivariana.
Sobre las
experiencias de la contrarrevolución armada
A diferencia
del paramilitarismo, podríamos definir la contrarrevolución como la acción
desatada por las fuerzas de la reacción en función de desestabilizar y derrocar
a gobiernos revolucionarios ya instalados en el Poder.
Quizás la
primera experiencia histórica se podría situar luego del triunfo bolchevique en
Rusia de 1917, cuando los ex zaristas apoyados por las potencias occidentales
inician la Guerra Civil que duraría desde 1918 hasta 1920, y que se saldaría
con millones muertos.
Los EEUU, Gran
Bretaña, Francia, Turquía, Japón, Rumania y otros países no sólo apoyaron
materialmente a las tropas de Kolchak o Denikin, conocidas como las Guardias
Blancas, sino que incluso invadieron con tropas propias el territorio ruso. Los
bolcheviques construirían al calor de esta guerra a su poderoso y victorioso
Ejército Rojo. Destacarán Lenin, Trotsky, Frunze, Tukashevsky y otros grandes
líderes y jefes militares, como los estrategas de una nueva doctrina militar,
la primera que colocará al Pueblo y al Poder Popular como el centro de la
misma.
Forma de Guerra
Civil también adquirirá la contrarrevolución en España republicana, de
1936-1939, que se saldará con el triunfo de Franco y la larga noche de su
dictadura que terminará sólo con su muerte en 1975. Aquí se experimentará la
participación de Alemania Hitleriana y la Italia de Mussolini al lado de Franco
y las Brigadas Internacionalistas combatiendo por el lado republicano.
La derrota de
la República será efecto directo de la traición de Stalin, quien negociará el
retiro de las brigadas internacionalistas en el marco de su tesis de “Defensa
de la Revolución” en un solo país, como también de la división interna entre
comunistas, los trotskistas y el movimiento anarquista.
Es a partir del
triunfo de la Revolución Cubana que la contrarrevolución adquirirá nuevas
formas. Será el imperio norteamericano (ya potencia hegemónica capitalista
luego de la Segunda Guerra Mundial 1941-1945) quien definirá la estrategia a
llevar a cabo por las fuerzas sediciosas locales.
En el caso
cubano, una vez comprobada la independencia del rumbo que adquiría, los EEUU
preparan grupos destinados al sabotaje, los atentados y diversas acciones
desestabilizadoras, que tendrán sus puntos álgidos en la invasión a Bahía
Cochinos (Playa Girón) en Abril de 1961, la instalación de unidades insurgentes
rurales en la sierra del Escambray y luego de la derrota de ambos proyectos, la
incesante actividad de penetración e infiltración para acometer sabotajes,
desde el territorio estadounidense, incluso usando para ello mercenarios de
terceros países (caso del ex militares salvadoreños y guatemaltecos en los
atentados a los hoteles en los 90).
Junto a la
Revolución de los Claveles (Portugal 1975), dirigida por jóvenes oficiales
militares, se profundiza la ola de independencia y liberación nacional en
África. Angola, Mozambique, Guinea Bissau y Cabo Verde, el Congo (Brazzaville),
por otro lado Etiopía, alcanzarán por fin la libertad. Sin embargo, se
experimentará en estos territorios un nuevo concepto contrainsurgente que será
conocido en la década de los 80 como la Guerra de Baja Intensidad (GBI).
Una vez
declarada la Independencia de Angola, la contrarrevolución intenta rápidamente
exterminar la nueva experiencia liberadora. Holden Roberto (y su FLN- Frente de
Liberación Nacional), junto a un alto número de mercenarios europeos, ataca al
nuevo gobierno de Luanda desde el Zaire gobernado por Mobutu Sese Seko
(personaje lacayo de Francia y Bélgica).
Por otro lado
el ex pupilo del Ché Guevara durante su estadía en el llamado Congo belga
(Zaire), Jonás Savimbi, y su movimiento UNITA, apoyado por los EEUU y Sudáfrica
(entonces gobernada por el apartheid) atacan desde el sur. Angola no sólo podía
representar un “mal ejemplo” para los pueblos del África (además de
consolidarse como una sólida base de apoyo para las antiguas insurgencias
revolucionarias de Namibia –SWAPO- y Sudáfrica –CNA Congreso Nacional Africano
Y CPA Congreso Panafricano-), sino que además posee enormes reservas de
hidrocarburos, diamantes y otros minerales codiciados.
Ante la
solicitud de los revolucionarios gobernantes en Angola, (MPLA- Movimiento para
la Liberación de Angola), encabezados por Agostino Neto, Cuba revolucionaria
asiste militarmente a la naciente república, y se da inicio a una guerra que
tendrá alcances mundiales por sus participantes e intereses estratégicos, que
sólo culminará a fines de los años 80 y que será definida militarmente,
específicamente con la batalla de “Cuito Cuanivale” entre marzo y mayo de 1988.
Esta representará el colapso del gigante sudafricano, lo que permitirá definir
en la mesa de negociaciones la independencia de Namibia (hasta entonces ocupada
por el gobierno racista), y las elecciones democráticas en Sudáfrica que
resultarán en el triunfo del CNA (Congreso Nacional Africano) y la elección de
Nelson Mandela, como Presidente de la República.
Esta es una
guerra de obligatorio estudio, tanto por los componentes geopolíticos que allí
operaron, como por las novedades en el plano técnico-militar, tanto a nivel
estratégico, operacional, como táctico.
En 1982
empiezan las actividades de la contrarrevolución armada en Nicaragua. Si bien
al momento mismo del triunfo Sandinista el 19 de julio de 1979 las actividades
sediciosas comenzaron tímidamente a manifestarse (MILPA-Milicias Populares
antisomocistas, luego antisandinistas, y algunos ex militares agrupados en
forma de bandidos.), será con el surgimiento del FDN (Frente Democrático
Nicaragüense), dirigido por un ex coronel somocista de nombre Enrique Bermúdez,
que la actividad desestabilizadora alcanzará un nivel inédito.
Esta
agrupación, dirigida y financiada por los EEUU, y experimento de la nueva
política neoconservadora resumida en los Documentos de Santa Fé, llegará a
estructurar una fuerza militar de cerca de 10.000 hombres instalados en la
vecina Honduras. Se conformarán en Comandos Regionales, Fuerzas de Tarea,
Compañías, Pelotones y Escuadras. Tendrán incluso fuerzas especiales, los COE
(Comandos de Operaciones Especiales). Serán instruidos por personal
norteamericano, militar y civil, agentes de la CIA, principalmente de origen
cubano, como Félix Rodríguez, Posada Carriles, y otros connotados terroristas.
Asesores militares argentinos cumplirán una destacada tarea en la fase inicial
de este proyecto.
Además del FDN,
en el sur, se organizará ARDE (Alianza Revolucionaria Democrática) dirigida por
el Comandante Cero, el ex sandinista Edén Pastora.
También se
conocerán algunas fuerzas contrarrevolucionarias asentadas en las comunidades
indígenas, negras y garífonos, en la llamada Costa Atlántica. MISURA (Miskitos,
Sumos y Ramas), MISURASATA, KISÁN, Stedman Faghot y Brooklin Rivera serán sus
principales comandantes.
Todas estas
fuerzas militares contrarrevolucionarias serán no sólo ideadas desde el corazón
del imperio, sino que su financiamiento, instrucción, apertrechamiento y
asesoría comunicacional dependerán absolutamente de los estrategas del norte.
La contra
nicaragüense no fue capaz, a pesar de su enorme desarrollo y capacidades logísticas,
de tomar un solo pueblo sandinista. Este era un tema central, ya que se suponía
que si lo lograban, intentarían establecer una cabeza de playa que les
permitiese procurar el reconocimiento internacional, para así solicitar el
apoyo de tropas extranjeras, el mismo modelo de Playa Girón.
El ejército
sandinista llegó a tener más de 100.000 hombres y cerca de 300.000 milicianos.
Se desarrollaron unidades de infantería de alta movilidad y flexibilidad como
los Batallones de Lucha Irregular (BLI), los Batallones de Ligeros Cazadores
(BLC), las Tropas Guarda Fronteras (TGF) las del gran Laureano Mairena, tropas
especiales como las TPU (Tropas Pablo Ubeda) del Ministerio del Interior y las
TPA (Tropas Pedro Altamirano) y el DES (Destacamento de Exploración Submarina)
del Ejército Popular Sandinista (EPS).
Honduras se
convirtió en la base de operaciones norteamericana en Centro América. Se
instaló una enorme base de comunicaciones y de rastreo satelital, se ampliaron
las bases aéreas y se modernizó a las fuerzas armadas de dicho país. Se
potenció la contrainsurgencia local, aniquilando a las organizaciones
revolucionarias, “Cinchoneros” y al Frente Morazanista de Liberación Nacional.
El Movimiento popular hondureño fue duramente reprimido y los Escuadrones de la
Muerte se apoderaron del país.
Desde Honduras,
el imperio no sólo podía monitorear y conducir a la contrarrevolución
nicaragüense, sino que también se dirigía la lucha contrainsurgente en El
Salvador y, en menor medida, en Guatemala.
Resumen
Intentamos
diferenciar paramilitarismo de contrarrevolución armada. Dos conceptos que si
bien resumen estrategias pro imperiales y reaccionarias, se mueven en
escenarios particulares. El primero desde el poder constituido, y el segundo en
contra del nuevo poder revolucionario.
En esa
dirección, y para los intereses de los revolucionarios venezolanos, debemos
precisar las características del paramilitarismo colombiano y su mutación al
entrar a operar en el espacio venezolano. Esto no sólo por un problema de
carácter territorial, sino por los objetivos que procura y misiones que cumple
en este país.
Pensamos que el
paramilitarismo colombiano juega el papel de punta de lanza en la constitución
de una fuerza mercenaria contrarrevolucionaria en Venezuela bolivariana. No es
solamente reorientar “mano de obra desocupada”, sino que es una pieza
importante en el diseño desestabilizador promovido por el Imperio.
Es importante
estudiar a fondo su esencia narcotraficante, no sólo por los enormes recursos
económicos que ello les genera, sino porque se establecen como un contrapoder
real, que va carcomiendo las estructuras del Estado, permeando todas las
esferas del mismo.
Así infiltra,
recluta, corrompe. Poco a poco va asumiendo el control total de la delincuencia
social. El lavado de dinero, el tráfico y venta de armas, el robo de carros, el
contrabando de combustible, la falsificación de documentos, el sicariato, el
tráfico de personas, las redes de prostitución, en fin, todos problemas que
traspasan la seguridad ciudadana y se elevan al rango de seguridad nacional.
Resistencia
Antimperialista
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